La agricultura de los nadies

Carlos Alfredo Müller


Con el cierre del Instituto Nacional de La Agricultura Familiar, Campesina e Indígena el gobierno de Javier Milei apunta a campesinos e indígenas, los verdaderos destinatarios de la medida, afirma el autor. 

Con las mentiras de siempre, como si fueran los salvadores de una patria decimonónica, el vocero presidencial Manuel Adorni anunció el cierre de Agricultura Familiar. Comencé a trabajar allí en los años 90 cuando se crea el Programa Social Agropecuario (PSA), formábamos un grupo pequeño coordinado por la ingeniera Cristina Sanz que recorría la provincia en un R12 y compartíamos la olla con aquellos hombres y mujeres que nos recibían entonces con cariño y esperanza. 

Fue un camino largo, iniciado desde la Secretaría de Agricultura de la Nación por Gastón Bordelois en épocas muy duras en las que a veces nos equivocamos, otras acertamos, y fuimos aprendiendo a fuerza de golpes, que con los escasos recursos de que disponíamos, la única solución posible a las problemáticas comunes era colectiva pues la solidaridad era -y es- una herramienta genuina y efectiva para enfrentar la crisis social de entonces. 

La paradoja es que aquel programa surge con el menemismo para paliar la crisis provocada por el mismo gobierno y que afectaba entre otros al medio rural y hoy lo cierra otro gobierno, admirador de aquel, en una nueva crisis, esta vez con menos sensibilidad aún frente al sufrimiento ajeno. Si bien para ambos la patria es una oportunidad de negocios para los grandes especuladores del mercado, para éste la gente es sólo capital humano, es decir, algo así como materia orgánica que trabaja.

Volviendo a la Agricultura Familiar, diré que fuimos creciendo, dejamos de ser un programa focalizado para extendernos a toda la provincia y en todo el país hasta ser una Secretaría Nacional con una cobertura casi tan amplia como la educación o la salud, que llega a todos los rincones de la patria y ello ha requerido de un aumento significativo de personal, el necesario para poder brindar una cobertura a una demanda que crecía a medida que se observaba el éxito de la propuesta para un sector que nunca antes había tenido este tipo de apoyo desde el Estado. Ayudamos al desarrollo técnico y organizativo, acompañamos a las comunidades y organizaciones con metodologías productivas participativas y solidarias, amigables con el ambiente. Éramos parte de "el otro campo", ese que es invisible porque no exporta ni especula con el acopio de dólares en silobolsas, pero que resiste para no abandonar sus territorios y alimenta a las grandes ciudades, a veces silenciosamente. 

Aprendí que había otra forma de producir y que en este sector tantas veces ninguneado, si se le brindaba un mínimo apoyo, había una potencialidad productiva transformadora. Entre momentos conmovedores, he visto surgir muchas veces el chorro de agua cristalina en medio del desierto y la alegría iluminada de los adultos y niños empapados; instalar paneles de energía solar en medio de los cerros en Nazareno y leer un libro o hacer la tarea para la escuela bajo el único foco de la casa; mejorar con la tecnología apropiada el salón impecable para la producción de quesos de cabra de Doña Ernestina en Amblayo y equipar las bodegas familiares y comunitarias en los Valles Calchaquíes. 

He visto volver a crecer los pastizales en el peladar y mejorar la salud del ganado en el Chaco, cultivar la verdura en las huertas comunitarias guaraníes y las cooperativas de yerbateros en Misiones. He visto la variedad de papas en la Puna y el orgullo en el rostro del agricultor que me las mostraba como si fuesen parte de su familia; las mujeres de diferentes etnias que luchan por sus derechos y los propalan en su lengua a través de La Voz Indígena, su radio en Tartagal. 

He visto todo eso y mucho más. Y celebré y festejé y los acompañé defendiendo la tierra y el monte frente a la voracidad de la agroempresa. Macri se ocupó de echar a una gran parte de los técnicos y a fuerza de lucha y de abogados varios de ellos fueron reincorporados. 

Desde diciembre Milei paralizó toda la actividad, detuvo los vehículos, lo mismo que en el resto de la administración pública nacional volviéndolo inoperante. La fórmula es anularlo para luego justificar su aniquilación. Entonces digamos las cosas como son: los campesinos e indígenas son los verdaderos destinatarios de esta decisión política arbitraria, ciega, ignorante. Milei, Adorni, Bullrich, Petovello, Caputo o Villarreal nunca los conocerán porque, para ellos, no existen, no son gamer ni parte de la farándula, tampoco saben acerca de la existencia de la escuela austríaca. Pero sin conocerlos y sin conocer a sus organizaciones y tampoco a técnicos y técnicas que los vienen acompañando, seguidos por un coro de troles rentados hablarán pestes de ellos, de ese gasto inadmisible para sus mentes noctámbulas, gasto que no se juega a los dados en la mesa de los cambistas ni va a llorar al Muro de los Lamentos, sino que tal vez lo hacen a escondidas, cuando no tienen para el pan de sus hijos.

- Carlos Alfredo Müller, Escritor, documentalista. Fue técnico de Agricultura Familiar en Salta.

 

Página/12 - 20 de marzo de 2024

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