El temor al default de EE.UU: una tormenta que puede arrastrar al mundo

Yalman Onaran
Todo aquel que recuerde el colapso de Lehman Brothers, hace poco más de cinco años, sabe lo que significa un desastre financiero global. Un default del gobierno de Estados Unidos , del que nos separan apenas unos días si el Congreso no logra elevar el techo de endeudamiento antes del jueves próximo, será una calamidad económica nunca vista.

Un default de la deuda del principal deudor del mundo -algo sin precedente- devastará las bolsas de Brasil a Suiza, detendrá el mecanismo de préstamos de cinco billones de dólares para inversores que confían en los bonos del Tesoro norteamericano, hará estallar los costos de endeudamiento para miles de millones de personas y empresas, arrasará al dólar, y hundirá a Estados Unidos y a las economías del mundo en una recesión que podría convertirse en depresión. Un apocalipsis financiero.

De los 16,7 billones de dólares de deuda del gobierno, 11,9 billones corresponden a inversionistas, 23 veces los 517.000 millones que Lehman debía cuando se presentó en quiebra el 15 de septiembre de 2008. Mientras los políticos se enfrentan por el techo de endeudamiento, ejecutivos desde Warren Buffett, de Berkshire Hathaway, hasta Lloyd C. Blankfein, de Goldman Sachs, advirtieron que saltar al abismo sería una catástrofe.

"Si ocurriera, y es un «si» muy grande, uno supone que se activarían ciertos gatillos legales, que podrían transmitir el default a otros mercados", dijo Mohamed el-Erian, director ejecutivo de Pacific Investment Management Co. "Todo esto sería aún más viento de frente para la recuperación económica. También socavaría el rol de Estados Unidos en la economía mundial."

El mercado de capitales de Estados Unidos perdió casi la mitad de su valor en los cinco meses que siguieron a la caída de Lehman. El país pasó por su peor recesión desde la Gran Depresión, arrastrando consigo a la economía global. El desempleo alcanzó el 10%, el nivel más alto en tres décadas. Sólo se pudo impedir una nueva depresión con una intervención sin precedente de la Reserva Federal, que inyectó tres billones de dólares en el sistema financiero. El Tesoro suministró 300.000 millones de dólares a los bancos.

"Si nos salteamos un pago de intereses, lo de Lehman no sería nada", dijo Tim Bitsberger, ex funcionario del Tesoro durante la presidencia de George W. Bush y actual director ejecutivo de BNP Paribas SA, en Nueva York. "Lehman era una sola empresa, pero acá estamos hablando del gobierno de Estados Unidos."

Buffet pidió a los políticos que dejen de usar el límite de deuda como arma en sus debates políticos. James Gorman, CEO de Morgan Stanley, instó a los empleados de esa firma a contactar a sus congresistas para recordarles las "inaceptables consecuencias" de un default. "Sería como una bomba nuclear, algo demasiado horrible para ser usado", dijo Buffett a la revista Fortune.

En 2011, la última vez que el Congreso se trabó por una ampliación del techo de deuda, aumentaron las tasas mientras los fondos del mercado de dinero se retiraban. "Mucho de lo que pasa tiene que ver con el miedo a lo desconocido", dijo Scott Skyrm, ex jefe de mercados de dinero para Newedge USA LLC. "Quedarse en el mercado en esas condiciones no tiene ningún lado positivo, así que todos se retiran", añadió.

Estados Unidos no entró ese año en default. Los republicanos y los demócratas alcanzaron un acuerdo de último minuto para elevar el techo de la deuda. Pero la situación dañó la confianza de los consumidores y les costó a los mercados mundiales más de seis billones de dólares.

Aunque nadie cree que la mayor economía del mundo vaya a entrar en default tampoco esta vez, muchos dicen que las chances de que eso pase son ahora mayores que nunca. "Sería una locura caer en default, pero ya no es más una posibilidad remota", advirtió Simon Johnson, ex economista en jefe del FMI.

De suceder, el default podría ser calificado de "técnico", porque sería el resultado de un fracaso del gobierno para acordar el pago, y no de una incapacidad. Pero esa distinción no es más que un esfuerzo por quitarle importancia al peligro de un default, según Johnson. A su juicio, las deudas soberanas siempre tienen que ver con la voluntad de pagar, porque la mayoría de los gobiernos pueden imprimir dinero para efectuar pagos.

"Técnico o no, un default es un default", dijo Jim Grant, fundador del Grant's Interest Rate Observer.

"La gente siempre se volcó a los bonos del Tesoro en busca de seguridad, pero ¿qué pasará cuando sepan que ya no son seguros?", dijo Grant, que sigue la evolución de las tasas de interés desde la década del 70. "Los mercados financieros se basan en la confianza. Si la confianza se ve amenazada, ocurre el desastre."

"Es inimaginable lo que podría pasar, así como Henry Paulson no pudo imaginar todas las cosas malas que podían pasar si dejaba caer a Lehman Brothers", dijo Bill Isaac, presidente de Fifth Third Bancorp, de Cincinnati, al referirse al ex secretario del Tesoro. "Generaría caos en los mercados financieros", resumió.

Sería malo "tanto para la posibilidad de afrontar gastos como para la confianza de los consumidores", opinó Jed Kolko, economista de Trulia Inc., un servicio inmobiliario.

Cerca de la mitad de la deuda de Estados Unidos está en manos de gobiernos, bancos e inversores extranjeros. Un default pondría en cuestión esos valores, así como el valor del dólar como moneda de reserva mundial, dijo Johnson. China es el tercer tenedor de deuda de Estados Unidos, con 1,27 billones de dólares hasta julio, según datos del Tesoro. Le sigue Japón, con 1,1 billones.

Aunque los precios de los bonos del Tesoro no se vean afectados por el default, el daño en otros mercados sería devastador. Las acciones norteamericanas cayeron un 7% en un día cuando el Congreso rechazó el paquete de rescate de los bancos del gobierno en 2008, antes de aprobarlo unos días después.

El shock en los mercados sería suficiente para empujar nuevamente a Estados Unidos a la recesión y arrastrar a la economía del mundo, según Desmond Lachman, del Instituto de la Empresa Norteamericana. El hecho podría resultar ser un desencadenante que revertiría la frágil e incipiente recuperación.

Mientras que un default de corta duración podría arreglarse sin grandes daños para la economía global, trazar la línea entre largo y corto no es fácil, según Altman. "Si uno deja de pagar los intereses durante unas horas, los mercados seguramente lo dejarán pasar y te perdonarán -dijo-. Si uno deja de pagar dos días, cuatro o seis, la historia es distinta. Es muy difícil hacer ciencia exacta con esto."

Durante los últimos días de Lehman, las empresas de Wall Street establecieron cuarteles de guerra para seguir el potencial impacto de la caída de la empresa y prepararon estrategias para hacer frente a las consecuencias. Ahora, algunos bancos piensan planes de contingencia para un posible default de Estados Unidos, como, por ejemplo, abastecer de efectivo a sus filiales. Pero esos preparativos tal vez sean inútiles.

El Congreso, lejos de un acuerdo

Las negociaciones en Estados Unidos para elevar el techo de la deuda volvieron a tensarse ayer, informaron fuentes legislativas, cuando faltan cinco días para que el país entre en zona de riesgo de default.

La Casa Blanca rechazó ayer una propuesta de los republicanos en la Cámara de Representantes, mientras que un plan demócrata en el Senado para aumentar el techo de la deuda no alcanzó los votos suficientes para avanzar con la propuesta. Todos los republicanos votaron en contra.

En tanto, tras una corta sesión ayer, los miembros de la Cámara de Representantes se fueron de fin de semana hasta mañana por la noche.

La Nación - 13 de octubre de 2013

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