Volverse empleable

Soledad López


Siete días después de las elecciones presidenciales, estamos en temporada alta de reflexión y balance. Hasta último momento la confianza se centró en que la suerte no estuviera echada y que primara la apuesta al futuro por sobre el revival del peor neoliberalismo.

Durante la campaña, los jóvenes y sus votos estuvieron bajo la lupa de todo el arco político. Aunque el estilo “rupturista” de Javier Milei logró interpelar a amplios sectores de la sociedad, la lente juvenil como metáfora de futuro sigue siendo válida para mirar las transformaciones por venir.

En el presente, el trabajo como estructurador de la vida cotidiana está en crisis. Quienes se suman hoy habitan un mundo laboral que ya no da certidumbre, que demanda altos grados de capacitación y competencias digitales y que ofrece contratación informal, esporádica e intermitente. Un ecosistema desigual en el que las mayorías combinan distintas formas de ganarse la vida.

Volverse empleable, aprender a mostrarse elegible, sentir ese proceso como un desafío y motivo de orgullo, no son condiciones exclusivas de jóvenes de clase media. La expectativa de vivir trabajando lo menos posible y con salarios dolarizados tampoco es privativa del 55% que puso su voto de confianza en Javier Milei.

El ADN emprendedor

A comienzos de 2023, el antropólogo Hernán Palermo y la socióloga Patricia Ventrici, integrantes del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del CONICET, publicaron el libro El ADN emprendedor. En base a su investigación sobre Mercado Libre, describieron a la plataforma de comercialización de bienes más grande de América Latina como un mundo laboral en el que la noción de mérito se articula con el imperativo de masculinidad.

Si bien se sostiene el culto a la libertad y se celebran la singularidad y la diversidad, la competencia prima como noción rectora. Para adaptarse, las mujeres en cargos de gestión deben moverse y expresarse como sus pares varones: priorizando la vida laboral por sobre la privada. Pero a diferencia del mundo empresarial de vieja escuela, en el “neoliberalismo tecno-progresista” al imperativo de la competencia se suma el de la juventud, medible no sólo en cantidad de años sino en base a la “actitud emprendedora”. El ADN emprendedor se caracteriza por ser descontracturado, divertido, híper-individualizado y creativo. El trabajador “joven” debe ser capaz de sobrellevar la incertidumbre como rutina y se espera que pueda “gozarla” como adrenalina.

La pandemia aceleró la revolución digital y transformaciones que están en marcha desde hace décadas. El presente es de híper-conexión y digitalización de todas las esferas de la vida. Cargar la SUBE, comprar en el supermercado, reclamar el suministro de un servicio e inscribirse a la universidad son tareas que se hacen por intermedio de una app o en diálogo con un bot. Vivir un día sin internet, algo todavía posible diez años atrás, es hoy un lujo que casi nadie puede ni quiere darse.

Ya desde finales del siglo XX la distinción entre tiempos de ocio, descanso y trabajo se volvió difusa. La contratación vía monotributo, extendida tanto en el mercado privado como en el trabajo estatal, desdibujó también las vacaciones regulares y pagas. En el modelo de trabajo de plataformas, ocio y trabajo se superponen en un único dispositivo: el celular.

Pero, ¿qué es hoy un trabajador de plataforma? ¿Cuántos son? Es difícil saberlo. El trabajo informal que se organiza mediado por las tecnologías de comunicación y conocimiento es cada vez más diverso.

Hernán Palermo sostiene que “en el Distrito Tecnológico de Parque Patricios que reúne poco más de 300 empresas hay una variedad de universos laborales disímiles. Está Mercado Libre, pero hay también personas sueltas con computadoras solas con contrataciones y subcontrataciones a nivel mundial”.

En un extremo, existen quienes ofrecen en plataformas sofisticados servicios como hacer la banda de sonido de una clase de yoga para una app europea o editar la producción de textos para una web bancaria canadiense. En el otro, los estados de WhatsApp y las stories de Instagram funcionan como vidrieras de oferta de productos gastronómicos, servicios de belleza y estética, de reparación y arreglos domésticos generales.

Lejos de ser escenarios excepcionales, el trabajo informal vía plataformas es cada vez más recurrente y está cada vez más naturalizado. Esto dificulta estimar cuántos son y cuál es el aporte o la fuga de tributaria que su labor implica.


Distrito Tecnológico de Parque Patricios.

No solo el dinero mueve el mundo

¿Qué es lo que seduce en esta redefinición del mundo laboral? Sin dudas las ganancias altas y potencialmente en dólares están entre las primeras expectativas de las y los que inician sus carreras laborales. Pero también la desregulación de los tiempos de trabajo aparece como un valor enunciado en términos individuales. La promesa de “manejar tu propio tiempo” hace que el desamparo y el riesgo se vivan como oportunidades para demostrar que siempre se puede un poco más.

Mientras que en la primera década de los 2000 el ambiente laboral idealizado combinaba buenas computadoras con mesa de ping-pong y bebidas gratis, con la pandemia se incrementó la valoración del estar en casa. Sin embargo, actualmente el movimiento parece ser el inverso.

En el universo tecnológico, las oficinas se rearman sin horarios fijos y en escalas reducidas para atender a la demanda de un lugar al cual poder ir y verse con otros. En paralelo a la venta en plataformas se montan showrooms de todo tipo de bienes de consumo.

En los picos de demanda laboral, la híper-conexión se vive como padecimiento individual: ansiedad y agotamiento. El miedo a “quemarse” acecha y aparece la necesidad de desloguearse por un rato. No obstante, en el día a día, y sobre todo para quienes no están insertos en estos mundos laborales, impera la imagen del “trabajo soñado”. Ese que sucede como si no estuvieras trabajando.

Cecilia Castro, doctora en antropología por la Universidad Nacional de Córdoba, estudia a las mujeres emprendedoras en la producción de servicios y productos. Ella afirma que “las redes están contribuyendo a que las personas se vuelvan ‘marcas’ de sí mismas y se manejen como tales”.

Castro sostiene, sin recaer en lecturas apocalípticas, que “las formas concretas de emprendedorismo son muy plurales y para las mujeres no profesionales las redes son también un espacio de comercio y contacto. Una manera de ganarse su propia plata, de salir de la casa”.

Qué enseñar en tiempos de plataformas

Mariana, Federico y Damián promedian los 35 años. Ella trabaja desde hace 12 años en el rubro de asistencia técnica de análisis y calidad informática. Federico emprendió hace más de una década en el área de videojuegos con un amigo de la adolescencia y ha ganado premios de los gigantes tecnológicos. Damián es asistente de seguridad informática en un laboratorio químico transnacional.

Los tres combinan el trabajo desde casa con la práctica intensiva de algún deporte. Los tres empezaron como pasantes y pasaron años en empleos formales corporativos. Estudiaron en la universidad pública, pero no terminaron sus carreras y continuaron su formación por vías no formales. Los tres votaron a Sergio Massa.

Los casos anteriores son ejemplos de quienes ya estaban insertos en el mundo del trabajo cuando en la pandemia estalló el boom de la programación. Distinto es el caso de quienes recién se suman.

Desde el 2020, Nicolás Welschinger, sociólogo e investigador de la UNLP, sigue las trayectorias de jóvenes de entre 19 y 24 años que persiguen el sueño de “ganarse la vida tecleando”. Sus investigaciones evidencian que para ellos los derechos laborales, que tampoco abundan, no compiten con la rentabilidad y los “beneficios” que les ofrecen quienes los contratan.

Welschinger señala que eso que se llamó “el boom de la programación” en 2020 fue sobre todo un boom de producción de contenidos para aprender a programar. El orgullo de “hacerse la propia carrera” y “ser emprendedor” es una de las maneras en las que se expresa “la disputa simbólica por el estatus de los nuevos trabajos digitales”, postula.

En Internet los contenidos se organizan con distintos grados de institucionalización. Desde posteos en redes sociales y video-tutoriales, pasando por el desarrollo de carreras por tramos en “academias” privadas creadas por los tanques de la industria, hasta el estallido de tecnicaturas, ingenierías y licenciaturas en las universidades públicas.

Hace más de una década que Lucila Dughera, doctora en ciencias sociales e investigadora del Instituto Gino Germani de la UBA, estudia los cambios en las maneras de aprender y enseñar vía plataformas. A la promesa que sostiene que es posible aprender a programar fácil y rápido opone el reconocimiento de un montón de saberes previos y altas dosis de esfuerzos, cuya invisibilización es la base sobre la cual se construye la fantasía de que la voluntad y el autodidactismo bastan para aprender.

Dughera sostiene que “estos procesos de plataformización y mercantilización pedagógica se inscriben en la industria educativa global, que es una forma de concebir y tambalear el derecho a la educación y, por eso mismo, es deseable discutirlas”.

Volverse empleable para trabajar en el futuro requiere dosis altas de autogestión. Las plataformas no son neutrales: tienen diseños que premian y castigan prácticas. Las academias privadas de enseñanza tienen costos prohibitivos para la mayoría y bajo la modalidad de “beca” funcionan como reclutadoras de “talentos”.

En defensa de la escuela, Dughera sostiene que las instituciones de educación formal deben enseñar, además de contenidos, las “habilidades” indispensables para construir un futuro común, para poder vivir con otros distintos a uno, para entender que no todos tienen las mismas competencias. La educación como espacio de discusión de la desigualdad.

Economía de conocimiento

La narrativa de campaña del oficialismo saliente centró su propuesta de persuasión del electorado en la oposición de dos modelos de país en torno al sostenimiento o la pérdida de derechos.

En materia laboral, desde el último tercio de 2022 el ministro de Economía Sergio Massa impulsó la renovación de las interlocuciones con el sector de servicios tecnológicos, ligados a la producción de software, la biotecnología, la industria audiovisual e internet, a partir de la creación de la Secretaría de Economía del Conocimiento y el impulso de una medida cambiaria diferencial conocida como “dólar tecno”. Todo dentro de la ley.

En marzo de 2023 se realizó en La Rural la feria EconAr, que buscó conectar y visibilizar “talento argentino” y “desarrollo productivo” en materia de ciencia, comunicaciones y tecnologías. En abril, IT Joven fue un espacio que prometía mostrar a las juventudes “lo que el futuro de la tecnología tiene para ofrecerles”. En septiembre se presentó, en la provincia de Misiones, el programa INSERTAR, de apoyo financiero a micro, pequeñas y medianas empresas para la incorporación de trabajadores egresados del plan Argentina Programa o jóvenes del sector tecnológico.

En el último debate presidencial, el impulso al sector también se coló entre los temas. En esa oportunidad, Massa destacó “la elegibilidad de nuestra gente construida en el sistema de educación pública, y la enorme oportunidad de ser proveedores de servicios intelectuales mundiales”, y semanas antes se reunió con trabajadores de plataformas de reparto.

Ya al filo del cierre de la campaña, Juan Manuel Cheppi, secretario de Economía del Conocimiento, resaltó, en apoyo al candidato, que el sector del conocimiento exportó 8.500 millones de dólares entre 2022 y 2023, y que emplea más de 500.000 personas.

A juzgar por el resultado electoral, podría decirse que ni las medidas ni la narrativa de derechos parecieran haber resultado lo suficientemente seductoras como para impulsar el voto mayoritario.

Jornada laboral de ocho horas, salarios fijos, vacaciones pagas y aguinaldo son vistos por muchos jóvenes de sectores populares no tanto como derechos y aspiraciones frente al mundo del trabajo, sino como promesas incumplidas en las vidas de sus padres y hermanos mayores. Para sus pares de clase media pueden incluso resultar un ancla empobrecedora frente a las potenciales oportunidades del “mercado del conocimiento”, mayormente ofrecidas en lógicas de contratación en el margen o directamente por fuera de la ley.

El desafío no resuelto parece ser encontrar la manera de entablar el diálogo y contener las expectativas concretas de las personas que se suman y enfrentan estos mundos del trabajo, que hace tiempo vienen funcionando como campos de entrenamiento de competencia, hostilidad, desvalorización del esfuerzo y las dificultades de los otros. Para ello la escuela y la política deben revisar el contacto crítico con la realidad y sintonizar con las preocupaciones de los trabajadores de carne y hueso.

 

El Cohete a la Luna - 26 de noviembre de 2023

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