Europa: Todos tienen la intención de alzar un cortafuegos

En la Cumbre de la Unión Europea de diciembre la canciller Angela Merkel aún podía presentarse como la vencedora de la batalla por el rescate del euro: todos habían acabado aceptando la interpretación alemana a la crisis y la solución alemana a la crisis. La unión fiscal, la regla de oro y la tabla de castigos para quienes no la cumplan eran incuestionables e imparable su aplicación. Pero la ironía de la historia ha hecho uso de la peor y más detestada especie, las agencias de calificación crediticia estadounidenses, para frustrar el hermoso plan de campaña.

Con un razonamiento sorprendentemente apropiado, los analistas de Standard & Poor's han dado a entender que la solvencia crediticia de nueve países de la zona euro, así como del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), han sido rebajados porque no se espera de los dogmas de austeridad actualmente en uso ningún efecto positivo en los estados más endeudados.

El cepo del euro

La crisis financiera está arrinconando a las naciones europeas. Aunque con distinta intensidad, las convulsiones económicas en Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia dan cuenta de ello. Los tibios intentos de revival keynesiano, que dominó la escena internacional durante 2008, ya fueron archivados. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) continúan prescribiendo la antigua receta de apretar el cinturón. Así, el desembolso de fondos de la burocracia financiera internacional queda supeditado a la implementación de planes de austeridad.

En glas de juego. Por ejemplo, el gobierno irlandés se comprometió a crear nuevos impuestolíneas generales, los países afectados aceptaron esas res y a implementar un severo recorte de gastos para reducir el déficit fiscal al 3 por ciento en 2014. El ajuste no incluyó a los 50.000 millones de euros utilizados para el salvataje del sistema financiero, a pesar de que ésa fue la principal causa de que el déficit público ascendiera al 32 por ciento del PIB. El caso griego es bastante similar.

¿Cómo puede salvarse el euro?

Justo cuando parecía que la situación no podía empeorar, la sensación es que lo ha hecho.

Incluso algunos de los miembros ostensiblemente “responsables” de la zona del euro se están enfrentando con aumentos en las tasas de interés que deben pagar para financiarse. Los economistas en ambos lados del Atlántico ya no sólo están discutiendo si el euro va a sobrevivir, sino cómo garantizar que su desaparición cause la menor agitación posible.

Es cada vez más evidente que los dirigentes europeos, a pesar del empeño que ponen en la supervivencia del euro, no cuentan con los conocimientos adecuados para lograr que la moneda única funcione. La idea imperante cuando se estableció el euro era que todo lo que hacía falta era disciplina fiscal: ni el déficit fiscal ni la deuda pública de ninguno de los países miembros debían ser demasiado altos en relación con su PBI.