Una audiencia pública para que a nadie le falte la tierra para vivir y trabajar

Juan Wahren


El 36% de la tierra productiva de Argentina está en manos del 1% de los empresarios más ricos. Es una muestra de la injusta distribución de la tierra en el país, que también tiene su correlato en el hacinamiento en las grandes ciudades. Un espacio asambleario, en el histórico lugar donde sesionaban en la Revolución de Mayo, se autoconvoca a debatir otros modelos.

¿Por qué resulta fundamental debatir acerca de la tierra en la Argentina? La tierra ha sido, y continúa siendo, uno de los puntos clave para comprender la realidad de nuestro país y sus recurrentes crisis políticas, económicas, ecológicas y sociales. ¿Quiénes son los dueños de la tierra? ¿Quiénes y cómo se producen los alimentos que comemos todos los días? ¿Cómo debería distribuirse la tierra en nuestro país? Son interrogantes que nos acompañan desde la época colonial hasta nuestros días.

Actualmente, en la Argentina rural el 36 por ciento de la tierra productiva se encuentra en manos del uno por ciento más rico de los propietarios de tierra. Según los censos nacionales agropecuarios del Indec (1988, 2002, 2008, 2018) entre el año 1988 y el año 2018 desaparecieron más de 156.000 establecimientos agropecuarios, en su gran mayoría pequeños y medianos productores de alimentos y se duplicó la concentración de la tierra en cada vez menos dueños; los dueños de la tierra. Este período de años coincide, no casualmente, con el surgimiento y consolidación del modelo de agronegocios a escala nacional y global, cuyo cultivo estrella en la Argentina es la soja transgénica (al que acompañan el maíz, trigo, arroz y otros cultivos modificados genéticamente). También coincide con el avance exponencial de otras actividades extractivas como los hidrocarburos, la megaminería y los emprendimientos forestales.

Al mismo tiempo, en la Argentina urbana se incrementaron exponencialmente los procesos de gentrificación y especulación inmobiliaria en las grandes ciudades, en un proceso de tal magnitud que se lo ha caracterizado como una forma de extractivismo urbano.

Estas actividades extractivas afectan también las zonas rurales-urbanas y una multiplicidad de humedales, bosques nativos, salares y otros ecosistemas que sufren enormes transformaciones que provocan, entre otras cosas, un aumento de las inundaciones, incendios y una creciente contaminación de las fuentes de agua (ríos, lagos, acuíferos, etcétera).

También estas actividades generan afectaciones directas a la salud humana por el uso masivo de agrotóxicos para las fumigaciones de los cultivos transgénicos y químicos peligrosos que se utilizan en la actividad de la megaminería y el “fracking” de los hidrocarburos no convencionales.

Otra de las consecuencias del extractivismo se encuentran ligadas a procesos de despojo y cercamiento de territorios indígenas, campesinos e incluso de productores chacareros que pierden sus espacios de producción y de vida, acrecentando el éxodo rural hacia las grandes ciudades y destruyendo diversas formas de vida y culturas rurales.


Foto: Argeo Ameztoy

Estos despojos pueden observarse también en los territorios urbanos, donde miles de personas viven hacinadas en villas y asentamientos populares como si fueran “guetos” sin acceso real a las ciudades, a sus infraestructuras (plazas, escuelas, hospitales, calles) o a sus servicios básicos (agua, cloacas, electricidad, gas); mientras proliferan barrios privados y “countries” que profundizan la segregación espacial en las grandes urbes y sus suburbios.

Frente a estos avances territoriales del extractivismo urbano y rural, existe una diversidad de actores sociales que se encuentran luchando por el acceso a la tierra y/o en defensa de sus territorios. Así, encontramos una constelación de organizaciones campesinas, pueblos indígenas, federaciones de chacareros, asambleas de vecinos y vecinas de pueblos rurales y agrupaciones ambientalistas que luchan contra las actividades extractivas en sus lugares de vida.

En las últimas décadas, estas acciones colectivas han dado un viraje de las luchas por la tierra hacia una noción más amplia que es la de territorio. Una noción que implica no sólo el uso de la tierra para producir o la construcción de viviendas, sino como un espacio integral de vida. Así la tierra y el territorio se convierten en uno de los puntos nodales de las luchas sociales, de las resistencias y disputas pero también de la construcción de alternativas concretas y posibles, que se encarnan en la vida cotidiana de miles de personas a lo largo y ancho del país.

Por todo esto, debatir sobre la tierra en la Argentina contemporánea aparece como una de las tareas urgentes de la democracia de nuestro país recuperada hace ya casi cuarenta años.

Las Asambleas Públicas son ciclos impulsados por la Manzana de las Luces para debatir en torno a algunos de los elementos principales de la Naturaleza: Tierra, Fuego y Agua.

El primero de ellos será justamente sobre el elemento Tierra y nos daremos cita el sábado 2 de septiembre a las 12: en la Sala de Representantes de la Manzana de las Luces, el mismo lugar histórico donde sesionaron diferentes espacios legislativos y asamblearios de nuestra historia desde la Revolución de Mayo en adelante.

Participarán diversos movimientos sociales urbanos y rurales, académicos y académicas de distintas universidades y del Conicet, periodistas, artistas y la ciudadanía en general que quiera acercarse a debatir, escuchar y discutir sobre esta temática.

Los próximos encuentros serán el 28 de octubre en torno al elemento Fuego, coordinado por Soledad Fernández Bouzo y Marina Wertheimer y el 11 de noviembre en torno al elemento Agua con la coordinación de María Eva Koutsovitis

Estas Asambleas Públicas se proponen como una acción performativa, una yuxtaposición del arte y la política hecha palabra, encuentro, debate. Será una puesta en escena del arte de la política. De la política de los territorios. De la política de las calles. De la política de los barrios. De la política que emana de los poros de los cuerpos despojados. De la política que no delibera en espacios obturados a la voluntad colectiva, sino que los abre e invita a pensarlo todo, a debatirlo todo, a cambiarlo todo.

Parafraseando a los y las zapatistas del México profundo: “Para todos todo, para todos el pan, para todos la belleza, para todos.. todo. Para nosotros… nada” (y para todas también).

- Juan Wahren, Investigador del Conicet y del Grupo de Estudios Rurales (GER-Gemsal) del Instituto Gino Germani.

 

TierraViva - 31 de agosto de 2023

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