¿Qué nos dice el macrismo cuando habla “sin dormir”?

Pablo Lucas Chamatropulos * (Especial para sitio IADE-RE) | Un análisis de la discursiva macrista. De la afabilidad a la violencia.

Recientemente, la actual diputada provincial de Juntos por el Cambio, Adriana Leher, quien no pudo revalidar su cargo en las urnas, posteó un virulento mensaje en sus redes sociales. En ese mensaje, la legisladora pampeana dirigió su odio hacia un sector de la población, a quienes trató de monos que atentan sobre su propio bienestar al no permitirles educarlos y ayudarlos. Este texto se viralizó y la funcionaria oficialista rápidamente se disculpó en las redes arguyendo que fue un exabrupto desafortunado. 

Sin duda, este tipo de mensajes contrasta fuertemente con la discursiva macrista. Esta última, suele estar cargada de emociones afables, de sentimientos siempre positivos y de interpelaciones nobles. Las personas que han actuado de voceros para el oficialismo rehúyen a la discursiva argumentativa, a la confrontación directa y a la explicación racional de los hechos, y han optado por apelar a una sensibilidad inocente y a la disculpa recurrente. Sin embargo, han abundado los exabruptos. La apertura de sesiones legislativas, el día posterior a la muerte de Franco Macri, o la conferencia de prensa posterior a las PASO -donde el presidente se encontraba “sin dormir”- son buenos ejemplos de quiebres rotundos en la discursiva macrista, donde la afabilidad es opacada por la violencia, la indignación, el revanchismo y el odio. Ante esta situación, es pertinente preguntarnos. ¿Son estos discursos oasis de violencia en un desierto de sensibilidad? ¿O hay una coherencia entre ambos discursos? ¿Qué nos dice del macrismo el macrismo cuando habla sin dormir?

Analizar el discurso fuertemente estructurado y coucheado de Cambiemos es sumamente complejo por su enorme simplicidad. Se trata de mecanismos exportados y repetidos en casi todo el mundo, copiado a medida del discurso experto nacido principalmente en los discursos de los referentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Éstos fueron creados justamente para evadir los compromisos, para evitar las apelaciones directas y para sortear la argumentación, posibilitando la implementación de políticas polémicas y confrontativas sostenidas en las emociones y no en el desarrollo lógico de los argumentos. Y es un modelo repetido porque funciona. 

Por otro lado, los exabruptos dejan claros mensajes de odio y de segregación. En estos discursos, del que el estado de Leher es ejemplo, dos participantes se diferencian con claridad. En esta división, uno es portador de los valores de la patria, la dignidad, la transparencia y el progreso, y el otro almacena toda la mugre, el pasado, y constituyen la enfermedad que debe ser eliminada. Forma parte de un modelo claro de discurso segregacionista y violento, propio de los modelos ideológicos más dañinos de la historia.

¿Sigue siendo válido plantear regularidades en estos discursos tan opuestos? Por un lado, perceptivamente estamos animados a pensar que sí, puesto que en general son dichos por las mismas personas que no constan en su haber ninguna patología psiquiátrica. Sin embargo, la riqueza está en explorar, en la medida de lo posible, las conexiones entre estas dos estructuras para comenzar a entender la naturaleza de un discurso que ya forma parte de la historia política argentina.

Los encadenamientos más fuertes se rompen siempre por el eslabón más débil y en este caso no hay dificultad en diferenciar entre los voceros del aún oficialismo a aquellos que son los menos hábiles. Mauricio fue el que con más frecuencia ha roto la estructura sólida y articulada de la discursiva macrista y sobre algunos de sus discursos avanzaremos.

El 3 de septiembre de 2018 Mauricio Macri, después de una corrida cambiaria de envergadura, dio un discurso fuertemente coucheado y grabado varias veces para lograr la entonación y la gestualidad adecuada para la transmisión de las ya mencionadas emociones afables. Sin embargo, el presidente se dio la libertad de salirse del libreto e improvisar, agregando el siguiente fragmento a su discurso:

“Para mí no es fácil, quiero que sepan que estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de lo de mi secuestro. Pero ni por un minuto dejé de hacer lo que estuvo a mi alcance para enfrentar con ustedes lo que estamos viviendo”.

En este fragmento, el presidente busca mostrarse como una persona afectada por la crisis político-económico que sufría la Argentina en dicha jornada. Para eso, equipara su sufrimiento al de la gente y busca mostrar que la crisis golpea a todos por igual, tanto a empresarios millonarios como a desempleados e indigentes. Sin embargo, también se postula como guía capaz de sobrevenir a las dificultades (que recordemos, son dificultades equivalentes a la que sufre toda la población) y seguir luchando en la adversidad por quienes no pueden, como él, atravesar la situación de crisis por sí mismo.

Existe otro fragmento producto de la creatividad del presidente:

“¿Creen que me hace feliz contar esta realidad? ¿Qué me hace feliz no dar recursos a la gente que más lo necesita? ¿Quién puede pensar que yo no querría pagarles a todos los profesores universitarios todo lo que me piden?”.

En este fragmento, no sólo se adelanta efectivamente que los reclamos docentes no serán escuchados y quienes más lo necesitan no tendrán recursos, sino que cuestiona la percepción de la gente y confronta directamente a la población argentina. Este fragmento es sumamente representativo cuando se trata de intentar pensar las regularidades entre el discurso afable y el discurso de segregación, pues combina la apelación a las emociones, como justificación de políticas que perjudican a un sector de la población, con el posicionamiento directo de ese sector de la población en el lugar del no-saber, de la ignorancia.

La creatividad de Mauricio Macri no está ubicada ni en la sólida estructura de la discursiva de Cambiemos, ni se desvía por completo a los exabruptos mencionados, por lo que nos da elementos fundamentales para entender de qué está hecho el discurso macrista. En estos fragmentos se denota que el discurso emocional se construye con dos componentes fundamentales: la subestimación y la infantilización. La regularidad más firme en estos discursos consta de una consecuente construcción de un sufrimiento por parte de los argentinos que es completamente comprensible y dimensionable para la clase dirigente y, a su vez, se consolida una subestimación de los reclamos y evaluaciones de esa misma población. Son esas concepciones las que permiten a los oradores macristas el sobreentender que los argumentos no son necesarios y que ellos pueden ser guías que saben mejor que la gente lo que es mejor para ellos. Es esa misma base discursiva la que les permite convertir su oralidad en ira cuando los argentinos deciden ir en contra de sus voluntades.

 

* Estudiante de la Licenciatura en Lingüística, UBA | 13-11-2019.

 

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