Lo que queda de la globalización

Joseph Halevi*
La crisis financiera estadounidense, manifiestamente en curso desde hace cerca de seis meses, pone de relieve la verdadera naturaleza de la globalización, cuyos ejes centrales son China, el déficit exterior de EEUU y el endeudamiento (privado de las familias norteamericanas). La globalización ha generado una novedad absoluta para el capitalismo. Finalmente, el sistema puede funcionar de manera marxista, fundándose sistemáticamente en un ejército industrial del trabajo que opera activamente contra el de los países desarrollados, y no sólo. Puesto que China tiene la mayoría de las filiales que producen input para los otros sectores, el bajo coste del trabajo se comunica a gran parte de las interconexiones productivas, y no únicamente a las fases finales. Las mercancías producidas en China por cuenta de las transnacionales pueden así competir en punto a masividad y márgenes de beneficio también con las mercancías fabricadas en Indonesia, aun siendo allí los salarios harto inferiores. A años luz de la complejidad sectorial de China, Indonesia carece de la base material para generar similares economías de escala. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . La gravedad de la crisis financiera / Paul Krugman* . Se avecina el colapso del sistema bancario moderno / Mike Whitney* . Notas sobre crisis financiera / Rolando Astarita [/size]

1) Los tres secretillos de una economía de importación, hecha a la deuda

La crisis financiera estadounidense, manifiestamente en curso desde hace cerca de seis meses, pone de relieve la verdadera naturaleza de la globalización, cuyos ejes centrales son China, el déficit exterior de EEUU y el endeudamiento (privado de las familias norteamericanas).

La globalización ha generado una novedad absoluta para el capitalismo. Finalmente, el sistema puede funcionar de manera marxista, fundándose sistemáticamente en un ejército industrial del trabajo que opera activamente contra el de los países desarrollados, y no sólo. Puesto que China tiene la mayoría de las filiales que producen input para los otros sectores, el bajo coste del trabajo se comunica a gran parte de las interconexiones productivas, y no únicamente a las fases finales. Las mercancías producidas en China por cuenta de las transnacionales pueden así competir en punto a masividad y márgenes de beneficio también con las mercancías fabricadas en Indonesia, aun siendo allí los salarios harto inferiores. A años luz de la complejidad sectorial de China, Indonesia carece de la base material para generar similares economías de escala.

La transformación capitalista de China es un proceso estrictamente guiado por las autoridades chinas, pero no de manera unilateral, sino en directa conexión con los intereses de EEUU. Recuérdese el proceso que ha llevado a la rápida concesión a la República Popular China (RPCh) del status de nación más favorecida por parte de Washington en 1982, pocos años después del lanzamiento de las 4 modernizaciones por Deng Xiaoping. O el contenido de las negociaciones que desembocaron en la entrada de Beijing a la OMC. Las empresas que en EEUU despiden, deslocalizan y trasladan la producción a China obtienen beneficios inmediatos, mientras que el impacto de eso en el poder adquisitivo, y por tanto, sobre la demanda, sólo se percibirá pasado un cierto tiempo. Y aquí entran en juego tanto la cuestión del déficit exterior como la de la deuda familiar, que alteran la dimensión temporal del problema.

Como explicó Paul Volcker, el antecesor de Greenspan, la política antisindical de Reagan lanzó la deflación salarial continuada –añado yo— gracias a la desindustrialización y al consiguiente déficit exterior. La desindustrialzación ha cambiado la composición de la ocupación, polarizándola hacia sectores con empleos y salarios “flexibles”. Hace ya 30 años que en EEUU la remuneración del trabajo asalariado aumenta menos que el valor de la producción. Según cálculos del Economic Report of the President para 2007, los ingresos reales semanales son todavía inferiores a los de 1973. Si no hubiera sido por el endeudamiento de las familias, la economía de EEUU habría caído en una grave depresión. De hecho, ni las inversiones, ni el déficit público han llegado nunca a salvar el hiato entre capacidad de gasto de las familias y valor de la producción. Con el endeudamiento privado y el sostén con dinero público del sistema financiero crisis tras crisis (1987, debacle en Wall Street; 1989, Savng and Loan; 1995, crisis mexicana; 1989, Long Term Capital; 2001, debacle de la Nueva Economía; 2007, subprime...), la estabilidad del sistema parecería garantizada, porque los demás juegan su papel como sostenedores del déficit de EEUU.

Las importaciones procedentes de China permiten matar tres pájaros de un tiro. Wal Mart, el mayor ofertante de trabajo de EEUU, es el principal ejemplo. Bajos salarios a los propios asalariados en EEUU, posición casi monopolística en relación a los suministradores chinos, importaciones de mercancías producidas con salarios chinos. Esos son los tres factores principales del bajo nivel de inflación en los precios corrientes. La transformación de EEUU en una economía global de importación pone al país en el centro de la demanda mundial y genera intereses conexos en otros países, cuyos gobiernos prefieran mantener la situación.

A despecho de las lamentaciones, el resto del mundo –China y Japón en cabeza— está dispuesto a refinanciar el déficit de EEUU comprando masivamente bonos del Tesoro norteamericano, también para contener la devaluación del dólar. La gran demanda mundial de bonos del Tesoro de EEUU aumenta el precio de los mismos, o que reduce automáticamente el tipo de interés a largo plazo, lo que sirve para estabilizar el tipo de los préstamos. El creciente desnivel entre valor de producción y salarios impulsa a los bancos a crear crédito nuevo y a las familias, a endeudarse.

Pero se quiere un tipo de interés factible. Si ningún país extranjero quisiera los bonos de Washington –como ocurrió con la deuda mexicana, argentina o brasileña—, las empresas de EEUU no podrían matar tres pájaros de un tiro y los tipos de interés se harían inmanejables. Ahora bien; cuanto más se expande el conjunto de la deuda privada, interna y externa, más necesario resulta asegurarse contra incertidumbres y riesgos –incluidos los ligados a la tasa de cambio— y más necesario se hace el atraer dinero extranjero por la vía de anunciar opulentas plusvalías futuras, sobre todo cuando la concesión de créditos hipotecarios expande la demanda de vivienda y crea inflación en los valores inmobiliarios.

Y hete aquí que se enciende el mecanismo los “paquetes de papeles colaterales” de que se ha hablado ya aquí. Ese mecanismo es necesario porque la propagación de esos papeles por el mundo, adquirido, por ejemplo, por algunos bancos regionales alemanes, envía dinero a EEUU y hace posible la “dispersión del riesgo”, aplazando así el ajuste con la realidad. Cuando ésta acaba por manifestarse, la predisposición a financiar a los que están con el agua al cuello –o sea, el sistema mismo financiero— se impone sin dificultad. Sin embargo, como veremos luego, la profundidad de la crisis está induciendo –incluso por parte de transnacionales estadounidenses— a cambios en lo tocante a la valoración de la centralidad de los EEUU.

2) Gracias a los “fondos soberanos”, hay quien sueña con el desacoplamiento

El capitalismo financiero de Estado –no, pues, el keynesianismo o industrialismo público— y China son cada vez más los ejes sobre los que pivotará la problemática de la globalización. Martin Wolf, el principal periodista económico del Financial Times, ha llegado incluso a preguntarse si el término “globalización” significa todavía el triunfo de la economía de mercado a escala mundial. En un artículo del 17 de octubre, observaba que los actores mayores de la globalización son los Estados, más que entidades privadas. Se ha confirmado ya en los últimos diez años con el papel creciente de los bancos centrales en la generación de liquidez, con el carry trade planetario //1 sobre las monedas y los títulos públicos y, finalmente, con el mantenimiento en pie del azar moral (opacidad y empaquematientos de papeles) en que se basa el mercado financiero.

Desde hace menos de un año, la atención está concentrándose en los fondos soberanos, y cada vez más, a medida que se evaporan los mercados privados de los papeles sin valor. Esos fondos pertenecen a sociedades de propiedad estatal. La mayor es noruega, colmada de dinero acumulado con los ingresos procedentes de la exportación petrolífera. Análogamente con Arabia saudita y los minúsculos Estados árabes del Golfo Pérsico. Gracias a la exportación petrolífera, también Rusia está por asumir un papel importante en materia de fondos soberanos. Para Asia oriental, se habla sobre todo de Singapur y de China.

Aun siendo una ciudad-estado, Singapur es un punto nodal del capital monopolista en Asia, y sus fondos soberanos se cuentan entre los más acaudalados. Poco antes de Navidad, de hecho, el fondo gubernamental Temesk ha adquirido una importante participación en la Cerril Lynch, particularmente tocada por el desplome de las subprime. Tal acontecimiento ha sostenido mucho más a Wall Street que la acción conjunta de los bancos centrales (inyectando más dinero con aceptación como garantía hasta los desacreditados títulos subprime).

Mientras la crisis no vio la luz, los fondos soberanos eran sometidos a durísima crítica. Noruega forma parte de Occidente y de la OTAN, su fondo ha sido oficialmente definido como “transparente”, con inversiones de portafolio tradicionales y prudentes. También los de Singapur han sido ensalzados por su transparencia, subrayando, no obstante, el que, a la hora de colocar sus dineros, busquen posiciones de ventaja estratégica. La Arabia saudita es intocable, de modo que, a la postre, los fondos considerados “peligrosos” eran los chinos, porque eran opacos y dirigidos con fines político-estratégicos. La críiticas más severas las formuló Jeffrey Garten en el Financial Times el pasado 7 de agosto.

Con el agravamiento de la inestabilidad de las bolsas causado por el subprime, la música está cambiando. Las financieras estatales comienzan a considerarse factores de seguridad y, más prosaicamente, como proveedoras de dinero esperable. La inversión de parte de los fondos soberanos se valora positivamente como un empeño a largo plazo, que contrasta con el comportamiento de los bucaneros de los hedge funds. Los bancos occidentales están haciendo lo posible para vender las propias acciones a los fondos estatales chinos y de Singapur, a fin de substituir los paquetes de títulos sin valor por fuentes de dinero genuino. Simultáneamente, esos mismos bancos, junto a otras sociedades financieras, han aumentado han aumentado mucho los desvíos de capital hacia China, a fin de aprovechar la gigantesca burbuja especulativa que acompaña ya, envolviéndolo cada vez más, a todo el crecimiento económico del país.

En este contexto, se ha encendido la esperanza de que China pudiera permitir evitar la caída de EEUU en una recesión. La palabra clave es “desacoplamiento”. La dirección de General Electric ha presentado ese pío deseo como una certidumbre, afirmando que el crecimiento chino continuará aun en el caso de una fuerte desaceleración en EEUU, mostrándose por lo tanto optimista sobre la marcha a escala mundial de sus ventas. Una visión desintegrada de la globalización, pues; lo opuesto a cuanto, hasta ayer mismo, venía afirmándose por parte de su fautores mayores. Parecidas posiciones surgen entre los mayores órganos financieros. Tales tesis son, en mi opinión, puras quimeras nacidas del miedo. Es verdad que China tratará de mantener su expansión económica; si no, pincharía catastróficamente su propia burbuja interna. Pero Beijing lo hará, lo está haciendo ya, enganchándose más a EEUU, de un lado, y, del otro, aumentando sus exportaciones netas a Europa. Basta ver la política monetaria china. No hay la menor indicación de “desacoplamiento”; al contrario. A pesar de la notable inflación interna, Beijing no aumenta el tipo de interés propio, para no desacoplarse de EEUU, que han reducido los tipos (deprimiendo así el valor del dólar). De lo que se sigue que China no puede controlar la dinámica de la burbuja interna. Lo que lo dice todo sobre la improbabilidad del “desacoplamiento”.

NOTA T.: // 1 Carry trade, literalmente cambio portátil, funciona ahora como una especie de fábrica de efectivo ilimitado para los bancos y los fondos financieros especulativos y no regulados. Pueden obtener préstamos en Japón a tasas de interés cercanas a cero, o de un uno por ciento en Suiza, para prestarlos a su vez en cualquier parte del mundo que ofrezca altos rendimientos, ya sean certificados argentinos o valores hipotecarios en EEUU. Recientemente, el analista financiero Tim Lee, del instituto norteamericano de investigación Pi Economics, lo ha definido como “un juego de escalada en la imprudencia, ya que solamente da réditos cuando la gente sigue colocando dinero, por lo que no hay duda alguna de que todo esto acabará muy mal”.

* Joseph Halevi es profesor de Economía Política en la Universidad de Sydney y está asociado al Institut de Recherches Economiques sur la Production et le Développement (IREPD) de la Universidad Pierre Mendès France de Grenoble, France. Es miembro del consejo editorial internacional de Economie Appliquée (Paris) y del consejo editorial de Cahiers d'Economie Politique (Paris). Está vinculado también al centro IREPD (Institut de Recherches Economiques sur la Production et le Développement) de la Universidad de Grenoble perteneciente al CNRS (Centre National pour la Recherce Scientifique) francés. Desde 1990 colabora regularmente con el periódico de la izquierda italiana Il Manifesto en Roma.

Fuente: [color=336600]SIN PERMISO – 06.01.08[/color]

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