La depredación se está por consumar

Pablo Ramos*
Como premisa básica para el desarrollo del sistema capitalista, se tiende a una explotación de recursos naturales cada vez más intensiva. En este sentido, los polos y los océanos se erigen como los últimos bastiones vírgenes a ser disputados en la carrera imperialista por el control de los recursos naturales. Las grandes potencias, movilizadas. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . El conflicto con Gran Bretaña se profundiza: y vienen por más... / Carlos A. Pereyra Mele . Nueva ronda de “Guerra Fría”: movilización total / Maxim Krans . Ártico: negocio y especulación / Edmundo Fayanás Escuer [/size]

El título puede llamar a interpretaciones erradas. Alguien podría preguntarse ¿acaso no nos encontramos en pleno proceso de depredación? La Amazonia que retrocede, las especies marinas que merman sus existencias, los desiertos que avanzan. Pero, a pesar de este modelo de destrucción planetario, todavía quedan zonas vírgenes en nuestra casa. Básicamente los océanos y los polos. Pero en los últimos días se produjeron hechos que nos indican que esta situación va a cambiar más pronto que rápido. En este contexto es que se justifica el título.

La profecía conocida como catástrofe malthusiana ha fracasado. Thomas Robert Malthus (1766-1834) fue un economista inglés que predijo que la población mundial crecería más rápido que la cantidad de bienes y servicios necesarios para su subsistencia. Nunca se produjo tanto y con tanta variedad como en la actualidad, esto queda claro. Pero debemos decir que una parte de su vaticinio es plausible de concreción: aunque sostuvo que llegaría un momento en que la población no encontraría recursos suficientes para su subsistencia, sí es cierto que a este nivel de depredación, en poco tiempo no habrá más recursos, independientemente del tamaño de la población.

Actual delimitación de las zonas de explotación económica.
Foto: Gráfico ZEEE

Es fácil pronosticar que el próximo movimiento en aras de apropiación de recursos naturales sin explotar ponga proa al sur. La Antártida, el continente blanco, es el próximo botín. Esta extensión de tierra mayor que Europa pero casi desabitada se encuentra protegida por el Tratado Antártico de 1959 (entró en vigencia en 1961), refrendado por los países que aspiran a ejercer soberanía efectiva. Se trata de Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos.

En 1991, en Madrid, se rubricó el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente que declara a esa porción de tierras emergidas “Reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia”, por lo cual se prohíbe hasta 2042 cualquier explotación de los recursos minerales. Pero las pretensiones británicas hacen prever que se esté cerca de rever lo firmado.

Detrás de estos movimientos se encuentran las potencias mundiales y las compañías petroleras y del sector primario. Porque aunque lo nieguen, estos estados y empresas ya tienen estudiados los escenarios futuros con un nivel de cinismo llamativo. Por citar, ya se prevé el descongelamiento de los hielos árticos para alguna fecha entre 2040 y 2100, y las autoridades de Washington, Ottawa y Moscú ya lo definen como un paso marítimo alternativo al Canal de Panamá. Y hasta ayer nomás negaban la existencia del cambio climático.

Los primeros pasos se han dado. Aunque existan tratados internacionales que regulen cualquier acción unilateral, la historia reciente está repleta de hechos consumados que son, precisamente, los que escriben la historia. Invocaciones de seguridad nacional han hecho que se retroceda en los hechos lo que se avanzó en lo jurídico. Y esta historia (perdón por la redundancia) no parece que vaya a cambiar justo ahora.

*Pablo Ramos es editor de la Agencia Periodística del Mercosur (APM).

Fuente: [color=336600]APM – 05.10.2007[/color]

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