Homenaje - Adolfo Dorfman 1907-2003 - Presidente honorario del IADE

[b]Realidad Económica 194[/b] El 19 de marzo falleció el Ing. Adolfo Dorfman. Sobre el cierre de este número de Realidad Económica y plenos de la tristeza de su ausencia luego de tantos años de fecunda labor en el IADE y en la revista, no deseamos desplegar aquí su extenso curriculum ni abundar en palabras que precariamente describirían nuestros sentimientos. Familiares y amigos -entre los que nos encontrábamos sus compañeros del IADE- asistimos a un emotivo funeral cívico en el que cada uno de nosotros contribuyó a dibujar la semblanza de nuestro Presidente Honorario, que tan bien testimonió Hermenegildo Sábat en el 90º cumpleaños de Dorfman y que aquí reproducimos. Su hijo Ariel hizo el cierre de la ceremonia, con la lectura de los dos poemas que a continuación transcribimos: el primero, dedicado a su padre, y el segundo como su nombre lo indica, a modo de testamento, que don Adolfo releyó y compartió con nosotros hace pocos días.

Diez minutos

Acá estoy sentado en el patio de mi casa en Durham
acá en Carolina del Norte lejos del hogar lejos de Chile,
mirando aquel enorme árbol, el pino gigante que se ha muerto
y necesita ser cortado.
Ayer el hombre dijo que vendría hoy por ahí entre las cinco y las seis de la tarde dijo
y yo le dije sí, que yo estaría, venga cuando quiera, y por eso espero al hombre de los árboles, espero mirando
mirando el bosque con que la casa se rodea
para que el hombre de los árboles venga y corte el pino muerto.

El sol está bajando, bajando por el horizonte ahí detrás,
bajando por el árbol los diez minutos de luz oscura,
minuto tras minuto oscuro bajando.

Desde antes antes de que la casa se construyera
antes de que yo naciera que está acá,
puede tener la edad de mi padre -noventicuatro mi padre-
mi padre que ahora vive solo en Buenos Aires
desde que mi mamá ya no está.
Lo voy a llamar esta noche.

Pasan los autos invisibles por la calle cercana.
Un pájaro solitario, silencioso, vuela sobre mis ojos.
Otro, chachareando, insolente, lo sigue.
Solamente una vez la brisa fluye por las hojas
las hojas tan verdes de los otros árboles
tomándose el tiempo antes de tocarme, yo que miro el árbol
que ha muerto pero sigue sin embargo ahí parado tan recto
tan lleno de cielo.

Puedo oir un avión muy arriba y el cielo pálido de tiza azulina
claro tan claro no se deja ver el avión, no se deja, no.
Tan sólo el sonido.
Y de repente repente los pájaros, los pájaros de repente.
Ni uno que descansa en el árbol, ni uno.
¿Sabrán?
Son las seis y el hombre no ha venido.

No ha pasado nada. Nadie llamó a la puerta.
Ni el teléfono llegó a sonar.

Tendré que esperar, supongo, que el hombre venga,
que el hombre venga con su serrucho
y mire el árbol de arriba a abajo
y me diga cuándo lo piensa cortar.
Supongo que tendré que esperar.

Está tan callado que casi puedo oír
el sonido de la tierra que gira y gira.
Casi.

Supongo que tendré que esperar.

Testamento

Cuando te digan que no estoy preso,
no les creas.
Tendrán que reconocerlo algún día.
Cuando te digan que me soltaron,
no les creas.
Tendrán que reconocer que es mentira algún día.
Cuando te digan
que traicioné al partido,
no les creas.
Tendrán que reconocer que fui leal algún día.
Cuando te digan
que estoy en Francia,
no les creas.
No les creas cuando te muestren mi carnet falso,
no les creas.
No les creas cuando te muestren la foto de mi cuerpo,
no les creas.
No les creas cuando te digan que la luna es la luna,
si te dicen que la luna es luna, que ésta es mi voz en una grabadora,
que ésta es mi firma en un papel, si te dicen que un árbol es un árbol,
no les creas,
no les creas
nada de lo que digan
nada de lo que te juran
nada de lo que te muestren,
no les creas.

Ariel Dorfman, In case of fire in a foreign land. New and collected poems from two languages, septiembre 2002, Duke University Press

Traducciones de Edith Grossman y el autor

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