Gramsci en la Argentina

Horacio Rovelli
Antonio Gramsci (1891-1937) fue un revolucionario italiano que pagó con once años de cárcel, y salir de ella gravemente enfermo para morir seis días más tarde, por haber tratado de hacer una sociedad mejor. En esos once años encarcelado trató de explicarse por qué la gente piensa como piensa, cómo era posible que no se comprendiera la raíz represiva y antiobrera del fascismo. Cómo podían apoyarlos aquellos que iban a ser reprimidos por el gobierno de Mussolini. Para ello analiza y escribe, en un lenguaje cerrado, sus 32 Cuadernos de la cárcel, donde explica la hegemonía de los sectores dominantes, la conformación de un bloque hegemónico y la combinación en el sistema de dominación de la coerción y el consenso. En este último punto sostiene que gracias a los medios y técnicas de socialización (medios de difusión masiva), se genera una falsa conciencia social (ideología), cuyas creencias y representaciones legitiman las acciones hegemónicas sobre el resto de la sociedad, dando paso a un conductismo de las clases subordinadas para lograr una cohesión social que permita la aceptación de los valores e intereses de los sectores dominantes como naturales y lógicos.

Y no otra explicación se puede tener cuando observamos que, en la Argentina actual y por sufragio universal, las propuestas electorales sean las de garantizar los beneficios del capital en desmedro del grueso de la población que vive de su trabajo y del mercado interno argentino.

Para entender lo que decimos, basta en que nos detengamos un segundo para saber quién convocó y quiénes fueron a la marcha del 18F. Marcha convocada con los mismos supuestos que el periódico The Wall Street Journal publica una columna el 25 de mayo 2015, en nuestra fecha patria, para decir que la Argentina es un país bárbaro, que la investigación de la muerte del fiscal Nisman está amañada y que un gobierno feudal y todopoderoso tapa el supuesto homicidio de un heroico fiscal que luchaba contra el terrorismo iraní. La misma novela que se le pretende vender al público norteamericano es la que se le vendió a nuestra población en la que sus sectores medios, supuestamente más informados, salieron a la calle diciendo: “Je suis Nisman”. Si somos capaces de desentrañar esa madeja, saber que no existió la Trafic, que Nisman fue cómplice de toda esa patraña, que brindaba informes a la embajada de Estados Unidos y no al juez de la causa, entonces sí la verdad nos hará libres y conscientes, saber qué pretenden los que manipulan la información.

Esa mentira, como tantas otras, explica a su vez que como sociedad no hemos logrado conformar un modelo sustentable de producción y de distribución que nos abarque a todos, y se acepta mansa y sumisamente proyectos que sólo tienen como fin la de garantizar la ganancia fácil y rápida para los poseedores del gran capital.

Este fracaso social sólo se puede explicar en que no nos reconocemos como un todo, no existen organizaciones sociales ni tan siquiera para defender el consumo, o el trabajo, o la producción, la educación y la salud pública, por decir lo más elemental de los deberes y derechos sociales.

En los más de doscientos años que tenemos como país, en que nos damos nuestro propio gobierno y nuestra propia organización tras la Revolución de Mayo de 1810, son pocas las veces que hemos logrado administraciones que defiendan nuestro patrimonio, nuestro trabajo, nuestro presente y nuestro futuro, don Hipólito Yrigoyen, los gobiernos peronistas mientras vivió Perón, la administración del Dr. Arturo Illia y la gestión de Bernardo Grinspun, y ahora el kirchnerismo, todos los demás, pero todos, se subordinaron al gran capital externo y sus socios nativos, como lo demostraron los Rivadavia, Mitre, Roca, las dictaduras militares desde 1930 y los civiles que llegaron con un discurso para ejecutar lo contrario.

Esto explica que la gran mayoría de los argentinos trabajan todos los días, hunden el arado, mueven la rueca de la industria, prestan horas y horas de su vida en algún servicio, viajando hacinados, y sin embargo no tenemos un proyecto nacional que diga qué somos y qué queremos ser.

La combinación exitosa es entre un Estado que conociendo bien las limitaciones y las facultades de su población, planifica, ordena, prioriza, define, orienta qué se va a producir, de qué modo, con quién, para quienes y para qué. Una clase dirigente que hace base en el país, que se compromete con su población y que participa activamente en la planificación. Y el conjunto de trabajadores con capacidad de adquirir nuevos y mayores conocimientos de la ciencia y de la técnica, y con la misma fe que pone todos los días en su familia, los extienda a toda la sociedad, organizándose, conformando nuevas instancias de poder y participación popular.

Podemos criticar muchos aspectos de la República Popular China, pero ellos lograron y logran amalgamar la presencia y dirección del Estado, con una clase dirigente que invierte en su nación, y el conjunto de trabajadores que ponen el hombro todos los días para que ese “gigante dormido”, que decía Napoleón Bonaparte, sea el mayor exportador de la Tierra y la segunda potencia en producción, alimentando y confiriéndoles sentido a la vida de más de mil cuatrocientas millones de personas.

Los ejemplos exitosos son Corea del Sur y Vietnam, el primero saliendo de una guerra civil con organización, trabajo y una clase dirigente que con inteligencia, tenacidad y comprometida con su patria hace de esa colonia francesa, primero, y norteamericana después, el décimo país industrial del planeta. Los vietnamitas, con el orgullo de haber expulsado al ejército yanqui de su territorio, se levantaron de las ruinas del napalm y hoy son una nación próspera e independiente.

También fuimos exitosos nosotros en los gobiernos mencionados, pero no podemos garantizar que esa combinación de mercado interno y trabajo nacional prosiga, y sí tenemos fundadas razones para que el país reconstruido sea presa una vez más de las garras del capital financiero, implicando otra vez la deuda como hipoteca, el cierre de fuentes de producción y la exclusión de parte de la sociedad.

Debemos ser conscientes de que una elección nacional que nombra a quién va a presidir la administración en los próximos años significa apostar a profundizar el modelo, superando las restricciones. Que el modelo se basa en hacer crecer el consumo; es la demanda la que determina la inversión y no al revés, cuando se reduce el consumo para generar más ahorro, ese ahorro no se invierte porque no tiene mercado local y se fuga, siempre, pero siempre pasó así y va a seguir pasando.

Lo que sí es cierto es que al crecer el consumo se incrementa en forma más que proporcional las importaciones, al no generar divisas suficientes para pagarlas, se frena la actividad, nada que no se pueda superar con ajustes y modificaciones compatibles con una Argentina en producción y en crecimiento. Esto es, ingeniarnos para producir nosotros los bienes y servicios que importamos, en esa senda se encuentran, por ejemplo, las tareas de exploración y explotación de los recursos energéticos, la inversión en los ferrocarriles, y en la mejora de puertos y dragados, a la par que acordar nuevos mercados para nuestros productos.

Un viejo principio del comercio internacional sostiene que se debe comprar a quienes nos compran, en ese camino se debe plantear la integración con la región y con los países a los cuales estratégicamente conviene asociarnos, priorizando la venta de mayor valor agregado posible para que en forma acumulativa y superadora elaboremos bienes y servicios que contengan más y mejor trabajo nacional.

Somos un país con un poco más de 40 millones de habitantes, con la tierra más fértil del mundo, sin serios problemas sociales y de relaciones con el mundo, por ende el conjunto de la población debe tomar conciencia de la situación, de la necesidad de tener un Estado fuerte que discipline al capital, y que éste genere ganancias en la producción en la Argentina.

Si en cambio se deja a la burguesía local, maestra en fugar capitales y en el negocio de corto plazo, decir quién va a gobernar, estamos condenados a repetir la triste historia de humillaciones y fracasos, está en cada uno de nosotros generar que eso no suceda y construir nuestro propio camino.

Miradas al Sur - 31 de mayo de 2015

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