El mercado de las catraminas

Juan Carlos Amigo*
Los tres economistas ganadores del último Nobel se caracterizan por su cuestionamiento a las teorías prevalecientes y consideradas como dogmas. Además de los números estadísticos, se han preocupado por “la gente” como protagonista de la economía.

¿Usted le compraría un auto usado? La respuesta a este interrogante determina el nivel de confianza que nos merece determinada persona: algo así como el “riesgo país”, pero en nivel doméstico.
George Akerlof, Michael Spence y Joseph Stiglitz recibieron el Premio Nobel de Economía por sus análisis de las consecuencias de la asimetría de la información en los mercados.
La referencia al auto usado tiene que ver con un trabajo pionero de Akerlof, El mercado de las catraminas (The market for lemons) en el cual plantea la idea básica de que los mercados no van a lograr una asignación eficiente de recursos si existen diferencias (asimetrías) entre la información que manejan compradores y vendedores. El vendedor de un auto usado conoce claramente en qué condiciones está su producto, lo que no sucede con el potencial comprador. Si este último está dispuesto a ofrecer un precio promedio que no satisface al vendedor, el auto en venta quizá sea retirado del mercado, actitud que da lugar a una selección adversa.
A partir del trabajo de Akerlof, Spence incorpora la posibilidad de que quien posee información la revele y garantice. Si el vendedor del auto usado acepta avalar la calidad de su producto, es probable que decida al comprador remiso. Spence escribió en 1973 un artículo, que cimentó su prestigio, sobre el mercado de empleo, en el que afirmó que como es muy difícil para los empleadores obtener información completa y satisfactoria acerca de los postulantes, ofrecen salarios que desaniman a los mejores.
Por su parte Stiglitz, junto con el economista de Princeton Michael Rotschild, estudiaron el mercado de seguros, al que incorporaron también el concepto de selección adversa, en este caso afirmando que, como las aseguradoras no pueden llegar a determinar con certeza el estado de salud de los potenciales asegurados, establecerán una prima común que desalentará a los más sanos.
Los tres galardonados trabajaron durante mucho tiempo los conceptos descriptos, lo que los llevó a afirmar que no siempre los mercados operan eficientemente e, implícitamente, a cuestionar la teoría de la “mano invisible”.

Stiglitz: el niño terrible

Los economistas premiados gozan de similar prestigio académico, pero Joseph Stiglitz se destaca por sus posiciones cuestionadoras de los dogmas de Estados Unidos y sus críticas al Consenso de Washington y al neoliberalismo.
Esos cuestionamientos no los formuló solamente desde su ámbito universitario de investigación, sino como economista jefe del Banco Mundial y presidente del Consejo de Asesores Económicos de Bill Clinton.
Logró la antipatía de sus colegas del FMI por sus reiterados ataques a la política de esta institución a la que calificó, en relación con el manejo de la crisis asiática, como “mala psicológicamente y peor económicamente”.
Arremetió también contra la hipocresía de Estados Unidos que, mientras exige transparencia a los mercados emergentes, protege los paraísos fiscales. También se pregunta cuántas personas han salido de la pobreza en los últimos 30 años sobre la base de las “bondades del comercio”.
La Universidad de Buenos Aires otorgó a Stiglitz, en noviembre último, el doctorado honoris causa.
En esa oportunidad el premio Nobel dictó la conferencia “Consecuencias de la aplicación de programas de ajuste, reforma y estabilización recomendados por los organismos internacionales para los países de América latina”. Las conclusiones no fueron optimistas. En el curso de su visita, en diversas entrevistas reiteró su opinión de que estamos a la puerta de una recesión global, que se expresará en forma particularmente difícil en la Argentina, país en el cual ve muy problemática la restauración de la confianza con medidas recesivas: “las políticas contractivas son una receta para el desastre”.
Stiglitz se proclama militante de la “tercera ola”, un modelo no necesariamente estatista pero que permitiría forzar a los gobiernos a garantizar la justicia social.
El visitante, quizá para revalidar su calidad de “niño terrible”, les dijo a los alumnos de la Maestría de periodismo de Clarín, que el ex ministro de Economía de la Argentina era la encarnación de una receta recocida y con gusto a viejo, y remata: “Un programa se adopta por una determinada ideología que esconde intereses”.
Personalmente, le compraría un auto usado a Stiglitz.

Juan Carlos Amigo / Director de Realidad Económica, publicación del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE) y profesor universitario.

Originalmente">http://www.elarcaimpresa.com.ar/elarca.com.ar/elarca52/notas/nobel.htm]O... publicado: El Arca - Año 10 - No 52 - Marzo de 2002

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