Economía y política - Argentina: ¿muerte y resurrección?

[b]Realidad Económica 211[/b] [b]Martín Schorr**[/b] [b]Andrés Wainer**[/b] Notas sobre la relación entre economía y política en la transición del "modelo de los noventa" al del "dólar alto"*

El "modelo de dólar alto" ha logrado congregar el apoyo de amplios sectores (muchos de los cuales, vale recalcarlo, se beneficiaron ampliamente durante la vigencia del "modelo de los noventa") y se sostiene en un bloque social en el que el liderazgo es ejercido por grandes empresas y grupos económicos nacionales y extranjeros cuyo ciclo de acumulación y reproducción ampliada del capital se encuentra fuerte y crecientemente transnacionalizado. Si bien el nuevo "modelo" ha logrado que la economía empezara a crecer (fenómeno previsible tras cuatro años de caída profunda), el tipo de estructura productiva existente (que denota un ostensible grado de primarización), las características estructurales de los actores que conducen el bloque dominante y los tremendos legados de la Convertibilidad en muy diversos planos (situación social, desarticulación productiva, niveles insostenibles de endeudamiento externo, etc.) plantean muchas más dudas que certezas en cuanto a la validez de uno de los principales argumentos utilizado por los defensores del nuevo patrón de desenvolvimiento del capitalismo doméstico para legitimarlo: que más temprano que tarde el crecimiento "derramará" y se mejorarán notablemente las condiciones de vida de la mayoría de la población.

En ese sentido, en la actualidad la sociedad argentina parece estar frente a un dilema de hierro en términos económicos y políticos: o se consolida el "modelo de dólar alto" con su correlato en materia de inequidad distributiva y exclusión y fragmentación económico-sociales, o se avanza en la implementación de un nuevo "modelo". En ese marco, cabe preguntarse si no es el momento de empezar a discutir cómo hacer para lograr un proceso de reconstrucción nacional que revierta el sendero desindustrializador y concentrador de las últimas décadas y que se asiente sobre crecientes niveles de inclusión económica y social; es decir, sobre bases y alianzas sociales diametralmente distintas de las que caracterizan al "modelo

I. Antecedentes: la crisis del "modelo de los noventa" (1998-2001)

Como resultado de los favorables índices macroeconómicos vigentes, en la actualidad es muy difícil encontrar voces críticas entre el empresariado, el sistema político y amplias capas de la sociedad argentina hacia el "modelo de dólar alto" existente en el país desde comienzos de 2002. Sin embargo, es necesario recordar que el proceso de salida de la crisis del régimen de Convertibilidad fue el resultado de duros enfrentamientos en el seno de los sectores dominantes. Tras casi cuatro años de recesión económica, en 2001 las disputas giraban casi exclusivamente en torno del tipo de cambio, aun cuando no se manifestaran explícitamente de esta manera. En términos generales, se pueden distinguir dos grandes protagonistas de este conflicto de intereses: por un lado, sectores del "empresariado productivo", mayormente nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA), y, por otro, buena parte del sector financiero local y de las empresas privatizadas. En el "medio", desplegando una peculiar estrategia de "penduleo", se encontraba el principal representante institucional de los acreedores externos: el Fondo Monetario Internacional (organismo que, de realizar una defensa a ultranza del "modelo convertible", terminó cerrando filas detrás de su "salida devaluacionista").

Si bien se pueden encontrar antecedentes a lo largo de la década de los noventa1, el cambio discursivo en los sectores dominantes de la Argentina comenzó a acrecentarse a partir de las devaluaciones en el extranjero -sudeste asiático (1997) y el Brasil (1999)- y, fundamentalmente, del comienzo en el nivel doméstico de una etapa de recesión económica a mediados de 1998 (la génesis del nuevo "modelo" no parece estar disociada del hecho de que esta crisis tuvo impactos negativos sobre la performance económica de la mayoría de las compañías integrantes de la elite empresaria local; ello, a diferencia de lo sucedido en la de 1995, cuando estas firmas líderes prosiguieron con el fuerte proceso de expansión y acumulación que habían venido registrando desde el lanzamiento de la Convertibilidad). Fue en ese momento cuando los representantes de la industria -o, como les gusta autodenominarse, los "sectores de la producción"- reclamaron en forma manifiesta medidas que compensaran la sobrevaluación del peso: "Hace siete años que no se toca el tipo de cambio y mientras tanto en el mundo pasaron cosas. Hay que tomar medidas urgentes; por ejemplo, la suspensión de los aportes patronales: sería una devaluación compensada"2. Si bien no se pedía directamente el abandono de la Convertibilidad, ya que ésta gozaba de amplio consenso entre los sectores dominantes -e, inclusive, entre los sectores medios y los populares-, el tipo de cambio se fue constituyendo en el eje casi excluyente de las disputas alrededor de la política económica3.

En ese marco, y tras largos años de presionar por la "retirada del Estado" de los más diversos ámbitos, importantes integrantes del "establishment productivo" (en particular, los grupos económicos de capital nacional -sea de manera directa o a través de sus numerosos intelectuales orgánicos-) empezaron a plantear -en forma cada vez más radicalizada- que para salir de la recesión e ingresar en un sendero virtuoso de crecimiento de la producción y el empleo era imprescindible encarar la reindustrialización del país con eje en los mercados externos (de allí su reclamo de políticas activas por parte del Estado y/o de abandonar el esquema de la Convertibilidad y de consolidar las bases para un "modelo de dólar alto").

Esta "avanzada anti-modelo" se vio reflejada en el espacio que ganaron individuos como José De Mendiguren, quien no tuvo reparos en poner en tela de juicio el régimen convertible: "Si la competitividad de las empresas se ataca desde afuera con estas devaluaciones [se refiere a las acaecidas en otros países]... llegará un momento en que habrá que discutir la convertibilidad" (Clarín, 19/8/98). Asimismo, hacia fines de 2001 este importante referente de la UIA destacaba que "la vulnerabilidad externa se fue agudizando a lo largo de los años noventa como consecuencia de la falta de una política de desarrollo de los sectores productivos y del empresariado nacional, que determinó un significativo déficit comercial, transferencias crecientes de utilidades y dividendos, un aumento vertiginoso del endeudamiento externo" y que "la pérdida de competitividad del sector productivo argentino es una realidad innegable. Desde los inicios de la década de los noventa, se generó una distorsión en los precios relativos de los sectores transables que se tradujo en una apreciación de la moneda nacional y la consiguiente pérdida de competitividad" (Unión Industrial Argentina, 2001).

En esa línea, el grupo económico Techint cumplió un rol más que destacado a la hora de criticar el "modelo" -a pesar de haberse visto ampliamente beneficiado por éste-, siendo sus propios directivos los que llevaron más lejos el ataque al "1 a 1", tal como lo sintetizó Roberto Rocca: "Todo el mundo se da cuenta de que el tipo de cambio [fijo] es un problema. Este no es momento para tocar el tipo de cambio. Pero cuando esté consolidado el próximo gobierno, no tendría que haber inconvenientes en poder anunciar con tranquilidad un régimen de fluctuación cambiaria, como fluctúa el yen contra el dólar, o el marco contra el dólar, o las monedas europeas entre sí, y no pasa nada. El Brasil pudo devaluar con éxito porque nunca tuvo ese problema psicológico que existe en la Argentina, pero que en algún momento se va a superar" (Página 12, 19/8/99).

La "salida devaluacionista" de la Convertibilidad logró congregar a muy diversos sectores estructurándose en lo ideológico-discursivo sobre la defensa de "la producción", "la industria", "la competitividad", "el trabajo", "el regreso del Estado" y "la Nación" (obviamente, por la naturaleza y los objetivos de las fracciones del capital concentrado interno que conducían -y conducen- el "bloque devaluacionista", tales conceptos estaban -y están- definidos de una manera un tanto peculiar). Estos planteos por un nuevo "modelo económico" sustentados sobre la modificación del tipo de cambio contaron con el invalorable apoyo de amplios sectores del espectro político-sindical nacional y de buena parte de la "comunidad académica" local e internacional4. Con la mira puesta en construir una fuerza social capaz de impulsar y convalidar este "proyecto productivo", se insistió en que estas medidas mejorarían el ingreso de los sectores populares y beneficiarían principalmente a las pequeñas y medianas empresas. A fines del año 2000, Osvaldo Rial, titular de la UIA, sintetizaba esta idea de la siguiente manera: "La sociedad, los industriales, los productores agropecuarios, los pequeños comerciantes, los trabajadores, los sectores de la cultura y los religiosos debemos entender que de la crisis salimos con un modelo que estimule la producción y el poder adquisitivo de la gente" (Clarín, 24/11/00).

En las postrimerías de la administración Menem, estos actores no encontraron demasiadas respuestas por parte de un gobierno que ya estaba en retirada y que se apoyaba crecientemente sobre el sector financiero (bancos y AFJPs) y las prestatarias privadas de servicios públicos -ahora mayormente en manos de empresas o conglomerados transnacionales-, con lo cual optaron por tener como interlocutores a los candidatos presidenciales por la Alianza (UCR-Frepaso) y el Partido Justicialista (un postulante enfrentado políticamente a Menem). En este sentido, desde el ya conformado Grupo Productivo (integrado por la UIA, la Cámara Argentina de la Construcción y las Confederaciones Rurales Argentinas) se gestaron intensas reuniones con Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, así como con otros actores relevantes que pudieran sumarse al reclamo "productivo" y "nacional" (entre ellos la CGT y la Iglesia). El surgimiento del Grupo Productivo implicó la ruptura del Grupo de los Ocho -agrupamiento que nucleaba a las principales corporaciones empresarias del país-, cuyo apoyo a las reformas neoliberales implementadas durante la gestión de Menem resultó fundamental.

Con el gobierno de la Alianza, si bien al comienzo hubo algunas señales hacia el "frente productivo", la situación no se modificó de modo significativo: mientras que se nombró como ministro de economía a un hombre muy ligado con la UIA5, la política económica siguió la misma senda que la de su predecesor, con algunos pequeños "retoques"6. En ese contexto, a medida que se hacía cada vez más evidente esta falta de cambios profundos en la política económica, a lo que se sumaba la pobre performance de la economía doméstica en el marco de un escenario internacional adverso, la disputa en torno del tipo de cambio volvió a emerger con fuerza; así lo expresó Guillermo Gotelli, organizador de la VI Conferencia Industrial: "no es lo mismo tener su propia política monetaria, su moneda, que ser un país satélite de armaduría sin soberanía sobre sus mercados. No es igual un país que integra armónicamente sus actividades primarias con las industriales y con los servicios que el que privilegia a un sector por el otro" (Unión Industrial Argentina, 2000).

Este viraje hacia un tono más crítico se cristalizó con la asunción como presidente de la UIA de De Mendiguren en mayo del 2001, quien comenzó reclamando la incorporación del peso brasileño (el real, ya devaluado) en la futura canasta de monedas que lanzaría el ministro Cavallo como una nueva "etapa" de la Convertibilidad. También es a partir de este momento cuando se hace más explícita la intención de "construir otro modelo" que contemple una redistribución del ingreso y una situación más favorable para el pequeño y mediano empresariado. Sin embargo, paradójicamente, en materia de política social estos mismos actores sostenían medidas que iban en el sentido opuesto a estos objetivos, como ser la congelación del salario mínimo y la flexibilización de las condiciones de despido7 (medidas que, como se analiza más adelante, resultan funcionales a una estrategia exportadora asentada sobre un "tipo de cambio real competitivo").

A medida que la crisis económica se agudizaba y se yuxtaponía con una creciente conflictividad política y social8, las disputas al interior de los sectores dominantes se tornaron cada vez más abiertas. En ese sentido, la campaña que lanzó el Grupo Productivo contra la propuesta de dolarización de la economía, esgrimida fundamentalmente por sectores empresarios muy favorecidos durante el gobierno de Menem, por el propio ex presidente y por el ultraortodoxo CEMA, contó con el apoyo de muchos actores que estaban enfrentados con el sector financiero y las privatizadas. Nuevamente, el eje de la discusión estuvo puesto sobre la cuestión cambiaria, como lo manifestaron la UIA y la CGT en un documento conjunto: "más allá de las obvias razones de autonomía y dignidad nacional, [la dolarización] significaría privarnos para siempre de instrumentos esenciales de política económica. Abandonaríamos definitivamente la posibilidad de tener política monetaria. La Argentina pasaría a importar definitiva y pasivamente la política monetaria de los Estados Unidos y a depender de su fase del ciclo económico y de su aumento de productividad" (Clarín, 9/12/01).

Luego de la instrumentación del "corralito" y tras las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 no había dudas de que la Convertibilidad había llegado a su fin y quienes quedaron en mejor posición fueron los sectores que venían presionando por la "salida devaluacionista"; ello, como producto de haber generado un esquema de alianzas sociales mucho más sólido, inclusivo y heterogéneo en lo que respecta a la composición de sus integrantes que la que conformaron los impulsores de la "opción dolarizadora". Inmediatamente después de la renuncia de De la Rúa, trascendió que el Grupo Productivo daría a conocer una propuesta de plan económico que incluiría la flotación del peso, la "pesificación" de la economía, una moratoria en el pago de la deuda externa y subsidios al desempleo9.

II. El triunfo del "modelo de dólar alto" y la redefinición del esquema de "ganadores" y "perdedores" en el interior del bloque dominante

Luego de doce convulsionados días, en los que, entre otras cuestiones, se sucedieron cinco mandatarios presidenciales y se anunció la declaración de la cesación de pagos de una parte de la deuda externa, el 1° de enero de 2002 la Asamblea Legislativa designó como presidente provisional al entonces senador Eduardo Duhalde. A los pocos días de iniciada la nueva gestión se sancionó la ley de Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario Nº 25.561, la cual determinó cambios decisivos en el plano macroeconómico, fundamental, aunque no exclusivamente, el abandono del régimen convertible a partir de la devaluación de la moneda nacional10.

Duhalde asumió la presidencia con un discurso extremadamente crítico hacia los sectores más beneficiados con el "modelo de los noventa" y con el eje puesto en la "producción", tal como lo habían venido reclamando las fracciones del gran capital que estaban detrás de la "opción devaluacionista": "Mi gobierno pondrá fin a la alianza del poder político con el poder financiero, que perjudicó al país, para sustituirla por una alianza con la comunidad productiva" (Clarín, 5/1/02). Para llevar adelante este "modelo productivo", entre otras cosas, se creó el Ministerio de la Producción, cuyo primer titular fue De Mendiguren, quien repitió el discurso que venía sosteniendo acerca de las "virtudes" del nuevo régimen, el cual debería recomponer el ingreso de los sectores populares: "Vamos a reconvertir a los sectores productivos para que tengan valor agregado dentro de una economía abierta, competitiva y globalizada pero de manera exitosa y no para desintegrarnos en ella. Queremos una visión estratégica que nos dé mejores salarios, como hacen otros países" (Clarín, 18/1/02).

Sin embargo, lejos de producirse una mejora en el ingreso de los trabajadores, el "modelo de dólar alto" que se ha ido conformando desde la asunción de Duhalde produjo, como era de esperar, una de las mayores erosiones del salario real en las últimas décadas (sobre todo para el creciente universo de trabajadores informales). Ello profundizó una tendencia de largo plazo iniciada a partir de la última dictadura militar (1976-1983)11 y derivó en un incremento -importante aunque variable según los sectores- en los márgenes brutos de rentabilidad empresaria.

En ese marco, como producto del desfavorable panorama que el nuevo "modelo" presenta para los sectores populares, el mismo requiere legitimación social para reproducirse. Al respecto, el esquema de "dólar alto" vigente en el país es presentado como el "modelo de la producción y el trabajo", mientras sus defensores en los campos académico, político y empresarial destacan que, como resultado directo del shock devaluacionista que se ha registrado a partir del abandono de la Convertibilidad, la economía argentina ha logrado ingresar en un sendero de crecimiento que permitirá revertir la crisis laboral y el cuadro de inequidad distributiva heredados del "modelo de los noventa". Esto, derivado en lo sustantivo del consiguiente incremento de las exportaciones. El comportamiento del producto bruto interno en el último tiempo parece avalar las posturas esgrimidas por los defensores del nuevo "modelo"12, lo cual ha sentado las bases para su convalidación social y, en ese marco, para no debatir sobre una cuestión sumamente relevante: ¿cuáles son los actores económicos concretos que más se benefician con la vigencia de un "tipo de cambio real competitivo" y cuáles son los que resultan perjudicados?

A los efectos de explorar esta problemática, en el cuadro Nº 1 se presenta la evolución, entre 2001 y 2003, de las ventas al exterior realizadas por la elite exportadora (se trata de las cien empresas de mayor volumen anual de exportaciones) y de su peso relativo en el total de exportaciones de la Argentina. Desde esta perspectiva se constata que:

Cuadro Nº 1. Argentina. Evolución de las exportaciones de la elite exportadora* según estratos, 2001-2003 (en millones de dólares y porcentajes sobre el total de exportaciones del país)

* CE: empresa que forma parte de un conglomerado extranjero; ET: empresa extranjera que no forma parte de un conglomerado económico; GL: empresa que forma parte de un grupo económico nacional; ELI: empresa nacional que no forma parte de un grupo económico; ASOC: asociación entre distintos tipos de empresa. La clasificación de las firmas del panel se realizó a partir de la situación correspondiente al último año en que formó parte del ranking.

** En el año de referencia, la empresa se encontraba por debajo del puesto 100 del ranking de las cien primeras exportadoras del país.

*** En el año de referencia, la empresa no figura en el ranking de las cien primeras exportadoras del país por diferentes motivos (ausencia de información, empresa que se crea en los años siguientes, etc.).
Fuente: Elaboración propia sobre información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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Fuentes
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. Diario El Cronista Comercial (2004).
. Diario Infobae (2004).
. Diario La Nación (2004).
. Diario Página 12 (1999-2003).
. Revista Noticias (7/8/04).
. Anuario 2001 de la Unión Industrial Argentina.

Notas
* Se agradecen los valiosos comentarios realizados por Enrique Arceo y se lo exime de toda responsabilidad en cuanto a los errores u omisiones existentes.
Al final de este trabajo -redactado en septiembre 2004- se inserta un post-scriptum de marzo 2005 con comentarios actualizados (Nota RE).
** Licenciados en Sociología (UBA).
1 El viraje estratégico de algunos sectores dominantes puede ubicarse a mediados del decenio pasado, a partir del proceso de reestructuración iniciado por los principales grupos económicos locales. Estos actores, luego de participar activamente de las privatizaciones, se desprendieron de buena parte de esas participaciones realizando cuantiosas ganancias patrimoniales que colocaron en el exterior o las utilizaron para ganar y/o afianzar posiciones en actividades muy ligadas con la exportación (Basualdo, 2000, 2001 y 2003, y Kulfas y Schorr, 2003).
2 Declaraciones del por entonces presidente de la UIA, Claudio Sebastiani (Clarín, 24/3/98).
3 Sobre este tema consúltese Gaggero y Wainer (2004).
4 Para un tratamiento de estas cuestiones, véase Schorr (2001).
5 José Luis Machinea, entre otras cosas, había dirigido el Instituto para el Desarrollo Industrial de la UIA durante el período en que Roberto Rocca presidió ese organismo.
6 Al respecto, vale recordar que se lanzaron algunas medidas reclamadas por la dirigencia industrial (como, a título ilustrativo, el "Compre Nacional"), pero la mayor parte de ellas nunca llegó a ponerse en práctica o tuvo escasa relevancia.
7 Véase el "Informe del departamento de Política Social" del Anuario 2001 de la UIA.
8 La crisis política se manifestó con toda intensidad en las elecciones legislativas de octubre de 2001, en las que el voto negativo (en blanco y nulos) logró un récord absoluto y se verificaron altos niveles de abstención. Durante el transcurso de ese año también se registraron crecientes niveles de movilización popular con cortes de rutas, huelgas, "escraches", etc., y en el mes de diciembre una consulta popular realizada por el Frente Nacional Contra la Pobreza (Frenapo) logró reunir más de tres millones de votos a favor de un cambio radical en la orientación de las políticas públicas y de un profundo replanteo del funcionamiento político-institucional del país.
9 Véase "Los industriales piden la flotación", Clarín, 22/12/01.
10 Originalmente, la ley Nº 25.561 estableció el reemplazo de la paridad convertible por otra, también fija, de $ 1,4 = U$S 1,0. A los pocos meses de sancionada dicha norma, y en respuesta a las fuertes presiones desplegadas por, fundamentalmente, el FMI, la administración Duhalde estableció la libre flotación cambiaria, lo cual derivó en un fenomenal incremento del tipo de cambio (tanto en términos nominales como reales).
11 Según una estimación realizada en el Área de Economía y Tecnología de la FLACSO, en la actualidad el salario promedio vigente en la Argentina es aproximadamente un 60% más reducido que a comienzos de los años setenta.
12 Desde mediados de 2002 se viene asistiendo a un importante crecimiento del PIB que es explicado, en buena medida, por un proceso de recuperación respecto de niveles sumamente reducidos y que se asienta sobre la creciente utilización de capacidad ociosa instalada.
13 Como se mencionó, en los últimos años de vigencia del equema convertible estos sectores, además de presionar por una "salida devaluacionista", empezaron a plantear la necesidad del "regreso del Estado" para promover y apoyar la "producción nacional". Este dato no debería soslayarse porque esta defensa de "lo productivo" y de "lo nacional" fue -y es- realizada por buena parte de los mismos actores que resultaron ampliamente favorecidos por la profunda -aunque heterogénea- desindustrialización que se viene registrando desde hace un cuarto de siglo, a la vez que recibieron ingentes sumas de dinero por la venta de sus principales empresas a capitales foráneos. En otras palabras, se trata de los mismos actores económicos que promovieron y se beneficiaron con la crisis fabril y la extranjerización del aparato productivo local que hoy tanto cuestionan (sin mencionar que durante la década de los noventa destinaron una parte considerable de sus recursos a actividades no industriales, como la prestación de servicios -en especial, los públicos privatizados-, o a la valorización financiera y la fuga de capitales al exterior). Al respecto, resultan sumamente ilustrativos los recientes planteos del propietario del grupo Macri: "En la Argentina actual estamos necesitando de líderes que convoquen a un New Deal, a un Nuevo Acuerdo, ofreciendo prioridad de proyectos al empresariado nacional... No conozco la solución óptima, pero sí sé que no se encuentra en el liberalismo ilimitado, irrestricto, sin reglas de juego ni controles eficientes. Nuestra solución no es el neoliberalismo, cuyas consecuencias son bien visibles: vaciamiento del Estado, extranjerización de la economía, marginalidad de sus fuerzas empresarias y productivas, una gigantesca injusticia social. Las propuestas y consignas de una empresa extranjera nunca son las mismas que las de una empresa nacional. ¿A qué se tendría que dedicar la burguesía nacional? A todo, pero especialmente a cuidar que no entre nadie al país a menos que lo haga de la mano de un argentino. Esa burguesía puede asegurar a los inversores extranjeros mayor confianza y buena disposición si sus espaldas son cuidadas por socios locales que respalden sus inversiones... Recuerdo que, en los inicios del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando dialogué con los jóvenes de la Coordinadora, les confirmé que si nosotros no empezábamos a crear una burguesía nacional, un empresariado industrial nacional, nunca podríamos romper con ese mecanismo perverso que permite que los que vienen de afuera se lleven toda la riqueza y nos dejen a cambio algunos espejitos de colores... En síntesis, no hay modelo de país sin un empresariado nacional" (Noticias, 7/8/04).
14 En el Anexo que se presenta al final del trabajo se puede consultar la composición de los respectivos rankings.
15 Basta con mencionar, en tal sentido, que según las estadísticas oficiales entre diciembre de 2001 (último mes de vigencia de la Convertibilidad) y el mismo mes de 2003 el salario medio del sector privado disminuyó en términos reales más de un 7% para el caso de los trabajadores registrados y casi un 30% para el de los no registrados, lo cual derivó en la consolidación de la muy inequitativa matriz distributiva que rige en la Argentina desde mediados de los años setenta (véase: http://www.indec.mecon.gov.ar). Al respecto, cabe realizar dos observaciones. La primera es que la caída del salario acaecida desde el abandono del "modelo de los noventa" no sólo favoreció a las empresas exportadoras por la caída en los costos que trajo aparejada (con la consecuente mejora en la rentabilidad bruta), sino también por el incremento en los saldos exportables. La segunda es que de considerar que la vigencia de salarios sumamente deprimidos constituye una condición básica del esquema de "dólar alto" y de la "salida exportadora", puede concluirse que este "dato" difícilmente se modifique sustantivamente -en lo que a la reversión del mismo respecta, no así a su profundización- en tanto perduren este "modelo" y el tipo de perfil productivo existente (Arceo, 2003).
16 De todos modos, cabe destacar que en la actualidad la sustitución de importaciones encuentra algunas restricciones significativas. La primera se relaciona con las dificultades que enfrenta buena parte de las empresas que opera en el ámbito nacional para acceder a líneas de crédito tendientes a aumentar el capital de trabajo (esta situación es particularmente perjudicial para las PyMEs, no así para las de grandes dimensiones, que tienen la capacidad de "fondearse" en el mercado financiero internacional, importantes generadoras de divisas y poseedoras de cuantiosos recursos en el extranjero que podrían repatriar). La segunda con el hecho de que hay productos que no pueden elaborarse en el país ya sea por la desarticulación del tejido productivo doméstico acaecida en los noventa -con sus antecedentes desde 1976-, o porque la producción del mismo ha sido "monopolizada" en el nivel mundial por algún país cuya productividad es muy superior y/o los niveles salariales son mucho más bajos que en la Argentina, y, en ausencia de una redefinición de la estructura arancelaria, esta diferencia no logra ser compensada por el tipo de cambio (de allí que no sea casual el considerable crecimiento que experimentaron en el último tiempo las importaciones de bienes finales). La tercera con el límite que fija un deprimido mercado interno (sobre todo para los bienes de consumo masivo). Sobre estas cuestiones, consúltese Schorr (2004).
17 Si bien los bancos que operan en la plaza doméstica perdieron bastante en lo peor de la crisis, como resultado de las "compensaciones estatales" (que derivaron en un incremento de consideración en la deuda pública -véase Ministerio de Economía y Producción, 2004-) y de la reactivación económica han logrado obtener nuevamente resultados positivos, aunque muy inferiores a los del decenio pasado (la performance económica de las entidades bancarias se puede consultar en http://www.bcra.gov.ar).
18 No obstante, cabe destacar que, por el tipo de estructura de precios y rentabilidades relativas que se configuró a partir del abandono del "modelo de los noventa", en la actualidad los beneficios de las prestatarias privadas de servicios públicos se ubican muy por debajo de los extraordinarios niveles de los años noventa (aunque la mayoría logra resultados operativos positivos), al tiempo que muchas tienen situaciones patrimoniales muy deterioradas, producto de la particular estrategia de endeudamiento deplegada durante la Convertibilidad. Para un tratamiento de estas cuestiones, consúltese Azpiazu y Schorr (2003) y Zlotnik (2004).
19 Las evidencias disponibles indican que en la actualidad la masa salarial representaría alrededor del 20% del PIB, cuando a mediados del siglo pasado llegó a representar aproximadamente la mitad. Si se tiene en cuenta la importante y creciente dispersión salarial, se puede concluir que los sectores populares repesentan un proporción mucho menor de la demanda agregada, ya que los salarios altos (ejecutivos, gerentes, funcionarios, etc.) explican una parte importante de este porcentaje por su magnitud, a pesar de que sus perceptores son numéricamente inferiores en el universo de los asalariados. Véase Basualdo (2004) y Vinocur y Halperín (2004).
20 Refiriéndose a estos procesos, en un trabajo reciente se destaca: "Muchos piensan que la Argentina sigue en crisis. Y eso es verdad para la mitad de la población que vive en la pobreza y para otra parte importante que trata de no caerse al mapa de la marginalidad. Pero para unos pocos hace bastante que la crisis quedó atrás, bonanza que tratan de disimular aunque los rostros que se reflejan en el espejo de sus balances los delata. A medida que se van conociendo los ejercicios económicos de compañías que cotizan en la Bolsa de Comercio se revela la recuperación sostenida de ventas, márgenes y utilidades. Otro de los factores que se descubre en esa cara oculta de la superación de la crisis muestra que no ha cambiado la perversa dinámica arraigada en los ´90: las mieles del crecimiento no se derraman hacia el resto de la sociedad, sino que quedan para beneficio de unos pocos. Analizando los balances de las empresas de 2003 se concluye que han ganado mucho dinero en el desarrollo de sus negocios. Siderúrgicas (Siderar, Acindar), petroleras (Repsol, Petrobras), privatizadas (Telefónica, Telecom, Edenor, Central Puerto), vinculadas al mercado interno (Cerámicas San Lorenzo, Loma Negra, Grimoldi) y, obviamente, las relacionadas con el campo... muchas compañías están en el mejor de los mundos: aquellas que exportan reciben dólares con costos en pesos devaluados; las que se favorecen por la sustitución de importaciones aumentaron su producción que venden a precios dólar y casi sin competencia externa; y algunas vinculadas con el mercado interno están empezando a repuntar gracias al desahorro de dólares de las clases media-alta y alta, que acumularon billetes verdes en exceso cuando parecía que todo se derrumbaba... En ese escenario, ¿por qué los trabajadores no reclaman con mayor intensidad aumentos de sus depreciados salarios? Entre varios motivos, dos sobresalen: primero, por lo que ya en el siglo XIX se señalaba como razón operante en la baja del salario, la presencia de un ejército de desocupados, tropa que en la Argentina es multitudinaria. Segundo, montado en ese batallón de desclasados, la permanencia, más allá del discurso, de normas de flexibilización y precarización laboral que debilitan al trabajador. En ese contexto, la intervención del Estado en la conformación del ingreso del trabajador se vuelve imprescindible. La suma fija no remunerativa aplicada durante el Gobierno de Duhalde tuvo su motivación en la necesidad de compensar un poco los efectos devastadores de la devaluación sobre el salario. En cambio, el adicional dispuesto durante el Gobierno de Kirchner tiene su justificación ya no en la crisis sino en la morosidad de las empresas para compartir al menos en forma moderada el fuerte aumento de productividad y de utilidades. Esos escasos pesos que el Estado `obligó´ a distribuir, que fueron un beneficio para unos pocos dentro de un mercado laboral fragmentado, pusieron en evidencia las agudas distorsiones que aquí encuentra el capitalismo con el que se llena la boca la comunidad empresaria" (Zaiat, 2004).
21 Respecto de esta última cuestión, vale la pena mencionar que la recuperación que se ha venido registrando desde mediados de 2002 ha traído aparejado un incremento considerable en las compras al exterior (particularmente importante en maquinaria y equipo y bienes intermedios). Este dato no debería soslayarse porque, por un lado, refleja la desarticulación del tejido manufacturero local verificada en los últimos años y, por otro, alerta sobre un tema sumamente relevante: que en ausencia de una radical redefinición del grado de apertura de la economía y de la estructura arancelaria, así como de una política activa de reconstrucción de encadenamientos productivos (cuyos logros, por cierto, no se visualizan sino en el mediano/largo plazo) y de un shock distributivo, lejos de incrementarse la producción interna de estos bienes, más temprano que tarde existirán presiones tanto por el lado de las divisas (para pagar las importaciones) como por el de los precios de los bienes finales (por el costo de la maquinaria y/o de los insumos involucrados en el proceso productivo). En este sentido, cabe incorporar una somera comparación histórica. Actualmente, se estaría ante un problema similar al que existía en la industrialización sustitutiva (sobre todo, hasta mediados de los años sesenta), en tanto el crecimiento económico genera una considerable demanda de divisas para pagar importaciones de bienes de capital e insumos intermedios que lo hagan "viable". En aquel entonces, dicha situación, que se derivaba de la falta de maduración de estos sectores (proceso que se concretaría, con no pocas dificultades, a comienzos de los setenta), generaba una "brecha externa" que terminaba frenando el proceso expansivo. En el presente, la elevada "elasticidad importaciones/producto" se vincula con la destrucción, bajo la hegemonía neoconservadora, de gran parte de los núcleos neurálgicos de la matriz productiva doméstica y de una enorme masa crítica acumulada a lo largo de varias décadas, y configura un escenario mucho más acuciante que durante la sustitución de importaciones por cuanto se da en el marco de una economía fuertemente endeudada y extranjerizada (con el consiguiente impacto que ello conlleva sobre la balanza de pagos); de allí que, dadas las dificultades que enfrenta el país para proveerse de recursos del exterior (sea bajo la forma de endeudamiento y/o de Inversión Extranjera Directa), los esfuerzos que se deben realizar para obtener un superávit comercial son mucho más grandes que los que había que hacer durante el esquema sustitutivo (y con implicancias mucho más regresivas en materia distributiva). Un tratamiento pormenorizado de la forma en que la "restricción externa" limitó el crecimiento de la economía argentina durante la sustitución de importaciones puede consultarse en Basualdo (2004), Braun y Joy (1981) y Diamand (1973).
22 Sobre el particular, véase Basualdo (2001) y Schorr (2001).
23 Un tratamiento de esta temática se puede consultar en Shaikh (1996).
24 Las evidencias disponibles permiten concluir que una parte muy importante de los puestos de trabajo que se generó en el transcurso del nuevo "modelo" correspondió al sector informal, lo cual merece tenerse en cuenta no sólo porque alude a una generalización de la precariedad de los trabajadores, sino también a un acentuamiento de la heterogeneidad de los ingresos que perciben los distintos estratos que los componen (Área de Economía y Tecnología de la FLACSO, 2004).
25 A pesar de hablar a favor de "la producción" y "el trabajo", los empresarios nacionales fueron, paradójicamente, los primeros opositores a todo incremento salarial, tal como lo sostuvo la UIA amparándose en la defensa de las pequeñas empresas: "No compartimos la decisión gubernamental de apartarse de la política de diálogo en materia de relaciones laborales, sustituyéndola por las decisiones unilaterales [se refiere a los aumentos salariales por decreto]... que son inconvenientes e inoportunas y no respetan tanto los principios internacionales como la legislación nacional en la materia... la alteración de reglas en la materia que implica la iniciativa gubernamental, afectará fundamentalmente a las pymes y eso repercutirá en su capacidad para generar empleo, cuando esta debería ser la meta común de Gobierno, trabajadores y empresarios en el marco de una política para la producción y el trabajo" (Clarín, 18/7/03).
26 Lo mismo que el sector financiero local y gran parte de las empresas privatizadas, hasta el momento los acreedores externos (con la excepción de los organismos multilaterales -que lograron quedar a resguardo del default-) integran las posiciones subordinadas dentro del bloque de poder.
27 A esto debe sumársele también que, por la concurrencia de diversos factores, es poco factible que se mantengan las altas tasas de crecimiento que se obtuvieron en el 2003, lo cual agravaría aún más el problema. Así lo reconocen muchos de los principales analistas económicos del establishment: "Sobre la base de los trabajos publicados recientemente, se puede deducir que con tasas de crecimiento de 3 a 3,3% promedio por año (alrededor del 2% anual per cápita) a partir de 2005 como pretende el Gobierno, la Argentina sólo podría retornar a los niveles de pobreza de mediados de la década de los 90 (del orden de 17 a 18%) recién entre 2025 y 2040, es decir que se tardaría nada menos que entre ¡20 y 36 años!" (M. A. Broda, La Nación, 8/8/04).
28 En un reportaje concedido a un matutino, el empresario Enrique Pescarmona sostuvo: "Es cierto que la violencia puede complicar la economía. Es una situación difícil. Pero creemos en la Argentina". Seguidamente, de un modo paradójico, afirmó frente a una pregunta acerca de si frenaría sus inversiones por hechos de violencia o la toma de una empresa, que "no [pararía inversiones], tenemos presentados varios proyectos para invertir mucho dinero nuestro. Es más, estamos desinvirtiendo de otros lugares para invertir en la Argentina. Somos locos pero, qué le vamos a hacer. Y nuestra situación financiera no es la de las mejores" (El Cronista Comercial, 26/7/04). En el mismo sentido se manifestó Luis Pagani, titular de la Asociación Empresaria Argentina y propietario del grupo Arcor, al señalar que no hubo casos de empresas que desistieran de hacer inversiones por las protestas piqueteras (Página 12, 23/12/03).
29 Numerosas han sido las declaraciones del ministro de Interior, Aníbal Fernández, sobre los piqueteros en este sentido: "Que no embromen y vayan a laburar", "Usted les muestra palas y les agarra fiebre. Ganas de trabajar no tiene ninguno", "Si incurren en desmanes, van a ir presos", "Quienes están hoy en la calle no son gente común, son militantes" (véase las ediciones de los días 17/8/04 y 20/8/04 de Clarín y Página 12).
30 J. J. Llach, El Cronista Comercial, 28/7/04.
31 Declaraciones de Daniel Artana en Infobae, 1/9/04.
32 En el cierre de la XIX Conferencia Industrial el titular de la UIA, Álvarez Gaiani, sostuvo sobre la cuestión piquetera: "Creemos necesaria una decidida y firme acción del Estado que asegure, dentro del marco de la ley, la seguridad y tranquilidad que tantas veces fueron elogiadas como patrimonio argentino... Debemos señalar nuestra preocupación por el incremento de la inseguridad que nos afecta a todos... si queremos construir el país que todos soñamos, coincidimos en la necesidad de contar con inversiones de envergadura, debemos ofrecer condiciones mínimas de seguridad... [no se puede] ignorar nuestra alarma por la proliferación de cotidianos actos de protestas que alteran el normal desarrollo de las actividades productivas y que lamentablemente comienzan a adquirir caracteres violentos e intimidatorios" (Clarín, 5/12/03).
33 Declaraciones de Luis Pagani (Clarín, 30/6/04). También se manifestó en esta misma línea Oscar Vicente, directivo de Petrobás (ex Pérez Companc), quien, refiriéndose a cómo resolver la cuestión piquetera, señaló: "Es complicado, porque la gente piensa con el estómago, no con su cabeza y por eso se hace complicado intervenir... Se critica la forma de manejarlos [los planes sociales], pero no es fácil encontrar una alternativa. Hay que ver cómo hacemos para crecer en este país. Con más mano de obra, más educación. Todos dicen que lo más lindo es que las personas se ganen su sustento, y no que se le dé un plan Trabajar, pero..." (Clarín, 30/6/04).
34 Parecería ser que aún existe un amplio rechazo social a la represión directa y no deben ser pocos los miembros de los sectores dominantes que recuerdan la salida anticipada de Duhalde como consecuencia, entre otras cuestiones, del asesinato de los piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kostecki tras la represión desatada en el Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002.
35 Así lo manifestaron importantes dirigentes de los grandes grupos económicos y nucleamientos empresarios en múltiples ocasiones desde la asunción de Kirchner: "Creo que Kirchner es el presidente adecuado, que en estos cinco meses tomó medidas correctas como los cambios en la Corte Suprema de Justicia y encaminó la negociación con los organismos multilaterales de crédito" (Luis Pagani -Arcor-, Página 12, 7/11/03); "Roberto [Lavagna] está haciendo un gran trabajo... está conduciendo la economía con mucho pragmatismo y mucha firmeza" (Roberto Rocca -Techint-, Página 12, 18/12/03); "El gobierno ha comprendido el desafío que significa desarrollarnos o sucumbir, y se ha puesto a la altura de las graves circunstancias que enfrentamos con decisión y valentía. El empresariado debe apoyar al gobierno y ponerse a su disposición, para que los argentinos logremos revertir la decadencia y disfrutar del país que soñamos y merecemos. Por mi parte, estoy decidido a dedicar a esos objetivos esta última etapa de mi vida" (Franco Macri, Clarín, 21/6/04). Sobre estas cuestiones, véase también "Respaldo de un fuerte núcleo empresario a las políticas oficiales" (Página 12, 23/12/03) y "Fuerte respaldo empresario al gobierno en el tironeo con el FMI" (Clarín, 23/12/03).
36 Sánchez y Butler (2004). En este estudio también se señala que: "El ahorro doméstico hoy alcanza 20% del PIB, pero se sigue canalizando en buena medida a la fuga de capitales y, además, en el futuro será menor en la medida que los asalariados recuperen parte de la participación en el PIB que perdieron luego de la devaluación. Por ello es que aparece como muy importante recuperar el acceso del sector privado a los mercados de capitales externos, para lo cual juega un rol clave la reestructuración de la deuda pública en default. La oportunidad está. Con las rentabilidades actuales deberíamos estar viendo las muy necesitadas inversiones masivas en gran cantidad de sectores manufactureros, que parecen estar esperando que les den señales correctas. Y estas señales incluyen obviamente mejorar el clima de negocios (el copamiento de empresas por parte de piqueteros ciertamente está contraindicado), promover una reorientación de la producción hacia mercados externos... y minimizar la incertidumbre acerca de la disponibilidad de insumos energéticos críticos".
37 En fecha reciente, Artana sostuvo: "El gobierno no la quiere mejorar [la oferta de reestructuración de la deuda], pero sospecho que la va a haber en el proceso de negociación... es parte de la retórica del gobierno [mostrar] las cosas como de alta tensión y luego terminan haciendo lo que la comunidad internacional quiere... Hay una retórica para consumo doméstico y otra para afuera" (Infobae, 1/9/04).
38 Véase "Rocca, a favor del dólar alto y la suba de tarifas" (Clarín, 14/8/04).
39 Una medida de estas características permitiría, por un lado, incrementar las -hoy escasas- ventas al exterior de productos manufacturados (sobre todo, de bienes con alto grado de elaboración cuyos precios relativos tienden a aumentar en el largo plazo en el nivel internacional y que oscilan relativamente poco en el corto y el mediano) y desconcentrar la oferta exportadora de la industria argentina (actualmente muy concentrada en torno de unos pocos grupos económicos y grandes compañías). Por otro, empezar a revertir los procesos de desindustrialización y de reestructuración regresiva del sector de los últimos años y a avanzar hacia un perfil exportador menos ligado con la explotación de recursos naturales y más vinculado con actividades ubicadas en las etapas finales del proceso productivo (la oferta exportadora de las PyMEs -si bien muy escasa en la actualidad- se caracteriza, en términos relativos a la de las grandes firmas, por un elevado grado de industrialización y una mayor generación de empleo por unidad de producto). La puesta en práctica de este tipo de medidas no sólo sería importante por los motivos mencionados, sino también por cuestiones de naturaleza más política: restarle centralidad estructural -esto es, poder de coacción- a las diferentes fracciones integrantes de la elite exportadora (proveedoras casi exclusivas de un "bien" -las divisas- tan "escaso" como necesario para una economía como la argentina).
40 Sobre todas estas cuestiones, consúltese CTA (2002) y Schorr (2004).

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