Cifras para Pensar: Comercio internacional, desarrollo y política industrial

Gabriel Queipo*
El libre comercio es considerado por la ortodoxia económica un elemento central en la prosperidad del mundo. Entre las regiones que implementaron cambios más profundos en la década del ‘90 en sus políticas arancelarias se encuentran Latinoamérica que muestra hoy una participación en el ingreso mundial sensiblemente menor a la que tenía hace tres décadas. Por otra parte, los países considerados modelos contemporáneos de desarrollo con fuerte intervención estatal que aplicaron, entre otras medidas, altos aranceles para determinados productos, obtuvieron excelentes resultados. Cifras para pensar el fenómeno. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . El Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la integración latinoamericana y los retos para una inserción internacional alternativa / Jaime Estay . Capacidades de desarrollo tecnológico en la Argentina desindustrializada: las perspectivas para generar bases tecnológicas propias / Mario Burkum - Guillermo Vitelli [/size]

“Por siglos Inglaterra ha confiado en la protección, la ha llevado a extremos y ha obtenido resultados satisfactorios de ella. No hay duda que a este sistema le debe su actual fortaleza. Después de dos siglos, Inglaterra ha encontrado conveniente adoptar el libre comercio porque piensa que el proteccionismo no puede ofrecerle nada más. Muy bien, entonces señores, mi conocimiento de nuestra nación me lleva a creer que dentro de los próximos 200 años, cuando América haya obtenido de la protección todo lo que puede ofrecer, adoptará también el libre comercio”. Ulysses S. Grant, Pesidente de los Estados Unidos entre 1868 y 1876.
(Citado en A.G. Frank, “Capitalism and Underdevelopment in Latin America”, New York, Monthly Review Press, 1967. P. 164)

[i]La receta del libre comercio[/i]

El libre comercio es considerado por la ortodoxia económica un elemento central en la prosperidad del mundo. Con ese sustento teórico, en la década del ‘90 se iniciaron negociaciones multilaterales en las que participan países desarrollados y en vías de desarrollo para lograr acuerdos que reduzcan las trabas al comercio. La Organización Mundial de Comercio (OMC) tiene como objetivo favorecer el comercio entre las naciones del mundo. De esta forma, los países deben optar entre las condiciones impuestas por la adhesión a los tratados básicos de la OMC o quedar fuera de los mismos, con la consiguiente pérdida de mercados que ocasiona tal decisión. Como consecuencia de esta política “global”, los aranceles a la importación aplicados por los países se han reducido y el comercio internacional se ha incrementado notablemente (Cuadro 1).

Cuadro 1. Reducción de aranceles a la importación e incremento del comercio. Totales mundiales

“Cuando América haya obtenido de la protección todo lo que puede ofrecer, adoptará también el libre comercio”.
Ulysses Simpson Grant, Pesidente de los Estados Unidos entre 1868 y 1876

En Suecia, después del fin de las guerras napoleónicas, el gobierno introdujo un régimen de aranceles muy proteccionista que llegaba a la prohibición de importaciones y exportaciones de algunos productos. En 1892 la política proteccionista sueca se centró en el sector industrial intensivo en ingeniería y comprendía no sólo aranceles sino también subsidios. Como consecuencia de esta política, Suecia fue uno de los países de crecimiento más rápido en el período 1890-1913. Además de los aranceles, hacia finales del siglo XIX, los suecos desarrollaron un sistema de cooperación entre los sectores público y privado que puede considerarse el más avanzado de la época, muy semejante al utilizado en el siglo XX por los países del Este Asiático. El gobierno sueco hizo grandes esfuerzos para facilitar la adquisición de tecnología extranjera de avanzada y recurrió incluso al espionaje industrial. Se enviaron estudiantes al extranjero solventados por el Estado, se crearon institutos de investigación y se proveyó financiamiento para investigación y desarrollo en las empresas. En 1932 se forja un pacto entre el sector sindical y el patronal que implicó el compromiso empresario a invertir y proporcionar beneficios sociales a los trabajadores a cambio de moderar las pretensiones salariales por parte de los sindicatos. Luego de la Segunda Guerra Mundial, se utilizó este régimen para promover una significativa mejora industrial.

En 1868 el gobierno de Japón impulsó un proceso de modernización del país. Los tratados llamados “desiguales” que había firmado con las principales potencias coloniales del momento, le prohibían la fijación de aranceles mayores al 5%. Por ello, inicialmente debió recurrir a otras herramientas, como establecer empresas estatales modelo en un número de industrias (astilleros, minería, textiles e industrias militares). Después de finalizados los “tratados desiguales”, el gobierno japonés introdujo reformas arancelarias tendientes a proteger las industrias infantes, reducir el costo de las materias primas importadas y controlar la importación de bienes de consumo de lujo. Bajo fuerte influencia germana, se incentivó la racionalización de industrias clave mediante la sanción a carteles y la promoción de fusiones destinadas a restringir el “malgasto de recursos en la competencia”, alcanzar economías de escala, estandarizar y aprovechar las ventajas del gerenciamiento profesional.

Otros ejemplos de políticas activas pueden hallarse revisando la historia de Alemania, aún antes de su formación a partir del Estado Prusiano y de Francia, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Incluso naciones con menor tradición intervensionista como Países Bajos y Suiza no tuvieron leyes de patentes hasta 1912 (habían abolido la anterior en 1869) y 1907, respectivamente, pese a la considerable presión extranjera.

[i]El ejemplo del Este Asiático[/i]

En el éxito de Japón y otros países del Este Asiático, en la segunda mitad del siglo XX, la intervención estatal en el comercio y las políticas industriales tuvieron un papel decisivo. Las similitudes entre las medidas instrumentadas son notables con las utilizadas por Gran Bretaña en el siglo XVIII y Estados Unidos en el XIX. Sin embargo, es oportuno señalar que las políticas del Este Asiático y las de otros países como Francia, aplicadas durante la posguerra, fueron mucho más sofisticadas y finamente ajustadas que sus equivalentes históricas. Utilizaron subsidios a la exportación (directos e indirectos), mejor diseñados y más sustanciales. Las rebajas arancelarias para la importación de materias primas y maquinaria para las industrias de exportación fueron utilizadas de manera mucho más sistemática. La coordinación de inversiones complementarias fue sistematizada mediante planeamiento indicativo y programas de inversión del gobierno. Las regulaciones de entrada, salida, inversión y fijación de precios destinada a manejar la competencia fue mucho más atenta a los peligros de los abusos monopolistas y más sensible a su impacto en el desempeño exportador que su contraparte histórica (la legislación anti cartelización de fines del siglo XIX y comienzos del XX). Los países del Este Asiático integraron sus políticas de formación de recursos humanos con su política industrial de manera mucho más cercana. A su vez, las regulaciones sobre las licencias de tecnología y las inversiones extranjeras directas fueron mucho más sofisticadas y abarcativas que las utilizadas en experiencias anteriores. La provisión pública y los subsidios a la provisión privada en áreas como la educación formal, el entrenamiento laboral e I&D fueron mucho más sistemáticos y extensivos.

De esta forma, algunos países del Este Asiático demostraron ser malos alumnos al no seguir las recomendaciones de la ortodoxia económica, sin embargo, paradójicamente, gracias a esto superaron a sus maestros (las potencias occidentales) en el arte del desarrollo industrial comandado por el Estado. Es que las pérdidas de eficiencia en la asignación de los recursos, que acertadamente la teoría económica adjudica a las políticas intervensionistas del Estado, pueden ser fundamentales para las economías desarrolladas, pero son un problema de segundo orden para aquellos países que se proponen modificar sustancialmente su estructura productiva.

*Integrante de Economía Industrial del INTI. queipo@inti.gov.ar

Fuente: [color=336600]Saber como / INTI – N° 56 – Septiembre 2007[/color]

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