Actores sociales y cirujeo y gestión de residuos. Una mirada sobre el circuito informal del reciclaje en el conurbano bonaerense

[b]Realidad Económica 190[/b] [b]Pablo J. Schamber *[/b] [b]Francisco M. Suárez**[/b] La saturación de algunos rellenos sanitarios, el abultado endeudamiento de las administraciones locales con las empresas contratadas para la recolección de los residuos, una mayor conciencia ciudadana global respecto del reciclaje y el cuidado del medio ambiente, sumados a la propia ineficiencia del sistema vigente en su conjunto, son factores que permiten apreciar que la gestión de los residuos está en la agenda pública, y que se prevén cambios para el área metropolitana bonaerense (AMBA) en corto y mediano plazos. Ante esta posibilidad inminente, el propósito del presente artículo es reflexionar sobre el papel de actores de antigua data pero poca consideración: los recolectores conocidos como cartoneros, botelleros o cirujas, que inician y alimentan el circuito informal del reciclaje.

Introducción1
Es una opinión extendida que el cirujeo se ejerce en condiciones que vulneran toda norma de higiene y salud establecida, dado que se trata de una actividad donde se manipula, y en muchos casos se acopia en las viviendas de los recolectores, desechos entre los que se encuentran basuras, elementos cortantes y otros potenciales infecciosos. Sin embargo, también se generan insumos para una industria que los reutiliza y los recicla, disminuyendo el peso y volumen de materiales que tenían como destino su entierro en los rellenos sanitarios. En este sentido, se busca considerar esta actividad y a los sujetos sociales que la ejercen dentro de los marcos de una política pública que contemple, y no reprima, el trabajo de estos recolectores informales de materiales reciclables. La idea es argumentar que, al generar insumos para la industria, pertenecen a un circuito económico y realizan una actividad ecológicamente valorable. Por lo tanto, una modificación en la gestión de los residuos no debería dejar de lado evaluar el impacto que produciría en estos actores. Si bien las políticas seguidas para el aprovechamiento de los residuos podrían ser económica y ecológicamente auspiciosas, no se debería desestimar que al ejecutarse pueden tener serias repercusiones en la población que vive directa e indirectamente del reciclaje informal, como efectivamente es el caso de los cirujas. El objetivo entonces es compartir algunas indagaciones realizadas sobre este viejo actor (el ciruja) cuyo papel, al mismo tiempo que toma mayor protagonismo en el espacio urbano, todavía es omitido de las discusiones en torno de las políticas públicas que pueden afectarlo.

Se señalan en primer lugar algunas observaciones sobre el origen de esta actividad en relación con la historia de la gestión pública de los residuos. Luego, en el intento por identificar sus rasgos principales pero sin que ello implique conformar (aún) una construcción tipológica exhaustiva, se presentan al resto de los actores que conforman los siguientes eslabones en el circuito informal del reciclaje y con quienes los recolectores establecen vinculaciones: los intermediarios y los depósitos. Finalmente se brindan algunas cifras estimativas respecto del número de recolectores y de los precios de los materiales que se recolectan.

El contenido del presente documento se basa sobre un conjunto de aproximaciones diversas, a partir de estudios realizados en varios municipios del conurbano bonaerense, principalmente en José C. Paz, Malvinas Argentinas, Lomas de Zamora y Lanús desde el año 1996 hasta la fecha. Constituyeron las fuentes consultadas diversos documentos y bibliografía, pero principalmente el trabajo de campo que consistió en entrevistas y encuestas a recolectores informales, propietarios y trabajadores de depósitos, funcionarios municipales, funcionarios de empresas recolectoras y visitas a fábricas de reciclaje de papeles y cartones2. Todos estos abordajes confluyen en una investigación etnográfica en curso sobre el sistema y los actores involucrados en el circuito informal de recolección de los residuos en el área metropolitana de Buenos Aires3.

Historia de la gestión de residuos
…el estudio del presente tiene, al menos, el efecto de obligar a objetivar y controlar las prenociones que el historiador siempre proyecta en el pasado… (Bourdieu & Wacquant, Respuestas)

Conocer las condiciones del contexto en el que aparece el fenómeno que se estudia en el presente contribuye a su "desnaturalización" y su consiguiente consideración en el marco de una perspectiva antropológica. En este sentido, y porque hoy resulta difícil el ejercicio de imaginar el tejido urbano metropolitano sin su presencia, es preciso establecer que la actividad que los recolectores informales realizan (y cómo la ejercen) no existe desde siempre, sino que apareció en nuestro país íntimamente relacionada con una metodología particular de resolución desde el estado de las cuestiones ligadas con la recolección, tratamiento y eliminación de los residuos urbanos, la que a su vez debe vincularse con determinadas condiciones tecnológicas, económicas, políticas y culturales que hacen al contexto de la industria del reciclaje.

En la historia de la gestión de los residuos de la Ciudad de Buenos Aires es posible reconocer cuatro momentos o períodos (Cf. Prignano, 1998 y Suárez, 1998). El primero de ellos se inicia con la fundación de la ciudad (a fines del siglo XVI) y se extiende hasta las últimas décadas del siglo XIX. Al respecto, el historiador comenta que "desde el mismo momento en que las huestes de Juan de Garay pusieron sus pies en estas tierras, la basura se enseñoreó por todos los rincones y muy pronto se convirtió en un hueso muy duro de roer. Y esto dicho sin eufemismos, pues los esqueletos de animales muertos y los restos óseos del carneado de reses se incorporaron rápidamente al paisaje aldeano" (Prignano, 1999: 73). Los residuos constituían primero un problema estético, provocado por la imagen de los desechos amontonados en pozos, zanjas y huecos (Cf. Scenna, 1871: 150), donde generaban olores desagradables; luego, con el crecimiento demográfico, esta falta de tratamiento de los residuos tendría como consecuencia la aparición de grandes epidemias. Después de mediados del siglo XIX, con la puesta en funciones de la Municipalidad de Buenos Aires, comienzan a evidenciarse una serie de tímidas directivas destinadas a priorizar la higiene pública, y si bien se "mejoró sustancialmente el servicio [privado] que cumplían los carros recolectores de residuos domiciliarios, ampliando sus recorridos a medida que se incrementaba el número de cuadras empedradas...nada [se] decía acerca del destino final que debía darse a los desperdicios domésticos...[que] iban a parar a los 'huecos' de la ciudad..." (Prignano, 1999: 79,80).

Precisamente, el comienzo del segundo período implica una nueva perspectiva de la basura como problema: no sólo afecta la estética de la ciudad y entorpece la circulación sino que fundamentalmente se la ve como un agente de contaminación que perjudica la higiene y la salud de la población. Las autoridades asignan (alrededor de 1870) un único sitio oficial para la disposición y quema de los residuos a cielo abierto, en un lugar conocido como Vaciadero Municipal, ubicado en el borde sur de la ciudad, lejos de donde entonces quedaba el centro urbano. El predio del Vaciadero abarcaba más de 70 hectáreas, y en torno de él se constituyó un barrio marginal denominado "El Barrio de las Ranas" o "Pueblo de las Latas". Allí es donde surgió el nuevo actor social que vivía de la selección de lo que se pudiera encontrar entre la basura, tanto para su consumo como para la reventa, y al que más tarde se empieza a denominar ciruja4. "Todo el conjunto de unidades domésticas que allí residía se dedicaba a las actividades de recuperación y aprovechamiento de los residuos. Se separaban huesos, vidrios, tarros de lata, vasijas, fragmentos de bronce, hierro, zinc, estaño; papeles, cajas, cajones. Los vidrios enteros se separaban en frascos y botellas, para ser vendidos en la industria farmacéutica los primeros y a las bodegas los segundos" (Suárez, 1998: 19).

La reunión de un gran volumen de basura en un espacio exclusivo también permitió el desarrollo de una serie de actividades a determinados sujetos que no necesariamente vivían en los alrededores del Vaciadero, como el caso de los "tacheros" que se dedicaban a recolectar ollas, pavas y sartenes para repararlas y luego venderlas, o los que traían a sus cerdos, vacas y caballos para que se alimentaran de los desperdicios.

Con la quema no se lograba eliminar completamente la basura que se iba acumulando en el descampado del Vaciadero, ni se evitaba que la basura se siguiera acumulando en otros espacios del territorio de la ciudad. Una comisión especial municipal se encargó a fines del siglo XIX, de la elaboración de un "método científico" para la destrucción de la basura, y como consecuencia de sus estudios, recomendó la incineración completa de los residuos para reemplazar el precario sistema de quema a cielo abierto en el basural.

La adopción del procedimiento de incineración que tuvo lugar durante la primera década del siglo XX con la construcción de una "Gran Usina", luego denominada "Hornos Provisionales", puede reconocerse como el inicio del tercer período. Además de las grandes usinas, la incineración también se consideró viable en los establecimientos industriales, hospitales, colegios, mercados, hoteles, edificios y casas de familia. Los vecinos carentes de incinerador domiciliario, debían sacar los residuos según los horarios establecidos y en los recipientes autorizados. Si bien se pretendió "que los sectores más poblados contaran con este sistema de destrucción apreciado por su simpleza e higiene, llegará el momento en que su utilización será prohibida por expresas normas municipales" (Prignano, 1999: 89). No obstante el acuerdo general y la difusión de los 'beneficios' de la incineración, nunca pudo desterrarse de la ciudad de Buenos Aires; el precario sistema de quema en los basurales no sólo siguió vigente sino que se incrementó, entonces uno de los principales basurales ubicado en el Bajo Flores. Por lo tanto, a pesar de la aplicación del método de incineración en la ciudad capital, aumentó significativamente la cantidad de basurales y quemas al aire libre y la población dedicada al cirujeo. En el conurbano bonaerense donde no se contaba con usinas y sólo algunos edificios tenían incineradores, cada municipio había oficializado su basural propio para disponer los residuos de su localidad. En las inmediaciones de estos sitio solía observarse la presencia de población dedicada a la recuperación informal de materiales reciclables.

En el marco de este período pueden identificarse dos medidas adoptadas en relación con los cirujas: la resolución Nº1157 de 1925 procura evitar el chiffonage y el relleno de tierras bajas con residuos, y el decreto del 24 de abril de 1942 mediante el cual se pretende incorporar a los cirujas como jornaleros municipales para la selección y clasificación de los residuos en las usinas. Esta última medida es la única que se ha podido encontrar, que frente a una decisión adoptada buscando el "bienestar general" pero que afecta directamente a esta actividad preexistente, presenta un claro intento por incorporar el cirujeo a la administración pública5.
Con el tiempo, la incineración (que despedía grandes volúmenes de dióxido de carbono y hollín) se tornó insuficiente para la magnitud de residuos que generaba una población en acelerado crecimiento, y como consecuencia aumentaron los terrenos llenos de desperdicios. Junto con ellos, fueron elevándose viviendas cuyos moradores subsistían de la recolección y venta de los materiales recuperados entre la basura.

El cuarto período es el que se inicia con la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) y los rellenos sanitarios, en el contexto del gobierno de facto del presidente Videla. El ex-Municipio de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires establecían "en forma clara y terminante", que para los partidos que componen el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)6 "el único método de disposición final de la basura admitido es el de relleno sanitario".

La nueva gestión, iniciada hace más de dos décadas, se basó sobre una planificación tecnocrática y centralizada, sustentada por un régimen autoritario. Acompañando esta política pública de saneamiento ambiental se implementó otra que de manera explícita o implícita implicaba la exclusión social de vastos sectores a partir de la prohibición del cirujeo, de la erradicación de barrios marginales y de la transferencia del aumento de los costos de la recolección a los municipios y a los vecinos. Como contrapartida, el nuevo sistema generó importantes beneficios en favor de grandes grupos de la economía privada. Por otra parte, resultó funcional a las pretensiones del municipio capitalino de crear una ciudad residencial, en detrimento de los municipios del conurbano bonaerense, que sufrieron expropiaciones y debieron ceder tierras para disponer residuos propios y ajenos (Suárez, 2001).

La ley provincial 9.111 que establecía la adopción del sistema de rellenos sanitarios, implicaba la prohibición "del denominado 'cirujeo'", en un todo de acuerdo con el espíritu autoritario reinante en la época7. También se prohíben "los depósitos de basura y/o de elementos recuperados de la misma, sea en espacio abierto o cerrado", y se impide "la realización de cualquier tipo de tarea de recuperación de residuos, aun por parte de quienes tengan la adjudicación de la concesión por recolección de residuos". De esta manera, le ha sido arrebatada la potestad del manejo de sus propios residuos a las administraciones municipales. En consecuencia el sistema de gestión de residuos aún vigente, obliga a enterrar materiales que sin duda tienen valor económico.

Los grandes montos de dinero que los municipios tenían que desembolsar para implementar el nuevo sistema de gestión de residuos sedujeron a grupos económicos nacionales que crearon empresas recolectoras de residuos. De esta manera, algunos de ellos sufrieron una metamorfosis en sus multifacéticas actividades y devinieron en recolectores de residuos bajo contrato de las administraciones municipales, o bien proveedores de ingeniería en el manejo de rellenos sanitarios para el CEAMSE. Asimismo, importantes líderes políticos de la región participaron del negocio de la recolección creando empresas para operar en el sector. Actualmente trabajan en el AMBA alrededor de 20 empresas privadas dedicadas a la recolección y/o la gestión de rellenos sanitarios. Una actividad que asciende a los 500 millones de pesos por año, estimando que las municipalidades del Conurbano pagan alrededor de $ 270 millones, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires $ 139 millones por la recolección y en su conjunto en los otros municipios de la región metropolitana gastan $ 80 millones por disponer los residuos8. Los altos montos que representaban para los municipios del AMBA la gestión de residuos fueron comprometiendo los presupuestos comunales. Frente a esta situación, "otra alternativa para los municipios y las empresas transportistas fue desviar parte de sus residuos a basurales clandestinos. Como consecuencia, al amparo de los municipios, o bajo la omisión de los mismos, se mantuvo un sistema paralelo de disposición de residuos y no se combatió a los actores vinculados con la trama informal de recuperación y reciclaje de residuos" (Cf. Suárez, 2001).

En la actualidad, nuevamente se prevén cambios en el sistema de gestión de los residuos, pero ahora sí más proclives a favorecer el reciclaje. Por ejemplo, en el caso del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, los pliegos de la licitación del servicio vigente en la Ciudad de Buenos Aires establecen que a partir de febrero de 2000 las empresas ganadoras deben reciclar "hasta" el 10% de los desperdicios que recolectan. El hecho de establecer un límite máximo para el reciclaje implica que cualquier cumplimiento mínimo es suficiente. Según consultas realizas a gerentes de empresas recolectoras y funcionarios públicos, las partes son conscientes de que dicho requisito es fundamentalmente una cuestión de "imagen" que sólo persigue incluir dentro del contrato alguna mención al reciclaje, pero no implica necesariamente una política en ese sentido.

Los actores del circuito
Si bien es posible pensar una distinción entre los recolectores en función de su dedicación a la actividad, pudiendo ser ésta "exclusiva" o "parcial", es común que aunque realizan la actividad todos los días, algunos combinan la recolección con otras actividades denominadas "changas". Se puede tratar de pequeños arreglos de poda y jardinería, pintura de paredes, albañilería, servicios de limpieza o venta ambulante. A través de los relatos de los recolectores y de la observación participante, también se identificaron estrategias basadas sobre el aprovechamiento del medio del transporte como flete, venta de algunos productos (como huevos, sandías y morrones) o el traslado de residuos como escombros o malezas9. La constante circulación de los recolectores por distintos recorridos urbanos les permite hacerse conocer y ganar potenciales clientes para la venta de algunos productos.

En el circuito informal de reciclaje, los cirujas venden lo que recolectan a los depósitos, que se distinguen entre sí por la magnitud del espacio disponible para el acopio, el tipo de material que compran y la posesión de medios de transporte, que utilizan tanto para retirar materiales en la vivienda de algunos cirujas como para su traslado a las fábricas, denominación que adquieren las empresas que reciclan.

Los recolectores informales llevan su carga hasta los depósitos, donde una vez pesada reciben el pago correspondiente, siempre en efectivo. También existen casos en los que los cartoneros acopian el material de varios recorridos en sus propias viviendas, y cuando reúnen un volumen considerable, avisan al depósito que pase a retirarlo. Es en estos casos en los que también puede intervenir otro actor del circuito que es el intermediario, quien tiene medio de transporte propio, compra grandes cantidades de material a los recolectores y luego vende inmediatamente a las fábricas o bien a los depósitos grandes. El intermediario también puede tener como "clientes" que proveen de material a comercios y empresas.

En los casos en que los recolectores acopian en sus propias viviendas y el intermediario pasa a retirarlo, el cálculo del peso (y por lo tanto la efectivización del pago) se realiza generalmente con posterioridad a la entrega del material, en la balanza de las fábricas o de los depósitos. Si bien existe una pequeña diferencia entre la cotización "en depósito" en comparación con esta modalidad que agrega el costo del retiro y traslado, esa diferencia tiende a desaparecer cuando las entregas por parte de los cirujas son regulares. Por esta razón, este tipo de transacción exige también cierta relación de lealtad entre los recolectores informales y los depósitos o intermediarios. Cuando venden el material acopiado a un depósito o intermediario distinto, corren el riesgo de que en oportunidad de necesitar que el "tradicional" pase a recoger una nueva carga, no acuda de manera inmediata, o bien baje la cotización del material y agregue, ahora sí, el costo de tener que ir a buscarlo.

Cabe aclarar que no todos los depósitos compran a los cirujas. Algunos trabajan con un tipo de material de alta calidad que éstos no recolectan, como es el caso del papel denominado "blanco" y que no está "en la calle", sino que se compra como "rezago" directamente a las gráficas, editoriales e imprentas.

Los depósitos chicos, que en varias ocasiones se observó eran atendidos por familiares del dueño de un depósito mayor, reciben todo tipo de material cualquiera sea su peso; en cambio, en los más grandes, se observa cierta tendencia a la exclusividad en la compra de un tipo en particular (papeles y cartones o botellas o metales, etcétera) y en volúmenes mayores. Los cirujas venden el material clasificado según su tipo (papel, cartón, aluminio, etc.), y luego en los depósitos se procede a una clasificación más precisa, enfardando el material según los requisitos de la fábrica. Como dijo un depositero:

"Hay clientes (cirujas) que son vagos y no lo van a clasificar, y está el otro que le gusta laburar y se va a ganar un manguito más si lo clasifica, si lo trae bien hecho. Pero acá por lo general se clasifica todo, porque la gente no sabe mucho, el papel acá lo conocés...no sé por qué lo conocés, de los años que tenemos laburando lo conocés, de tocarlo, de verlo. No sé como es, como lo conozco de siempre. Muchas veces lo traen como blanco y adentro del blanco hay continuo. Nosotros sí lo clasificamos porque es una ganancia para nosotros. También es como va variando el precio. Hace un mes atrás 1 kilo de cartón te lo estaban pagando 18 centavos, o 17 una cosa así, ahora te lo están pagando 12 centavos, en fábrica. Entonces hay que buscarle la vuelta para que te dé menos trabajo, explicarle a la gente, mirá, bajó el precio del papel así que van a tener que clasificarlo un poco mejor porque no nos dan a nosotros los números. La fábrica es el que sigue arriba de nosotros. La fábrica no les va a comprar a una camioneta porque hay que clasificarlo. El cartón viene en bolsas, o atado con hilos, y lo que nosotros hacemos es clasificarlo, limpiarlo, sacarle la basura, sacarle los hilos, prepararlo para que esté listo. Ponele, para tal fábrica muchas veces preparamos nosotros la mezcla enfardada, no tienen que mezclar ellos, tanto por ciento de diarios, tanto por ciento de revistas, de blanco, de continuo, según la calidad cambia el porcentaje. Imaginate, si a 100 kilos de planilla le echás 200 de continua vas a tener un papel de mejor calidad que echándole a los 100 de planilla 50 de continua. Se va preparando según la necesidad de la fábrica o del cliente que tengas. Ahora como estamos trabajando, para la planilla blanca es blanca y el color va al cartón, antes en cambio se mezclaba el blanco con el color. Ahora el color lo están echando al cartón.

Si es todo diario es el peor papel que hay y es higiénico porque pasa los 100 grados y no por otra cosa. El papel higiénico es lo más sucio que hay, y es higiénico porque en el monolúcido pasa los 100 grados (sic).

Ellos lo juntan, el que es más vago no lo va a clasificar, va a tener un menor precio, y el que lo clasifica va a tener un mejor precio porque es mejor calidad de papel. Ellos lo juntan en la calle y lo van clasificando en bolsas, en tachos, en lo que sea, y me llaman por teléfono y aparte, después de tantos años ya sabés, por ejemplo ese bolsón pesa 250 kilos. Es a ojo, y por saber lo que pesa el camión…"- (Manuel, hijo menor del dueño de un depósito).

En algunas ocasiones se observó que los depósitos chicos proveían a los recolectores de carritos y hasta de carros y caballos, lo que los obliga a vender con exclusividad a ese depósito y a un precio menor: "Si el tipo te presta el carro y después te dice que ahí hay 50 kilos vos no le podés discutir que hay 70, ¿entendés?" (Carlos, ciruja de Monte Chingolo). La posesión de medios de transporte propios, de máquinas de procesamiento (guillotina, prensa, enfardadora) y la capacidad de los mismos también marca la distancia entre los depósitos chicos y los más grandes. Los depósitos chicos pueden llegar a contar con camionetas que permiten el traslado de 3.000 kg, mientras que los camiones de los grandes quintuplican esa cantidad.

Los depósitos grandes, además de acopiar el material que compran, lo clasifican y generalmente lo prensan en sus propias instalaciones. Un fardo de papeles prensado llega a pesar aproximadamente unos 500 kg. En algunos casos, estos depósitos incluso pueden llegar a contar con una balanza para vehículos, en la que se pesan los materiales que traen en camionetas los depósitos más chicos.

Sólo los depósitos grandes son los que venden el material a las fábricas, mientras que los más chicos entregan a los más grandes. Ello sucede principalmente por dos razones: en primer lugar por una cuestión relativa a la magnitud del volumen que reciben las fábricas, pero también por la capacidad de los depósitos grandes para "aguantar" el plazo en que se hace efectivo el pago10.

Las cadenas de recuperación de materiales reciclables garantizan diferentes umbrales de reproducción social de los actores sociales que en ellas intervienen. Los precios de los materiales determinan indirectamente un nivel de actividad mínimo a partir del cual la recuperación es productiva o rentable, según los objetivos de cada actor de la cadena. Por reducida que sea, si la ganancia puede garantizar el mantenimiento de los medios de trabajo y un excedente para la comida del hogar, el material será objeto de recolección por los cirujas. De esta manera, la recuperación se inicia en las necesidades relacionadas con la supervivencia cotidiana de los recolectores, y va asegurando la reproducción del acopiador y de los intermediarios hasta llegar a la industria. Así, las cadenas de recuperación contribuyen tanto a lógicas de reproducción predominantemente vitales, de supervivencia, como a lógicas de acumulación de grandes grupos empresariales.

En un marco de informalidad y desprotección social, la trama se constituye en una cadena de tutelas y lealtades. La principal tutela es la que ejercen los acopiadores de primera instancia hacia los cirujas, ya que les garantizan el pago diario de dinero en efectivo por los materiales que recuperan, los asisten ante situaciones de accidentes, y en algunos casos, les hacen los carros. Esta transacción puede interpretarse como intercambio de protección del intermediario por la fidelidad en la entrega de la mercadería por parte del ciruja.

Una posición estratégica en la cadena de recuperación la ocupan los acopiadores, sobre todo los de primera instancia, porque ellos son la bisagra entre una economía informal basada sobre tutelas, lealtades y clientelismos, y una economía "formal" basada predominantemente sobre relaciones comerciales potencialmente registrables para los estamentos de control público (Suárez 2001).

Lo que se recolecta
A pesar de su vasta dimensión geográfica y de la existencia de legislaciones que prohíben el cirujeo11, desde hace algunos pocos años resulta difícil transitar por el AMBA, sin advertir la presencia en las calles de personas que se dedican a la recolección informal de cartón, diarios, latas, botellas de vidrio y de plástico, muebles viejos, escombros, etc. Se los puede observar a distintas horas del día conduciendo carros a caballo, empujando a pie changuitos de supermercados, manejando bicicletas que arrastran canastos, en camiones, solos, en grupos, o bien combinando diferentes modalidades.

No existe un registro oficial de recolectores informales, y en muchas ocasiones el propio interés por pasar inadvertidos para evitar denuncias por el incumplimiento de las reglamentaciones, dificulta cualquier intento estadístico que busque calcular su número. Por otra parte, contribuye a la dificultad el hecho de que existe una gran masa de cartoneros y botelleros que se dedican a la actividad en forma discontinua. De todas formas, según los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) llevada a cabo en mayo de 2002 y cuyos resultados fueron recientemente difundidos, se estima que son 10.800 los cartoneros y vendedores ambulantes de la Ciudad de Buenos Aires y 62.000 los del conurbano bonaerense12.

A partir de un censo de acopiadores de los municipios de José C. Paz y Malvinas Argentinas13 realizado en el año 1999, se estimó que habría más de 1.000 hogares en ambos municipios para cuyos miembros el cirujeo constituye la actividad laboral principal, y en la mayoría de los casos, la única fuente de ingresos. Teniendo en cuenta que la población de ambos municipios representa el 4% de la población de la Región Metropolitana, proyectando esa cifra a dicha escala habría cerca de 25.000 hogares (100.000 personas) que estarían viviendo del cirujeo. La recuperación de residuos por parte de los circuitos informales en los municipios mencionados es de 2.000 toneladas mensuales, lo que representa aproximadamente el 25% de lo recolectado por parte de las empresas encargadas de brindar ese servicio.

La Ciudad de Buenos Aires constituye un gran atractivo para los recolectores del conurbano bonaerense ya que permite encontrar una gran cantidad de papeles y cartones de muy buena calidad en una dispersión geográfica reducida. Las formas de ingreso a la ciudad son diferentes. Por ejemplo, más de 400 recolectores ingresan diariamente en el denominado Tren Blanco. Se trata de habitantes de los barrios populares de Independencia y Carcova del municipio de José C. Paz, quienes negociaron con la empresa de trenes su traslado en furgones especiales con un horario establecido de ida y vuelta. De esta manera se logró que los cartoneros sólo viajen en dichos furgones, evitando así la empresa las quejas del resto de los pasajeros molestos con su cada vez más importante presencia y la incomodidad que los carritos generaban en los espacios reducidos de los vagones comunes. Los cartoneros compran su pasaje al mismo precio que la tarifa de ese recorrido en otro horario, encargando de dicha tarea en forma quincenal a un coordinador de cada barrio. De acuerdo con las estimaciones realizadas por los mismos recolectores, el carro a pie que utilizan14 permite transportar una carga máxima de 200 kg. Los otros tipos de carritos a pie (por ejemplo los de supermercado) cargan menos cantidad. El empleo de uno u otro recurso, al determinar la cantidad de carga que es posible recolectar y transportar, marca un límite al desarrollo de la actividad en cada caso. No obstante, pueden darse estrategias combinadas en las que varios recolectores de una misma unidad familiar utilizan distintos carritos pequeños haciendo diferentes itinerarios para luego engrosar uno o dos carritos mayores. La carga se acopia en la propia vivienda para su clasificación y venta a depósitos de esa zona, una o dos veces por semana. Existen recolectores que también ingresan en trenes de otros ramales, pero no se conoce que hayan logrado una coordinación como la descripta más arriba.

Por otra parte, con la ayuda de los estudiantes del último año del colegio de enseñanza media que depende de la Universidad Nacional de Lanús15, se realizó en la semana del 13 al 20 de octubre del 2000 un registro del tránsito de cirujas por el Puente Uriburu que comunica la localidad de Valentín Alsina en la provincia de Buenos Aires, con el barrio de Pompeya en Capital Federal. En promedio, en esa semana ingresaron a la Capital Federal diariamente alrededor de 80 carros a caballo y 10 carritos en bicicleta. Los carros a caballo transportaban generalmente a más de una persona (2,5 en promedio), y en muchos casos pudo observarse la presencia de menores de edad y de algunas pocas mujeres. Este registro volvió a repetirse en noviembre de 2001, observándose ahora un promedio de ingreso diario de 70 carros a caballo y 14 carritos en bicicleta. En esta oportunidad se observaron 17 camionetas con recolectores que llevaban carritos a pie, estrategia que no había sido notada el año anterior. Los cartoneros con carritos a pie que recolectan en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires, en general venden su carga inmediatamente después de haber concluido el recorrido. Se las compra un intermediario o depositero, que es quien trajo a los recolectores en camionetas o camiones desde distintos puntos en el conurbano bonaerense y quien los traslada nuevamente hacia allí, subidos a la cima de los cartones recolectados, al concluir cada jornada.

Considerando sólo estas dos vías de acceso a la ciudad, y sobre la base de lo declarado por los recolectores en relación con la carga promedio de cada tipo de transporte, estimamos que alrededor de 60 toneladas de cartones y papeles estarían siendo diariamente recolectas en Capital Federal y trasladadas para ser vendidas en depósitos del conurbano. Según datos del CEAMSE y del "Estudio de Calidad de los Residuos Sólidos Urbanos de la Ciudad de Buenos Aires" encargado por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Gobierno de la Ciudad, durante 2001 se generaban alrededor de 6.000 toneladas por día de residuos, de los cuales un 24 % correspondía a papeles y cartones (diarios y revistas, papel mezclado, papeles de oficina, cartón, envases, etc). En función de estos datos, las 60 t de papeles y cartones que salen de la ciudad por dichos accesos representan el 4,16 % de los papeles y cartones que se generan como residuos en la ciudad. Este porcentaje se incrementaría notablemente si sólo se consideraran el total de los residuos que se generan en los barrios cercanos a las estaciones donde descienden los recolectores del Tren Blanco y a los que se dirigen los que atraviesan el Puente Uriburu, y no la totalidad de la ciudad.

En función de lo dicho por varios cirujas y propietarios de depósitos, el cuadro Nº 1 reconstruye los materiales que más frecuentemente se recolectan en la calle y su cotización en depósito correspondiente a julio 200216:

Cuadro Nº 1

Los materiales se cotizan siempre según su peso, salvo en el caso de las botellas 3/4 de vinos nacionales para las cuales el patrón de medida es la unidad. En agosto del 2000, un cartonero entrevistado manifestó que por un kilo de diarios, revistas o cartón, a él le pagaban 0,07 pesos, retirando el comprador (intermediario) el material de su casa en el Barrio Villa Urquiza de la Ciudad de Buenos Aires. En diciembre, dijo que el precio había descendido a 0,05 pesos.

En noviembre de 2000, un cartonero de Lanús dijo haber vendido el kilo de diarios a 0,14 pesos, pero que en esos momentos los grandes compradores pagaban 0,09 pesos, y los pequeños 0,06 ó 0,07 pesos.

Un gran depósito de General Pacheco pagaba en diciembre 0,05 ó 0,06 pesos el kilo de cartón, pero reconocía haber pagado casi el doble unos meses antes. El precio al que se vende a las fábricas es generalmente superior al doble del que se paga a los recolectores.

Un intermediario entrevistado en noviembre de 2000 dijo estar comprando el kilo de cartón a 0,05 pesos, mientras que lo vendía a 0,12 pesos. Dijo que haciendo cálculos de mínima, en promedio entrega a las fábricas alrededor de 5 toneladas por día. Al cabo de 20 días, y descontando hasta un 50% de costos, obtendría unos 6.000 pesos. Consultado sobre este cálculo dijo que sus ganancias en realidad eran inferiores, pero no precisó el monto. Cabe aclarar que, como ya se mencionó anteriormente, los depósitos grandes cobraban recién después de por lo menos 90 días desde el momento de la entrega, mientras que a sus proveedores debe pagarles inmediatamente.

La dificultad para establecer el valor uniforme se vincula con el hecho de que inciden varios factores. En primer lugar, los materiales reciclables como insumos industriales son commodities y dependen de su cotización internacional. En segundo lugar, están sujetos a la demanda regional de la industria local, que suele establecer cupos de compra dependientes a su vez de sus propias necesidades de producción. Y en tercero, en los recolectores, incide fundamentalmente el tipo de relación que establezcan con los dueños de los depósitos. Si un cartonero tiene con un comprador una relación de varios años y es constante en sus entregas, obtendrá siempre un mejor precio que un vendedor esporádico.

Comentarios finales
Como consideración general, referida a los aspectos históricos, postulamos que gran parte de las políticas de gestión de residuos tuvieron un corte estético y/o sanitario y acompañaron procesos de exclusión social, a la vez que transfirieron beneficios en favor de grandes grupos de la economía privada. En este sentido, reviste interés ahondar en cómo ciertas políticas públicas de gestión de residuos y saneamiento ambiental han sido (y/o son) una manifestación encubierta de políticas de exclusión: prohibición del cirujeo, erradicación de barrios marginales.

A pesar de que las políticas seguidas por los estados para el reaprovechamiento de los desechos son, en general, ecológica y económicamente auspiciosas, no se deberían desestimar que, de ejecutarse, podrían llegar a tener complejas repercusiones en la población que vive (directa e indirectamente) del circuito informal del reciclaje de la basura. Considerar cómo afectará a esta actividad (y a esta población) un cambio en el sistema de recolección vigente y prever estrategias para su reinserción laboral, es una obligación ineludible de los responsables de implementarlas.

Aparecida como actividad ligada con la existencia de un espacio urbano destinado exclusivamente al depósito de la basura (vaciaderos), el número de cartoneros y botelleros se ha venido incrementando a lo largo del tiempo sin atender a las legislaciones que han buscado mermarlo. De hecho, parecerían ser funcionales al sistema debido a que, al actuar antes que las empresas concesionadas, les ahorran a éstas trabajo (cuando el contrato con el municipio es por servicio y no por el peso de lo que se recolecta), y a los municipios recursos, ya que serán menos toneladas las que deban pagar al CEAMSE. Sin embargo, también hay que reconocer que se trata de una actividad que choca con los intereses de las empresas que cobran por el peso de lo que recolectan, como sucede con el servicio que se presta en la Ciudad de Buenos Aires.

Las denuncias por el incumplimiento de las legislaciones referidas tanto a la gestión de los residuos como al tránsito a sangre17, llegan a los principales diarios del país en forma de reclamos, efectuados por automovilistas que ven obstruida su libre circulación y/o por vecinos molestos porque los residuos que habían depositado en sus correspondientes bolsitas fueron desparramados sobre la vereda (La Nación, 15/8/99, 1/06/00, 15/11/00, 25/02/01). Inclusive, el cirujeo fue objeto de una importante crónica (con foto en tapa) en el diario La Nación el domingo 23/5/99, en la que se destaca "que la tracción a sangre ya no es cosa del pasado en pleno corazón de la ciudad de Buenos Aires. Claro que no se trata de elegantes carruajes ni de la reaparición del carrito lechero.

A caballo de la recesión, cada vez más cirujas echan mano de matungos y viejas chatas con ruedas de goma para recorrer las principales avenidas de la ciudad en busca de cartones, botellas, latas, papeles y otros desechos que les permitan sobrevivir...Bien temprano en la mañana o a partir de las 20, los matungos se aprestan a lidiar con colectivos, bocinas y semáforos, conductores que no dejan de maldecirlos... La razón por la que no se hace cumplir la norma [prohibición de tracción a sangre] es que la policía no puede estacionar los carros en las comisarías ni tiene dónde guardar los caballos secuestrados".

Paralelamente, casi un año después, el mismo espacio editorial al que se hizo alusión precedentemente, se titula "Contaminación por falta de prevención" (Clarín 20/09/2000) y en sus líneas se destacan tanto las deficiencias en el manejo de los desechos imperante desde hace más de 20 años, como el reclamo de las autoridades de los municipios del sur del conurbano bonaerense por dar inicio a la industria del reciclaje.

Estas claras manifestaciones a favor del surgimiento de un cambio en la cultura de la gestión de los residuos bien podrían considerarse como la inauguración de un nuevo período (el quinto): el del reciclaje. Conocer qué consecuencias tendrá sobre el actual circuito informal del reciclaje, y en particular sobre quienes lo inician es una tarea que no debería desestimarse.

La manera en que se defina e instale en la agenda pública la cuestión del reciclado de residuos y la actividad de los cirujas, influirá en el perfil que adopten las políticas de gestión de residuos. Una parte del debate actual se centra sobre cómo denominar a las personas que se dedican a la recolección informal y cómo clasificar la actividad misma18. Para las empresas recolectoras de residuos que cobran a los municipios por toneladas el cirujeo representa una competencia "desleal" y lo definen como una "mafia"; el estado local (municipios) lo visualiza a veces como un sector desprotegido y vulnerable, y otras como un actor al que hay que combatir; mientras que algunos actores dedicados a esta tarea se consideran a sí mismos como trabajadores, realzando el carácter productivo de su práctica, otros se consideran desempleados y conciben su actividad como un refugio. Los distintos actores intentan resolver esta problemática de manera funcional a sus intereses: las empresas recolectoras demandan que la fuerza pública estatal cumpla las legislaciones vigentes y controle una actividad que les reduce las dimensiones de su negocio; los recolectores informales reclaman una protección legal y efectiva para su tarea y demandan políticas de promoción laboral y económica; los estados locales, que reducen el costo de la recolección y disposición de los residuos pero deben enfrentar la presión de las empresas recolectoras y de los vecinos que protestan contra el desorden urbano, tratan de controlar el cirujeo a través de distintos medios, como la concentración de la tarea de reciclaje en espacios delimitados o el control/protección clientelar de los recolectores.

Organismos del estado nacional también han comenzado a vincularse con la problemática, como el caso de la Comisión de Erradicación del Trabajo Infantil del Ministerio de Trabajo y el Instituto Nacional de Asociativismo y Empresa Social del Ministerio de Desarrollo Social y Medio Ambiente. También han venido mostrando distinto grado de interés varias ONG's, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y el Banco Mundial.

En las condiciones de vida cotidiana de miles de personas, una política de gestión de los residuos orientada a la formalización y protección social y legal, y/o a la cooperativización de quienes hoy inician el circuito informal del reciclaje impactaría de manera muy diferente que una política de represión de la actividad.

En vísperas de un cambio en la gestión de residuos en la mayoría de los municipios del conurbano bonaerense tendiente a incorporar la actividad del reciclado, todavía es una incógnita saber quiénes serán los protagonistas de ese nuevo sistema: si los grupos concentrados de la economía que hoy recolectan los residuos o los recolectores informales bajos distintos formas organizativas. Esperamos que estos apuntes sean de alguna utilidad para la generación de una política favorable a los históricos iniciadores del circuito del reciclaje: los cirujas.

Julio 2002

Bibliografía
Bernárdez, M. (1899) "La Quema de las basuras", Revista Caras y Caretas, Año II, Nº 16, 21/01.
Bourdieu P. & Wacquant L. (1995), Respuestas por una antropología reflexiva, Grijalbo, México.
Pírez, P. y Gamallo, G. (1994), Basura privada, servicio público, CEAL, Buenos Aires.
Prignano, Angel (1999), "Basura, roñas y otras fetideces", Todo es Historia
Nº 387, Buenos Aires, octubre.
Prignano, Angel (1998), Crónica de la basura porteña, Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, Buenos Aires.
Saraví, Gonzalo (1994), "Detrás de la basura: cirujas. Notas sobre el sector informal urbano", en La informalidad económica. Ensayos de antropología urbana, CEAL, Buenos Aires.
Scenna, Miguel Angel (1974), Cuando murió Buenos Aires. 1871, Ediciones La Bastilla Serie A sangre y fuego.
Suárez, Francisco M. (2001), Actores sociales de la Gestión de Residuos Sólidos de los Municipios de Malvinas Argentinas y José C. Paz. Tesis de Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires. Marzo.
Suárez, Francisco M.(1998), "Que las recojan y arrojen fuera de la ciudad". Historia de la gestión de los residuos sólidos (las basuras) en Buenos Aires, Documento de Trabajo Nº 8, UNGS.

Otras fuentes:
Diarios La Nación y Clarín.
Legislaciones varias citadas en el artículo.

Notas
* Universidad Nacional de Lanús. Becario del CIC
** Universidad Nacional de General Sarmiento
1 Este artículo fue escrito originalmente durante el segundo semestre del año 2001. Revisándolo para su publicación en esta revista a mediados de 2002, muchos aspectos de la realidad que se intenta reflejar han cambiado sustancialmente. La devaluación de la moneda, la inflación y la caída de las importaciones, sumadas a los históricos records en los índices de desempleo y recesión constituyen factores que han transformado muchos aspectos del escenario que aquí se describe. Contemplarlos es una invitación a escribir un nuevo artículo; razón por la cual se ha preferido mantener el planteo original con la salvedad de esta aclaración inicial y el oportuno agregado de algunas notas al pie de página.
2 Deseamos agradecer la ayuda brindada en campo por Juan Benítez, Esteban, Gonzalo Rodríguez, Jorge Frugoni, Carlos Galserán y Pepe Córdoba, entre muchos otros.
3 Proyecto de Investigación N° 33007 "El circuito Informal del Reciclaje de los Residuos. Etnografía del cirujeo en el área metropolitana bonaerense" Universidad Nacional de Lanús.
4 Todavía es una tarea pendiente determinar la génesis del término ciruja. En una crónica de 1899, se mencionaba con la denominación de "cateadores" o "escarbadores" y no como cirujas a las personas encargadas de la primer selección "a la gruesa y sin demora" de la basura que llega a la quema. No recibe una denominación distinta el personal que procede luego a una clasificación más cuidadosa, ni tampoco "las más de tres mil almas que viven de la basura" y habitaban en los contornos de la quema, en el barrio de las ranas o pueblo de las latas (Bernárdez M. "La Quema de las basuras", Revista Caras y Caretas, Año II, N° 16, 21/01/1899). En un Digesto Municipal de 1923, se establece que "En los sitios donde se haga el relleno, la Municipalidad establecerá vigilancia para cortar, en forma absoluta el chiffonage, la separación y selección de cualquier objeto mezclado con los residuos". En las legislaciones consultadas, será recién en un decreto de 1942 donde aparece la denominación. Sin embargo, la letra de un tango compuesto en 1926 por Alfredo Marino se titula "El Ciruja" y dice "Frente a frente dando muestra de coraje los dos guapos se trenzaron en el bajo, y el ciruja que era listo para el tajo, al cafiolo le cobró caro su amor…" Pero ¿por qué el ciruja era listo para el tajo?, ¿utilizaba un instrumento filoso para revolver la basura?, ¿es por ese instrumento más que por la búsqueda de huesos la vinculación con cirujano?, ¿cómo se pasa de chiffonage (palabra hoy completamente en desuso) a cirujeo?.
5 En abril de 1942 la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires intentaba organizar un servicio relacionado con la selección y venta en remate público de los residuos provenientes de la recolección de basuras en su distrito. En el decreto donde este propósito se pone en marcha, se consideraba especialmente que las modificaciones a introducir no perturbaran la situación de los actores que vivían de lo que recuperaban entre la basura y se menciona que "…deberá contemplarse la situación de las numerosas personas que hoy se ocupan de seleccionar y vender residuos, comúnmente conocidas como 'cirujas', quienes tienen en tal actividad su medio común de vida y podrían agravar el problema de la desocupación al quedar sin trabajo". Asimismo, "…se estima como solución más apropiada y socialmente conveniente la de incorporar a los 'cirujas' a la administración, beneficiándolos con las condiciones de trabajo y protección que la Comuna por igual otorga a todos sus servidores" (Decreto del Intendente Municipal del 21/04/1942).
6 El Área Metropolitana establecida abarca la región integrada por los siguientes municipios: Ciudad de Buenos Aires, Vicente López, San Isidro, San Fernando, Tigre, General San Martín, José C. Paz, Malvinas Argentinas, San Miguel, Ezeiza, Tres de Febrero, Morón, Moreno, La Matanza, Merlo, Estaban Echeverría, Almirante Brown, Lomas de Zamora, Quilmes, Avellaneda, Lanús, Florencio Varela, Berazategui, Berisso, Ensenada y La Plata.
7 La implementación de este sistema de gestión todavía vigente y cuya coordinación realiza CEAMSE, implicó la puesta en marcha del método del relleno sanitario, que no contempla el reciclaje. El mecanismo establecido para el tratamiento de la residuos es el siguiente: los municipios del AMBA tienen la obligación de entregar los residuos de su jurisdicción al CEAMSE, que es responsable de la disposición final mediante el sistema de relleno sanitario en terrenos del conurbano habilitados para tal fin. CEAMSE cobra a los municipios y a los particulares por cada tonelada recibida. Asimismo, cada municipio contrata mediante licitaciones, a empresas privadas para la recolección de los residuos (tarea que antes en general y hoy en algunos pocos casos, es desarrollada por las propias administraciones locales). Es decir que los municipios pagan a los concesionarios por el servicio de recolección contratado, y al CEAMSE por recibir los residuos. Es por esta razón que los municipios contrajeron importantes deudas con el CEAMSE y "hacen la vista gorda" ante la presencia de quemas y basurales clandestinos. A su vez, también el CEAMSE privatizó la ejecución, inspección y control de la disposición final de los residuos.
8 Datos obtenidos según la estimación de F. Krakowiak para el año 2000 (UNGS).
9 El recolector no vende este tipo de desechos, sino que los arroja en algún basural clandestino y se gana una propina por el favor. En el conurbano bonaerense es bastante frecuente el despliegue de este tipo de estrategias.
10 Durante la década de los '90, la estabilidad monetaria hacía que ese plazo nunca fuera inferior a los 90 días y en ocasiones superaba los 120 días. Esta situación cambió drásticamente como consecuencia de las transformaciones macroeconómicas ocurridas en la Argentina a partir de diciembre de 2001. En la actualidad todas las transacciones y en todos los niveles de intermediación se realizan al contado o bien en cheques a cobrar inmediatamente, en un plazo no superior a los 15 días.
11 La mencionada ley provincial 9.111 dice en su artículo 11 "...prohíbase en los mismos partidos [los que componen el AMBA] la realización de cualquier tipo de tarea de recuperación de residuos, aun por parte de quienes tengan la adjudicación de la concesión por la recolección de residuos. Tal prohibición comprende también al denominado CIRUJEO, aun en terrenos de propiedad de particulares". Asimismo, en la Ciudad de Buenos Aires, la Ordenanza N8 33.581/977 establece en su Artículo 6 "-Prohíbase la selección, remoción, recolección, venta, transporte, almacenaje, o manipuleo de toda clase de residuos domiciliarios que se encuentren en la vía pública, para su retiro por parte del servicio de recolección..."
12 Esas cifras no permiten identificar con precisión el número de cartoneros, ya que son catalogados junto con más de 20 tipos de vendedores ambulantes no calificados. Fuente Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), EPH, 2002.
13 Informe Asistencia Técnica al Municipio de José C. Paz, realizado por la Universidad Nacional de General Sarmiento.
14 Se trata de una estructura de caños apoyada sobre un eje de dos ruedas de automóvil que sostiene una bolsa de nylon resistente, como las que se utilizan para la comercialización de metros cúbicos de arena.
15 Aprovechamos la oportunidad para agradecer a los alumnos que participaron y al Director del Bachillerato con Orientación en Medio Ambiente Prof. Jorge Montero que lo hizo posible. También al Sr. Arnoldo Locatelli y a las alumnas de Trabajo Social de la UNLa. Karina Nazabal y Vanina de Ruvo.
16 Estos precios son notablemente superiores a los que se registraban antes de diciembre del 2001, registrándose en algunos casos aumentos de hasta el 1.000 %, como en el caso de los papeles y cartones.
17 El tránsito a caballo representa otra situación ilegal debido a que el decreto-ordenanza 12.867/963 prohíbe la circulación de vehículos con tracción a sangre de manera progresiva en distintas arterias del ejido urbano capitalino. Prohibiciones similares rigen en otros municipios del AMBA.
18 Análisis realizado sobre la base de conversaciones con la Lic. Adriana Rofman, que figura en la Ficha del Taller de Desarrollo Local en Areas Metropolitanas (UNGS)

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