Un nuevo informe de la OIT descubre un "mundo lleno de ansiedad e ira"

La seguridad económica mundial en crisis Fuente: OIT / Revista Trabajo

Un nuevo informe de la OIT señala que la seguridad económica promueve el bienestar personal, la felicidad y la tolerancia, además de resultar beneficiosa para el crecimiento y la estabilidad social. Sin embargo, también se advierte que la gran mayoría de la población se encuentra en una situación de inseguridad económica, y plantea dudas respecto a la capacidad de los países ricos para convertir la riqueza en felicidad.

GINEBRA - Por vez primera, en el informe de la OIT se mide la seguridad económica mundial según la perciben los ciudadanos y los trabajadores. Sus conclusiones no son precisamente halagüeñas. Casi tres cuartas partes de los trabajadores viven en países con niveles de seguridad económica bajos, y sólo el 8% en países que ofrecen seguridad económica favorable.

Además, dado que la seguridad económica se encuentra fuera del alcance de la mayoría de los trabajadores del mundo, el informe señala un "mundo lleno de ansiedad e ira". Añade que diversas formas de inseguridad, como la irregularidad de los pagos y el impago de salarios contractuales, así como la aplicación de sistemas de seguridad social más reestructurados y regresivos socavan la situación global.

El informe utilizó una base de datos sobre seguridad socioeconómica mundial completándola con la realización de encuestas pormenorizadas en hogares y lugares de trabajo, en las que se entrevistó a más de 48.000 trabajadores y se visitó 10.000 centros laborales de todo el mundo. Basándose en la medición de indicadores de seguridad económica como la renta, la representación, el empleo y la cualificación, el análisis permitió extraer resultados, en ocasiones, sorprendentes.

El nivel de renta no es el determinante de felicidad nacional de mayor relevancia, según se afirma en el informe. Existe una asociación positiva, pero el incremento de la renta parece ejercer escaso efecto cuando los países ricos se enriquecen aún más. Por el contrario, el factor primordial es la extensión de la seguridad de los ingresos, medida en función de la protección de éstos y de un bajo grado de desigualdad de la renta.

A menudo, las personas realizan trabajos que no se corresponden con sus destrezas y cualificaciones, lo que da lugar a una "frustración vinculada al estatus", se señala en el informe, para añadir que la inseguridad económica favorece la intolerancia, el estrés, el malestar social y, en última instancia, la violencia social.

Por otra parte, el informe señala que los países más ricos del mundo no siempre son los de mayor seguridad económica. Así, ciertos Estados del sur y el sudeste asiático obtienen mejores resultados en este terreno que muchos países más acomodados.

En el informe se apunta, asimismo, a un incremento de la frecuencia y la gravedad de las crisis económicas en el marco de la globalización. Ha aumentado la variabilidad de las tasas de crecimiento económico y problemas individuales, como el desempleo o la enfermedad, son desplazados por conmociones o crisis de mayor amplitud que afectan a comunidades y regiones enteras.

"Este libro, publicado poco después de que apareciera el informe de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, es un aporte al debate sobre cómo podemos lograr una globalización más justa", señala Juan Somavía, Director General de la OIT. "A menos que podamos construir sociedades más equitativas y una economía mundial más inclusiva, sólo unos pocos lograrán alcanzar la seguridad económica y un trabajo decente."

Una visión de conjunto

El estudio examinó los niveles nacionales de seguridad económica, y dividió los países en cuatro grupos: los que marcan la pauta (con buenas políticas, instituciones y resultados), los pragmáticos (con buenos resultados a pesar de políticas e instituciones menos satisfactorias), los convencionales (políticas e instituciones aparentemente buenas, pero con resultados menos favorables) y los países con mucho por hacer (políticas e instituciones débiles o inexistentes, y resultados deficientes).

La conclusión fue que muchos países ricos podrían lograr fácilmente una mayor seguridad económica para sus ciudadanos. El informe muestra que la distribución mundial de la seguridad económica no se corresponde con la de la renta. Por ejemplo, en Asia meridional se concentra en torno al 7% de la renta mundial y, sin embargo, se registra el 14% de la seguridad económica global. Por el contrario, según dice el informe, los países de América Latina proporcionan a sus ciudadanos menos seguridad económica de la que podría preverse al considerar sus niveles de renta relativos.

Ciertamente, la inseguridad influye en las actitudes de las personas, lo que, en ocasiones puede perjudicar lo que entienden por una sociedad decente. Esta circunstancia se refleja en las entrevistas realizadas con 48.000 interlocutores. En un reciente estudio efectuado por Latino barómetro en los países de América Latina, el 76% de los consultados se mostró preocupado por la posibilidad de encontrarse sin trabajo al año siguiente, y una mayoría señaló que no le importaría el establecimiento de un gobierno no democrático si éste pudiera resolver sus problemas de desempleo.

Los países del sur y el sudeste de Asia se encuentran entre los que obtuvieron mejores resultados, con porcentajes de seguridad económica superiores a su proporción de la renta mundial. China e India han experimentado un crecimiento económico superior en el marco de la globalización, así como una caída de la inestabilidad económica. Otros países de la región han registrado tasas de crecimiento inferiores sin un incremento de la inestabilidad económica, a pesar de la crisis asiática de 1997-1998.

África, donde la extensión de la pobreza se ha subestimado, ha adolecido de una inseguridad económica superior a la de cualquier otra región del mundo en los últimos 15 años. El crecimiento económico ha sido más lento e inestable que en otras áreas del planeta, y el 83% de los países africanos encuestados se integró en el grupo de "los que tienen mucho por hacer", lo que alude a la debilidad de sus políticas, instituciones y resultados.

La región donde más ha crecido la inseguridad económica en el pasado decenio ha sido Europa oriental. Los trabajadores y sus familias padecen una inseguridad de ingresos aguda debido al impago de salarios, la pérdida de las prestaciones empresariales y la ausencia de prestaciones públicas dignas. La escasez de oportunidades de trabajo significativas es más grave que lo que puede deducirse de las estadísticas de desempleo oficiales, y la legislación y los compromisos en materia de seguridad social resultan ineficaces.

América Latina, que presenta la distribución de la renta más desigual, ha experimentado crisis económicas más frecuentes y de gravedad creciente. En los últimos años, la región ha asistido a una caída de las tasas de crecimiento, así como a un incremento de la volatilidad de éste, superiores a los de cualquier otra región del mundo, propiciando un acusado aumento de la inseguridad económica.

A pesar de las variaciones regionales, una de las conclusiones fundamentales del estudio es que sólo los países que establecen un conjunto coherente de políticas que refuerzan las siete formas de seguridad en el trabajo obtienen una puntuación elevada en materia de seguridad económica general. Los países con grandes logros en algunos terrenos, pero débiles en otros, no obtienen buenos resultados en general.

El informe muestra que la democracia política y la tendencia al respeto de las libertades civiles elevan de manera significativa la seguridad económica, y que el gasto público en las políticas de seguridad social ejerce igualmente un efecto positivo. Sin embargo, la repercusión del crecimiento económico en la seguridad, si se mide ésta a largo plazo, no es elevada. En otras palabras, un crecimiento rápido no genera necesariamente una mejor seguridad económica, aunque puede propiciar ésta si se acompaña de las políticas sociales adecuadas.

El informe observa, asimismo, que "la seguridad de los ingresos constituye un factor determinante de otras formas de seguridad relacionadas con el empleo (pág. 296), y que la desigualdad de ingresos empeora la seguridad económica en varios sentidos. Según concluye el informe, "el mensaje" es que "es improbable que sociedades sumamente desiguales obtengan logros importantes en materia de seguridad económica o trabajo decente".

El análisis pone de relieve que, durante el reciente período de globalización (desde 1980), ha existido una tendencia al alza en la frecuencia y la gravedad de las crisis económicas, así como un incremento coincidente en el número de catástrofes naturales que afectan a una gran cantidad de personas. Se muestra además que, a excepción de las dos naciones más pobladas (China e India), a escala mundial, y en particular en los países en desarrollo, las tasas de crecimiento económico por habitante han caído, mientras que la variabilidad de las tasas de crecimiento económico ha aumentado, lo que implica una mayor inseguridad económica nacional, contrariamente a las predicciones que suelen realizar los que abogan por una liberalización económica acelerada.

El informe señala que tales tendencias son importantes, ya que muestran que cada vez hay más personas expuestas a riesgos sistémicos, más que a peligros vinculados a eventualidades. Estos últimos se deben a sucesos acaecidos en el ciclo vital individual, como el desempleo o la enfermedad, que se encuentran cubiertos por los sistemas convencionales de seguridad social. Las personas son menos capaces de prepararse para afrontar crisis que afectan a comunidades y regiones enteras.

El informe de la OIT muestra también que, en el caso de los países en desarrollo, el nivel nacional de seguridad económica está inversamente relacionado con el grado de apertura de sus cuentas de capital, lo que significa que a estas naciones les convendría retrasar tal apertura hasta que se alcance el desarrollo institucional y se adopten las políticas sociales necesarias para que sus sociedades puedan soportar las crisis externas. En otras palabras, los países han de posponer la apertura de sus mercados financieros hasta que cuenten con las capacidades institucionales pertinentes para gestionar las fluctuaciones de confianza y afrontar la repercusión de los acontecimientos económicos externos.

Además de servirse de un banco de datos de escala mundial sobre políticas nacionales, el informe utiliza estadísticas de un conjunto de encuestas sobre seguridad de la población llevado a cabo en 15 países, en las que se consultó a 48.000 trabajadores acerca de su labor, las inseguridades que experimentan y su actitud frente a la desigualdad y los aspectos afines de la política social y económica.

Se preguntó a los entrevistados por sus actitudes respecto a diversos aspectos de la inseguridad económica y la desigualdad. En todas las regiones, una mayoría abogó por un mayor apoyo a los económicamente vulnerables, y mostró su deseo de atenuar la desigualdad.

Entre otras conclusiones, figuran las siguientes:
· la mayoría de los trabajadores en las regiones en desarrollo desconoce la existencia de los sindicatos, que en gran parte de los países representan a menos del 10% de las plantillas;
· por término medio, las mujeres suelen experimentar mayor inseguridad que los hombres, y se enfrentan a más tipos de inseguridad;
· la seguridad en el empleo disminuye en casi todas las regiones, debido a la informalización de las actividades económicas, la subcontratación y las reformas normativas (capítulo 6);
· un gran número de personas posee cualificaciones que no emplea en su trabajo;
· la seguridad ocupacional (posesión de un puesto que ofrezca buenas perspectivas de disfrutar de un trabajo satisfactorio y de emprender una carrera profesional) es deficiente en la mayoría de los países, y los datos extraídos de las encuestas sobre seguridad de la población ponen de relieve una insatisfacción generalizada en el empleo (capítulo 9).
Por último, en el análisis se considera una amplia gama de políticas a fin de determinar cuáles ofrecen las mejores perspectivas para proporcionar niveles más elevados de seguridad económica, particularmente en los países en desarrollo. Al objeto de evaluar tales políticas, se propone un enfoque novedoso con arreglo al cual, se valora las que ofrecen las perspectivas más sólidas de reducir la inseguridad económica de los grupos más inseguros de la sociedad, así como de no imponer controles ni de recortar las libertades de los posibles beneficiarios.

El análisis de la OIT concluye que los sistemas de seguridad social convencionales resultan inapropiados para responder a las nuevas formas de riesgo sistémico y a la incertidumbre que caracterizan al sistema económico mundial emergente. En consecuencia, gobiernos y organismos internacionales deben promover sistemas de carácter universal y basados en ciertos derechos que brinden a la población una seguridad económica básica, en lugar de recurrir a modelos selectivos aplicados en función de los recursos de los beneficiarios. Además, han de fomentar nuevas formas de representación, a través de órganos que recojan todos los intereses legítimos de la sociedad. Sin representación y sin una seguridad básica de percibir ingresos, casi todo el mundo tendrá que hacer frente a un futuro de inseguridad económica.

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