Trump en la Casa Blanca

Carlos Heller, Jorge Molinero

 

"Si Trump hace lo que anunció que iba hacer yo creo que va haber convulsiones por todos lados, porque en primer lugar en la región uno tendría que pensar que Estados Unidos va a dar marcha atrás con su política hacia Cuba, que va a poner palos en la rueda en las tratativas de paz de Colombia, que va hacer todo lo posible porque la negociación que hay en curso en Venezuela fracase, digo para decir algunas. Si lleva adelante su promesa de levantar el muro con México me imagino una tensión muy, muy grande de consecuencias también difíciles de estimar".

Radio Del Plata - Caballero de día

Entrevista a Carlos Heller por Roberto Caballero

 

Roberto Caballero: Carlos Heller. ¿Cómo anda usted?

Carlos Heller: ¿Qué tal? ¿Cómo va Roberto? Buen día.

RC: Acá andamos, preocupados por las últimas noticias.

CH: Tenemos para compartir. Si hoy hubiese sido un día normal podríamos estar hablando de los datos de inflación que ayer trascendieron de la inflación acumulada que está llegando al 44% en el año, pese a que nuestros gobernantes dicen que está dominada, entre otras cosas. Pero, creo que no se puede hablar de otra cosa que de los resultados de las elecciones en Estados Unidos ¿no?

RC: Sí, bueno, muy preocupados también porque bueno, cuáles van a ser los efectos directos o indirectos sobre nuestra economía.

CH: Bueno, a ver…si Trump hace lo que anunció que iba hacer yo creo que va haber convulsiones por todos lados, porque en primer lugar en la región uno tendría que pensar que Estados Unidos va a dar marcha atrás con su política hacia Cuba, que va a poner palos en la rueda en las tratativas de paz de Colombia, que va hacer todo lo posible porque la negociación que hay en curso en Venezuela fracase, digo para decir algunas. Si lleva adelante su promesa de levantar el muro con México me imagino una tensión muy, muy grande de consecuencias también difíciles de estimar. Después están todas las medidas proteccionistas que ha anunciado y que le han valido una buena cantidad de votos. Porque, lo que hay que decir, que vos fijate que todos los analistas coinciden que en definitiva Trump gana con el voto anti establismenth, antisistema, es una paradoja porque él es un representante de lo más rancio del establismenth en el sistema, pero logra instalar una figura, una consigna que a todos los trabajadores castigados por los Tratados de Libre Comercio, por las políticas de las multinacionales de llevarse sus plantas a lugares de costos laborales más baratos, generó un enorme descontento, descontento que también se expresaba en la candidatura de Sanders y que indudablemente Hillary Clinton no logró atraer para sí, porque era vista demasiado vinculada al aparato financiero atado a los problemas, a los tratados de libre comercio, todo lo demás. Y si bien después de la interna incorporó en su programa muchísimas de las cosas con las que Sanders hizo esa fenomenal campaña, evidentemente la ciudadanía no le creyó, buena parte de la ciudadanía no le creyó y/o no fue a votar o de bronca votó para el otro lado ¿no? Y como hemos dicho también otras veces Roberto, cuando no está el catalizador adecuado, muchas de estas crisis van para el lado de la xenofobia, de la derechización, del racismo, de todos los problemas que vienen atrás. Y no nos olvidemos de todas las cosas que ha dicho respecto de las minorías ¿no?, de los homosexuales, de los latinos.

RC: De los judíos, de todo habló.

CH: De los judíos. Yo creo quepor eso, me parece que vienen tiempos muy complejos para los Estados Unidos y por su influencia en el mundo para el mundo en general. Qué va a pasar con los mercados, con la política que hasta acá llevó Estados Unidos respecto de las bajas tasas de interés, qué va a pasar con las relaciones con China que es todo una incógnita. Trump ha lanzado una consigna que quería ponerle un arancel del  45% a la entrada de los productos chinos. Por otro lado China, es el principal acreedor de Estados Unidos en cuanto a la tenencia de bonos de deuda de ese país, es decir que hay una cantidad de complejidades que habrá que ir viendo como se van alineando. Ahora, el otro dato a tener en cuenta es que a diferencia de lo que  pasó a Obama, Trump arranca con los cámaras a favor, porque Obama no tuvo nunca esa situación y siempre tuvo el freno del Congreso para llevar adelante alguna de sus políticas. Trump arranca con mayoría en el Senado y mayoría en la Cámara de representantes, es decir que con un amplio margen de maniobra para llevar adelante sus promesas electorales.

RC: Ahora, a ver, pensando cual puede llegar a ser, a ver, si podemos pronosticar el año económico del mundo digamos a partir del triunfo de Trump allá digo. Ya no había hacia la Argentina, y esto vos lo venís diciendo muchas veces, digamos hacia la región inversiones ¿no?, no estaban. ¿Se van a volver más conservadores incluso los inversores a  partir de este triunfo de Trump allí, digo esa es una señal posible?

CH: Debería suceder algo por el estilo porque lo más probable es que haya una política distinta de tasas de interés locales y que eso como pasa casi siempre genere el famoso vuelo hacia la calidad.

RC: ¿Qué es el vuelo hacia la calidad, Carlos?

CH: El vuelo a la calidad es un término que los economistas han acuñado ya hace un tiempo que es cuando hay síntomas de crisis en el mundo todos los inversores van hacia los bonos del Tesoro de Estados Unidos que por ser la potencia que es, su poder bélico y demás es el único que uno tiene la impresión que no le puede pasar nada, que no puede caer digamos. Entonces, se produce una salida masiva. Brasil por ejemplo viene sufriendo una fuerte salida de capitales especulativos que entraron en los últimos años y que probablemente se le va acentuar en este momento. Y esto puede ser un fenómeno global que se dé.

RC: ¿Y cuando vos hablás de la suba de tasas, a qué te referís?

CH: El Tesoro de los Estados Unidos, la Reserva Federal de los Estados Unidos viene manteniendo a la inversa de lo que hace la Argentina una política de tasas casi cero, creo que están en el 0,25 tendiente a alentar el gasto a la actividad económica. Uno debería suponer que la administración republicana va a intentar achicar el déficit fiscal, más que alentar el gasto y la actividad económica. Entonces, dentro de esa concepción uno podría imaginarse que una de las herramientas clásicas es la suba de las tasas de interés, para los bonos del Tesoro de los Estados Unidos.

RC: Pero ahí estaría incumpliendo algo Trump, porque eso paralizaría un poco la actividad económica.

CH: Bueno, pero esperá no, no, tiene que verlas en paquete, porque si efectivamente le ponen un arancel a las importaciones chinas…Vos sabés que yo te invito a qué mires cualquier prenda que tengas que haya venido del exterior, son todas made in China, made in Corea, made in Vietnam, made in, made in…no hay más por ejemplo industria textil norteamericana que era poderosísima. Y lo mismo pasa con línea blanca y con un montón de otras cosas. Entonces, si se le pone fuertes restricciones a las entradas de productos importados puede haber una cuestión de reactivación hacia el interior de los Estados Unidos. Ahora, qué va a pasar con esos equilibrios globales, vuelvo a repetir porque, hasta aquí es como que yo te tomo deuda, pero vos me tenés que seguir comprando y así funcionamos los dos. Y si vos por tu lado me cambiás la regla y decís bueno, no te compro más, el otro dice bueno, entonces no te tomo más deuda y quiero que me pagues la que me debes. Lo estoy haciendo muy sencillo, siempre es mucho más complejo ¿no?, y también seguramente producto de negociaciones. Vos fijate  en estos días creo que hay una reunión de la Organización Mundial del Comercio, de la OCDE, que entre otras cosas tiene que resolver si le da a China el status de economía de mercado. Y eso es un tema que también podría cambiar drásticamente el rol de China en el comercio global. Es decir, que hay que ver muchas cosas. Pero la región creo que va a tener impacto fuertes políticos y económicos. Insisto, políticos porque todos los esfuerzos de resolver viejos conflictos que estaban en marcha y que habían avanzado mucho en los últimos tiempos, si se cumplen las promesas electorales van a tener un retroceso importante, pueden algunas volver el punto de partida. Por ejemplo el caso Cuba para ganarse los votos de los cubanos de Miami dijo que iba a dejar sin efecto todos los tratados que dejó Obama. Es decir, que sería volver a la política anterior, al bloqueo absoluto, a la no relación diplomática, bueno, a dar marcha atrás a todo lo que bastante lentamente se viene haciendo.

RC: Gracias por la claridad de siempre.

CH: Hasta mañana.

RC: Carlos Heller, exclusivo de Caballero de día.

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Lo que hay detrás del Brexit y Trump

Jorge Molinero

 

¿Cuál es el hilo conductor que hay detrás del Brexit y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos? Al margen del sonado error de los encuestadores está la dificultad para el establishment económico, sus representantes políticos de derecha, de centro izquierda y las clases medias de trabajos simbólicos, de entender el estado de ánimo de las clases trabajadoras manuales en los países centrales.

Los errores de los encuestadores encierran parte de la comprensión del tema. La misma metodología de las encuestas (en los países centrales y en nuestro tercer mundo también) termina reflejando una forma de encarar las preferencias de los votantes que no recoge determinados estados de ánimo o pensamientos que se puedan expresar en las limitadas opciones que telefónicamente pulsan los propietarios de líneas fijas consultados. Importa tanto quienes responden las encuestas, como aquellos que no la responden. No han percibido los encuestadores el desvío en el tipo de preferencias políticas de aquellos que no responden respecto de los que sí lo hacen. Menudo trabajo para los que se están equivocando fuerte en los últimos eventos, incluido la consulta por la paz en Colombia. Pero nuestro tema pasa por los resultados en sí, no los pronósticos equivocados, pagados e intencionados o ignorantes del mar de fondo que había detrás.

Nuestra hipótesis es que detrás de estas votaciones, y del avance del populismo de derecha en Europa, hay una reacción de las clases trabajadoras manuales contra los efectos de la globalización y la apertura indiscriminada al movimiento de mercancías y capitales que se ha venido acrecentando desde inicios de los años ochenta del siglo pasado. Ese sector ha sido el más perjudicado por los cambios involucrados. Que la reacción política de las clases trabajadoras manuales no sea la que preveía la derecha del establishment del capital financiero o de las oposiciones social demócratas o el arco de pensadores de izquierda más radical no la hace menos expresión de esas clases. Es sin dudas una incomodidad analítica y emocional para quienes analizamos el fenómeno desde la vereda opuesta al establishment, pero hay que encararlo y tratar de comprenderlo.

Una de las dificultades para comprender los resultados es – más notoriamente en el caso de Estados Unidos pero no ausente en Europa – esa tendencia a borrar las diferencias de clase indicando que “todos somos clase media”, una estupidez de indefinición extrema, que deja arriba a un puñado de superricos y debajo a algo que no se identifica claramente, generalmente extranjeros de colores y creencias diferentes a los bien pensantes. Pero los bien pensantes, de derecha, centro o izquierda, no llegaron a percibir en Gran Bretaña, Europa Continental o Estados Unidos, los cambios negativos graduales en el perfil laboral de sus países a partir del reinado de la globalización neoliberal de los ochenta.

Si a la salida de la Segunda Guerra Mundial el proletariado industrial formaba la fracción más numerosa de las clases asalariadas en los países centrales, el proceso de cambio tecnológico fue reduciendo su número a medida que los aumentos de la productividad lograban producir más y nuevos bienes, más complejos y evolucionados, con menos personal. Pero ese desplazamiento de partes de las clases trabajadoras del sector industrial al sector de servicios aun no se manifestaba en un estancamiento de los salarios porque el sector industrial mantenía el cuasi monopolio de la producción mundial en las ramas más avanzadas y también en las que más trabajadores concentraban. La elevada sindicalización en Europa y en menor pero no despreciable medida en Estados Unidos, garantizaba, durante los años de la guerra fría y el Estado de Bienestar que sirvió de freno político al comunismo, un nivel salarial que crecía con esa productividad y durante algunos años por arriba de ella. Esos años que son recordados por los sectores progresistas como los “treinta dorados años” del Estado de Bienestar, tuvieron como contrapartida la reducción de la tasa de ganancias del capital. Ese costo fue aceptado, a regañadientes, por los sectores más concentrados del capital, como el precio a pagar para alejar a las clases trabajadoras del comunismo de tipo soviético, tema que los obsesionó al fin del conflicto bélico.   

Pero hubo un momento, luego del aumento de los precios internacionales del petróleo en la década de los setenta, en que el establishment comenzó a ver la posibilidad de cambiar esta distribución progresiva del ingreso que les dejaba a ellos porciones declinantes. Las recetas keynesianas de “cebar la bomba” que tanto habían hecho crecer la producción en Estados Unidos y el resto de los países centrales, dejaron de tener efectos. La inflación, pequeña al inicio, se fue exacerbando al conjuro de la puja redistributiva mediante la cual los sindicatos lograban aumentos algo por arriba de los aumentos de precios. El impresionante aumento del precio del petróleo y esta dinámica de aumentos salariales (entre otras causales) llevó a la “stagflation”, esa mezcla explosiva de estancamiento con elevada inflación.  

Cuando la derecha tuvo claro que una política más conservadora no llevaría a las masas occidentales al temido socialismo de tipo soviético - y aprovechando de las contradicciones de la política keynesiana - retomó el poder político en Gran Bretaña y Estados Unidos. Se da inicio al período neoliberal que fue plegando país tras país, a casi todo el globo. La posterior disolución del campo socialista no hace más que reforzar un proceso ya muy avanzado.  

Este período tiene dos caras diferentes. Por un lado, el desarrollo industrial de los países asiáticos, en especial China, que con sus bajos salarios derrumbaban las murallas chinas de los altos salarios en Europa y Estados Unidos, acelerando la migración de sectores importantes de la industria a esos emergentes. Lo que ganaban los asiáticos en actividad industrial lo perdía el centro, que evolucionaba hacia actividades más capital intensivas o de mayor complejidad tecnológica, pero que se iba resolviendo con cada vez menos obreros industriales. Al momento actual, la clase obrera industrial de los países centrales está algo por arriba del 10 % de la población económicamente activa. No ha subido la desocupación en la proporción de la caída de ocupación obrera porque gran parte de esa masa fue derivando hacia actividades de servicios, algunos de mejor poder adquisitivo que los de obrero industrial, pero muchos más de menores salarios.

Las clases obreras autóctonas, con su alta sindicalización, buenos salarios y buena cobertura social lograba – por acción o contagio – que los salarios de todo el conjunto de las clases asalariadas (obreros manuales industriales y de servicios, empleados de cuello blanco en tareas simbólicas de todo tipo) fuesen elevados. La ruptura de la “cadena de la felicidad” se produce con la apertura comercial que trae el neoliberalismo que permite al obrero asiático competir con los obreros occidentales derivando en cierre de actividades y reubicación de los ex – obreros industriales en tareas en general de menor remuneración y sin cobertura social. Si un obrero automotriz en Detroit perdía su trabajo el que encontraba luego en un supermercado como repositor, o en Mc. Donald como obrero de la alimentación produciendo hamburguesas, le significaba una caída de más del 50 % en sus ingresos, al margen de la inestabilidad de no contar con una defensa sindical como la que le daba la United Automobile Workers. Eso si conseguía trabajo tras emigrar a otra ciudad, porque mantenerse en Detroit era para alimentar el ejercito de desocupados.

Esos millones de trabajadores manuales no industriales, no sindicalizados, mal pagos y con inestabilidad en sus tareas, por períodos cada vez más largos desocupados, son los que – en una medida muy importante -  votaron el Brexit en Gran Bretaña y al vendedor de ilusiones Donald Trump en Estados Unidos.

¿Cómo no lo vieron los analistas y los encuestadores, ni las clases medias más acomodadas, ni los partidos de izquierda en los países centrales? Primero votan por salir de la Unión Europea los británicos, la ex potencia imperialista líder hasta fines de la Segunda Guerra Mundial. Ahora gana el personaje desprolijo, xenófobo, políticamente incorrecto en la potencia superimperialista de Estados Unidos. No es para pasar desapercibido como el caso de Austria o de otros donde la derecha xenófoba avanza. Son los países más importantes de los doscientos últimos años. Los resultados nos están queriendo decir algo.

En cada uno de los casos hay muchos más condimentos que pueden explicar el resultado final. En el caso más reciente de las elecciones en Estados Unidos está la poca credibilidad de la candidata del establishment financiero, Hillary Clinton. Pero los bien pensantes se extrañan que luego de las infinitas barbaridades que dijo e hizo Donald Trump haya ganado. Siempre recordamos su frase de hace algunos meses: “yo puedo salir a la 5ª Avenida en Nueva York, matar un tipo delante de todos, y no perder un solo voto”. Nadie le creía, ni su propio partido, y él ganó solo y contra todos. Es que él no apelaba a la razón, sus argumentaciones eran mucho más simples. Al estilo John Wayne les decía a esos trabajadores actuales que añoraban sus años como obreros sindicalizados de buenos salarios, los propios o los de sus padres, que había que defender el trabajo americano, y para ello se oponían tanto a los trabajadores chinos como a los mexicanos, tanto fuese que produjesen para la maquila en Monterrey, como que cruzasen ilegales a buscar trabajos mal remunerados en Estados Unidos. De allí su oposición a los tratados internacionales como el meneado TPP (Trans Pacific Partnership). Se opone a aquellos que no bien cruzaban la frontera competían con esos blancos de poca instrucción y un pasado más brillante en industrias como la textil o la metalurgia. También lo votaron los obreros industriales actuales para los cuales los planes de globalización productiva de Hillary Clinton y el establishment financiero era una espada de Damocles sobre sus cabezas.

Toda esa mentirosa “clase media baja blanca”, en realidad clase baja de trabajadores manuales industriales con temores de cierre de sus empresas, trabajadores de servicios de baja productividad y salarios, desempleados temporales de larga duración, y todos sus entornos de amigos y parientes, contribuyeron fuertemente para el triunfo de Donald Trump, y los que inclinaron la balanza por el Brexit en Gran Bretaña. Que no hubo solidaridad de clases es evidente, ya que los sectores populares también están integrados por las minorías de color y los hispanos, para hablar de los grupos más numerosos, tal como en Europa está formada también por inmigrantes provenientes de Europa Oriental, África y Medio Oriente.

Los trabajadores nativos manuales y los simbólicos de baja remuneración en ambos casos manifiestan una solidaridad restringida a su propio grupo étnico, religioso y social, reaccionando contra los miembros de su propia clase que provienen de otras latitudes, tienen otras etnias o profesan otras religiones. El “nosotros” y “los otros” se resignifican en fronteras que se trazan dentro de las clases sociales tal como las entendemos en general. En esa guerra de clases el enemigo no son los capitalistas sino los “otros” trabajadores, sean los que producen fuera del país cerrando sus fábricas, o los que vienen a competir por sus trabajos adentro. La única solidaridad internacional de clase efectiva es la de los capitalistas financieros, que no tienen patria y anidan en todas partes, mientras tengan una patria real o adoptiva, la super potencia, que vele por sus intereses colectivos.

 Nosotros en el tercer mundo no tenemos nada que ganar con las diferentes opciones y circunstancias en ambos eventos. Más cercano para nosotros es Estados Unidos que Gran Bretaña, por la importancia de aquellos, y nada hubiese mejorado si hubiese sido elegida la representante del poder financiero, Hillary Clinton. El caso de Donald Trump es el de una caja de Pandora en muchos aspectos, pero no en la política internacional, que no depende realmente de lo que piense el ocupante del Salón Oval en Washington, sino de los intereses imperiales a los cuales sólo puede añadirles un toque personal, en un muy pero muy estrecho margen de opciones posibles. Lo que finalmente haga Trump en el gobierno es otro tema, que queda fuera de nuestro análisis. Solamente queremos enfatizar el apoyo que buscó en las clases populares blancas para lograr su victoria electoral, cuando ese importante sector social no tiene una representación política independiente y propia.

Son tiempos difíciles por las contradicciones que el capital financiero genera en su incontrolada expansión, tanto para los trabajadores en los países centrales, como para el conjunto de los sectores populares en el resto del mundo.

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