El discreto encanto de los transgenicos

Existe una álgida controversia entre los que defienden la inocuidad de los alimentos transgénicos y los que se oponen tajantemente a su consumo. Argentina mantiene desde la constitución del Estado-Nación un modelo agroexportador que es la mayor fuente de ingreso de dólares que tiene la economía. La extensión de la tierra cultivada equivale a la superficie de Italia y, según el último censo de 2018, los terrenos de siembra abarcan 33 millones de hectáreas. Hoy está posicionada como el tercer productor mundial de cultivos transgénicos, también llamados genéticamente modificados (GM), después de Estados Unidos y Brasil. Estos cultivos se realizan con técnicas de ingeniería genética donde se introduce un gen -que es una porción de ADN responsable de la síntesis de una proteína-. El objetivo es que esa proteína dote a la planta de alguna propiedad para mejorar la calidad y el rendimiento de los cultivos: mayor resistencia a las plagas e infecciones, posibilidad de crecer en climas más hostiles, que tengan más nutrientes o menor necesidad de usar pesticidas, etc.