Utopías realizables: algunas hipótesis de trabajo

¿Es posible formular otra economía política de las nuevas izquierdas en América Latina? ¿Cómo traducir esa economía política en política económica para el desarrollo? ¿Cómo construir, en esta perspectiva, sociedades más democráticas, igualitarias y solidarias? ¿Cuál debe ser la nueva ecuación entre sociedad, mercado y Estado? ¿Hasta dónde han llegado o pueden llegar en la erección de una alternativa las izquierdas cuando se vuelven gobierno?

Estas preguntas van más allá de la realidad inmediata, cercada por las ominosas señales de una crisis global que no cesa; por el contrario, obligan a revisitar el desarrollo histórico y, en particular, los cursos económicos y sociales que ha experimentado Latinoamérica, por lo menos desde que, al calor de otra gran crisis, la que arrancara en 1929, la región tocará un punto de inflexión y buscara cambiar su rumbo hacia la industrialización y la conformación de Estados desarrollistas.

El desafío

Es extraño que una especie que lleva un millón de años en este planeta, que hace cuarenta mil años inventó el lenguaje y el arte, que hace quince mil ya construía poblados, que hace diez mil en Ecuador y en Mesopotamia cultivaba la tierra para obtener alimentos, que hace nueve mil empujaba ganados por el África, que hace seis mil ya tenía ciudades, que hace cinco mil ya andaba sobre ruedas, que hace cuatro mil quinientos producía seda con los capullos de los gusanos, guardaba reyes en pirámides y sistematizaba alfabetos, que hace cuatro mil años ya levantaba imperios, todavía tenga que preguntarse cada día cómo educar a la siguiente generación.

Casi todas las culturas anteriores supieron transmitir sus costumbres y sus destrezas, porque sus filosofías y religiones siempre creyeron en el futuro; pero en nuestro tiempo cunde por el planeta una suerte de carnaval del presente puro que menosprecia el pasado y desconfía del porvenir.Tal vez por eso nos atrae más la información que el conocimiento, más el conocimiento que la sabiduría. Los medios se alimentan de esa curiosa fiebre de actualidad que hace que los diarios sólo sean importantes si llevan la fecha de hoy, que los acontecimientos históricos sólo atraigan la atención mientras están ocurriendo: después se arrojan al olvido y tienen que llegar otras novedades a saciar nuestra curiosidad, a conmovernos con su belleza o con su horror.

Nuevas fronteras del sentirse joven

En las sociedades premodernas, el paso de la niñez a la adultez constituía un tránsito breve o incluso instantáneo, marcado por “ritos de paso” cuya violencia ofendería la conciencia del más multiculturalista de los antropólogos: los algonquinos, en el norte de EE.UU., tienen la costumbre de suministrar a los niños una droga alucinógena potentísima que les provoca amnesia e hipotermia y que tiene como objetivo borrar los recuerdos de la etapa anterior. Al cumplir ocho años, los vanuatu, en el Pacífico Sur, deben demostrar su masculinidad saltando de una torre de 30 metros de altura con una cuerda atada a los tobillos, como un bungee jumping pero desnudos y hasta que la cabeza roce el suelo. Los ogiek, en Kenia, son circuncidados cuando cumplen 13 años y luego abandonados en la selva, donde deben permanecer durante un mes viviendo entre los animales.

Los peligros del mundo y las ciencias prohibidas

No hay duda que vivimos en un mundo injusto y peligroso. La “opción racional” que orienta a las ciencias sociales hegemónicas se está convirtiendo, paradójicamente, en opción irracional. El “control de riesgos” nos está llevando a riesgos descontrolados. Modelos y formalizaciones muestran aquí y allá signos entrópicos amenazadores. Las falsas “leyes del mercado libre que por sí sólo se reequilibra”, y cuyas políticas siempre han derivado en graves crisis, nuevamente se ven “disconfirmadas”, y quienes anunciaron que pronto habría de superase la crisis que nos abruma, a poco se vieron obligados a reconocer que la actual crisis es más grave de lo que pensaron y de mayor duración.

La disminución de riesgos y la optimización de utilidades de las mega-empresas y complejos hegemónicos parecen asociarse a la maximización de riesgos y de pérdidas en “el conjunto” de que forman parte. Que esa asociación, correlación o coincidencia muestran una relación de causa a efecto es algo que no puede descartarse. Y sin embargo la relación de causa a efecto entre los intereses y valores de las grandes corporaciones y los graves peligros y problemas del mundo es generalmente descalificada por el pensar científico, y relegada al mundo de la negación o rechazo, que Freud descubrió entre las características del inconsciente, y que también parece darse en el inconsciente de las colectividades científicas y de los complejos militares-empresariales-y-políticos, todos ciegos ante las causas de los peligros del mundo y sordos ante las tragedias humanas, a que se refieren como si fuesen fenómenos naturales en cuya solución están haciendo todo lo que se puede y en que dan por entendido que no se puede hacer más.