Rusia ha logrado defender su dignidad en materia de gas

El año saliente puede considerarse el año más abundante en acontecimientos en todo el período de postreforma en lo que se refiere a la política energética de Rusia. Moscú ha obligado a todos a confiar, primero, en que el largo período de subvenciones a países vecinos en materia del gas va a ser cosa del pasado. Segundo, ha convencido al mundo entero de que sus intenciones de defender las posiciones de la industria energética nacional en el ámbito internacional son de lo más serias. Autor: [b][color=336600]Nina Kulikova[/b][/color] [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] .Formación de la política económica y élites petrolero-gasistas en Rusia .El gas ruso y la continuación de la Guerra Fría por otros medios .La futura bolsa de petróleo iraní[/size]

Cuando por primera vez el consorcio energético Gazprom anunció su propósito de cooperar con todos los socios, incluidos los miembros de la CEI, ateniéndose a los precios de mercado, pocos eran quienes podían imaginarse cómo era posible y adónde podía llevar. Pero ya los primeros días de enero mostraron que el Gazprom se proponía resolver el problema del tránsito de modo muy estricto. A lo largo de todo el año 2005 Ucrania hizo oídos de mercader a las propuestas hechas por el monopolista ruso de entablar negociaciones sobre el precio del gas y su posterior aumento. Llegó 2006 sin que se hubiera llegado a un acuerdo, y los suministros de gas cesaron por algún tiempo. Entonces Kíev comenzó a robar gas ruso destinado a la exportación a la Unión Europea, lo que provocó una tempestad de indignación en Europa Occidental.
El argumento básico que Rusia alegaba consistía en que la adopción de los precios de mercado en el comercio de gas dentro de la CEI, por más dolorosa que fuera, contribuiría a la larga al aumento del poder competitivo de las economías y empresas concretas en estos países. Además, tal como destacaba especialmente Moscú, los socios europeos exhortaban reiteradamente a asegurar las condiciones de igualdad en la competición en materia del gas.
Pero si alguien en Rusia esperaba apoyo por parte de Occidente en esta situación, se llevó un gran chasco porque la Unión Europea no presentó la mayor parte de las reclamaciones a Kíev sino a Moscú por haberse interrumpido los suministros. La prensa occidental empezó a machacar la tesis de que Rusia "no merecía confianza" como suministrador de hidrocarburos. Todas las razones que las autoridades de Rusia aducían acerca de que Rusia nunca, ni siquiera en los años de "guerra fría" incumplía sus obligaciones en materia de la energía, se ahogaron en el torrente de las acusaciones de "chantaje del gas" a que el Kremlin recurría a fin de minar las bases económicas de las repúblicas vecinas que salieron de la zona de su influencia. Más tarde, cuando negociaciones análogas se entablaron con otros países de la CEI, empezó a esgrimirse ya activamente el término "arma energética" que Rusia supuestamente aplica para intensificar el "bloqueo energético" impuesto a Ucrania y Georgia.
Esta interpretación tan subjetiva y unilateral que Occidente da a la complicada situación formada en el mercado del gas significa, por cierto, una cosa bien determinada: en esta esfera la Unión Europea tiene sus intereses que defiende enérgicamente. La preocupación por la creciente dependencia energética respecto a un suministrador "poco fiable" sirvió para Europa de motivo para anunciar una vez más la necesidad de diversificar fuentes de suministros y exigir una vez más que Moscú ratificara la Carta de la Energía y firmara el Protocolo de Tránsito a la Carta de la Energía. Rusia, en cambio, convencida de que el Protocolo de Tránsito en la forma en que está no responde a sus intereses, porque ese protocolo supone, entre otras cosas, un acceso libre a los gasoductos rusos para los reductores de gas independientes, insiste en que sea mejorado.
En todo el año el asunto no se ha movido del punto muerto. Total, en noviembre pasado, en la cumbre ordinaria Rusia - UE por esta causa quedó bloqueada la toma de la decisión sobre el nuevo acuerdo sobre la cooperación. Es de señalar que el acuerdo viejo que se vence en 2007 ha quedado obsoleto en muchos aspectos y ya no refleja el nivel actual de desarrollo de las relaciones bilaterales. De manera que la Unión Europea se negó de hecho a sentar las bases para una cooperación futura hasta que Rusia no cediera en el campo de la energía. Poco cambia el hecho de que formalmente ese ultimátum no partía de toda la Unión Europea sino de Varsovia.
Sin embargo, sin perjuicio de la postura que Occidente sostiene, durante el año saliente la actividad de Rusia en el mercado energético se manifestó en muchos aspectos. Primero, el proceso de adopción de los precios de gas para los países de la CEI tomó un carácter irreversible. Si bien discusiones difíciles con Georgia y Bielorrusia prosiguen, es de esperar que todas las negociaciones concluyan hacia finales del año que viene. En comparación con la situación que presenciábamos en enero de 2006, el Gazprom logró encauzar el diálogo con sus socios por un camino constructivo.

La primavera pasada despertó un serio descontento de Occidente el convenio sobre la cooperación futura en materia de la extracción de gas suscrito entre el Gazprom y la empresa argelina Sonatrach. La intención de Rusia de participar en la construcción de un gasoducto desde Irán a Pakistán y la India provocó un profundo temor de que esta aproximación mutua entre Moscú y Teherán pudiera tener por resultado la creación de una especie de OPEP del gas para poder imponer sus precios en el mercado del gas y ejercer influencia política en los países de Europa. Dado que Irán ocupa el segundo lugar en el mundo después de Rusia en las reservas de gas, y Argelia es un importante suministrador de gas a la Unión Europea, esta preocupación de Europa resulta bien lógica.

En cuanto a la política de Rusia hacia el mercado energético interno, a este respecto resulta más característica la declaración hecha por el Gazprom acerca de que el yacimiento de Stockman no va a beneficiarse a base de un acuerdo sobre el reparto del producto. Teniendo en cuenta la obvia insatisfacción que las autoridades de Rusia muestran con respecto a otros acuerdos sobre el reparto del producto, así como las negociaciones sobre la participación del Gazprom en el proyecto de "Sakhalín-2", presenciamos un firme propósito del Kremlin de fortalecer su control sobre las reservas de gas propias, a lo que Occidente reaccionó enérgicamente lanzando críticas duras. Expertos y medios de comunicación retomaron el tema del "retorno de Rusia al totalitarismo", "la nacionalización de su economía" y "la imposición energética del Kremlin".

La concepción de la seguridad energética que Moscú propone puso de manifiesto una de las contradicciones más graves que en nuestra época aqueja al mercado energético mundial: desbalance de los intereses entre los suministradores y consumidores de recursos energéticos. En opinión de Moscú, un sistema estable de seguridad energética en el mundo debe considerar sus intereses en igual medida.

Hasta ahora el sistema energético mundial tenía como base esencialmente los intereses de un grupo de países: los países industrializados que además, son los mayores consumidores. Occidente se ha acostumbrado a que las mayores empresas gasopetroleras de los países pertenecientes al G8 controlen la extracción y transportación de hidrocarburos, determinando en muchos aspectos toda la estrategia del desarrollo de los mercados energéticos, aunque los principales centros de extracción de hidrocarburos se encuentran en los países en desarrollo. Pero las propias posibilidades de producción de hidrocarburos en Europa se están agotando, siendo imposible afirmar que las mayores provincias mundiales productoras de hidrocarburos - Cercano Oriente, los países productores de petróleo y gas en América Latina, Rusia y el Asia Central - se encuentren bajo el control de las empresas transnacionales. La inestabilidad política en el Cercano Oriente, las declaraciones que las autoridades de Bolivia y Venezuela hacen sobre nuevas medidas de control de las actividades de las empresas energéticas y las enérgicas actividades de Rusia en materia de la construcción de nuevos ductos y la conquista de nuevos mercados, muestran que la correlación de fuerzas en el campo de energía global va cambiando.

Por eso, cuanto más activa se hace la política energética de Rusia más fuertes son las presiones a que ella se somete por parte de Occidente: presiones tanto económicas como políticas. Occidente pone peros a todas las acciones que Rusia emprende en el ámbito energético, y todo el diálogo en esta materia se reduce de hecho a la lucha por el control de las fuentes de suministros y formas de su transporte. Es aquí donde tiene que buscarse la causa de todos los conflictos en materia del gas.

Dada la obvia interdependencia de Rusia y la Unión Europea en asuntos de energía sería lo más lógico aunar los esfuerzos de las partes para dar solución a los problemas comunes. Pero en 2006 Rusia y Occidente no logran llegar a la comprensión común de lo que es seguridad energética.

Fuente: RIA Novosti
Imagen: Flickr.com

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