30 años después
Hace unos años, recordando el regreso de la democracia en 1983, reviví la inmersión en la multitud que aquel 10 de diciembre fue a saludar la asunción de Raúl Alfonsín en la Plaza de Mayo. 1983 fue un año inédito en la inmersión en multitudes. La primavera democrática reinstaló los cuerpos en las calles. Nunca más hubo cierres de campaña como los de aquel año, con millones de personas atestando la 9 de Julio, ni una asunción tan celebrada por ganadores y perdedores. ¿Qué sabíamos de la democracia? Muchos, apenas, que no era la dictadura. Eso alcanzaba para escupir tantas almas al espacio público, durante tantos años vedado y tutelado.
Diez años otra Argentina
El kirchnerismo anunció el final de la transición que comenzó Raúl Alfonsín. Son las dos puntas del camino. Es al mismo tiempo el final de ese tránsito y el comienzo de un nuevo ciclo. No hay un camino de vuelta a un modelo de apariencia democrática como el que aparecía en forma intermitente, entre los gobiernos militares del siglo pasado. Es un nuevo esquema, con nuevos paradigmas y diferentes reglas de juego.
En el siglo XX las democracias eran esencialmente inestables. Y esa fragilidad respondía a que además de las instituciones formales había una trama de poder de hecho, un bloque fuertemente consolidado, que gobernaba al mismo tiempo que el esquema institucional. Era una sociedad con dos esquemas de gobierno simultáneos.