Un grito poderoso por Iván y Ezequiel

 

El puesto de la Prefectura estaba completamente vacío. Los hilos de las banderas de la Garganta Poderosa se aferraban a su contorno. Gendarmes y federales custodiaban los alrededores de la Villa Zavaleta. Desviaban autos. Marcaban el control social con su presencia entre las callecitas barrosas en una cotidianidad en la que, a su alrededor, mostraba madres con cochecitos, nenes y nenas correteando, puestitos de venta de tortilla. Ezequiel e Iván, de 15 y 18, eran el símbolo sobreviviente de otros ezequieles e ivanes que no lograron contar su historia. Que fueron arrojados a la podredumbre de las aguas del riachuelo o que fueron desaparecidos para contar oficialmente que habían sido víctimas de un estúpido e imposible “accidente”, como Luciano.