Crecidas: miseria y opulencia - (Primera Parte)

El argentino común —no inundado—, ante las noticias del desastre humano y físico que representa esta onda de crecida del año 1992, tenderá a considerarla como un hecho de la fatalidad.

Este hipotético ciudadano medio quizá no se detenga a pensar que, ademas de la cuota inevitable que todos pagamos por hechos anómalos de esta naturaleza —en este caso precipitaciones de gran magnitud que se presentan con cierta frecuencia—, estamos pagando los intereses de otra deuda interna.

Crecidas: miseria y opulencia

El argentino común -no inundado-, ante las noticias del desastre humano y físico que representa esta onda de crecida del año 1992, tenderá a considerarla como un hecho de la fatalidad.

Este hipotético ciudadano medio quizá no se detenga a pensar que, además de la cuota inevitable que todos pagamos por hechos anómalos de esta naturaleza -en este caso precipitaciones de gran magnitud que se presentan con cierta frecuencia-, estamos pagando los intereses de otra deuda interna. Tal deuda -contraída sin consultarnos y para beneficio de unos pocos-, hace que hoy nos encontremos con: