Políticas y estrategias del desarrollo en América latina y Asia (segunda parte)

Héctor Guillén Romo
Los países latinoamericanos quedaron rezagados con respecto al Asia a partir de 1950 cuando se comenzaron a aplicar de manera sistemática las políticas de sustitución de importaciones aunque con estas se alcanzaron tasas de crecimiento sustanciales. La brecha entre Asia y América latina se amplió fuertemente a partir de los años ochenta cuando los países latinoamericanos se comenzaron a plegar a lo que posteriormente se conocería como las políticas del Consenso de Washington.

El milagro asiático
-contra lo que a menudo se afirmó en su versión vulgar- no resulta de un modelo de mercado libre y apertura externa. En las experiencias asiáticas examinadas, complementando los mecanismos del mercado el Estado estuvo presente planificando, financiando y definiendo las reglas del juego que deben seguir los actores de la industria pesando fuertemente en la economía nacional. Los países asiáticos lograron hermanar una sólida política industrial –aglutinadora de empresarios y gobierno- con una inserción decididamente activista en el comercio internacional.

Las nuevas experiencias asiáticas

La experiencia de la primera o-leada de industrialización en Asia con los cuatro “tigres”, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong, hizo émulos. Estos países que como vimos siguieron una industrialización por sustitución de exportaciones apoyada sobre un proteccionismo estratégico son imitados en materia industrial por otros países, calificados de “tigrecitos”. Estos últimos tratan de sacar partido de las sinergias industriales y de los intercambios comerciales que crea desde el inicio de los años ochenta el fuerte crecimiento económico registrado en Asia. En esta segunda categoría se cita a menudo países como Malasia, Indonesia, Tailandia y Filipinas, a los cuales habría que agregar Vietnam decidido a no quedarse atrás en la carrera a la industrialización. A los “tigres” y a los “tigrecitos” se suman ahora las dos economías continentales China e India que forman parte de las nuevas economías dinámicas de Asia.
Desde 1949, el Estado chino identificado con la dirección del partido comunista emprendió una estrategia de “industrialización por sustitución de importaciones” apoyado sobre una planificación centralizada. El resultado fue la constitución de un aparato industrial bastante complejo pero con un retraso tecnológico considerable que se reflejaba en una débil productividad comparativamente a la imperante en los países desarrollados (Hochraich, 2007). En 1978, China decide emprender una mutación de su modelo de desarrollo combinando el plan centralizado con la liberación de algunos mercados dando origen a lo que se ha denominado el socialismo de mercado.

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