Política monetaria, bancos públicos y flujos de capitales en China

Juan Matías De Lucchi

 

Este trabajo se propone indagar e intentar explicar algunos de los aspectos claves de la política monetaria china resaltando el contexto económico e institucional en el cual se enmarca. Por tal motivo, resulta de suma importancia retomar determinados antecedentes históricos de China y analizar, en lo posible, los determinantes de su extraordinario crecimiento. Asimismo, será necesario analizar las características institucionales de la economía china, particularmente, la de su sistema financiero.

Como ninguna otra economía en el mismo periodo, China ha crecido en promedio poco más de 10 por ciento anual durante los últimos treinta años. Además, previamente a las reformas, ya bajo la planificación centralizada de toda la economía la tasa media de crecimiento en el período 1965-1980 fue 6,8 por ciento (solo superada por los países del este asiático que crecieron en promedio 7,3 por ciento). Por esta razón, la participación del sector industrial en el PIB chino aumentó persistentemente en los últimos 60 años, representando el 10 por ciento en 1952, el 35 por ciento en 1978 y el 48 por ciento en 2006 (Medeiros, 2013).

En la década de 2000, China se transformó en el principal productor y exportador mundial de manufacturas y en un destacado importador, por un lado, de maquinarias y equipamientos de Europa y de los países asiáticos más desarrollados y, por otro lado, de materias primas provenientes de América Latina, África y de los países asiáticos menos desarrollados. Este proceso de trasformación de implicancias globales no solamente ha tenido determinaciones domésticas. Como también se ha observado en otras experiencias asiáticas, el crecimiento chino ha sido parte de un “desarrollo por invitación” de los EEUU en un contexto muy particular (recuérdese que en 1972 se produce en Pekín un encuentro de gran trascendencia pública entre el presidente americano Richard Nixon y el líder chino Mao Tse-Tung). Como sostiene Medeiros (1998), los aumentos de las inversiones norteamericanas en China y de las importaciones norteamericanas de origen chino estaban orientados, por un lado, a profundizar el aislamiento de la ex Unión Soviética y, por otro lado, a contener el déficit comercial norteamericano con Japón y demás “tigres” asiáticos.

 

Documento de Trabajo Nº 61 (CEFID-AR) - septiembre 2014

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