¿Podéis de verdad no ser conscientes?
Pero hay otros: historiadores y matemáticos, editores, estrellas de los medios, psicólogos y médicos de familia, abogados, que no apoyan a Gush Emunim ni a Kadima, profesores y educadores, amantes de la naturaleza y de corear canciones, genios de las altas tecnologías. ¿Dónde estáis? ¿Y vosotros, investigadores del nazismo, del Holocausto, y de los gulags soviéticos? ¿Es posible que todos estéis a favor de las sistemáticas leyes discriminatorias? Leyes que establecen que los árabes de Galilea ni siquiera sean indemnizados por los daños de la guerra en las mismas cantidades que han obtenido sus vecinos judíos (Aryeh Dayan, Ha’aretz, 21 de agosto).
¿Es posible que todos vosotros estéis a favor de una ley racista de ciudadanía que prohíbe a un árabe israelí vivir con su familia en su propia casa? ¿Que estéis apoyando más expropiaciones y la demolición de más huertos para el establecimiento de otro barrio de colonos y otra carretera para uso exclusivo de judíos? ¿Que todos vosotros aprobéis el bombardeo y envío de misiles que asesinan a viejos y jóvenes en la franja de Gaza?
¿Es posible que todos vosotros estéis de acuerdo en que un tercio de Cisjordania (el Valle del Jordán) debería ser zona prohibida para los palestinos? ¿Que todos vosotros estéis al lado de la política israelí que impide a decenas de miles de palestinos que han obtenido una nacionalidad extranjera volver con sus familias a los territorios ocupados?
¿Es posible que realmente os hayan lavado el cerebro con la excusa de la seguridad, utilizada para prohibir a los estudiantes de Gaza que se formen como terapeutas ocupacionales en Belén, o como médicos en Abu Dis, y para impedir a los enfermos de Rafah que reciban tratamiento médico en Ramala? ¿Os resulta sencillo esconderos tras la excusa de “no teníamos ni idea”: no teníamos ni idea de que la discriminación llevada a cabo en la distribución del agua- controlada exclusivamente por Israel- deja a miles de viviendas palestinas sin ella durante los calurosos meses de verano; no teníamos la menor idea de que cuando el ejército israelí bloquea la entrada a las aldeas también impide el acceso a los manantiales ya los depósitos de agua?
Pero no es posible que no veáis las puertas de hierro a lo largo de la carretera 344 en Cisjordania, que bloquean la entrada desde las aldeas palestinas por las que pasa. No es posible que apoyéis que se impida el acceso de miles de campesinos a sus tierras y cultivos; que estéis de acuerdo con la cuarentena en Gaza que impide la entrada de medicinas a los hospitales, que corta el suministro de agua y electricidad a un millón cuatrocientos mil seres humanos, cerrando su única salida al mundo durante meses.
¿Puede ser que no sepáis lo que está sucediendo a 15 minutos de vuestras facultades y oficinas? ¿Es plausible que apoyéis un sistema en el que los soldados israelíes en los puestos de control del corazón de Cisjordania mantienen a decenas de miles de personas esperando todos los días durante horas y horas bajo un sol inclemente, mientras seleccionan quién pasa: a los residentes en Nablus y Tul Karm no se les permite pasar; los que tienen menos de 35 años tienen que volverse a Jenin, incluso a los habitantes de la aldea de Salem no se les permite estar allí; un mujer enferma que se salte la cola aprenderá la lección porque será retenida a propósito durante horas. Pero la página web Machsom Watch es asequible a todos; en ella hay innumerables testimonios parecidos y peores aún, que constituyen una rutina diaria. Pero no es posible que quienes se sienten horrorizados ante cada una de las svásticas pintadas en una tumba judía en Francia o ante cada titular anti-semita en un periódico local español no sepan cómo obtener esta información y no se sientan horrorizados y ultrajados.
Como judíos, todos nosotros disfrutamos de los privilegios que Israel nos proporciona, lo que nos convierte en colaboradores. La cuestión es qué hace cada uno de nosotros para minimizar esa colaboración con un régimen depredador y expoliador que nunca se sacia. Firmar una petición y chasquear la lengua en señal de desaprobación no es suficiente. Israel es una democracia para sus judíos. Nuestras vidas no están en peligro; no estamos encerrados en campos de concentración; nuestro sustento no va a ser dañado y no se nos van a impedir nuestras vacaciones en el campo o en el extranjero. Así que, el peso de la colaboración y la responsabilidad directa son de una enorme gravedad.