En una Argentina sin horizontes, el engaño de creerse de clase media y acostumbrarse a vivir una vida cada día más pobre

Tras la desaparición del Estado de bienestar, en las últimas décadas los argentinos se vieron obligados a cambiar la aspiración tradicional de ascenso social y acumulación económica por la de un consumo cada vez más efímero. El fuerte contraste entre generaciones: los hijos, rezagados respecto de sus padres y a la espera de heredarlos. Sin causas colectivas que seduzcan, los que no se resignan sólo apuestan a irse del país.

Cuáles son los impactos sociales de la infantilización de la pobreza

Los últimos datos del Indec revelan que en la franja de edad de cero a 17 años la pobreza afectó en el primer semestre de este año al 54,9 por ciento de la población. Los números de la indigencia abarcan a 16,8 por ciento de las niñeces argentinas. La Asignación Universal por Hijo es la política más importante en transferencias de ingresos para este sector.

El derecho a una vida feliz

El gobierno insiste con la recordada frase de Carlos Menem: “estamos mal pero vamos bien”. Sin embargo, otra expresión parece reflejar mejor lo que sucede en la actualidad: “vamos mal y estaremos peor”. Así lo indican las tapas de los diarios, con números de una Argentina en crisis.

¿Estalla?

Ni siquiera el gobierno puede negar el deterioro socioeconómico. Tras un 2017 que todavía permitía imaginar alguna recuperación, hoy todas, absolutamente todas las variables se alinean en contra: crecimiento (cayó 6,7 por ciento en junio), desempleo (pasó de 7,2 a fin del año pasado a 9,1 en la última medición), salario real (se estima un deterioro de entre 3 y 10 por ciento este año), actividad industrial (disminuyó 7,5 en junio, profundizando el desplome), inflación (se calcula entre 35 y 40 por ciento hasta fin de año) y pobreza (volvió a aumentar) (1).

17ª Carta al Pueblo de Dios

 

El Evangelio del próximo domingo (Lucas 17,11-19) nos muestra a Jesús aliviando los dolores de un grupo de personas, unos leprosos. En el mundo antiguo los leprosos eran profundamente rechazados; eran tenidos como una especie de “muertos en vida”. Lo que piden a Jesús es “compasión”, que es lo que un doliente pide a aquel que puede remediar su situación, y él la pone en acto liberándolos de aquello que es la causa de su exclusión. Así como lo había hecho el profeta Eliseo Jesús cura a un extranjero leproso con lo que Lucas refuerza la imagen de Jesús como profeta y le reitera que su fe lo ha salvado. La particular cercanía de Jesús a los excluidos de la sociedad nos compromete y desafía. Su actitud movida por la misericordia, la particular militancia en favor de las víctimas, es nuestra guía. La actitud profética de Jesús nos exige una responsabilidad profética para denunciar todo aquello contrario al proyecto de Dios en la historia.