Mercado de trabajo en el período 1998 - 2004: Asalariados y extensión de la jornada de trabajo

Juan M. Graña - Damián Kennedy

Partiendo de la base que la sociedad capitalista es una forma particular de organización de la producción y consumo de los valores de uso necesarios para la reproducción humana, en el presente trabajo se recalca la importancia de la jornada de trabajo como método de maximizar la ganancia En este marco, se propone dar una mirada a la evolución comparada del número absoluto de los asalariados y de la extensión promedio de la jornada de trabajo de estos para el período 1998 - 2004, para así dar cuenta del rol que esta última tuvo en el proceso de recesión (1998 - 2001), caída (2001 - 2002) y recuperación (2002 - 2004) de la economía argentina, distinguiendo al interior del conjunto de los asalariados tanto el carácter precario o protegido del empleo.

I. La cuestión de la jornada de trabajo

La sociedad capitalista es una forma particular de organización de la producción y consumo de los valores de uso necesarios para la reproducción humana. En ella, estos son producidos, en términos generales, en la empresa, donde el asalariado despliega su trabajo valiéndose de los medios de producción provistos por el capitalista y a las órdenes de éste. Así, el valor de cada uno de los productos encierra no sólo el valor necesario para la reposición de los medios de producción desgastados en el proceso, sino que también incluye el valor necesario tanto para la retribución de la fuerza de trabajo como para la apropiación capitalista de la ganancia. De esta forma, el resultado de la actividad económica de un determinado período se expresa en una masa de valor que se distribuirá entre los asalariados y los capitalistas (incluyendo aquí la asignación para la reposición de los medios de producción), esto es, en la denominada distribución funcional del ingreso.

Como es sabido, el objetivo de la producción capitalista es la búsqueda de la máxima ganancia (o, en otros términos, la máxima valorización del capital). Esto implica que el capitalista buscará apropiarse del máximo valor (agregado) posible, de modo que procurará que el salario con el cual retribuye a la fuerza de trabajo represente la menor proporción posible de dicho valor. Para tal fin, el capitalista no tiene más que tres posibilidades (consideradas aquí separadamente): la disminución del salario (sea porque paga la fuerza de trabajo por debajo del valor de su reproducción, sea porque este valor se redujo por el abaratamiento de las mercancías que consumen los asalariados), la intensificación de la jornada de trabajo, y la extensión de esta última.. Resulta evidente que la ampliación de la jornada de trabajo como método de maximizar la ganancia choca con el límite natural que impone la propia resistencia física del obrero. Ahora bien, visto desde la perspectiva de cada capitalista individual, lo más probable es que no tome consideración por esta cuestión, de modo que en el extremo pondría en riesgo la reproducción de la fuerza de trabajo y, en consecuencia, al propio capitalismo. Es por esta razón que el Estado es el encargado, entre otras cosas y con sus particularidades históricas y sociales, de fijar límites legales a la extensión de la jornada con lo cual, a la par de mejorar las condiciones de vida de los obreros, actúa en función de asegurar la reproducción del sistema.

Así y todo, en nuestro país en la década del noventa hemos asistido a un festival legal que permitió a los capitalistas disponer de la fuerza de trabajo en las formas más favorables a sus fines inmediatos. Esto no quiere decir, obviamente, que de la noche a la mañana nos encontramos con cuestiones que antes no existían, pero sí que las mismas comenzaron a multiplicarse a una velocidad inédita, al menos en nuestro país. Obviamente, la extensión de la jornada de trabajo no es ajena a este proceso, pero aquí emerge con una particularidad: la multiplicación de la subocupación como forma de utilización de la fuerza de trabajo, a tono, claro está, con los "permisos" de la ley.

Pero esto no es todo. Además del papel de la extensión de la jornada en la maximización de ganancia, planteado en términos bien generales, la variación de la misma cumple un rol importante en la adecuación a los ciclos económicos propios del capitalismo. En otros términos, cada capitalista procurará adecuar su utilización de fuerza de trabajo a los vaivenes de aquel, lo que será más o menos fácil en función del régimen legal al respecto vigente. En este marco, en el presente artículo nos proponemos dar una mirada a la evolución comparada del número absoluto de los asalariados y de la extensión promedio de la jornada de trabajo de estos para el período 1998 - 2004, para así dar cuenta del rol que esta última tuvo en el proceso de recesión (1998 - 2001), caída (2001 - 2002) y recuperación (2002 - 2004) de la economía argentina, distinguiendo al interior del conjunto de los asalariados3 tanto el carácter precario o protegido del empleo4 ,5 .

II. La evolución de la jornada de trabajo

Como es sabido, una de las expresiones de la evolución del ciclo económico puede hallarse en la dinámica del mercado de trabajo. En principio, es esperable que el ajuste de este último en una fase de crisis tome dos etapas diferenciables y sucesivas: primero, en los inicios de la recesión, comienza a reducirse la duración de la jornada de trabajo, se eliminan turnos y horas extras sin que se despida al trabajador por el costo que lleva implícito esto, tanto en lo que refiere a la indemnización (cuando corresponda) como por la pérdida de un recurso humano con determinados atributos productivos por parte de la empresa. En segundo lugar, con la agudización de la depresión, el ajuste de horas de trabajo no es suficiente para acompañar la caída en la demanda por lo que son los planteles los que se reducen. En términos agregados entonces debería verse una reducción de las horas de trabajo seguida por un ajuste en la cantidad de ocupados.

De igual modo, en la reversión del ciclo, esto es, comienzos de la reactivación, el comportamiento esperable es el de la prolongación de la jornada laboral de los trabajadores que conservaron su ocupación, en el marco de la estrategia general de utilización de la capacidad productiva ociosa, lo que incluye, claro está, a la maquinaria. Esto es así, fundamentalmente, porque resulta económicamente más eficiente la utilización extensiva de los recursos productivos. A su vez, lo anterior se ve profundizado por la inseguridad por parte del capitalista respecto de la duración de la fase de recuperación, de modo que considera arriesgado la contratación de nueva mano de obra (con todos los costos que implica la formación de la misma a las particularidades de la empresa) que eventualmente deberá despedir, con los costos implícitos ya mencionados. Una vez agotada las posibilidades de utilización extensiva de los trabajadores ocupados es cuando debería comenzar a verse, en términos agregados, un aumento más dinámico de volumen absoluto de los asalariados que de las horas trabajadas6 .

I.1 La fase recesiva: 1998 - 2001

Considerando el mercado de trabajo en su conjunto, tal como puede observarse en el Gráfico 1, la recesión última de la Convertibilidad fue afrontada por los capitalistas mediante la reducción de la jornada de trabajo, en tanto que el total de asalariados muestra un leve aumento, lo cual, en principio, se muestra coherente con el comportamiento "teórico" descrito anteriormente. Este comportamiento general oculta trayectorias diversas. Al distinguir al interior del universo en cuestión entre asalariados protegidos y precarios, puede observarse en el Gráfico 2 que este comportamiento esperable es "obra exclusiva" de los precarios, grupo que evidencia un importante aumento relativo de la cantidad de absolutos y, a la vez, una importante baja relativa de la extensión promedio de la jornada de trabajo. Los protegidos, por su parte, muestran una leve caída en ambas variables. En otras palabras, el ajuste del mercado de trabajo ante la recesión se dio por un doble movimiento: el de mayor precarización del empleo (confirmándose así el papel de la precariedad como medio de ajuste del mercado de trabajo) y el de menor duración de la jornada de este tipo de empleo.

Una forma alternativa de observar la cuestión de las horas es la de la evolución de la proporción de asalariados por tramo de horas. Tal como puede verse en el Cuadro 1, para el conjunto de los ocupados el principal ajuste se dio por un aumento de la subocupación a costa de la ocupación normal (entre 35 y 45 horas semanales), más específicamente, por un incremento relativo de los asalariados que trabajan hasta 20 horas semanales y una caída de los que lo hacen entre 36 y 40 horas semanales. Como es de esperar, los asalariados protegidos presentan un comportamiento relativamente más estable, manifestándose una caída en la proporción de asalariados en jornada normal (explicada por el tramo 35 - 40 horas) y un aumento, en partes iguales, de la subocupación (exclusivamente el tramo 21 - 35) y la sobreocupación. Así, el comportamiento general está explicado, en lo fundamental, por los precarios. Entre ellos, se observa una caída de la proporción de asalariados de todos los tramos correspondientes a más de 20 horas semanales, de modo que el trama 1 - 20 horas es el único que incrementa su participación, dándole mayor precisión a lo ya hallado al analizar la evolución del promedio de horas.

I.2 La depresión: 2001 - 2002

Observando el agregado de los asalariados en el Gráfico 1, nuevamente se verifica un comportamiento diferencial de la evolución del total de asalariados y las horas trabajadas. De hecho, mientras que los primeros se desploman (cayendo alrededor de un 10%), las horas continúan con la tendencia que venían mostrando desde el año 2000, todo lo cual se encuentra nuevamente en la línea , según lo comentado anteriormente, de lo esperable. La diferenciación de los asalariados según precariedad (Gráfico 2) muestra que, para el caso de los absolutos la caída se manifiesta en ambos grupos, aunque más fuertemente en los precarios. En cuanto a la duración promedio de la jornada de trabajo, la totalidad de la caída se debe a la fuerte disminución de las horas trabajadas por los precarios, en tanto que la caída de los protegidos es mucho menos pronunciada. En síntesis, el ajuste del mercado de trabajo a la depresión fue, en general, por cantidad, aunque no debe subestimarse el rol de las horas trabajadas en el caso de los precarios.

En lo que respecta a la proporción de asalariados por tramos de horas promedio trabajadas, puede verse en el Cuadro 1 el aumento de la importancia de los tramos que abarcan hasta 40 horas semanales, con particular importancia del tramo de menor cantidad de horas, en tanto que de los tramos de más de 40 horas la principal caída se observa en la sobreocupación. Puede verse que esta "transferencia" del tramo de más de 46 horas al tramo menor es casi exclusiva, y muy importante, para el caso de los precarios, en tanto que los protegidos muestran una mayor estabilidad en los cambios de proporciones.

I.3 La recuperación: 2002 - 2004

Antes que nada, debe recordarse que la información corresponde a las ondas mayo o segundo trimestre, lo que es especialmente importante dado que la recuperación del empleo en 2003 se evidenció particularmente en la segunda parte del año. Aclarado este punto, puede verse en el Gráfico 1 que entre 2002 y 2003 se produce un muy leve aumento de los asalariados, en tanto que el promedio de horas trabajadas se mantiene relativamente constante. Como puede verse, esto se contradice, al menos en principio, con la dinámica esperable en función de lo ya comentado. Por su parte, entre 2003 y 2004 puede observarse el importantísimo crecimiento del número absoluto de asalariados (llegando a un nivel 5% mayor al de 1998), en tanto que las horas trabajadas crecen en menor medida, alcanzando el nivel de 2001, esto es, el resultante del ajuste por horas comentado para el período 1998 - 2001.

Al distinguir entre protegidos y precarios, puede verse que el pequeño incremento de asalariados entre 2002 - 2003 se debe exclusivamente a los precarios, mientras que para el caso de las horas puede verse que la relativa estabilidad de la jornada promedio entre 2002 - 2003 es resultado de una caída en la duración de la jornada de los protegidos y un aumento en similar proporción en la de los precarios. Así, para estos últimos, al comienzo de la recuperación el incremento de las horas promedio trabajadas es más importante que la evolución del número de absolutos, en tanto que los asalariados protegidos muestran un comportamiento similar al evidenciado en la fase recesiva.

Para el período 2003 - 2004, en el cual el mejoramiento de las condiciones del mercado de trabajo resulta innegable, puede observarse en el mismo gráfico que el incremento de los asalariados es explosivo para ambos subconjuntos, aunque algo más importante para el caso de los precarios. En lo que respecta a las horas, puede verse una continuidad del aumento de la jornada de los precarios, y una reversión en la tendencia del empleo protegido.

III. Conclusiones

En este breve artículo intentamos poner de manifiesto algunas características salientes del proceso de ajuste del mercado de trabajo argentino en la última crisis y su posterior salida, devaluación mediante, que a continuación exponemos muy sintéticamente.

Para la fase recesiva (1998 - 2001), encontramos que el ajuste que se explica por una estabilidad del total de asalariados (aunque cayendo los protegidos y aumentando los precarios, esto es, verificándose la continuidad del proceso de precarización del empleo), conjuntamente con la caída en el promedio de horas trabajadas de los asalariados en general, aunque de manera más importante para el caso de los precarios. Para la depresión (2001 - 2002), destacamos que puede observarse el también esperado mayor descenso en los absolutos que en las horas promedio trabajadas. Ahora bien, mientras el primer movimiento se observa en ambos grupos (más en los precarios), la duración de la jornada para los protegidos se mantiene prácticamente en el mismo nivel.

Finalmente, para la recuperación (2002 - 2004), encontramos que para el conjunto de los asalariados se observaba, inicialmente, una relativa estabilidad en ambas variables (creciendo algo los absolutos y cayendo modestamente las horas promedio), mientras que para el subconjunto de los precarios se manifiesta un incremento de ambas, que se presenta mayor en términos de la jornada. El último período (2003 - 2004), ya de plena recuperación, muestra un fuerte crecimiento de ambos grupos de asalariados en ambas variables, aunque más importante para los precarios en el caso de los absolutos y de los protegidos para las horas.

Antes de avanzar sobre las conclusiones, nos interesa destacar la importancia que reviste, para aproximaciones futuras, la profundización del análisis teniendo en cuenta el empleo por rama de actividad, cuestión que aquí, por razones de espacio, dejamos de lado. En particular, interesa este análisis para evaluar cuánto del proceso general encontrado está explicado por las particularidades de las ramas que dinamizaron en estos años la creación de empleo (teniendo en cuenta que no son las mismas que lo hicieron en la década pasada), y cuánto se modifica el panorama si consideramos adicionalmente el servicio doméstico, como un subconjunto especial del conjunto de los asalariados precarios (dado que los asalariados del servicio doméstico son, en su gran mayoría, precarios). De todas formas, cabe destacar que, al menos en principio, la consideración de la evolución de los asalariados precarios descontando el empleo doméstico no modifica, en lo sustancial, las conclusiones que aquí extraemos respecto de los asalariados precarios, sino que, en general, suaviza las tendencias encontradas (Gráfico 3).

De esta manera, observando todo el período en conjunto, con lo que nos enfrentamos, antes que nada, es con una mayor precarización del empleo. De hecho, mientras que en 1998 el 42,4% de los asalariados lo eran en condición de precariedad, dicha proporción asciende en 2004 al 44,6%7 . Este hecho ha sido ya marcado en distintas oportunidades, y no reviste, por tanto, ninguna novedad8 .

Ahora bien, lo que este proceso manifiesta es la subordinación de la fuerza de trabajo a las necesidades del ciclo económico. Si bien esto es así por la propia dinámica de la acumulación, es interesante remarcar el carácter creciente de esa relación, tanto en cuanto al número absoluto de asalariados como con la duración de la jornada de trabajo. Y como pusimos de evidencia, son los asalariados precarios quienes satisfacen plenamente aquel sometimiento. Específicamente en el marco de este artículo, lo que se trató de expresar es que estos no sólo soportan la inestabilidad de la ocupación en sí, sino que también, y de manera muy importante en un marco recesivo o bien de recuperación económica, se encuentran expuestos a modificaciones profundas del tiempo a lo largo del cual ejecutan sus tareas, lo cual, claro está, tiene repercusiones en el salario que perciben.

Dicho de otra forma, de lo que se trata es de la creciente facilidad (flexibilidad) con la cual los capitalistas echan mano a la fuerza de trabajo. A nuestro criterio, de aquí se desprenden tres consideraciones de importancia. En primer lugar, creemos que la precarización del empleo y las consecuentes condiciones de contratación y trabajo que esto significa (asignaciones familiares, duración de la jornada, nivel salarial, etc) se suma de manera trascendente a la desocupación limitando un aspecto fundamental: la reproducción normal de la fuerza de trabajo. Y esto no es sólo esencial en lo que refiere a cuestiones de moral y equidad, sino también en lo que hace al desenvolvimiento de la acumulación de capital, en tanto aquella es un factor fundamental de esta última. Si a las necesidades del capitalista individual estas condiciones no presentan un problema, el Estado, en tanto garante del proceso en su conjunto, debiera detenerse en estas cuestiones. A todo esto debe agregarse, claro está, las perspectivas no muy favorables para la fuerza de trabajo precarias para la etapa de retiro del proceso productivo.

En segundo lugar, pero estrictamente ligado a lo anterior, cabe realizar un breve comentario respecto a la distribución de asalariados por tramos horarios. En particular, puede observarse que alrededor de la tercera parte de los asalariados (algo más entre los protegidos, algo menos entre los precarios) está sobreocupada, esto es, trabaja más de 45 horas a la semana. Esta situación impone la necesidad de estudiar con mayor profundidad las causas de la sobreocupación y evaluar, por tanto, las posibilidades del reestablecimiento general de la jornada normal de trabajo. Obviamente, este aspecto no puede ni debe ser tratado independientemente de la cuestión salarial, más aún teniendo en cuenta que en no pocos casos la mayor duración de la jornada de trabajo representa para el obrero, mal o bien, la posibilidad de lograr un mayor ingreso, en el marco conocido de salarios deteriorados.

Finalmente, creemos que a esta altura parece hasta inútil la continua cesión de condiciones más favorables a los capitalistas para desarrollar su acumulación, habida cuenta de que, como hemos manifestado en otra oportunidad9 , ya desde mediados de siglo la porción que del ingreso total se apropia el capital y lo que se destina a la inversión se disocian claramente (Gráfico 4). Al parecer, no es por el lado de una más fácil utilización de la fuerza de trabajo por donde encontraremos la solución del problema de la acumulación en Argentina; por el contrario, esto sería sólo un factor más que incrementa el superávit de explotación sin el "esperado" reflejo en la ampliación de la capacidad productiva del país. De más está decir que lo expuesto en este artículo no es sino sólo una parte de un proceso de mucho más largo alcance que se remonta, como mínimo, a mediados de la década del setenta donde, rodrigazo y dictadura militar mediante, marcaron un quiebre en el posicionamiento político relativo de la fuerza de trabajo en el proceso de acumulación

NOTAS:

3 En todos los casos se excluyó de este conjunto a los beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar.

4 El carácter protegido o precario del empleo se define, como es habitual, en función de la realización o no (respectivamente) de los correspondientes descuentos jubilatorios.

5 Dado el cambio de metodología en la EPH, originado en el reemplazo de la EPH puntual por la EPH continua, las series que aquí se presentan corresponden al empalme entre una y otra, realizado sobre la base de la información de mayo de 2003 de la EPH puntual y del segundo trimestre de dicho año de la EPH continua. Así, la información correspondiente al período 1998 - 2002 corresponde a la onda mayo de la EPH puntual, mientras que la de 2003 - 2004 al segundo trimestre de la EPH continua.

6 Lo anterior debiera ser tal siempre que los trabajadores que mantuvieron su ocupación durante la depresión no se encuentren trabajando al máximo posible de horas, situación que depende, en términos agregados y en su mayor parte, de la profundidad y extensión en el tiempo de la depresión.

7 Si consideramos al conjunto de los asalariados descontando el servicio doméstico, la proporción de precarios pasa del 36,4% al 38,7%

8 Al respecto, no debe dejar de tenerse en cuenta, para las aproximaciones por rama de actividad propuestas, que, dentro de los asalariados precarios, el servicio doméstico representa en el período bajo estudio entre la cuarta y la quinta parte de los mismos.

9 Lindenboim, J., J. M. Graña y D. Kennedy, "Distribución funcional del ingreso en Argentina. Ayer y hoy", Documento de trabajo N° 4; CEPED, IIE, FCE, UBA, junio de 2005.

Fuente: Revista de Estudios Sobre Cambio Social, año VI. Número17-18. Otoño/Invierno 2005

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