Martínez Heredia, el gran educador

Jorge Testero * (Especial para sitio IADE-RE) | Una semblanza sobre el educador y pensador cubano recientemente fallecido. "Una verdadera trinchera de ideas en defensa de la justicia y del futuro", dice el autor sobre Heredia.

El 12 de junio último falleció en La Habana Fernando Martínez Heredia, uno de los pensadores más lúcidos que ha transitado la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Una trayectoria intelectual ligada íntimamente con la Revolución Cubana.

Fernando contaba 20 años cuando Fidel y el Che arribaban a la capital de Cuba luego de derrotar al ejército de Batista. Ese cruce signó la vida de aquel bisoño militante social, adherente al Movimiento 26 de Julio y por ese cauce  transcurrió toda su existencia. Como universitario, al calor de esos vertiginosos días, puso a disposición del proyecto transformador sus condiciones docentes dedicándose a la formación de cientos de muchachas y muchachos que se sumaron en aluvión a un proceso ávido de cuerpos y cerebros que empujaran hacia el futuro.

Martínez Heredia nació el 21 de enero de 1939 en Yaguajay, antigua provincia de Las Villas, Cuba.

Como profesor de enseñanza posgraduada impartió cursos y conferencias sobre temas sociales en diversas instituciones del país y de otras diecinueve naciones, en las cuales trabajó como profesor o investigador invitado.

Su extensa y exitosa trayectoria como educador revolucionario se inició en esos primeros años del proceso instalado en enero del ´59, al graduarse como profesor de Secundaria Básica del Plan Fidel, impartiendo las asignaturas de ciencias sociales en la escuela Lazo de la Vega. Posteriormente se destacó como profesor de la Universidad de La Habana y  llegó a ser Director del Departamento de Filosofía.

Permanente investigador de la realidad cubana y latinoamericana, participó de los trabajos de análisis sociales de esa Universidad, en los Centros de Estudios sobre Europa Occidental, sobre América y del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades de la Universidad Autónoma de México.

Fue colaborador científico del Programa de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Cuba, miembro de la Cátedra “Ernesto Che Guevara” y del Seminario Problemas del Mundo Actual del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

Trabajó en el Instituto Cubano de Investigación Juan Marinello y allí fue presidente de la cátedra de estudios “Antonio Gramsci”.

Al finalizar la década del 60 participó como miembro del grupo que elaboró el “Plan de universalización de la enseñanza y acceso a la educación superior” siendo parte de los cambios radicales con los que la Revolución generó profundas modificaciones en la educación pública haciendo de ésta una herramienta para el crecimiento ciudadano, particular y colectivo.

Enriqueció de forma extraordinaria con sus criterios, el diálogo educativo que caracterizó sus intervenciones y publicaciones que en el orden de más de 200 artículos y ensayos aparecieron en revistas especializadas en Cuba y otros países.

Sus empeños investigativos alimentaron textos que editó como autor. O los más de diez libros donde colaboró como coautor; entre los últimos están títulos como “Socialismo, liberación y democracia”, “La revolución cubana del ´30” y “El ejercicio de pensar”.

Siempre pensó las ideas que en el curso de su vida fue desarrollando. Entre ellas nos deja las bases para un marxismo con cabeza propia, con una mirada desde lo latinoamericano, reivindicando el pasado indígena y, como mulato, reconociendo la rica herencia africana en su patria. Se esforzó, con delicadeza y tenacidad, en romper el colonialismo presente en lecturas dogmáticas de los pensadores clásicos, el determinismo y otros elementos que conllevan a pensamientos pasivos y autocomplacientes. Nos lega el concepto de transición socialista, él afirma la idea de que la Revolución Cubana era una “Revolución socialista de liberación nacional” y piensa que, en ese marco, se darán los cambios en América latina; nos lega también importantes reflexiones sobre las luchas populares y el papel de la voluntad como decisivo para el cambio histórico. Fue un profundo estudioso de las ideas del Che y siempre se consideró un discípulo del argentino. En el estudio de la historia desde las dominaciones y las revoluciones, recuperó las más olvidadas rebeliones cubanas, la de los años treinta del siglo XX, clave para comprender la del ´59. Nos ayudó a conocer, como hombres de acción y pensamiento, a Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras, a jóvenes héroes como Echeverría o Frank País. Siempre siguiendo, sin sumisión intelectual, al que consideró su guía y amigo: Fidel Castro.

Fundó y dirigió la revista Pensamiento Crítico con 53 números y más de 12 mil páginas desde 1967 hasta su cierre en 1971. Con el final de la revista y del Departamento de Filosofía, siempre consecuente, aprendió a aportar desde otros espacios mientras sostenía la fidelidad al proyecto revolucionario cubano siguiendo con tareas internacionalistas en Nicaragua hasta el reconocimiento con el Premio Casa de las Américas en 1989, asumiendo desde allí tareas intelectuales en la Isla hasta el último día de su vida.

Fue un gran impacto su trato entre los que lo conocimos, tal como él relataba, con una excelente memoria, los datos menos conocidos de las luchas revolucionarias del continente y de sus entrañables compañeros de batallas como lo fueron Manuel Piñeiro “Barbarroja”, Roque Dalton, Carlos Marighella, Míguel Enríquez y tantos otros.

Tuvo una estrecha relación con  la Argentina y fue fundamental sostén de la recordada cátedra libre “Ernesto Che Guevara” que, con la titularidad de los profesores Alberto Pla y Luis Díaz Molano, llevamos adelante la revista América Libre y el Frente Estudiantil Santiago Pampillón, con motivo del 30ª aniversario de la caída del revolucionario, en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. De aquella revista fue un gran colaborador y participó con entusiasmo de todas sus iniciativas generando un verdadero equipo de trabajo con quién fuera su secretaria de redacción Claudia Korol, con la que siguió colaborando en el proyecto de educación popular “Pañuelos en rebeldía”.

Una casual circunstancia me cruzó nuevamente con este maestro, pocos días antes de su desaparición, en la última Feria del Libro de Buenos Aires, la poeta y coordinadora general del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, argentina residente en Cuba, Basilia Papastamatíu nos visitó y trajo en su morral varios libros para presentar en nuestro país. Me pidió que comentara su último título aparecido en vida “En la mitad del camino”, una serie de artículos en los cuales se puede seguir la trayectoria política e intelectual de este pensador, compartí esa mesa con ella y con la escritora y poeta cubana pero residente en Buenos Aires, Nara Mansur. Dado que en mi visita a la Feria de La Habana del año pasado no lo pude ver y sólo tuve un contacto telefónico, vivo ahora ese momento como una despedida a su medida, a través de sus libros.

Su fallecimiento significa una pérdida irremplazable para Cuba. En estos momentos donde nuevamente se cierne sobre ese sufrido pueblo la amenaza de la prepotencia imperial, su claridad, su templanza y su irreductible consecuencia con la Revolución serían una verdadera trinchera de ideas en defensa de la justicia y del futuro. De cualquier manera queda su obra, un conjunto de trabajos profundos absolutamente necesarios para entender nuestra historia y vislumbrar el futuro. Las nuevas generaciones seguramente abrevarán en ella y tomando su ejemplo podrán ejercer un pensamiento crítico sin dogmatismos, pero con el compromiso absoluto de construir una sociedad mejor, lejos de la injusticia capitalista.  

 

* Editor.

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