Los bancos británicos, en el ojo de la tormenta

David Enrich - Sara Schaefer Muñoz
¿Algo huele a podrido en la City de Londres, donde se concentra la industria financiera británica? En las últimas seis semanas, los tres grandes bancos británicos que habían conseguido salir relativamente ilesos de la crisis financiera se han visto inmersos en escándalos, perjudicando la ya enturbiada reputación de la banca británica y socavando los esfuerzos del sector para eludir regulaciones más estrictas.

Barclays PLC fue acusada en junio de manipular la tasa de interés Libor para los préstamos interbancarios, un engranaje clave de las finanzas mundiales, lo que desembocó en la renuncia tanto del presidente de la junta directiva como del presidente ejecutivo. A continuación, el Senado de Estados Unidos atacó a HSBC Holdings PLC por presuntamente facilitar el lavado de dinero por parte de narcotraficantes y terroristas.

El último golpe lo asestó el regulador bancario de Nueva York cuando amenazó con revocar la licencia de Standard Chartered PLC por supuestos delitos de lavado de dinero que involucran a Irán.

Las cosas han llegado a tal extremo que incluso antes de que se conociera la noticia de Standard Chartered, el gobierno británico había iniciado una investigación pública de la cultura bancaria, en la que participa un obispo para aportar una perspectiva moral.

Londres es una de las capitales financieras más importantes del mundo, junto a Nueva York y Hong Kong. Pero hasta hace poco, sus normas eran conocidas por ser bastante relajadas. Esta "regulación liviana", forma parte de una estrategia deliberada para convencer a más instituciones financieras a hacer negocios en la ciudad.

Margaret Cole, que asumió a mediados de 2005 como directora de orden público y crimen financiero de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido (FSA por sus siglas en inglés), argumentó en 2006 que "la filosofía londinense de regulación 'liviana' la ayudó a convertirse en un importante centro para el capital móvil".

Tras el estallido de la crisis financiera, las autoridades emprendieron una campaña contra los delitos de corrupción financiera con una serie de causas contra el uso de información privilegiada y multas por la venta fraudulenta. Sin embargo, el legado de la regulación liviana sigue presente. La mayoría de las supuestas faltas que investigan EE.UU. y otros gobiernos fueron cometidas entre 2005 y 2009, cuando le enfoque estaba en boga.

"Estos escándalos (no) dejan bien parados a las autoridades, quienes se están convirtiendo en un hazmerreír global", opinó Chirantan Barua, analista de Sanford C. Bernstein. Un vocero de la FSA declinó hacer comentarios.

Los bancos estadounidenses, suizos y de otras partes también se han visto involucrados en pesquisas similares. Sin embargo, los escándalos que azotaron a las entidades británicas se han producido en un lapso de tiempo muy corto, dejando a los banqueros británicos en una posición debilitada para restaurar su reputación.

Ejecutivos de la industria reconocen que esta ola de escándalos ha entorpecido sus esfuerzos para combatir la imposición de una regulación más estricta, como una propuesta para aislar las operaciones de inversión bancaria más arriesgadas de la banca minorista y otra que exige que los bancos británicos reserven más capital que sus pares en otras jurisdicciones. "Con estas regulaciones, uno no puede decir que se trata sólo de una manzana podrida", dijo un prominente banquero de inversión.

La seguidilla de escándalos está empezando a alterar, al menos ligeramente, las costumbres centenarias de Londres. Tradicionalmente, los banqueros resolvían sus problemas a puertas cerradas. El mes pasado, el presidente de la junta saliente de Barclays, Marcus Agius, invitó a los presidentes ejecutivos de bancos británicos rivales a participar en una discusión privada sobre lo que la industria podría hacer para abordar sus problemas de reputación, según fuentes cercanas. Pero en una señal de que las cosas están cambiando, algunos de estos ejecutivos declinaron la oferta de Agius, calificando la reunión como una pérdida de tiempo, según una persona al tanto.

Mientras tanto, algunos presidentes ejecutivos están haciendo invocaciones para que la cultura bancaria de Londres cambie.

La reputación de la industria ha alcanzado "nuevos mínimos", dijo el presidente ejecutivo de Royal Bank of Scotland Group PLC, Stephen Hester, cuando la entidad presentó sus resultados la semana pasada. "Nos encontramos en un período de reprimendas", observó.

The Wall Street Journal Americas - 9 de agosto de 2012

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