Lecciones para Latinoamérica de los lazos sino-africanos

Gustavo Ng

China busca afirmarse en las periferias, demonizada por los países centrales de Occidente.

Por poco concreto, el concepto de “Sur Global” puede resultar un tanto inasible. Cuesta, por ejemplo, encajar a China como parte de ese conjunto de algún modo periférico, heredero del Movimiento de Países No Alineados (del cual China nunca fue miembro formal), compuesto por la materia del Tercer Mundo y por los países calificados como “Subdesarrollados” o “en Desarrollo”. ¿Cómo China sería parte de ese Sur Global, en un mundo que una parte desea unipolar y otras multipolar, mientras muchos ven bipolar?

¿Cómo China pertenecería al conjunto de los países subdesarrollados, si es la segunda o, en algunos aspectos, la primera economía del mundo? Y en lo geográfico, ¿cómo China es el Sur, si más del 99% de su territorio (salvo unas islas en el Mar de China Meridional) está en el Hemisferio Norte?

Sin embargo, China se reivindica como parte del Tercer Mundo explicando que su PIB per cápita está muy por detrás de los países desarrollados. Así como tiene una relación estructural con Estados Unidos y se afana en profundizar sus lazos con Europa, Japón, Australia, Nueva Zelanda, también labra una cooperación Sur-Sur, llamando a la multipolarización y la democratización de las relaciones internacionales en un orden internacional más equitativo.

Ha crecido en las últimas décadas avanzando hacia todas las direcciones. Así, ha venido a hacer contacto con el continente africano y con América Latina, periferias que son tesoros de recursos naturales y de sociedades dramáticas.

Tras cinco siglos de brutalidad colonial, África quedó esquilmada en sus bosques, sus ríos envenenados, su economía encadenada a deudas asfixiantes y al saqueo constante de sus riquezas; sus culturas humilladas, sus pueblos desgarrados por fronteras impuestas a sangre y fuego, condenados a morir de hambre o en guerras alimentadas con armas coloniales, sus hijos vendidos como esclavos. A esa realidad sometida a una pesadilla infernal, China le prometió asociarse para cooperar con su desarrollo, respetando a cada país como a un par.

Los modos en que China ha invertido en proyectos de infraestructura, energía, minería y agricultura en África, los problemas que se han presentado, las maneras en que se resuelven, son poco conocidos en América Latina —así como las relaciones de China con América Latina también son ignoradas en África. El centralismo de China —que convive con sus esfuerzos por una comunidad de pares— tanto como la incapacidad de África y de América Latina para comunicarse entre sí, explican esta mutua invisibilización, que obra en favor de la cruzada de las potencias de Occidente para dinamitar la relación con China y en contra de ganar experiencia mutuamente en el trato con el gigante de Asia.

China con África

El volumen de comercio China-África alcanzó casi 300.000 millones de dólares en 2024, marcando un máximo histórico, con un aumento del 12,4 % en los primeros cinco meses de 2025 en comparación con el año anterior.

Entre otras obras y acciones, China ha financiado y construido los ferrocarriles Mombasa-Nairobi (SGR) y Abeba-Djibouti, así como miles de kilómetros de rutas en países como Nigeria, Ruanda, Egipto y Argelia, para facilitar el comercio intraafricano y resultar en una columna vertebral del desarrollo económico. Ha levantado la central hidroeléctrica de Caculo Cabaça en Angola y numerosos parques solares y eólicos; ha erigido edificios que albergan sedes de organizaciones continentales, parlamentos, estadios deportivos y teatros, ha creado Zonas Económicas Especiales como la Eastern Industrial Zone en Etiopía, la Chambishi en Zambia y la Ogun en Nigeria. Ha enviado continuamente equipos de médicos, ha construido hospitales como el Hospital del Centro de Amistad China-Guinea Ecuatorial y donado vacunas COVID-19.

A través del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), iniciado en el 2000, China ha consolidado su posición como el principal socio comercial de África durante 16 años consecutivos. Sin embargo, las posturas de las principales asociaciones africanas respecto a cómo relacionarse con China reflejan matices diversos, que oscilan entre el pragmatismo y el énfasis en la soberanía.

La Unión Africana (UA), que agrupa a los 55 Estados del continente desde su fundación en 2001, lidera la coordinación de las relaciones África-China con una visión estratégica alineada con su Agenda 2063, que busca “un África próspera, pacífica e integrada”. La unión ha manifestado que considera a China un socio clave para financiar proyectos de desarrollo, a través de iniciativas como la Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA). En el reciente Africa CEO Forum 2025, el presidente de Costa de Marfil, Alassane Ouattara, destacó la importancia de acelerar la AfCFTA para procesar localmente materias primas, un objetivo que China dice apoyar con decisiones como la política de aranceles cero para casi todos los países africanos —anunciada en la reunión de FOCAC en Changsha este año.

Sin embargo, la UA busca equilibrar esta relación para evitar una dependencia excesiva. Su ingreso como miembro de pleno derecho en el G20 en 2023 podría dotarla de un mayor peso para negociar con China desde una posición más firme, promoviendo la diversificación de socios como la Unión Europea, Brasil o India.
En tanto, la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS), que reúne a 15 países desde 1975, adopta una postura pragmática hacia China. Nigeria y Ghana han recibido importantes inversiones chinas en rutas, puertos y energía. Sin embargo, la posición de la ECOWAS se ve complicada por las tensiones internas tras la salida de Malí, Burkina Faso y Níger en 2024, que formaron la Alianza de Estados del Sahel (AES). Esta crisis ha debilitado la capacidad de la ECOWAS para articular una postura unificada ante China, con lo que las relaciones están restringiéndose a la bilateralidad.

La Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), que agrupa a 16 países desde 1980, firmó este año un Memorándum de Entendimiento con ALBA-TCP, reafirmando su compromiso con alianzas Sur-Sur, un modelo que también aplica a su relación con China. Sudáfrica, como miembro de BRICS, lidera la cooperación con China dentro de la SADC, fortaleciendo la influencia de Beijing en la región.
La AES, como dijimos formada en 2023 por Malí, Níger y Burkina Faso, surgió como una reacción al neocolonialismo francés y a las sanciones de la ECOWAS, y su discurso de soberanía sintoniza con el principio de no injerencia de China. Los tres países han firmado acuerdos bilaterales con China en minería, energía e infraestructura, de algún modo apostando a China como un aliado antineocolonial.

Uno de los políticos que sobresale en este momento en el escenario de África es el presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré. Su posición, inspirada en el legado panafricanista de Thomas Sankara, refleja tanto una apertura a la inversión china como la exigencia de condiciones que prioricen el desarrollo local y la autonomía. Según AfricVibe News, Traoré ha asegurado acuerdos masivos con China, incluyendo uno de 3,5 mil millones de dólares para proyectos de infraestructura y otro de 20 mil millones de dólares para desarrollo económico y modernización en sectores como transporte, minería y energía.

Por su parte, el medio Eye on Africa ha hablado de un acuerdo negociado por el líder para el suministro de litio burkinés a China, de un suministro de 10 años a cambio de la construcción de un ferrocarril transnacional que utilizaría 80% de mano de obra local, transferencia tecnológica completa y sin incurrir en deudas ni compromisos ocultos. Traoré estaría determinado a que las relaciones con China incluyan capacitación y desarrollo local, permitiendo a Burkina Faso “forjar su propio acero” en lugar de depender de importaciones.

En estas semanas, Kenia está negociando con China convertir un préstamo ferroviario denominado en dólares estadounidenses a yuanes chinos. China es el mayor prestamista bilateral de Kenia, y el país contrajo esta deuda para financiar la construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad valorada en 5.000 millones de dólares, uno de los proyectos de infraestructura más grandes en la historia del país.

Todas las asociaciones han expresado que la relación con China las enfrenta al desafío de equilibrar los beneficios de la cooperación con la necesidad de evitar deudas impagables y garantizar beneficios locales, como empleo y transferencia tecnológica.

Prevenciones

Los ataques a la presencia de China en África son masivos y eficaces desde las usinas de contenido informativo del centro de Occidente. Básicamente se la acusa de préstamos predatorios, explotación de recursos en un modo de neocolonialismo económico y de falta de respeto por la democracia y los derechos humanos.

Se ha denunciado que trabajadores en minas chinas en Zambia estaban sometidos a condiciones laborales precarias y salarios bajos, que el acuerdo Sicomines (2007) permitió a China, a cambio de construir infraestructuras, acceder con demasiada ventaja al cobre y el cobalto y se reportaron contaminaciones ambientales graves y compensaciones inadecuadas a las comunidades afectadas. Que en 2020, el China Exim Bank amenazó con suspender proyectos de infraestructura si Zambia no pagaba sus deudas, lo que llevó a la paralización de obras viales; que el presidente John Magufuli suspendió un acuerdo que otorgaba a China un arrendamiento de 99 años del puerto de Bagamoyo, calificando las condiciones como “explotadoras”.

Funcionarios chinos han señalado que ningún activo estratégico en África ha sido incautado formalmente por impago, mientras remarcaron que la mayoría de los préstamos problemáticos de África son con prestamistas occidentales y multilaterales. Aseguran que los proyectos de China sí crean numerosos puestos de trabajo para los locales (este año el presidente Xi Jinping prometió crear un millón de puestos de trabajo en África) y que sólo llevan expertos chinos cuando es necesario para garantizar la velocidad y la calidad de los proyectos. Del mismo modo, destacan programas de capacitación para trabajadores locales.

Un argumento de peso que China esgrime en su defensa, considerando la historia de la África colonizada bárbaramente, es su inflexibilidad comprobable al aplicar el principio de “no interferencia en los asuntos internos”.

Su baluarte más rotundo es la evidencia tangible: ha construido o está construyendo una gran parte de la infraestructura moderna de África, que son la base necesaria para el desarrollo económico futuro del continente.

Finalmente, expone una tercera razón incontestable: nadie más estaba dispuesto a financiar a África en la misma escala.

Entre los africanos que expresan precauciones está Folashadé Soulé, investigadora beninesa senior en la Universidad de Oxford, cuyo trabajo en el Africa Policy Research Institute (APRI) se centra en analizar cómo las narrativas internacionales moldean las políticas africanas. Evitando los clichés occidentales de la “trampa de la deuda”, argumenta que las relaciones África-China están marcadas por narrativas que tienden a beneficiar a las élites políticas más que a las poblaciones locales. Las narrativas de “cooperación Sur-Sur” promovidas por China serían utilizadas por líderes africanos para consolidar poder.

El especialista en relaciones internacionales sudafricano Makhura Rapanyane advirtió sobre la manera en que potencias extranjeras, incluida China, afectan la soberanía económica del continente.
El escritor y periodista senegalés Boubacar Boris Diop ha expresado escepticismo sobre las intenciones de China en África, particularmente en relación con la explotación de recursos naturales y la falta de reciprocidad en las relaciones económicas. Diop ha señalado que las inversiones chinas a menudo benefician más a China que a los países africanos, citando ejemplos como la extracción de petróleo en Angola y Sudán.

El ugandés William Hatungimana, profesor en el Departamento de Estudios Globales de la Universidad de Oregón, sostiene que los partidos de oposición son más críticos con China debido a su percepción de que los gobernantes usan la inversión china para consolidar su dominio, a menudo a expensas de la transparencia. Ofrece como ejemplo el caso de Namibia, donde la relación entre el partido gobernante SWAPO y China beneficia a las élites pero no aborda las necesidades de la población.

Sheriff Ibrahim, de la Universidad de Abuja, reconoce los beneficios de la inversión china, pero advierte que la relación no es igualitaria.

Paralelos entre África y América Latina

La información sobre los lazos entre África con China puede arrojar algunos elementos para pensar las relaciones entre el gigante asiático y América Latina. Tanto los países de África como de América Latina han sido formateados como colonias periféricas por Europa y Estados Unidos. En los dos casos, el sistema de relación fue la expoliación de riquezas naturales y humanas para la producción industrial en las metrópolis y la conformación de las sociedades africanas y latinoamericanas en mercados de los productos manufacturados. Tal es la matriz que comparten y que en la relación con China es llamada “complementariedad”.

Con algunas diferencias entre sus economías nacionales, en África y en América Latina el producto de la venta de los commodities (minerales críticos, energía, agro) es capturado por sectores que concentran el poder, de modo que los ingresos generados por el comercio con China no favorecen o favorecen escasamente a la sociedad en general.

La creación de valor a partir de la creación de capacidad industrial aparece como una superación del esquema de comercio colonial tanto en América Latina como en África.

Las inversiones de China enfocadas en infraestructura logística para importar los commodities resultan en una distribución más amplia de la riqueza generada por el desarrollo económico. Sin embargo, tal amplitud depende del sistema de distribución de cada país. Tales inversiones pueden no generar desarrollo económico. Por otra parte, las inversiones más orientadas al desarrollo general podrían, dadas ciertas condiciones, representar una mejor plataforma para transformar los beneficios de las relaciones económicas con China en mejores condiciones de su vida de africanos y latinoamericanos.

Un segundo tema desafiante se presenta como la preocupación por que África y América Latina acaben dependiendo de China, lo que generaría un nuevo colonialismo. China parece especialmente atenta a esta aprensión por parte de los africanos, lo que se evidencia en sus propuestas y su prédica de relaciones internacionales horizontales, un orden internacional democrático, sin injerencia de unos países en los asuntos internos de otros, una convivencia pacífica, relaciones que generen beneficios mutuos y demás elementos que estructuran en su invitación a la creación de una Comunidad de Destino Compartido.

Las fuerzas políticas, económicas y culturales en África y América Latina que tienden a mantener un sistema de alguna manera colonial no sólo resisten las relaciones con China, sino que dinamitan las posibilidades de que los países de cada área generen un mecanismo que los agrupe. En este sentido, el FOCAC, con la robusta asistencia de líderes a su última reunión, pareciera mejor perfilado como organismo regional que China-CELAC, asociación que amontona países cuya mayoría se niega rotundamente a tratar con China de manera agrupada.

Mientras parecieran esgrimirse, para las forman que tomarán las relaciones, ciertos vectores estratégicos en África y en América Latina se reducen al espacio bilateral —salvo incipientes intentos de Brasil y muy pocos más—, la iniciativa está del lado de China.

Mientras en África parecieran asomar ciertos vectores estratégicos para las relaciones con China, América Latina se debate entre el alineamiento genuflexo con Estados Unidos, las posiciones excéntricas de Cuba y Venezuela e impulsos de unas relaciones soberanas, con Lula a la cabeza, todo sobre una plataforma poco firme en el tiempo. Frente a esta escena, las decisiones sostenidas, los planes estables y la iniciativa paciente, están del lado de China.

 

Fuente: Tektonikos - Agosto 2025

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