Latinoamérica, el Caribe y sus luchas

Marcelo Colussi, Mario de León


Protestas nacionales, modelos económicos y regímenes políticos en Latinoamérica y el Caribe: la prolongación y el resabio de los viejos problemas heredados.

Parte 1

El ensayo lo hemos dividido en tres partes. En esta primera parte presentamos varios conceptos, elementos y tendencias macroeconómicas, sociohistóricas, sociopolíticas, socio-antropológicas y socioculturales que han estado y están interrelacionadas con las etapas poscoloniales y neocoloniales de las economías, los estados, las sociedades y las culturas de Latinoamérica y el Caribe (LAC).

Tratamos los siguientes temas relacionados a la intención de esta primera parte del ensayo: los efectos e impactos residuales sobre ellas por la implementación del ‘modelo dominante neoliberal de capitalismo global’: el capitalismo y las crisis económicas y algunas repercusiones en Latinoamérica y el Caribe; el capitalismo neoliberal global y una visión inicial de las primeras manifestaciones del descontento y la protesta social en Latinoamérica y el Caribe. Intentamos situarnos en la región LAC, tocando parte de los países a los que se enfoca este ensayo y que aparecen en el siguiente párrafo, con un período de tiempo que abarca desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad.

En la segunda parte, a ser publicada prontamente, hacemos una revisión basada en los diferentes análisis específicos, críticos y comparativos, de opiniones y comentarios escritos o mencionados por académicos, ensayistas y periodistas sobre los siguientes países de LAC: Bolivia, Chile, Colombia, Honduras, Haití y Nicaragua. Se excluyeron otros países del continente porque se consideró que se tiene información más específica de seguimiento, evaluación, análisis y opinión para varios de ellos; y porque se consideró también, que las protestas nacionales y otras manifestaciones de los malestares y descontentos sociales en continente, han ocurrido mayormente en estos países en los últimos dos años hasta estos días.

Se tomó en cuenta también que, en la comunidad internacional, han sorprendido las causas, los factores y los resultados que produjeron y han precipitado los acontecimientos en los países arriba mencionados. Estamos conscientes que, aunque las manifestaciones de descontento, malestar y frustración social vienen de más atrás, y que se han dado y están dando en otros continentes y países alrededor del mundo, para LAC las protestas sociales se han concentrado recientemente en estos países.

En la tercera parte y final a ser publicada también en un breve tiempo, hacemos una revisión comparativa de lo encontrado de información en los medios de comunicación: diarios, revistas, blogs, algunos artículos académicos en papel y en algunas páginas de internet; para describir y argumentar sobre algunas características comunes y homogéneas, otras específicas y heterogéneas relacionadas directa o indirectamente a la historia de la economía política y a la política económica en la historia de las protestas sociales, los modelos económicos y regímenes políticos, actuales o recientes en los países descritos en este ensayo.

El capitalismo y las crisis económicas: algunas repercusiones en Latinoamérica y el Caribe

Empezaremos haciendo una retrospectiva histórica breve sobre el tema partir del siglo pasado utilizando varios recursos bibliográficos, informativos e informáticos. A finales de los años 1940s se empezó a favorecer una decidida liberalización de la economía internacional que tuvo también la formación de nuevos bloques comerciales. Las formaciones iniciales -de lo que posteriormente terminaron siendo grupos de países y zonas de libre comercio subregional, ya avanzado el siglo pasado, como la Unión Europea (1993), el TLCAN en América del Norte (1994) y el Mercosur en Sudamérica (1994)- representaron este proceso de reorganización del orden económico internacional después de la finalización de los acuerdos de Bretton Woods (1944-1971). La ideología neoliberal propició la formación de estas nuevas subregiones de libre comercio, como pasos preliminares para una más amplia integración económica en el mundo.

Durante los años 1970s, el alza del precio de las materias primas (principalmente el petróleo y sus derivados) y la caída del valor dólar provocaron el arribo masivo de divisas a Latinoamérica y el Caribe. Los países de la región discutían entre seguir un modelo de industrialización dirigido desde el Estado o un modelo de mercado. En la década de los 1980s, el menor precio de las materias primas y el alza de las tasas de interés en los países industrializados, generó una fuga de capitales en Latinoamérica, lo que provocó una masiva depreciación de los tipos de cambio en las monedas de la mayor parte de países de la región, aumentando el tipo de interés real de sus deudas, situación agravada por la presencia de burocracias excesivamente grandes o los colapsos industriales provocados por la incapacidad de competir con productos importados de mejor calidad y a precios favorables.

Cuando la economía mundial entró en recesión en los años 1970s al dispararse los precios del petróleo, lo que continuó a principios de los 1980s, los países de Latinoamérica y el Caribe se encontraron en su mayoría en una desesperada crisis de liquidez. Los países exportadores de petróleo, con mucha liquidez y reservas monetarias después de las alzas del precio de los hidrocarburos (1973-1975), invirtieron su dinero en bancos internacionales, que "reciclaron" la mayor parte del capital amasado en forma de préstamos a los gobiernos latinoamericanos y caribeños. Dado que las tasas de interés aumentaron en Estados Unidos y en Europa a finales de la década de los 1970s, los pagos de deudas también aumentaron, por lo que fue más difícil para los países LAC pagar sus deudas contraídas.

Asimismo, a principios de la década de los 1980s, el deterioro del tipo de cambio con el dólar estadounidense significó para los gobiernos latinoamericanos y caribeños que terminaran debiendo enormes cantidades en sus monedas nacionales con tasas cambiarias en dólares, por lo que sus monedas perdieron su poder adquisitivo en forma súbita y repentina. La contracción del comercio mundial a principios de la década de los 1980s impactó en los precios de las materias primas (la mayor exportación de Latinoamérica y el Caribe), las cuales cayeron vertiginosamente. Mientras la peligrosa acumulación de deuda externa se produjo durante varios años, la crisis de la deuda comenzó cuando los mercados internacionales de capitales se dieron cuenta de que Latinoamérica y el Caribe, ya no podrían pagar sus préstamos.

México fue el primer país con una deuda gigantesca que declaró que no podía cumplir con las fechas de vencimiento de los pagos, anunciando unilateralmente una moratoria de 90 días. Solicitó una renegociación de los plazos de pago y nuevos préstamos, con el fin de cumplir sus obligaciones previas. A raíz del incumplimiento de México, los bancos comerciales redujeron significativamente o detuvieron la entrega de nuevos préstamos a Latinoamérica y el Caribe. La gran parte de los préstamos latinoamericanos y caribeños eran a corto plazo, lo cual hizo que crisis se agravara, cuando fue rechazada su refinanciación por parte de los países acreedores, los bancos regionales y subregionales y el FMI. Miles de millones de dólares de préstamos que habían sido refinanciados eran ahora debidos con vencimiento inmediato. Los bancos regionales y nacionales tuvieron que reestructurar de alguna forma las deudas para evitar el pánico financiero; esto supuso nuevos préstamos con condiciones muy férreas y draconianas, así como la exigencia de que los países deudores aceptaran la intervención más fuerte y amplia del FMI.

La crisis de deuda de principios de los 1980s fue la más seria en la historia de los países de Latinoamérica y del Caribe. Los ingresos se desplomaron; el crecimiento económico se estancó; hubo necesidad de reducir las importaciones, el desempleo aumentó a niveles alarmantes y la inflación redujo el poder adquisitivo, causando un empobrecimiento en general. En respuesta a la crisis, la mayoría de los países de la región debió abandonar sus modelos económicos de industrialización por sustitución de importaciones y adoptar una estrategia de crecimiento orientada hacia las exportaciones, estrategia fomentada principalmente por el FMI a través de ajustes macroeconómicos con impacto en los sectores productivos.

Algunas excepciones, como Chile y Costa Rica, adoptaron estrategias reformistas mixtas, para continuar por un lado la industrialización priorizando ciertas áreas de producción y de manufacturación, por el otro exportando materias primas principalmente en el sector extractivo. Un proceso masivo de fuga de capitales, particularmente hacia Estados Unidos, produjo una mayor depreciación de los tipos de cambio, aumentando el tipo de interés real de la deuda. La tasa de crecimiento real del PIB (Producto Interno Bruto) para la región fue de sólo 2,3% entre 1980 y 1985. De 1982 a 1985, Latinoamérica y el Caribe pagaron 108 mil millones de dólares (la llamada "década perdida"). La crisis de la deuda fue uno de los elementos que contribuyó al colapso de algunas dictaduras militares en la región, como las de Brasil y Argentina.

Para inicios de la década de los 1990s, Latinoamérica y el Caribe ya estaban recuperándose de la crisis; no obstante, países que previamente habían sido potencias regionales como Argentina, México y Venezuela, quedaron con diversas secuelas macroeconómicas que no han sido superadas hasta la actualidad. Mientras que países más rezagados: Chile, Brasil, Perú y Colombia, empezaron a destacarse con un mayor nivel de crecimiento económico y un mejor nivel de bienestar social más extendido. En las últimas dos décadas de este siglo, se "consolidaron" en términos relativos y cíclicos con relación al resto de la región. Pero los años demostrarían que en la actualidad, el pretendido "milagro" económico de Chile es un ejemplo grotesco del neoliberalismo, un país en proceso de volverse de altos ingresos con muchísima desigualdad social, económica y étnica.

En las últimas dos décadas de este siglo, a pesar que muchas personas en algunos de los estratos sociales de varios de los países de la región LAC han conseguido, o están consiguiendo, superar los logros mínimos en materia de desarrollo humano integral (calidad de vida y bienestar económico, social y cultural con relación a décadas pasadas descritas arriba), la gran mayoría no ha logrado resolver el problema de las desigualdades sociales y económicas, las cuales han continuado siendo cada vez más amplias e inalcanzables, agrandándose cada vez más para la mayoría de la población en general. Al mismo tiempo, está surgiendo una nueva generación de desigualdades severas que impide un desarrollo humano integral en muchos de los países de LAC.

Durante la década de los 2000s se daría una "segunda década perdida" para Latinoamérica y el Caribe, debido a la estrepitosa caída de los índices económicos regionales. Durante la segunda mitad de esa década, casi todos los países LAC atravesaron períodos fluctuantes de crecimiento muy bajo o nulo, lo que ha desembocado desde entonces, en un escenario de turbulencia política y social. A partir de principios de la última década, la región latinoamericana y caribeña vivió años de mayor estabilidad (e incluso auge en algunos casos) debido a la alta demanda de materias primas por parte del mercado asiático, principalmente de China, sorteando con poca dificultad la crisis subprime (recesión) del 2008 en adelante (afectando principalmente a Norteamérica y Europa), beneficiándose del debilitamiento de las monedas de países industrializados al poder acceder a mayores cantidades de divisas. A esta etapa se la ha llamado "década ganada", particularmente por los gobiernos de centroizquierda, parte de la llamada "marea rosa" que tuvo su mejor momento en aquella época (el proceso bolivariano en Venezuela iniciado por Chávez, el PT y Lula en Brasil, Kirchner-Fernández en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador).

Sin embargo, según datos de la CEPAL, el FMI, el BM y la OCDE, la desaceleración de la economía China a partir de 2012, más la caída del precio de las materias primas a nivel global, dieron paso a un nuevo escenario de recesión en Latinoamérica y el Caribe. La región tuvo en 2012 su último año de crecimiento fuerte (superior al 4% anual), mientras que ya en 2013 fue ligeramente superior al 3% y entre los años 2014 y 2016 fue decreciendo y fue inferior al 2%. Durante los años 2016 al 2018, la actividad económica latinoamericana y caribeña empezó a decrecer progresivamente por primera vez desde el 2003. Entre 2018-2019, apenas superó el 1%. La pobreza y la desigualdad han crecido nuevamente en LAC a partir del 2014, comparándose con niveles superiores a los de la crisis económica sufrida durante los 1980s.

De acuerdo con la información de la CEPAL y el BID, Venezuela fue el país más afectado por la crisis económica debido a una mezcla entre la extrema dependencia del petróleo (ya que su valor se desplomó entre 2012 y 2015), un gobierno tecno-burocrático enorme y muy corrupto, y una falta de apoyos económicos e inversiones desde el extranjero, estratégicamente planificadas como un bloqueo para derrocar al régimen de gobierno (el "socialismo del siglo XXI" sigue siendo un demonio para los mega-capitales que manejan el mundo, en muy buena medida porque detenta las reservas petrolíferas más grandes del planeta). Todo ello ha generado una situación de niveles catastróficos, incluyendo una parálisis industrial, desabastecimiento y problemas con los servicios públicos generalizada en todo el país. Brasil, país que tuvo una de las mayores cifras de crecimiento a nivel mundial durante la década del 2000, quedó sumida en un período de decrecimiento a partir de 2012, una situación también influida por los costos del Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpíadas de 2016, el clientelismo y la corrupción, en la organización de esos eventos en aquella nación, generándose una ola de protestas y manifestaciones de descontento e indignación social, mientras que entre 2014 y 2016 la economía entró en recesión fuerte, de la cual no se ha recuperado todavía.

Las políticas neoliberales: breve revisión de los resultados e impactos en Latinoamérica y el Caribe

De acuerdo con varios recursos duros y virtuales informativos, académicos, enciclopédicos y de discusión e intercambio en las redes sociales en la internet, el "neoliberalismo" ha tenido una historia reciente y controversial, la cual se inició a principios del siglo pasado. Ha sido una teoría político-económica cuyo contenido fue inicialmente conceptualizado por el economista y sociólogo alemán Alexander Rüstow en 1938. Esta teoría trató de encontrar inicialmente un "tercer camino, una tercera vía" entre el liberalismo clásico y la planificación, control y regulación económica mayormente centralizada. El impulso de tratar de desarrollar esta nueva teoría, la cual se volvió después una doctrina, surgió con la idea inicial de evitar nuevos fracasos económicos en un futuro inmediato y a mediano plazo.

El neoliberalismo fue inicialmente una propuesta tras la crisis aguda y el hundimiento devastador de la economía mundial (principalmente en Norteamérica y Europa) durante los primeros años de la década de los 1930s. En las dos décadas siguientes, la teoría neoliberal tendió a estar inicialmente en contra de la doctrina laissez-faire del liberalismo clásico, promoviendo una economía de mercado tutelada por un Estado fuerte, modelo que llegó a ser conocido como "la economía social de mercado".

A finales de la década de los 1950s, el término "neoliberalismo" se introdujo nuevamente en una segunda oleada filosófica, ideológica, institucional y macroeconómica por Friedrich von Hayek y Milton Friedman entre otros, quienes desde la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos de Norteamérica, volvieron a proponerlo como el modelo económico alternativo, para "salvar la economía de finales del siglo XX", con un significado, meta y objetivos diferentes a los iniciales de los 1930s.

El contenido ideológico-teórico-práctico de este nuevo modelo económico tomó mayor relevancia a finales de la crisis económica de los 1970s (con la caída mundial de los precios del petróleo y la pérdida del valor de las monedas internaciones equivalentes y/o respaldadas por el valor del oro, descrito en el apartado anterior). Por lo que, en el plano político gubernamental mundial, durante las décadas de los 1970s y 1980s, se desarrollaron las reformas económicas y los cambios estructurales promovidos por los gobiernos de Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, de Margaret Thatcher primera ministra del Reino Unido y del general Augusto Pinochet, dictador y presidente de facto de Chile; quienes fueron los primeros en implementar las nuevas políticas neoliberales en sus respectivos países.

El neoliberalismo dentro de lo que se llamó "Reaganomics" en los años 1980s (economía del libre mercado y desregulación económica, fiscal y administrativa de los sectores interrelacionados: empresarial corporativo, financiero, extractivo-productivo y de servicios), pasó de defender una postura "liberal moderada", a una más radical, la cual incluyó la defensa a ultranza del "laissez-faire" (la desregulación y la ampliación del capitalismo mundial más agresivo, voraz y globalizante). Retomó la doctrina del liberalismo clásico y la replanteó dentro del esquema capitalista actual, bajo un paradigma con varios principios más radicales de tendencia monetarista, no-regulatoria y no-intervencionista.

Para el neoliberalismo actual, el Estado debe cumplir únicamente sus funciones fundamentales como organismo regente en la organización de la sociedad, de modo que se opone a su intervención en el funcionamiento de la economía, para así mantener bajo control las regulaciones e impuestos al comercio y las finanzas. Esta doctrina favorece la privatización de empresas y servicios del sector público, bajo la premisa de que el sector privado es "más eficiente"; promueve la reducción del gasto social (habla de "gasto" y no de "inversión" social), propicia la libre competencia, de las grandes corporaciones, y debilita y desintegra donde sea factible a los sindicatos que obstruyen a la libre empresa.

Asimismo, el neoliberalismo actual considera que la economía es el principal motor de desarrollo de una nación, por ello, todos los aspectos de la vida de una sociedad deberían estar subordinados a las leyes de mercado; defiende el libre comercio internacional y globalizante, para propiciar una mayor dinámica en la economía, lo cual, en teoría, debería generar mejores condiciones de vida, bienestar general y de riqueza material para la mayoría de las sociedades.

Las teorías macroeconómicas de la Escuela de Chicago, ya estandarizadas globalmente, han estado detrás de muchas de las políticas del BM y del FMI; instituciones que se han caracterizado por su apoyo al llamado Consenso de Washington Otras instituciones bilaterales y multilaterales de cooperación y desarrollo internacionales, otros países y gobiernos, también comenzaron a tomar en cuenta esa modelo económico a seguir e implementar a partir de los años 1980s, siendo las décadas de los 1990s y los 2000s el período de mayor auge de dichas teorías y prácticas al nivel mundial. Ello llevó a una de las crisis económicas y financieras más grandes, extensas y complejas en el 2008 al nivel mundial hasta nuestros días. Sin embargo, en términos relativos, el impacto de dicha crisis no afectó demasiado a las economías de los países de Latinoamérica y el Caribe (como se explicó en el apartado anterior).

El neoliberalismo, entonces, empezó a adoptar connotaciones peyorativas y a ser empleado negativamente por los críticos de estas reformas macroeconómicas estructurales, consideradas dañinas, lesivas y destructivas desde los 1980s (en el caso de Latinoamérica y el Caribe, la llamada "década perdida" con los ajustes estructurales de la región entera hasta la actualidad, que empobreció más a los sectores históricamente ya empobrecidos). Para los críticos del neoliberalismo actual, existen varias razones y factores relevantes por las cuales el modelo no es viable a mediano y largo plazo, principalmente por razones de índole económica, social y política (relacionadas a clase, etnia y cultura). Entonces, estos han sido algunos de los resultados e impactos importantes del neoliberalismo actual en el mundo y en la región Latinoamericana y del Caribe. A continuación, una descripción breve de los mismos:

Primer resultado e impacto: las políticas y prácticas que propone el modelo económico neoliberal global actual solamente apuntan al beneficio de los mal llamados "generadores de riqueza" (concepto revisado y deconstruido abajo), obviando intencionalmente el bienestar del resto de la mayoría de la población, de los otros sectores y estratos que componen las sociedades del continente latinoamericano y caribeño. Examinando críticamente el concepto anterior, no se puede hablar y designar únicamente como generadores de riqueza a los empresarios, a los inversionistas, a los capitalistas privados, sino que se trata de incluir ampliadamente al principal generador de riqueza hasta el presente, el "capital variable", representado por los sectores de trabajadores y trabajadoras asalariados. Los que generan la riqueza son las clases asalariadas, ya sean en actividades socioeconómicas manuales o intelectuales, domésticas fabriles o tecno-burocráticas, en espacios rurales o urbanos, etc.

Segundo resultado e impacto: la ausencia de reglas para los llamados "generadores de riqueza" (adjudicado por el neoliberalismo al sector empresarial, inversor, financiero-corporativo; léase "grandes capitales monopólicos nacionales y globales") ha aumentado, lo cual ha hecho que la brecha social y económica se extienda, profundice y se haya vuelto una normal constante en Latinoamérica y el Caribe. Ello ha promovido, implementado y creado nuevas normas que han generado mayores desequilibrios en la relación entre el Estado y las empresas, con consecuencias negativas para la población en general, principalmente en la última década. Se ha generalizado y extendido la falta de acceso, inclusión, participación, beneficio y utilización de la riqueza creada a la clase media y la trabajadora, a los grupos étnicos considerados minorías. Asimismo, hay un detrimento de la movilidad económica y social y se ha exacerbado la actitud racista y discriminatoria hacia la diferenciación étnica.

Tercer resultado e impacto: la flexibilización de la contratación laboral ha traído consecuencias negativas para los trabajadores globalmente, Latinoamérica y el Caribe no han sido una excepción: las condiciones de trabajo han cambiado drásticamente en los últimos años: contratos desventajosos, bajos salarios, ausencia o limitaciones de prestaciones económicas, etc. En ese mismo orden, la flexibilización o acumulación flexible para las compañías o empresas productoras, comerciales y de servicios entre otras, ha traído otras consecuencias negativas para los trabajadores contratos hora cero y/o contratos "chatarra": sin estabilidad laboral, paros o reducciones inmediatas en la producción, despidos inmediatos, sin prestaciones o beneficios inmediatos, a mediano o largo plazo; ausencia total o limitaciones de beneficios económicos, etc. Algunas de las consecuencias más visibles es el incremento del desempleo y la precariedad del empleo, un aumento inmenso de los ejércitos de reserva de trabajo, mano de obra, oficios, etc.

Cuarto resultado e impacto: la privatización de los servicios públicos se ha traducido en tarifas más altas para la población, lo que puede perjudicar a los sectores más vulnerables. Quedan entonces, afectados o muy precarios los derechos básicos de los consumidores y de los trabajadores, los cuales están incluidos en las constituciones de la mayor parte de países latinoamericanos y caribeños con ciertas similitudes y diferencias. La estrategia global de privatización de los servicios públicos, se sustenta en parte sobre un proceso de manipulación ideológica de la opinión pública que se ha ido desarrollando de modo sistemático, constante e implacable durante los últimos años, con el siguiente objetivo: afirmar, sin posibilidad de réplica, que se debe reducir el tamaño del sector público, que el sector público asume indebidamente la provisión de bienes y servicios que debería prestar el mercado; que la empresa privada es más eficiente por las bondades del mercado, frente a la ineficiencia y despilfarro de lo público representado en un Estado y gobierno corruptos; se debe reconsiderar la necesidad del propio Estado del Bienestar y la función del Estado como redistribuidor de la renta y suministrador de los servicios públicos, con el objetivo final de privatizar la red de servicios públicos.

Quinto resultado e impacto: las empresas privadas han pasado o han tenido el control e incluso son dueñas de los servicios técnicos en ámbitos sensibles del Estado (telecomunicaciones, seguridad, cobros e impuestos, servicios de identidad, etc.). Para los críticos del modelo neoliberal no es conveniente ni deseable, que empresas privadas tengan el control de áreas estratégicas del Estado. La privatización de los servicios sociales supone sencillamente, convertirlos en negocios de alta rentabilidad y ganancias. Todo se convierte en ganancia, donde lo que prima e importa es obtener el mayor beneficio posible; desde los servicios de la salud, la educación, la infraestructura, hasta los servicios de seguridad y de la justicia. El proceso acelerado de privatización de los servicios públicos que se viene produciendo en las últimas dos décadas en Latinoamérica y el Caribe, se ha inscrito dentro de una estrategia global del capitalismo neoliberal, que tiene como objetivo la progresiva mercantilización del sector público. Esta estrategia globalizadora ha sido diseñada por la Organización Mundial del Comercio (OMC), creada en 1995 fuera del ámbito de influencia de la ONU, con el objetivo de regir el comercio internacional. Entre los acuerdos de mayor relevancia de esta organización se encuentra el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS), adoptado también en 1995, el cual ha perseguido la liberalización progresiva de todos los servicios para el comercio internacional.

Sexto resultado e impacto: la disminución de impuestos para los grandes capitales, han limitado la acción del Estado, al quedarse sin uno de sus principales recursos para crear y mantener programas sociales, de inversión pública y finaciamiento de programas económicos y de desarrollo integral para los sectores, segmentos y estratos más vulnerables, entre otros puntos critico-estratégicos. De acuerdo a Rodríguez C. (2015) la reducción de impuestos genera por única vez un impulso al PIB, al consumo y la inversión; estos efectos nunca son suficientemente poderosos como para impedir, generalmente, una pérdida de ingresos fiscales a mediano y largo plazos. Por lo tanto, los recortes tributarios tendrían que financiarse ya sea aumentando la deuda pública, bajando el gasto o bien recaudando ingresos a través de otros impuestos. También nos dice Rodríguez C. que, dado que el objetivo es obtener mejores resultados distributivos preservando al mismo tiempo la posibilidad de lograr cierto aumento moderado del crecimiento, este se centra en el traspaso de los impuestos sobre la renta de las personas físicas a los impuestos sobre el consumo como medio de financiar el recorte, combinado con una ampliación del crédito impositivo por ingreso del trabajo para proteger a los pobres. Los análisis comparativos revelan una disyuntiva fundamental entre crecimiento y desigualdad del ingreso, según quién reciba el recorte impositivo.

En simulaciones econométricas realizadas por expertos economistas del BM y la OCDE, se ha demostrado que las reducciones de impuestos en favor de los grupos de ingresos más altos pueden resultar más beneficiosas para el PIB de los países que las implementan; el consumo de las clases medias y acomodadas, pueden incrementar la inversión y la oferta laboral en varios sectores de la economía. Pero también pueden exacerbar la polarización, la brecha y la desigualdad del ingreso. Estás variables ya se encuentran en sus máximos históricos. Aun cuando se tenga en cuenta que los ricos podrían consumir más bienes y servicios producidos por personas situadas en el tramo inferior de la distribución del ingreso, y aun si se contempla un aumento del crédito fiscal por ingresos laborales para proteger a los pobres, la brecha de ingresos de todos modos se ampliaría sustancialmente si se redujeran los impuestos para los grupos de mayor nivel de ingreso. Por otro lado, un recorte impositivo orientado a los grupos de medianos ingresos permitiría reducir la disparidad y polarización del ingreso, pero su aporte al crecimiento puede ser menor.

En resumen: el neoliberalismo es entonces una de las corrientes ideológicas más extendidas en la actualidad. En Occidente su principal referente son los Estados Unidos de América, aunque en los últimos dos años, el actual gobierno de Trump ha tomado medidas proteccionistas en sus tratados bilaterales de "libre comercio", principalmente en lo que corresponde a la parte de fiscalización arancelaria y finanzas públicas.

El capitalismo neoliberal global: algunas de las manifestaciones del descontento y la protesta social en Latinoamérica y el Caribe

En las décadas de los 1960s y 1970s del siglo pasado, el mundo vivía una cierta euforia de cambio, actitudes contestatarias, una rebeldía generalizada (movimiento hippie llamando al no consumo, movimientos pacifistas intentando desarticular la Guerra de Vietnam e Indochina, guerrillas de orientación marxista, liberación femenina, el Mayo Francés del 68, las protestas estudiantiles de la plaza de Tlatelolco como ícono del cambio, la mística guevarista, grandes movimientos de liberación nacional, de independencia en África y Asia, la Teología de la Liberación con su opción preferencial por el acompañamiento de los pobres).

Estás últimas dos décadas tanto del siglo pasado como del presente siglo, el capitalismo contemporáneo de tendencia neoliberal, global, manejado por mega-capitales de alcance planetario, en el cual continúa en su mayor parte desregulado sin prácticamente chequeos ni balances nacionales o internacionales y con múltiples opciones de evasión fiscal, se asemeja más a una estructura mafiosa, corrupta y delincuencial (no es de extrañar que el crimen organizado, la corrupción, el narcotráfico sean ahora parte del espíritu empresarial actual en muchas partes de Latinoamérica y el Caribe, y no de aquel espíritu inicial que lo puso en marcha hace ya algunos siglos). En la actualidad, corregir estas desigualdades del desarrollo humano integral en el siglo XXI es posible, a pesar de su complejidad estructural o la tendencia de políticas socioeconómicas lesivas o draconianas de corte neoliberal. Pero para ello las protestas nacionales de carácter popular han debido hacerse ver, ante los desequilibrios y los impactos negativos socioeconómicos que se han traducido en un dominio sociopolítico superestructural más extendido y profundo (el neoliberalismo duro, el ultraderechismo fascista, el populismo autoritario y dictatorial).

El mundo pasó a ser el campo de acción de bandas delincuenciales… ¡legales!, con poderes omnímodos que se dan el lujo de hablar de democracia y libertad. La lucha por el poder en el Estado se convierte entonces, en un medio no para intentar impulsar una propuesta programática de orden político ideológico, sino que la prevalencia de los intereses particulares de quienes gobiernen, al punto de convertir al Estado en el principal instrumento de acumulación de capital. Hasta los intereses de clase, como tales, se diluyen en un esfuerzo por gobernar para favorecer los correspondientes a un sector y/o a un grupo determinado. La política mercantilizada se ha convertido en un ejercicio histriónico, una práctica circense. Pero también se debe reconocer que hay un triunfo contradictorio e indiscutible del neoliberalismo, consistente en deificar al mercado y deslegitimar lo público, lo cual incluye al mismo Estado, a la práctica de gobernar y al ejercicio de la política.

La "aventura" de invertir para hacer prosperar el negocio, sabiendo que ello puede suceder pero que no está asegurado de antemano –el riesgo ocupaba un lugar en el juego del libre mercado– se cambió hoy día por un esquema donde la ganancia fácil es la norma. Para ello, este nuevo diseño corrupto se asegura su "éxito" con prácticas más de orden criminal que empresarial. La ganancia se garantiza al precio que sea, y si es por medio de la fuerza bruta, no importa: el fin justifica los medios. La proclamada "libre competencia" (la "mano invisible" del mercado proclamada en su momento por Adam Smith) quedó en la historia. Por eso, hay políticos, líderes y caciques carismáticos, quienes aparecen capitalizando la decepción y el hartazgo de la ciudadanía; son los "antipolíticos o los no alineados en apariencia a las alas políticas de la izquierda o de la derecha tradicionales". En muchos casos son tomados también como "los nuevos políticos emergentes". Eso plantea una incoherencia de "síndrome de múltiple personalidad", ya que el mejor político resulta siendo el que "reniega de tal identidad". "Nunca he gobernado, desprecio el Estado y la función pública, aborrezco la política", son los discursos que legitiman a quienes pretenden, mediante su acción eminentemente política, ganar unas elecciones y acceder al poder que demagógicamente ultrajan. Y ahí pueden encontrarse figuras mediáticas, deportistas, presentadores televisivos, actores… En definitiva: gran circo bien montado.

Las masas comportan una psicología colectiva muy particular: se contagian las tendencias mediáticas, cibernéticas y discursivas. En esa lógica, en esa perspectiva podría decirse que estos últimos años marcan un movimiento reactivo anti-sistémico sin parangón. O, en sentido estricto, más que anti-sistémico, anti-consecuencias espantosas de ese sistema llevado al límite por las políticas neoliberales macroeconómicas fondomonetaristas. Por los cuatro puntos cardinales del globo explotan protestas masivas. Todas tienen algo en común: es la reacción visceral de la gente ante situaciones agobiantes en términos socioeconómicos. Hay algo en las distintas poblaciones del mundo (en Medio Oriente, en Europa, en Latinoamérica) que las une: sentirse indignadas, sentirse burladas y expoliadas. Y en todos lados, también, la respuesta gubernamental es la misma: represión brutal. Cuando el engaño y manipulación de los medios de comunicación no alcanza, ahí están las balas. ¿Y la democracia? ¿No es que existe el derecho de rebelión consagrado en las Constituciones?

En varios de los países de Latinoamérica y el Caribe ha habido en las últimas dos décadas varias protestas nacionales, por causas varias o motivos distintos. Este descontento social, reflejado en protestas que en algunos países han sido recurrentes o continuas, presenta razones similares, parecidas o cercanas, con varios elementos muchas veces comunes. Por distintos puntos se suceden protestas populares espontáneas masivas y con niveles de violencia que constituyen una verdadera afrenta o un reto para los poderes constituidos. A continuación, algunas de las descripciones, análisis y discusiones de varios de los descontentos, malestares y protestas sociales que se han dado en varios de los países latinoamericanos y caribeños relacionados directa o indirectamente a las políticas del modelo neoliberal y la hegemonía global.

En Argentina, que años atrás también vivió estas masivas respuestas espontáneas cuando en diciembre de 2001 en dos semanas expulsó a cinco presidentes, volvió a protestar recientemente, ahora desde las urnas. Con un masivo "no" evidenció su repudio en las pasadas elecciones a las medidas de ajuste estructural impuestas por el anterior presidente Mauricio Macri, siguiendo las recetas marcadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como parte de un modelo tradicional económico hacia afuera. De esa suerte, eligió un nuevo mandatario -Alberto Fernández- quien, al menos de momento, habla un lenguaje no fondomonetarista.