A la deriva y sin timón

Horacio Rovelli*

 

A comienzo del Siglo XXI podemos dividir la economía mundial en dos grandes franjas, por un lado el capitalismo central del grupo de los 7 (EEUU, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra y Japón) que fue en la segunda parte del siglo XX predominante, y eran los que pregonaban “teóricamente” el libre comercio y sostenían que los Estados debían reducir su participación y dejar que los mercados definan lo que debe producir la economía mundial, eufemismo en que las grandes corporaciones penetraban por su mayor conocimiento técnico y economía de escala en todos los países, conformando cadenas globales de valor que los tenían a ellos como centro y los demás debían subordinarse de manera tal que dichas cadenas administradas por las empresas transnacionales de esos países, representaban el 80% del intercambio mundial. 

Es lo que formalmente se denominó “Trilateral Commission”, fundada en 1973 por iniciativa de David Rockefeller y aglutinaba a personalidades destacadas de la economía y los negocios de las tres zonas principales de la economía capitalista de la época,  los EEUU, Europa y Japón.  La Comisión Trilateral  forma parte del Grupo Bilderberg y el Council on Foreign Relations, y tuvo en Henry Kissinger, primero asesor de seguridad internacional y luego Secretario de Asuntos Internacionales de Nixon, su hombre de confianza en el gobierno de los EEUU, con rol destacado en los golpes militares de Augusto Pinochet y de Jorge Videla en Chile y Argentina respectivamente, como lo demuestran los mismos cables de la embajada norteamericana en esos países con Kissinger, como lo dio a conocer el mismo EEUU, pero 30 años más tarde.

El otro polo de acumulación y distribución está centrado en el este asiático, siendo China y Corea del Sur los principales referentes, pero no es menor la participación de los demás países, quienes se han convertido en potencias industriales merced a lo abundante y baratura de su mano de obra, su capacidad de trabajo y de adquirir conocimientos, guiados por una política inteligente de acordar inversiones con las grandes corporaciones trasnacionales pero exigiéndole el desarrollo de tecnología en sus países.  Treinta años de trabajo consecuente hacen de esa región un polo de inversión y crecimiento que abastece de bienes de mano de obra intensiva al mundo.

Ante esa situación, donde los países de la “Trilateral Commission” son deficitarios comercialmente, y particularmente con China terriblemente deficitarios, sin poder ni tener margen alguno como para dar vuelta ese resultado, aparecen los “nacionalismos” que no es sino otra forma desesperada de defender sus fuentes de trabajo y lograr industrializar por lo menos parte de la cadena de valor que ellos en su momento impulsaron, pretendiendo que parte del capital regrese a sus países de origen, máxime cuando en Liverpool, Manchester, Bremen, Hamburgo, Hannover, Dresde, Montpellier, Nantes, Milán, Turín, etc. China compra empresas y se radica como es el caso de la adquisición en la producción de tecnología robótica Kuka, la de la productora de automóviles Krauss Maffei y la absorción del fabricante de aparatos para la calcinación de residuos EEW.

Que hacen entonces los otrora centro del capitalismo mundial, limitan como pueden o impiden el ingreso de capitales chinos como lo hace los EEUU (ellos los campeones del libre mercado y la libre emigración de capitales), tratan de cerrar sus economías para poder producir y reanimar el “cinturón industrial oxidado del centro y este estadounidense”.

Pero como las medidas que toman no son suficientes, en los EEUU realizan un plan de reducir la tasa del impuesto a las ganancias de las corporaciones en 14 puntos (La alícuota era del 35% el año pasado y a partir del enero de 2018 pasa a ser del 21%), esto explica la suba del precio de las acciones de esas empresas y a la vez el atractivo que significa para los capitales producir en los EEUU, con lo que pretenden invertir en conocimiento y desarrollar en tecnología, de allí que las acciones que más suben son las que integran el Nasdaq (Apple, Google, Amazon, Microsoft, Facebook, etc.), es más, la reforma planteada por el gobierno de Donald Trump permitirá a las empresas que se radiquen en el país deducir el 100% de sus inversiones de capital del impuesto a las ganancias el mismo año que la realicen.

Obviamente la menor recaudación tributaria impactará en las cuentas públicas agrandando el ya por sí importante déficit fiscal  de ese país, con lo que en febrero de 2018 nuevamente el gobierno deberá pedir al Congreso Nacional estadounidense autorización para un mayor endeudamiento que ya supera su PIB en un 17% (la deuda es el 117% del PIB de los EEUU), pero la gran diferencia es que es en dólares y en títulos en dólares, que es la moneda que  ellos emiten.

Eso no significa una reconfiguración del poder en el país del norte de nuestro continente, al menos inicialmente, donde la primacía es del sector financiero en general y de Goldman Sachs en particular, pero también con vida propia como es la industria militar y el manejo de las grandes cadenas de medios, pero sin la necesidad de esos mismos sectores de invertir en la producción de bienes de alta complejidad en lo que se especializa y trata de especializarse más.  Son los grandes bancos los que tienen nombrados a los principales funcionarios del área económica de Trump, como es el caso del Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, ex ejecutivo de Goldman Sachs, Gary Cohn, un influyente de Wall Street desde hace mucho tiempo, encabeza el Consejo Económico Nacional, y el hada madrina es Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs. Los tres están encabezando la lucha para desregular el sector bancario, que había devastado la economía, conduciendo al colapso del 2008 y llevando a juicio hipotecario a millones de propietarios y empresas estadounidenses, con lo que conforman un proyecto para la minoría más rica, pero no alcanza al grueso de la población que va a tener que pagar los impuestos que los ricos no pagan y los intereses y capital de su sector financiero.

ARGENTINA

Donde se termina el mundo está nuestro país, que representa solo el 0,4% del comercio mundial, sin embargo en el año 2017 recibió el 20% del total de préstamos concedidos en todo el planeta, cuando en ese año tuvo un déficit fiscal equivalente a U$s 32.500 millones (que se financia en dólares, se toma deuda externa que se vende al BCRA, este emite pesos y con esos pesos se cubre el déficit fiscal), un déficit comercial de U$s 8.000 millones y un déficit en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos de U$s 26.000 millones. Que no logra aumentar sus exportaciones estancadas en el orden de los U$s 60.000 millones (cuando en el año 2011 se exportó por U$s 83.500 millones y en su composición era importante la venta de productos industriales) y lo que es peor, hasta las proyecciones del gobierno explicitadas en la ley de presupuesto de la administración nacional, eleva el déficit fiscal en U$s 35.500 millones y siempre cubierto con deuda externa, esto es, el gobierno dice que no quiere financiarse con el BCRA porque es “monetizar” el déficit y eso es inflacionario, pero si hace que se financie con deuda como si eso fuera gratis.  Sin dejar de lado que las proyecciones de déficit comercial y de cuenta corriente son mayores que la del año pasado.

Gobierno que no ha trepidado en financiar el acuerdo con las provincias para que éstas disminuyan y hasta anulen el impuesto a los ingresos brutos y a los sellos, por otra parte principal ingreso de las jurisdicciones sub nacionales, para mejorar la tasa de ganancia de las empresas, pero a costa de modificar el coeficiente de actualización de los haberes previsionales y de los nuevos jubilados en una suma que ronda los $ 100.000.- millones por año (unos U$s 5.200 millones de dólares).  Suma que por año es la que no se le cobra a los grandes acopiadores y comercializadores de granos a los que se les eliminó las retenciones y se le redujo a la soja, y para este año 2108 le van a seguir disminuyendo el derecho de exportación a razón del 0,5% por mes (6 puntos en el año).

Que disminuye en 10 puntos la alícuota del impuesto a las ganancias de las empresas, reduciendo la tasa del 35 al 25%, mientras que reduce los subsidios al transporte y a  la energía y permite a los empresarios de esos sectores fijar el precio, cuando los mismos atraviesan transversalmente toda la economía y con ello impacta en la inflación.

Que después de haber centrado durante dos años el ingreso de divisas en el “carry trade”, que no es otra cosa que la tasa de interés que pagan la LEBAC (letras del BCRA) sean mayores que la depreciación esperada del dólar, como lo fue y por no menos de 15 puntos por año (dejándole una ganancia financiera en moneda dura en esa tasa cuando los bancos en los países centrales, el otrora “grupo de los 7”, pagan tasas en torno al 1% anual), ahora, ante las confiscatorias tasas de interés interna para los tomadores de crédito,  pretende corregir la relación entre la tasa de interés que debe ser mayor pero por un margen mucho menor que la del crecimiento del dólar, que a su vez ambos sean mayores que la inflación, y que los salarios se acuerden por debajo de los tres valores referidos.

Planteo que se olvida que en un país periférico y abierto como el nuestro,  la suba del dólar y la baja de las tasas tienen un límite cuando las expectativas de inflación aumentan y se empieza a deteriorar el poder adquisitivo de los salarios, máxime  cuando le permiten a los exportadores liquidar sus operaciones cuando ellos quieran, con lo cual lo que debería ser la oferta “natural” de divisas puede o no generarse a gusto de las 750 empresas (muchas de ellas conforman holding) que generan el 90% de las ventas externas del país.

Siempre a riesgo de abusar de la segmentación, en la Argentina actual hay tres sectores bien diferenciados, por un lado el sector agropecuario exportador, por otra parte grandes enclaves industriales, y el sector financiero, los tres fuertemente vinculados y dependientes del exterior. Si bien los tres tienen representantes en el gobierno de Macri, el que prevalece es el sector financiero (los ministros de finanzas, hacienda, y los funcionarios del BCRA).  Por lo que el llamado “círculo rojo” se encuentra con que se depende de ingresos financieros que solo llegan si se le pagan los 15 puntos de interés en moneda dura, y ellos deben “sufrir” el atraso cambiario que no les permite ganar lo que quieren ganar por sus ventas externas y/o perder mercado interno por las importaciones a precio vil.  Ese es el marco de la discusión que se refleja en la “volatilidad” del dólar y en la confusión de cómo sigue la historia.

En lo que los tres sectores coinciden es en descargar sobre el pueblo argentino el costo del ajuste presente y el endeudamiento en el futuro, pero saben que todo tiene un límite, la reforma previsional, si bien es cierto  que es de “terror” sacarle un 20% de los ingresos a los jubilados cuando una gran parte percibe la mínima de $ 7.246 por mes y disminuir en igual porcentaje el haber previsional inicial de todos los que puedan jubilarse (hasta ahora se cobraba aproximadamente el 60% del haber en actividad, ahora con la nueva ley va a ser el 40%), significó que parte de nuestro pueblo salga a la calle a mostrar su disconformidad y eso es una señal grave de alarma.

Saben, por lo menos los sectores más lúcidos de la burguesía que tenemos, que no pueden seguir así.  No se engañan,  la disminución tributaria no solo no bajará la inflación sino que agrandará la fuga de capitales, que de hecho es lo que ha venido sucediendo con el mayor endeudamiento externo, una parte fue al BCRA para acrecentar sus reservas internacionales en unos U$s 30.000 millones, pero lo demás se utilizó para financiar los déficit fiscales y de la cuenta corriente de los años 2016 y 2017, y el resto se lo llevaron los empresarios (de los tres sectores, allí no tienen diferencias) para depositarlos en sus cuentas en el exterior, cuando la Nación y las provincias se endeudaron en estos dos años por no menos de U$s 110.000 millones.

En un mundo que se reconvierte, donde los EEUU y los otrora países centrales requieren inversiones en tecnología,  donde China y los demás países del este asiático apuntalan su producción y se ponen metas de avance en el conocimiento, nuestro país pretende seguir vendiendo granos y alguna otra commodity e importar todo lo demás, lo que es funcional (subordinándose)  al mundo, pero sin presente ni futuro para la Nación. Vamos a un estrangulamiento de la Balanza de Pagos que se paga con devaluación y mayor pobreza y exclusión de la población, el gobierno presionado por el “círculo rojo” intenta hacer algo, pero sin conocimiento y sin fe, solo conoce la rentabilidad financiera, incapaz de plantearse salidas productivas va a la deriva y sin timón.

* Economista, profesor y miembro del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE).

 

 5 de enero de 2018

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