La realidad es más compleja: segundos pensamientos sobre Islandia y Chipre

Valgan estas líneas como una autocrítica no por lo que dije en mi artículo del domingo anterior sobre los casos de Islandia y Chipre sino por lo que me faltó decir ya que a veces, involuntariamente, el silencio avala el "sentido común" dominante (que es conservador y reaccionario).

Quise desplazar la atención del terreno ocupado por los economistas (que se preocupan sobre todo por la evolución el PIB y por el carácter neoclásico o keynesiano de las recetas que prescriben) para recordar que son los seres humanos los que establecen las relaciones económicas y, por lo tanto, cuentan la historia, las tradiciones democráticas y de lucha y la diversidad en la estructura de clases de los países enfrentados al mismo desafío así como la presencia o ausencia de dirigentes que, en cierto modo hayan favorecido la preparación de los cambios y la voluntad de los pueblos de asumir su destino.

Islandia, el país que castiga a los banqueros culpables de la crisis

La gran mayoría de la población occidental sueña desde 2008 con decir “no” a los bancos, pero nadie se ha atrevido a hacerlo. Nadie, salvo los islandeses, que han llevado a cabo una revolución pacífica que ha conseguido no sólo tumbar un gobierno y redactar una nueva constitución, sino encarcelar a los responsables de la debacle económica del país.

La semana pasada fueron detenidas 9 personas en Londres y en Reikiavik (capital de Islandia) por sus responsabilidad en el colapso financiero de Islandia en 2008, una profunda crisis que devino en una reacción ciudadana sin precedentes que cambió el rumbo del país.

Ha sido la revolución sin armas de Islandia, el país que acoge a la democracia más antigua del mundo (desde el año 930), y cuyos ciudadanos han logrado cambiar a base de manifestaciones y caceroladas. ¿Y por qué el resto de los países occidentales ni siquiera se ha enterado?

La presión ciudadana islandesa ha conseguido no sólo tumbar un gobierno, si no redactar una nueva constitución (en proceso) y meter en la cárcel a los banqueros responsables de la crisis del país. Como se suele decir, si se piden las cosas con educación es mucho más fácil conseguirlas.

Este silencioso proceso revolucionario tiene su origen en 2008, cuando el gobierno islandés decidió nacionalizar los tres principales bancos, el Landsbanki el Kaupthing y el Glitnir, cuyos clientes eran principalmente ingleses, estadounidenses y americanos.

Tras la entrada del Estado en el capital la moneda oficial (krona), se desplomaba y la bolsa suspendía su actividad tras un hundimiento del 76%. Islandia entraba en bancarrota y para salvar la situación, el Fondo Monetario Internacional (FMI) inyectaba 2.100 millones de dólares y los países nórdicos ayudaban con otros 2.500 millones.

Islandia rechaza en referéndum pagar por los errores de sus bancos

El 'no' vence en la consulta celebrada ayer para aprobar la indemnización de 4.000 millones de euros que exigen Reino Unido y Holanda por la quiebra de una entidad

¿Qué haría usted si uno de los grandes bancos españoles hubiera quebrado en Reino Unido y el Gobierno británico exigiera a España un pago de 50.000 euros por familia para saldar esa deuda? Islandia, que ya se había negado en una ocasión a pagar esa factura, se enfrentó ayer a un segundo referéndum sobre si aprueba -o no- devolver a Reino Unido y Holanda 4.000 millones de euros por la bancarrota de una de sus entidades financieras. Y han vuelto a decir no: según los resultados aún parciales, con el 70% de las papeletas escrutadas, el 57,7% de los votantes han rechazado hacerlo, frente al 42,3% que lo han aprobado.

Islandia, el poder no está en la banca sino en el contribuyente

El día seis de abril del año 2008 el suplemento del diario El País dedicó varias de sus páginas a hablar de un país que a menudo nos pasa inadvertido. Y es que Islandia, con 313.000 habitantes, es uno de los estados más pequeños del mundo. El artículo mencionaba, entre otras cosas, que en un estudio académico aparecido en The Guardian en 2006 se afirmaba que los islandeses eran el pueblo más feliz de la Tierra. Y después de esta afirmación un no parar de elogios a una tierra que si no fuera por su aislamiento, frío y naturaleza hostil pareciera que fuera el lugar más ideal del mundo para vivir.