“Las políticas de salud que dejan morir poblaciones también son violentas”

¿Cómo pensar la violencia? ¿Cómo interpretarla? ¿Por qué pareciera haber una violencia legítima? ¿Qué pasa cuando el Estado utiliza su propio poder para nombrar como violentos a aquellos que lo enfrentan? Y, en todo caso, ¿es posible dar una definición de la violencia en un debate público que siente adoración por esa palabra y la confunde semánticamente todo el tiempo? En este diálogo desde Estados Unidos con Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Judith Butler aborda estas cuestiones sin perder de vista las preguntas que abre un escenario marcado por una pandemia con desenlace incierto.

Violencia en acto y en palabra

Las violencias de género habitaban desde siempre nuestro mundo. Sólo que yo lo confirmé tempranamente, cuando leí por primera vez La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik. Más tardíamente al escudriñar su “Poema del nombre propio”, con la arquitectura de la torre del castillo medieval dominado por la condesa Erzébeth Báthory, noté que la abyección de la violencia en los cadáveres de mujeres por feminicidio yace en la base donde se apuntala el orden social falogocéntrico: Alejandra, Alejandra/ Debajo estoy yo/ Alejandra.

Último artículo: Batallemos por el fin de la discriminación laboral

Falleció nuestro amigo y miembro del Consejo Editorial de SinPermiso Javier Diez Canseco. Este que reproducimos a continuación es su ultimo artículo, escrito muy poco antes de morir. En esta misma entrega encontrará el lector una necrológica de su amigo Oscar Ugarteche. SinPermiso se conduele con sus compañeros políticos y con su familia, particularmente con su hijo Javier, a quien tuvimos el placer de conocer personalmente en unas jornadas de SinPermiso realizadas en Madrid hace ya unos cuantos años. Del trato con Javier Díez Canseco, que fue un colaborador asiduo y entusiasta de SinPermiso desde el comienzo mismo del proyecto va ya casi para una década, impresionaban gratamente muchas cosas. Pero si forzados por la apabullante majestad de la muerte hubiera que quedarse ahora mismo con una, sería ésta: era un alma combatiente excepcional, superlativamente elegante, y su amor al detalle –escondite del diablo— le libró de los dos célebres (auto)reproches brechtianos al militante: ni miró al mundo con impaciencia, ni en obnubilada busca de un futuro amistoso dejó nunca él mismo de serlo. SP