Horizontes y obstáculos para la creación de una "OPEP" del litio

Alejandro Pelfini


La obtención y exportación del litio se instaló recientemente en la agenda política y mediática y de a poco lo está haciendo también en la política internacional y en las negociaciones entre bloques regionales. Dentro de las iniciativas que se discuten para coordinar políticas entre países exportadores de litio y reducir su vulnerabilidad frente a otros competidores y frente a los vaivenes de la economía internacional está la llamada OPEP del litio. Se trata de emular la organización de los países exportadores de petróleo en una especie de cartelización de los países exportadores de litio; lo que devendría en una OPEL. Más allá de su viabilidad práctica, funciona como una metáfora generativa que permite discutir y abrir opciones de integración y regulación de un recurso de creciente valor y demanda y que no está siendo aprovechado en todas sus potencialidades por los países que lo atesoran en la región.

Justamente en Sudamérica se sitúa el Triángulo del Litio entre la Argentina, Bolivia y Chile, países que reúnen más de un 60 por ciento de las reservas mundiales de este mineral. Esto no se traduce todavía en grandes volúmenes de exportación, siendo Australia y China los principales actores. Por el momento sólo Chile tiene ya un perfil y un volumen consolidado como país exportador (145.000 toneladas exportadas en 2022 frente a 37.000 de la Argentina y 480 de Bolivia). La alta demanda y la repentina suba de los precios actuales alimentan la llamada fiebre del litio dentro de otros minerales raros o críticos para la transición energética y para su utilización en dispositivos tecnológicos. No obstante, esta coyuntura favorable no es necesariamente sostenible en el mediano plazo, por un lado, porque pueden aparecer sustitutos al recurso y, por otro, porque su extracción por evaporación genera enormes pasivos ambientales y es mayormente resistida por las comunidades locales en torno a los humedales altoandinos (como se hizo evidente en los últimos meses en Jujuy).

La referencia al Triángulo del Litio daría cuenta de cierta homogeneidad y coordinación entre los tres países. Sin embargo, las diferencias entre las legislaciones, la definición del recurso, el modelo productivo y las capacidades para su valoración y exportación no podrían ser más notorias. El extremo de esto es la propia Argentina donde por la Constitución de 1994 las provincias son dueñas del subsuelo. De este modo, la posibilidad de generar baterías depende de un llamativo y costoso mecanismo: la empresa estatal argentina Y-Tec (YPF-Tecnología) debe adquirir primero el mineral del propio país a la empresa norteamericana Livent que lo obtiene del Salar del Hombre Muerto en la Puna catamarqueña.

Ante estas condiciones y para reducir la vulnerabilidad de cada país y territorio subnacional frente a inversores y potencias externas se han ensayado algunos intentos de articulación regional. Dentro de la Argentina, la Mesa del Litio reúne a representantes del Ejecutivo nacional y los Gobiernos provinciales de Jujuy, Salta y Catamarca.  En 2022 se creó la Cámara Latinoamericana del Litio (Calbamérica) que nuclea PYMES y expertos y aboga por un precio transparente del mineral. Entre gobiernos con mayor afinidad ideológica también aumentaron los contactos entre embajadas y cancillerías. Iniciativas que dan pie a esta idea alternativa de una OPEP/OPEL del litio que implica algún grado de cartelización con el objetivo de influir en el control de los precios internacionales. Sin embargo, varios expertos aluden a que esta meta parece demasiado pretensiosa porque los países del Triángulo aun no son grandes exportadores, salvo Chile. En este sentido, sería importante lograr la incorporación de otros países del Sur Global, como Zimbabue o Kazajistán, o de nuestra región como México y Brasil, que no tienen un volumen de reservas comparables, pero son exportadores de relevancia, y en el primer caso han avanzado en un control estatal a partir de su definición como recurso estratégico. Difícilmente podría prosperar la cartelización sin la incorporación de China y Australia. No obstante, al ser el primero el mayor productor y a la vez el mayor consumidor, resulta poco probable que adhiera a una suba del precio del mineral. Tampoco Australia, el mayor productor actual, quien tiene a China como su principal mercado.

Las resistencias a una OPEP/OPEL del litio no son sólo de carácter geopolítico o por la obtención de cuotas de mercado, sino que también se encuentran al interior de los países. No es sorprendente que grandes empresas y potencias extranjeras se opongan a cualquier cartelización con los clásicos argumentos de la libre competencia y del libre movimiento de las inversiones. Más llamativo resulta, en cambio, que las provincias argentinas sean las principales opositoras a cualquier “cesión” de soberanía. Esto puede observarse en las declaraciones en la Feria Arminera en mayo pasado de, por ejemplo, Raúl Jalil, gobernador de Catamarca: "Estamos en contra de lo que significa la OPEP. Hoy tenemos litio, también cobre. Si trabajamos de forma responsable vamos a aportar mucho para bajar la inflación y dar trabajo". A lo que Gerardo Morales, gobernador de Jujuy, agrega: “Retrocede Chile. También retrocede Bolivia, hay que avanzar por el camino de los Acuerdos de Libre Comercio, no me gusta la idea del Triángulo del Litio.” Oposición tan férrea que llevó a la propia Cancillería Argentina a dejar de impulsar esta iniciativa.

Más allá de estos obstáculos estructurales y resistencias de actores relevantes, considero que el mayor problema con la idea de una OPEP del litio se relaciona con circunscribirlo a un recurso exportable dentro de una política estrictamente comercial. Con este énfasis se olvida que la disputa fundamental en torno al litio no es en torno a los precios finales o a la obtención de mayores regalías sino sobre la participación de los países de la región en la valorización del recurso vía producción de baterías. Desde ya que los márgenes para ello son reducidos. Por un lado, el sector privado y los países centrales tienen un peso decisivo en las inversiones limitando extremadamente la autonomía de los países de la región.

Por otro lado, y tal como vimos anteriormente, las diferencias normativas, valorativas y de capacidades dificultan un manejo consistente del recurso entre los tres países. En este sentido, más que insistir con una poco conducente cartelización en una articulación regional meramente comercial resulta más promisorio, pero también exigente, explorar en forma más activa vínculos productivos con posibles socios cercanos como Brasil y México, con menores reservas de litio, pero con una sólida industria automovilística que puede permitir avanzar hacia una transición energética con mayores niveles de justicia, autonomía y resguardos ambientales.

- Alejandro Pelfini, Director de Posgrados de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad del Salvador. Investigador asociado al Programa de Estudios Globales, FLACSO-Argentina. 

 

forosur - 19 de septiembre de 2023

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