Formas novedosas de corrupción política

En América latina se perfila un nuevo tipo de connivencia degradada entre poder y recursos. Corresponde a un cambio en la naturaleza de la política dentro del marco de la globalización y de las reformas neoliberales que terminan su ciclo. Autor: [b]Manuel Antonio Garretón[/b] Fuente: [b]Clarín[/b] [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] .Chile: Corrupción quiebra los consensos .Advierten sobre el quiebre de la coalición del gobierno chileno [/size]

Hace un tiempo las acusaciones de corrupción al gobierno de Lula y hoy al gobierno de la Concertación chileno, por citar sólo dos ejemplos, han vuelto a poner este tema en el debate público, teniendo en cuenta además que, con la excepción del caso chileno precisamente, los rankings comparativos no favorecen a los países de la región.

Es probable que estemos en presencia de un nuevo tipo de corrupción que correspondería a un cambio en la naturaleza de la política en la época posdemocratización, en el marco de los procesos de globalización y de las reformas neoliberales que terminan su ciclo.

En efecto, la política puede entenderse como aquella esfera de la sociedad que se ocupa de las relaciones de poder en cuanto inciden en la conducción general de la sociedad.

Son inherentes a ella tres dimensiones inseparables si no se quiere desnaturalizarla. La primera es la dimensión ideológica, es decir, la propuesta, debate y opción por visiones y proyectos de lo que se quiere para el país. La segunda es la dimensión instrumental, que consiste en la representación de intereses y respuesta a las reivindicaciones y demandas de la gente y de los ciudadanos. La tercera es la política como actividad especializada que incluye la lucha por puestos de representación y que, en la sociedad moderna adquiere carácter de carrera profesional. Es esta última la constitutiva de lo que de nominamos clase política.

En América latina, incluido el período de oposición a las dictaduras y los de democratización o transición, predominó, aunque sin exclusividad, un tipo de política que combinaba en diversos grados y con signos distintos y contradictorios a veces las tres dimensiones, caracterizándose las décadas de los populismos por un predominio de la instrumental o reivindicativa y la década del sesenta, la lucha contra las dictaduras y los procesos iniciales de democratización, por el predominio de la dimensión ideológica.

La característica de la política hoy día —con variedades según los países— es la separación de estas dimensiones. Por un lado, se debilita y llega casi a desaparecer la dimensión ideológica y de proyecto. Por otro lado, se autonomiza y adquiere una densidad y complejidad enormes la dimensión de carrera de una clase política que desarrolla sus propios intereses. Y en la medida que el Estado pierde capacidades y recursos de intervención, la dimensión de respuesta a las demandas de la sociedad tiende a ser subordinada tanto a las presiones corporativas como a las dinámicas y necesidades de la clase política.

Todo ello afecta la calidad de la política democrática. En primer lugar porque produce distanciamiento entre la actividad política (no "lo político" como aspecto fundamental que mantiene su alta valoración) o de los políticos, que empiezan a girar sobre sí mismos demasiado ocupados por las densidades de sus carreras muy dependientes de lo mediático, lo que significa necesidad de mayores recursos, y los ciudadanos que no ven la política como necesaria para sus intereses ni tampoco la ven como una respuestas a sus aspiraciones de la "buena sociedad".

En segundo lugar, porque los partidos pierden su papel de representantes y de espacio de debates y se transforman en el medio, aprovechable o desechable, de ascender en la carrera política, con lo que poco a poco se les considerará las instituciones menos confiables de la sociedad.

En tercer lugar porque este tipo de política, a veces llamada "pragmática" o "preocupada por los problemas de la gente" con el fin de marcar la diferencia con la política ideológica., se convierte en la fuente de nuevas formas de corrupción.

La corrupción no es nueva en América latina. Incluso hay casos en que era un componente esencial del sistema político. Pero muchas veces ella o fue tolerada o no produjo escándalo, debido a su cotidianidad, porque de algún modo en el imaginario colectivo se la vinculó a un proyecto que iba más allá de los individuos beneficiados. Y porque la prensa y los ciudadanos sólo reaccionaban cuando ella aparecía como una cuestión de privilegios para un grupo determinado. Lo novedoso hoy día es que se generalizan aquellos casos de corrupción que sólo tienen que ver con los intereses de una clase política y de los sectores corporativos que se benefician de ellos. Y ello adquiere aparentemente dos formas principales: por un lado, lo clásico, el uso de recursos públicos para fines privados y, por otro, menos denunciado, el uso de grandes recursos económicos y mediáticos para obtener posiciones o imponer decisiones en el campo político.

Pero, surge una nueva forma de corrupción no necesariamente asociada al uso de recursos económicos: la lucha por la posición o el poder considerados como fin en sí mismo por una clase política que abandona la dimensión proyecto de la política y que no tiene ninguna capacidad de responder a las demandas de la sociedad. Un tipo de política que "corrompe" la esencia de la política.

Control ciudadano, no sólo de la actividad política pero también de la actividad mediática relacionada, sí. Cambio en la institucionalidad que norma la actividad política y reforzamiento del papel de los partidos, sí. Pero, sobre todo, devolución a la política de su dimensión ideológica, de su capacidad de pensar y proponer proyectos para una sociedad buena.

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