“YPF alineada al Gobierno es más fuerte”

En un encuentro en Londres con empresarios petroleros y potenciales inversores, el presidente de la petrolera afirmó que la Argentina puede experimentar una “revolución energética” con el desarrollo de Vaca Muerta y los hidrocarburos no convencionales.

“La revolución energética producida por el desarrollo de los (hidrocarburos) no convencionales en Estados Unidos puede ocurrir en los próximos años en la Argentina. Con YPF pudimos mostrar la excelente oportunidad que existe para invertir en Argentina, porque la empresa tiene los recursos humanos, la experiencia y la tecnología necesaria.” El presidente de YPF, Miguel Galuccio, participó ayer del Congreso Oil&Money y destacó los logros de la petrolera ante más de quinientos empresarios del sector. Luego de su disertación, estuvo reunido durante un almuerzo organizado por la embajadora argentina en el Reino Unido, Alicia Castro, con potenciales inversores de países petroleros como Rusia, Brasil y Uzbekistán. El funcionario resaltó los recientes acuerdos con Chevron y Dow.

“Cuando hoy hablamos de YPF, estamos dando cuenta de un alineamiento con el gobierno nacional que hace que la empresa sea más fuerte, y no más débil como muchos piensan”, sostuvo Galuccio durante su discurso, en una clara defensa de la recuperación de la petrolera por parte del Estado.

Al momento de graficar esa “fortaleza”, el presidente de YPF precisó que el primer año del plan quinquenal 2013-2017 terminará con 5500 millones de dólares de inversión, la triplicación de la cantidad de equipos de perforación (de 20 a 60), tres trimestres consecutivos de crecimiento de producción y una suba en los precios de las acciones. “Al duplicar la inversión y triplicar la actividad se logró cambiar la tendencia decreciente que YPF experimentó durante los últimos tres años”, manifestó Galuccio.

Como parte del nuevo marco para las inversiones petroleras en el país, el titular de YPF resaltó el programa de incentivos para las compañías que inviertan más de 1000 millones de dólares en un período de cinco años. Tal es el caso de Chevron, que realizará exploración de recursos no convencionales en Vaca Muerta. Por otro lado, destacó el reciente acuerdo con Dow Chemical.

“El acuerdo con Dow es muy importante, porque si bien no tiene el tamaño de Chevron, está orientado a desarrollar shale gas, que tanto necesitamos en el país. Que una empresa estadounidense invierta esta cantidad de dinero, se asocie con YPF y confíe en nuestras operaciones tiene una significancia importante”, agregó.

Del encuentro participaron empresarios internacionales del sector energético, entre ellos Mokhzani Mahathir, de Malasia, y los directores de las firmas Saudi Petroleum Overseas, Vitol, Tullow Oil PLC y GLE-UKTI, entre otros. La semana que viene se realizará en Argentina el Congreso Oil&Gas, donde se podrán ver las inversiones que están realizando las diferentes compañías petroleras radicadas en el país.

Ante más de quinientos empresarios, el CEO de YPF resaltó también la vuelta a los mercados internacionales. “Acabamos de emitir 150 millones de dólares a una tasa de un 8 por ciento que fue totalmente suscripta en Nueva York. Esto ocurrió después de 15 años en que la compañía no tenía una emisión internacional, así que fue un hito para nosotros”, sostuvo.

Mientras Galuccio estaba exponiendo en Londres, un grupo de diputados de la oposición realizó una conferencia de prensa para respaldar un recurso de amparo presentado por la Asociación del Personal de Organismos de Control, que reclama que YPF sea controlada por la AGN. “Acompañamos la presentación judicial porque se afectan derechos y tareas de los legisladores, al no permitir ejercer su función de control”, sostuvo la diputada Graciela Camaño, hoy integrante del bloque Frente Renovador. Al ser YPF una sociedad anónima, queda excluida del régimen de control de la AGN, pero debe someterse al resto de los controles que se aplican sobre las empresas que cotizan en Bolsa.

Las formas del antidesarrollo

Desde los años ’70, el discurso ético y políticamente correcto de la ecología recorre el mundo. Su línea de largada fue el informe realizado por un grupo de científicos, políticos y empresarios a instancias del Club de Roma, en el que se anunciaba una gradual debacle humana en el lapso de cien años. Se concluía allí que el nivel de recursos remanentes del planeta era incompatibles con el crecimiento económico mundial. El modelo presentado no consideraba, por ejemplo, la posibilidad futura de saltos tecnológicos. Tampoco la enorme capacidad adaptativa de la sociedad humana. El debate resultante posterior configuró un verdadero decálogo del antidesarrollismo para los países periféricos. No sorprende por ello la rápida acusación de “economicismo” a todo el que hable de crecimiento económico, aun en una discusión que tiene como centro evitar la restricción estructural de divisas de un país, una de las condiciones necesarias para el desarrollo.

En el peculiar universo ecologista se argumentan escenarios futuros de catástrofes hollywoodenses, se reproduce con nostalgia la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor” y se exaltan las civilizaciones antiguas como poseedoras de saberes ambientales inmanentes. Figuras públicas, académicos y ONG reproducen un sentido común de ser “ciudadanos del mundo”. Pero tan noble preocupación por el planeta suele no ser retribuida cuando una crisis económica jaquea al espacio nacional en el que viven. El ecologismo parece habitar un mundo donde no existe la cuestión nacional, donde no hay Estados en competencia.

Esta ideología es rescatada tanto por la izquierda (para la que los límites de la naturaleza parecen haber reemplazado en el relato de la barbarie capitalista al embate revolucionario de los trabajadores) como por la derecha (a través del paradigma neoliberal de la escasez). Desde allí se exageran, sin pruebas científicas definitivas o sin datos específicos, los perjuicios que ocasionaría el crecimiento económico nacional, al que se prefiere sacrificar en beneficio tácito de los países centrales ya desarrollados. Paradójicamente, es la pobreza por no desarrollo la que representa el peor riesgo contaminante del ambiente.

En el caso de la explotación de hidrocarburos por medio de la tecnología del fracking, no se dice que su riesgo ambiental es similar al de un pozo convencional. En formaciones como Vaca Muerta o Los Molles, en la provincia de Neuquén, la roca madre sobre la que se provocarán las fracturas masivas cuando lleguen las inversiones se encuentran a profundidades de entre 2000 y 3000 metros y en capas de entre 100 y 300 metros de espesor. Nunca se detalla, por ejemplo, que los acuíferos a más de 1000 metros no son potables por su altísima salinidad, de hasta diez veces el promedio marino. Por lo general, los pozos de agua dulce no superan los 100 metros. En consecuencia, no es factible conectar por fracking los dos niveles subterráneos y contaminar el agua, más si se considera que las fracturas hidráulicas alcanzan alrededor de 50 metros.

Seguramente la económica no es la única perspectiva para la compleja relación entre desarrollo económico y tecnologías aplicadas. Pero cualquiera sea el plano de análisis, debería existir alguna recomendación, un curso de acción preciso para solucionar el problema específico. Sin embargo, es sintomático que ante la falta de ideas claras para el desarrollo se apele a cualquier argumento sin que aparezca ninguna alternativa. Por ejemplo, se proponen opciones tecnológicas “no neutrales” que muestren lo complejo del tema acometido, dando un curso de acción hacia una discusión “sin incongruencias epistemológicas” y “hacia un sistema de organización política, social y económica diferente”. La tarea, por supuesto, escapa a cualquier cronograma gubernamental.

Tampoco queda claro cuáles serían esas opciones económicas, sociales y políticas de un sistema de organización diferente, literalmente ideal. En la economía capitalista (hoy sin rupturas y tendencias observables a formaciones socialistas) existen procesos de histéresis tecnológica, es decir, de continuidad y complementariedad de la estructura productiva en el tiempo. Son los Estados los que al impulsar el desarrollo modifican las condiciones productivas, aunque no por ello sin ninguna estimación de costo ambiental. En la tarea deben considerar la base tecnológica real sobre la que se asienta su economía junto a los costos de oportunidad de las modificaciones técnicas a incorporar. Una visión pro desarrollo está obligada a pararse en la realidad efectiva desde el Estado nacional de acuerdo con parámetros internacionales de menor contaminación relativa, dadas las tecnologías a emplear y los costos de oportunidad. ¿No crecer es una alternativa? Sería bueno que los ecologistas lo digan claramente. También deberían ser más claros respecto de a qué se refieren cuando demandan una tecnología “no colonial”. Parece difícil operar coyunturalmente con recomendaciones tan genéricas.

Creer en “otros mundos” no produce daño alguno, siempre que el creyente se fije atentamente en la vida... y ésta, en sociedades tecnológicas y de hábitos, es regulada normalmente por la persistencia y complementariedad de los procesos. Y el capitalismo sigue siendo el que era: una creación estatal de disputa sin tregua y que no da muchas opciones para los más débiles. La ecología como discurso “ético” es otro campo de batalla interestatal en contra del desarrollo periférico

YPF-Chevron: fantasmas detrás del fracking

En muy poco tiempo se instaló con sorprendente virulencia un discurso anti-fracking basado en tres ejes principales: 1) Aumentará el riesgo de que se produzcan terremotos; 2) Va a consumir el agua dulce dejando sin abastecimiento a las poblaciones u otras actividades económicas; y 3) Puede contaminar el agua dulce de los acuíferos o napas. Tres mitos que se desnudan a la luz de los hechos: 1) La energía utilizada para generar las fracturas previas a la estimulación hidráulica se puede sentir en la superficie sólo mediante instrumentos extremadamente sensibles.

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