El sentido y el rol de los actores externos en la reconstrucción de Haití
Originalmente">http://alainet.org/]Originalmente publicado en Revista América Latina en Movimiento No. 461 - diciembre 2010
Desde 1994, la degradación de la situación política ha llevado a Haití un cierto número de nuevos actores que intervienen en el terreno con un capital simbólico y en una lógica cuyo significado profundo difícilmente se puede descifrar. El notable grito de conciencia de Ricardo Seitenfus (1) es un gesto planteado en la buena dirección. Denunciando la monstruosidad del arreglo implementado por la comunidad internacional para tratar de establecer la paz social, Seintenfus lanza un llamado dramático a la reflexión. En realidad, el efecto de la mundialización ha conducido a un debilitamiento del Estado haitiano y a su desbordamiento por las ONG.
El Estado ya no tiene los medios para asumir su rol soberano. El tomar en cuenta este embrollo requiere inversiones considerables en la innovación institucional, para permitir la convivencia y evitar una "somaliazación" desestabilizadora. Los actores externos tendrían que asumir la tarea de contrarrestar la gobernanza anárquica, al ayudar al Estado haitiano a reconquistar su soberanía. Haití es fundamentalmente víctima de la primera internacionalización (2) esclavista y colonialista, que lo ha marginalizado desde su nacimiento y ha desarrollado en sus élites una mentalidad de sitiados. Los actores externos tendrían que involucrarse de manera diferente en el terreno para ayudar al Estado a crear el marco normativo de su potencia, prerrequisito de otra gobernabilidad (3), es decir, de otra manera de orientar la conducta de los hombres y de las mujeres.
El compromiso de los actores externos considerado aquí va en el sentido propuesto por Laurent Thévenot, o sea de una transformación de la dependencia en poder (4). Compromiso basado en la familiaridad, "compromiso perceptivo no limitado a la visión" (5) y sirviendo de estudio previo a una revisión de las relaciones de poder entre multinacionales y Estado en el siglo XXI. Con una verdadera solidaridad, se permitiría al Estado haitiano reducir su dependencia en relación a las entidades externas mediante una estrategia que forje su propia evolución. En este sentido, el refuerzo de los dispositivos públicos en los sectores estratégicos se vuelve vital, permitiendo aumentar su eficacia en la prestación de los servicios esperados. La apuesta es devolver al Estado su rol de defensor del interés general a fin de que pueda prevenir y gestionar las crisis mayores. La sociedad civil tiene que luchar contra la marginalidad y la exclusión a favor de una gobernabilidad que reduzca la dominación en las relaciones de poder.
El enfoque desde abajo
Es absolutamente necesario privilegiar ciertas opciones contra la pobreza masiva, para evitar que la reconstrucción no sea una mera reproducción de lo que existía antes del sismo. Es importante contribuir a promover políticas que faciliten la evolución de los comportamientos, particularmente en el ámbito del medio ambiente. Una política de concientización tiene que ser llevada a cabo para efectuar un desarrollo sostenible y participativo (DSP) que permita una mejor distribución de los ingresos y el acceso de las masas a los servicios sociales de base. Los actores externos pueden contribuir a recolocar la acción local al centro, mediante el apoyo a una real política de descentralización y de reordenamiento del territorio, a partir de la sección comunal y de la región.
La reconstrucción conceptual
Los factores no económicos como el saber, el capital social, la confianza, la reciprocidad, el poder cumplen un rol para nada despreciable en el desarrollo. La reconstrucción no puede dejar de lado la cuestión del poder y del dominio que se encuentra al centro de los bloqueos que enfrenta la sociedad haitiana. Esta opción implica alentar la emergencia de nuevas escuelas de pensamiento y la profusión de debates dentro y entre las intelectualidades francófonas y creolófonas. El inventario crítico de las concepciones del tiempo, de la verdad, de lo real, de la armonía tiene que hacerse sin concesiones. Ningún reconocimiento es posible sin una corriente de pensamiento que la sustente. Los haitianos tienen una necesidad de volver a sus raíces, que podrían comenzar a satisfacer, por ejemplo, con la rehabilitación de todos sus monumentos históricos.
Al restituir valor a la estética, los haitianos contribuirán a sentar las bases necesarias para salir del sufrimiento indecible sobrellevado en el inconsciente, ocasionado por los desastres, las ruinas y las mutilaciones de lo hermoso. Pero necesitan igualmente salir de la atadura conceptual que mantiene a la mayoría en la sumisión. Es importante inventariar el conjunto de ideas religiosas, políticas y sociales que bloquean la liberación de la gran mayoría de los haitianos. Como lo demuestra Maurice Godelier, la "mayor dominación no es la violencia de los dominantes, sino el consentimiento de los dominados a su propia dominación" (6). Importa, pues, deconstruir la estructura de este consentimiento. Para captar, más allá de las manos que actúan, el cerebro que da el impulso nervioso a estas acciones.
En efecto, Godelier nos explica : "Para colocar y mantener 'en el poder', es decir encima y al centro de la sociedad, una parte de la sociedad, los hombres en relación a las mujeres, un orden, una casta, una clase en relación a otros órdenes, castas o clases, la represión es menos efectiva que la adhesión, la violencia física y psicológica menos que el convencimiento del pensamiento que conlleva con ella la adhesión de la voluntad, la aceptación, cuando no la 'cooperación' de los dominados " (7).
Alentar los debates de fondo
El establecimiento de un observatorio de la dependencia es crucial para medir la evolución de las variables clave de la dependencia alimentaria externa. Este observatorio tendría que contribuir a borrar la imagen artificial de que Haití es un buen lugar para vivir, difundida por el 4% de la población que controla el 66% del ingreso nacional. Imagen interiorizada por grupos de las clases medias para legitimar la inercia ante el desorden. El sismo ha roto el velo mantenido en las conciencias sobre esta realidad de miseria, de la cual los 900 campos diseminados en el espacio metropolitano constituyen la punta del iceberg. Sin embargo, algunos continúan mintiéndose, al desviar su mirada hacia una Haití virtual de la cual tienen nostalgia.
Los actores externos pueden ayudar a los haitianos a delimitar el origen y la naturaleza de los problemas actuales. Las bases de datos de la CEPAL, del BID, de las Naciones Unidas pueden suplir a las estadísticas haitianas para revelar la falsedad de la propaganda de una edad de oro. A no ser que se piense que la inmensa mayoría de los 75% de los moun andeyò (8) (los excluidos del festín cotidiano de los opulentos), que viven hoy con menos de dos dólares por día, no hacen parte de la nación haitiana. La implementación de políticas apropiadas en las áreas de la educación y de la agricultura permitiría dar constancia de esta realidad deplorable. Al hacerlo, el país favorecería la materia gris necesaria al florecimiento de los saberes, estableciendo a la vez la prioridad absoluta al cultivo de víveres.
Se debe promover los debates de fondo para encontrar soluciones prácticas que permitan salir de la cultura de apartheid dominante de una élite cualificada de morally repugnant (moralmente repugnante) por un diplomático estadounidense, pero que no se considera más repugnante que las demás élites del mundo (9). Las pretensiones del pueblo haitiano al desarrollo son legítimas, pero el país no dispone de los medios concretos para la implementación de estas pretensiones. La gobernabilidad real del país no integra el saber en su función de crecimiento. La ruptura operada por la dictadura duvalierista tuvo por efecto el éxodo hacia el exterior de la intelectualidad, privando así a las nuevas generaciones del saber de base necesario al dominio del medio ambiente.
Pero lo que es más significativo, la hemorragia intelectual ha afectado negativamente la conciencia nacional que ha quedado confinada en el minúsculo lugar de un nacionalismo cultural autoritario y no ha podido desarrollarse en los ámbitos de la ciencia, de la técnica y de las finanzas. La intervención exterior puede ayudar no sólo a la mejora de las relaciones sociales sino también al desarrollo de las competencias individuales imprescindibles a un desarrollo sostenible. El descuido voluntario, el olvido intencional y la ceguera deliberada paralizan la comprensión de la historia reciente del país, pero sobre todo abren de par en par la puerta al falso saber de los aprendices de brujo que comparten el poder político con socios económicos que se han beneficiado de la dictadura duvalierista. El porvenir no puede sencillamente ser visto por gente que camina con ojos cerrados y que además se tapan los oídos para no escuchar los llamados repetidos por un debate nacional sobre las causas de esta monumental regresión, caracterizada por el empobrecimiento acelerado de diversas capas sociales.
En momentos en que las normas antisísmicas son promovidas para la construcción con el respaldo de los actores externos, importa prestar atención a las fallas sociales que fragilizan la refundación de la vida en Haití. La pragmática de las competencias necesarias para acompañar inversiones del orden del 10 al 15% del ingreso nacional sobre una década exige dolorosos arbitrajes. El desarrollo del sentido de pertenencia de todos a este país es necesario para integrar a los haitianos de la diáspora, el campesinado, las mujeres y la juventud en la vida nacional. Para poner fin a la fragmentación social y al repliegue sobre sí de los clanes dirigentes de una sociedad cortoplacista, la contribución de los actores externos a la reparación de los perjuicios y al exterminio de los prejuicios causados por dos siglos de embargos puede hacerse de mil modos. De la creación de una sociedad de diálogo a una revolución de la mirada. (Traducido por ALAI del original en francés)
*Leslie Péan es econmista y escritor haitiano.
Notas:
1) Arnaud Robert, «Haïti est la preuve de l'échec de l'aide internationale», entrevista con Ricardo Seintenfus, Le Temps, Ginebra, Suiza, 19 de diciembre 2010.
2) Frederick Cooper, “Le concept de mondialisation sert-il à quelque chose?”, Critique internationale, número 10, enero 2001.
3) Michel Foucault, «Résumé du cours Du gouvernement des vivants», en M. Foucault, Dits et écrits, II, 1976-1988, París, Gallimard, 1980. Ver también Michel Foucault, Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France, 1977-1978, Paris, Gallimard/Seuil, Hautes Études. 2004. Ver igualmente Michel Senellart, «Situation des cours», en Michel Foucault, Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France, 1977-1978, Paris, Gallimard/Seuil, Hautes Études, 2004.
4) Laurent Thévenot, L'action au pluriel. Sociologie des régimes d'engagement, La Découverte, , Paris, 2006, p. 238.
5) L. Thévenot, « Le régime de familiarité. Des choses en personne », Genèses, n° 17, sept. 1994, p. 87.
6) Maurice Godelier, «La partie idéelle du réel – Essai sur l'idéologique», L'Homme, vol. XVIII, n. 3-4, 1978, p. 176.
7) Ibid.
8) Gérard Barthélémy, Le Pays en Dehors, Port-au-Prince, Editions Henri Deschamps, 1989.
9) Robert Fatton Jr, Haiti and Strategic Culture, University of Virginia, September 2009, p. 6.