El ornitorrinco no es Bolsonaro, sino su padre

Ariel García* y Javier Ghibaudi ** (Especial para sitio IADE-RE) | Un emergente patológico de una sociedad en proceso de descomposición y recomposición. Ocho claves para comprender el proceso político actual de Brasil en sus trayectorias estructurales.

Decenas y docenas de notas, tratando la debacle de Brasil y su situación límite en materia política, sanitaria y social provocada por el desgobierno, la ineptitud y la irresponsabilidad en la gestión de la pandemia del coronavirus. No es para menos, finalizando julio de 2020 el país consignaba, según sus propios datos oficiales, cerca de 2,6 millones de contagios y 91 mil fallecidos. Repetidamente, las explicaciones que intentan una respuesta a este desastre humanitario de características continentales se centran en la figura de su presidente, Jair Bolsonaro, uno de los representantes del auge de la extrema derecha en occidente. Distintos análisis abordan sus características personales, describen desde rasgos de idiotez, impericia hasta presuntos trazos psicopáticos. 

Sin embargo, en esta nota vamos a intentar aportar elementos para un análisis estructuralista, que incorpore la critica a la razón dualista de Chico de Oliveira (1973) y contextualice a este extraño personaje que ha devino presidente, que no es el ornitorrinco descrito magistralmente por este autor en 2004, sino un descendiente previsible, como un emergente patológico de una sociedad en proceso de descomposición y recomposición. A continuación ofrecemos ocho claves para comprender el proceso político actual de Brasil en sus trayectorias estructurales.

En primer lugar, por obvio que parezca, la dificultad para construir un proceso institucional de memoria, verdad y justicia es un elemento central para que, tanto victimas como victimarios, de la dictadura cívico-militar de 1964-1985 asistan a una instancia judicial que permita exhibir al conjunto de la sociedad las violaciones a los derechos humanos, para justamente no reiterar estas situaciones. En ese sentido, el proyecto de Ley votado por el Senado en 2011 para crear una Comisión de la Verdad (que desarrolló sus investigaciones entre 2012 y 2014), destinada a investigar las violaciones de los derechos humanos en el contexto de aquel gobierno, ha sido un logro relevante en dirección a la pacificación social, aunque con un resultado incierto a la hora de atender las expectativas de justicia y de realización del derecho en la comunidad. No obstante, desde las primeras manifestaciones populares contra el gobierno del PT en 2013 y mientras la Comisión de la Verdad realizaba su investigación, emergieron alusiones negacionistas y a favor de las fuerzas armadas en el gobierno, en un contexto en que encuestas de Datafolha hallaban que 38% de sus entrevistados tenían dudas sobre si la democracia era la mejor forma de gobierno. Estas alusiones estaban latentes en la sociedad brasileña debido a la inexistencia de “líneas de contención” democráticas como sugiere el filósofo Safatle (2020). No es de extrañar que el propio Bolsonaro tuviera expresiones pro-dictadura y reuniera una parte significativa del descontento social. En las elecciones legislativas de 2014, fue elegido como el diputador federal con mayor caudal de votos por el estado de Rio de Janeiro.

 

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* Dr. en Geografía, Investigador Adjunto, Director Línea de Desarrollo Regional y Economía Social (CEUR-CONICET).
** Economista por la Universidad de Buenos Aires, Magister y Doctor en Planificación Urbana y Regional por la Universidad Federal de Río de Janeiro (IPPUR/UFRJ).

04-08-2020.

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