Debates - Contra el "unicato" globalizador*

Realidad Económica 159 [b]Víctor De Gennaro[/b]

No quiero desaprovechar la oportunidad de decirles que hoy estoy esencialmente feliz, porque un domingo a la mañana se puede contar con la presencia de todos ustedes. Esto es la confirmación de lo que fuimos sintiendo a lo largo de este año, que hay un nuevo tiempo, y que este encuentro es su manifestación. Ese nuevo tiempo nos hace reconocer las dificultades que dejamos atrás durante estos años.

Nadie nos lo regaló; lo estamos pariendo entre todos. Acá están Cutral-Có, Tartagal, Cruz del Eje, los cinco paros nacionales, la carpa docente, el apagón, el resultado electoral del 26 de octubre, las luchas de los trabajadores de estos años. Yo creo que hay que partir de esa actitud, aunque nos cueste, porque nos cuesta ser conscientes de que hoy hay un tiempo en el que ellos ya no pueden convencernos de que esto es bueno. Ya se acabó el verso; ya pasó el tiempo en que hasta nuestros propios compañeros -algunos por desesperanza, otros por cosas que se dijeron acá: "se cayó el campo socialista", "el mundo cambió", "la nueva tecnología", y otros por esperanza- creyeron lo del "pensamiento único". Este modelo no nos da la solución. Muchos compañeros se iban con una fórmula que hoy ya no pueden usar tan fácil, como en la época anterior: como trabajadores nos penetraban tanto que hasta aceptábamos el retiro voluntario. Cuando nosotros decíamos que eso era pan para hoy y hambre para mañana, había compañeros que opinaban que eso era la alternativa individual. Había penetrado en nosotros mismos la ideología del enemigo, que no está sólo afuera, que deambula por todas nuestras organizaciones, por todos nuestros militantes y por nosotros mismos. Deambula hasta el terror, que nos penetró en los huesos, porque también es cierto que para llegar a eso tuvieron que imponérnosla a sangre y fuego, no por convencimiento.

Entonces, ¿cómo no va a haber en este parto del nuevo tiempo, en esta discusión del nuevo pensamiento, temor a plantearlo y abrirlo sin ninguna duda, explicitar lo que uno pensaba, si explicitar el deseo, explicitar el sueño, explicitar una estrategia de poder, significaba la muerte en la Argentina? No es poca cosa: significa enfrentarlos a ellos, que concentran poder como nunca antes; significa enfrentarnos a nosotros mismos, a cada uno de nosotros, para ser capaces de volver a creer que vale la pena apostar, con la voluntad organizada, a un sueño colectivo que a veces se lleva nuestras vidas. Pero vuelvo a decir, que si queremos ser protagonistas, si queremos recuperar el trabajo, hacer la política, ser poder en nuestro país, no lo hacemos para ningún tipo de perspectiva individual, sino para volver a construir la felicidad en nuestro país, para gozar de nuevo como alguna vez soñamos que era posible.

Aceptar esto implica aceptar el desafío de saber en qué nos metieron; no es poca cosa. Muchas veces nos meten cosas que ellos mismos nos plantean en el pensamiento único, esa idea del "unicato", que nos limita tanto -por lo menos yo lo creo así-. Cuando uno enfrenta esto, está visto que tiene que ver con uno y con el universo. Es tanto lo que uno tiene que explicar que a veces cae en la tentación de creer que hay una cosa única, que autoritariamente o por decreto puede explicar transversalmente desde lo individual hasta lo universal. Ellos lo explican de esta manera, por eso lo tratan de explicar todo globalmente, y entonces nosotros nos encontramos hablando de la "gente", de las cosas globalizadas, como si fuera un unicato, y entramos en la perspectiva de que en ese unicato del pensamiento siempre el que tiene más poder es capaz de explicar y subordinarnos con mayor capacidad. Los que tenemos menos poder no podemos empezar a discutir nuestra perspectiva. Es la teoría del "0-100": o nadie lucha, o tenemos que tomar el poder que tienen ellos, si no es imposible.O hay que tener un cargo nacional, o no se puede hacer nada, y no se ve la oportunidad de ver lo que ocurre.

Hay millones y millones, no sólo de argentinos, de compatriotas de este mundo, que están peleando para marcar también ese nuevo tiempo, porque no es sólo nuestro nuevo tiempo. Es el unicato que nos lleva a decir: "los sindicalistas, los políticos, los intelectuales". Creo, compañeras y compañeros, que hay que empezar a cambiar: hay que empezar a hablar del verdadero enemigo: los sindicalistas, los políticos, los intelectuales del enemigo. Hay sindicalistas, políticos, intelectuales, de nuestro pueblo. Hay que ser generosos para romper ese unicato que nos impide pensar y ver nuestro poder, para empezar a transitar un tiempo distinto.

Me siento orgulloso de estar hoy acá y quiero reconocer que no hay lucha sindical, no hay lucha reivindicativa si no hay atrás pensamiento que la proyecte. No hay una intelectualidad que se haya forjado en estos años, no puede haber acción sin pensamiento. Es una dicotomía falsa, y por eso quiero saludar a todos los intelectuales, pero no a los intelectuales en abstracto, sino a los que estuvieron acá, a los que forjaron con nosotros, también intelectuales, este nuevo pensamiento, a Claudio, a Jorge, a Julio*. Este reconocimiento es para los que trabajan con nosotros para parir este nuevo tiempo. Este romper y empezar a ser conscientes de nuestro propio poder es lo que nos puede llevar a discutir sin temor una estrategia de poder.

Decían ayer, cuando discutían acerca del poder, algo que a mí me gusta mucho, que era algo que decíamos en la década de los '70, "tomar el poder", como si el poder estuviera en algún lado, "porque somos una fuerza organizada, una patrulla viva y hábil", o porque alguien se lo olvidó, íbamos a tomar el poder y enfrentar la felicidad . Parece que es más concreto, y que no están dispuestos a regalar la capacidad de hacer lo que ellos quieren hacer. El poder es, en última instancia, esa construcción colectiva que nos permite hacer lo que se puede y se debe hacer. Es una construcción colectiva que nos contiene y nos necesita a todos. Necesitamos muchos más, y seguramente hay muchos más que no están acá. Por eso hay que abrir a fondo y reconocer los valores que cada uno tiene.

También ese unicato hace que algunos compañeros piensen que se puede cambiar el pensamiento único malo por otro pensamiento único bueno. Al pensamiento único del enemigo no se lo derrota con otro pensamiento único: se lo derrota con el libre debate de las ideas que está fluyendo de nosotros capaz de hacernos sentir orgullosos de nuestras raíces, de nuestras identidades. Esta riqueza que tenemos temor de enfrentar, porque "de eso no hay que hablar", porque hablar de lo nuestro, o de nuestro pasado, es doloroso, no sólo por lo que nos pasó, sino porque significa ver nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Generalmente priorizamos nuestras debilidades, y eso nos atemoriza. Vemos si estamos dispuestos a veces a ocultar, y acá, compañeras y compañeros, para enfrentar el desafío de construir el nuevo tiempo, la nueva sociedad, hay que hablar de lo que no quieren que hablemos.

Yo quiero, para terminar, poner un ejemplo concreto, que me parece que nos sintetizó a muchos de nosotros, por lo menos en lo personal, y en el grupo en que estuvimos. Nosotros tuvimos, y yo particularmente, una gran suerte, que fue estar frente al juez Garzón, en marzo de este año, con Víctor Mendibil, con Marta Maffei, con Juan Carlos Camaño, con Alberto Morlachetsi y con Alberto Piccinini, representando por primera vez a una central de trabajadores, que dejó de decir y de preocuparse por si hay que cambiar a la CGT, y comenzó a construir la central que queremos; estuvimos con el juez Garzón y le pudimos llevar 5.000 folios de lo que había significado el genocidio y el terrorismo de estado en la Argentina. Pudimos demostrar allí que el 67% de los compañeros desaparecidos eran trabajadores, que había más de 90.000 torturados, presos puestos bajo el Poder Ejecutivo, que hubo medio millón de exiliados, que hubo más de medio millón de compañeros activistas, delegados, dirigentes sindicales, despedidos de los trabajos. Pudimos demostrar que no eran unos locos, a los que les gustaba la represión; que atrás estaban los grupos económicos que financiaron y parieron ese proyecto económico, pero también político, social, sindical y cultural en la República Argentina.

Pudimos expresar todo eso, pero, sinceramente, le dijimos en un momento que él había abierto una puerta a la esperanza, pero también al dolor. Conseguir todos esos datos, reconstruirlos y ser conscientes de lo que significó para todo nuestro pueblo, no para ese millón de víctimas directas, en la conducta cotidiana, ese genocidio y ese terrorismo de estado planificado. El intento de quebrar esa voluntad significa enfrentar el terror; además significa ser conscientes del dolor, y no puedo negar que lloramos delante de él, cuando fuimos conscientes de esto. Uno a veces tiene dudas sobre si puede volver a ser feliz con esta carga, con estos compañeros, con esta historia, y pudimos decirlo con toda claridad, porque, además de llevar esto, compañeras y compañeros, pudimos llevarle al juez Garzón a nosotros mismos para pararnos en cualquier lugar, porque también, mientras ocurría el genocidio, ese terrorismo de estado, había luchas y paros, en el '76, en el '77, en el '78, en el '79, en el '80, en el '81, en el '82, en el '83. Fuimos con el brazo de los derechos humanos, el brazo de los trabajadores organizados, los que peleamos para recuperar la democracia. Fuimos, con toda claridad, para mostrarle a Garzón y a quien quiera escuchar, abrir su cabeza y su corazón, que en la República Argentina podrá haber dirigentes sindicales traidores, que se olvidaron de decir en el juicio a las Juntas que había desaparecidos en la Argentina, pero que hubo, y hay, una clase trabajadora que ha luchado. Para ser claro y concreto, no hay olvido ni perdón para estos genocidas y los responsables que los han financiado.

Por eso, compañeras y compañeros, ¿cómo no vamos a estar felices, si empezamos a hablar de lo que no se habla, si empezamos a hablar de nuestra propia conciencia y de nuestro propio poder? Dijimos en el congreso del Luna Park que necesitábamos a nuestros intelectuales y a nuestros artistas, para que nos ayuden a abrir nuestra cabeza y nuestro corazón. Ayer Tito Cossa nos decía algo muy especial: que los artistas hablan del inconsciente colectivo, lo que nos cuesta. Nuestro aporte desde la CTA fue haber dejado de echarle la culpa a los otros de lo que nosotros no podíamos hacer. Nuestro aporte como trabajadores va a ser invitarlos a que vivan con nosotros, con toda su fuerza de cuestionadores, de artistas, que se animen a acompañarnos el 28 y 29 de mayo del año que viene, cuando se cumpla el 30º aniversario del Cordobazo, lucha que nos parió como tantas otras, para estar en Mar del Plata, en el congreso de la CTA, donde más de 8.000 delegados de los trabajadores van a decir qué Argentina queremos, no la que nos quieren vender, sino la que estamos dispuestos a construir.

Por eso, compañeras y compañeros, termino con toda esta alegría. Lo más difícil a veces fue entender en este tiempo que el poder de la política no era una fotografía, sino que es todo un proceso. Eso es lo que hoy decía Claudio y que nos cuesta abandonar: que este encuentro es muchos encuentros, que vamos reconociéndonos, reconstruyendo el tejido de nuestro propio poder, que no nos alcanza para cambiar todo, pero que tampoco es poco como para estar sólo en la resistencia la capacidad de lo que podemos resolver. Resistir ha sido lo esencial en el peor momento, pero hoy, además de reaccionar, hay que crear. Creo que en eso nos necesitamos todos, para ser capaces de pedirles a los demás lo que somos capaces de hacer nosotros mismos, como trabajadores y como individuos.

Los otros días estuve en General Rodríguez, y me sorprendió, porque estaban en plena lucha contra La Serenísima, donde conocen a todos los trabajadores -ahí no sólo se es dueño de la fábrica, se es dueño del pueblo, del intendente, de algunos concejales, de algunos periodistas, de algunos dirigentes-. Hay muchos a los que les cuesta aceptar cuando un trabajador de La Serenísima dice que quiere hacer un sindicato, explicitando su deseo y su estrategia, como les pasó a cinco compañeros a los que echaron.

Es difícil explicitar la estrategia y el deseo. Lo que me sorprendió es que cuando fui a dar una charla, a hablar de estas contradicciones nuestras, la CTA de General Rodríguez me regaló un libro de poesía de Mario Benedetti. Yo leí la primera poesía, que se llama Rastro, donde se plantea que hay que ser capaces de luchar, de resistir, pero también, algo que dice más o menos así: "Un país lejano puede estar cerca/puede quedar a la vuelta del espacio/pero también puede irse despacio/y hasta borrar sus huellas/En ese caso no hay que rastrearlo/ni con perros de caza/ni con radares/La única forma aceptable/es excavar en uno mismo/hasta encontrar el mar".

Seamos capaces, compañeros, de excavar en serio en nosotros, volver a recuperar esa alegría que nos permitió acompañar las utopías de las que no nos arrepentimos, y en serio construyamos con voluntad de poder esta fuerza para transformar esta realidad.

*Discurso del Secretario General de la CTA en el cierre del encuentro. Versión de Realidad Económica.
* Claudio Lozano, Jorge Cardelli (director de la Escuela Marina Viltes, CTERA), Julio Gambina (director del Centro de Estudios de la Federación Judicial Argentina).

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