Contra el estigma del VIH / SIDA

Beatriz Carvallo Suárez*
Después de más de veinticinco años de su primer diagnóstico, el VIH/SIDA sigue suscitando, en las personas y en las comunidades, reacciones negativas como el miedo, el silencio, la negación, el estigma, la discriminación e inclusive la violencia contra las personas que padecen esta enfermedad. Es cruel y deplorable que personas que ya sufren una enfermedad grave hayan de ser objeto de rechazo y hostilidad. Esa misma actitud estigmatizadora lleva consigo muchas veces el bloqueo de las estrategias de prevención eficaces y la aparición de obstáculos al tratamiento, cuando los gobiernos y las sociedades se niegan a abordar abiertamente las terribles consecuencias del VIH/SIDA. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . Hablar de SIDA / Redacción Artemisa Noticias . El drama de ser niño y tener VIH / Pedro Lipcovich [/size]

“El SIDA ataca el cuerpo: el prejuicio ataca el espíritu. El uno está causado por un virus. El otro está causado por la ignorancia. Ambos pueden matar”. (Fundación de Nueva Zelandia contra el SIDA).

Después de más de veinticinco años de su primer diagnóstico, el VIH/SIDA sigue suscitando, en las personas y en las comunidades, reacciones negativas como el miedo, el silencio, la negación, el estigma, la discriminación e inclusive la violencia contra las personas que padecen esta enfermedad. Es cruel y deplorable que personas que ya sufren una enfermedad grave hayan de ser objeto de rechazo y hostilidad. Esa misma actitud estigmatizadora lleva consigo muchas veces el bloqueo de las estrategias de prevención eficaces y la aparición de obstáculos al tratamiento, cuando los gobiernos y las sociedades se niegan a abordar abiertamente las terribles consecuencias del VIH/SIDA. Las cifras publicadas por ONUSIDA (2002), del Informe sobre la epidemia del VIH/SIDA, refieren datos alarmantes para la salud pública de la población mundial: el total de personas que poseen la enfermedad es de 40 millones, de los cuales 7.1 millones son adultos, 3 millones son menores de 15 años y solo en el año 2001 murieron 3 millones de personas por esta causa.

El estigma es una actitud indeseable, profundamente difamadora, que reduce la condición y el valor de la persona ante la sociedad. El estigma se relaciona sobre todo con enfermedades incurables o que desfiguran y con infecciones que se consideran resultado de un comportamiento personal o se asocian con la violación de normas sociales. El estigma del SIDA se basa en la idea que el público tiene de que las personas infectadas con esta enfermedad han contravenido una serie de creencias y valores compartidos.

El análisis de las fuentes del estigma y la discriminación relacionadas con el SIDA tienen sus raíces en problemas actuales de carácter social y económico como la sexualidad, el género, la raza, la étnia, el estatus socioeconómico, el temor al contagio y a la enfermedad. El estigma relacionado con el SIDA se considera próximo al estigma social, sobre todo por su vía de transmisión sexual y porque se descubrió en la comunidad homosexual, cuyas prácticas se consideran ajenas a la “norma”, relacionándolo así con enfermedades de transmisión sexual, la homosexualidad, la promiscuidad y la prostitución.

En una construcción social y cultural que diferencia a las mujeres de los hombres y define los modos en que éstos interactúan, el género se emplea también para estereotipar a las personas como transmisoras de la enfermedad. Estudios recientes realizados por ONUSIDA, en la India y en Uganda han demostrado que a las mujeres se les estigmatiza por partida doble. Así mismo se cree generalmente que el comportamiento sexual de las mujeres es causa de la difusión heterosexual del VIH.

La epidemia del VIH/SIDA está produciéndose en un momento de rápida globalización, cuando se amplían las diferencias entre ricos y pobres. La exclusión que acompaña esos cambios mundiales ha aumentado las desigualdades sociales y la estigmatización de los pobres, las personas sin domicilio fijo, los desempleados y los desplazados. Esto conduce a un círculo vicioso de pobreza, en el que aumenta la vulnerabilidad al SIDA, lo que a su vez incrementa la pobreza.

En el personal que brinda cuidados de salud, por el miedo a la enfermedad y al contagio o porque consideran que estas personas van a morir, frecuentemente pueden tener una visión irracional o exagerada del riesgo de infección, pudiendo reaccionar con desprecio, abuso o inclusive se presenta la negativa a prestar cuidados a las personas infectadas.

Aunque el SIDA no se transmite en el lugar de trabajo, se ha despedido o negado el empleo a las personas con VIH/SIDA porque se cree que hay un riesgo de transmisión. Se han identificado prácticas discriminatorias en los lugares de trabajo tales como: la selección previa al empleo, la negación del empleo a las personas cuya prueba resulta positiva, terminación del empleo, estigmatización de las personas que hablan claramente de su enfermedad o renuncia forzosa.

Las organizaciones religiosas han contribuido muchas veces a reforzar el estigma y la discriminación relacionados con el SIDA, y han hecho bien poco para eliminar las actitudes negativas contra quienes viven con la enfermedad. Las posiciones moralistas sobre el comportamiento sexual, el sexismo, la homofobia y la negación de las realidades de esta enfermedad, han contribuido a establecer la idea de que las personas infectadas han pecado y merecen su castigo.

Las leyes, las políticas y los procedimientos administrativos manifiestan con frecuencia estigma y discriminación, bajo las formas de medidas de salud pública necesarias para proteger a toda la población. Entre los ejemplos de leyes y políticas discriminatorias pueden mencionarse las siguientes: la selección y pruebas obligatorias para personas que buscan empleo, la notificación obligatoria de casos de SIDA, las restricciones al anonimato, la prohibición de ciertas ocupaciones para las personas que padecen la enfermedad, las restricciones impuestas a los viajes internacionales y la detención o deportación de las personas con esta enfermedad. Estas medidas dan además un sentido de falsa seguridad a las poblaciones que consideran que no pertenecen a esos grupos.

Otras formas de estigma social son la denegación de vivienda, ser ignorados por los amigos y compañeros y la negación de seguros de vida y de salud. En muchos casos la estigmatización se extiende a las familias, a pesar de que ellas son las primeras prestatarias de cuidados. Esta situación refuerza el aislamiento social de las personas afectadas, incluyendo el abandono de sus hijos y sus parejas.

El estigma y la discriminación impulsan la epidemia del VIH/SIDA, pues crean una cultura de secretismo, silencio, vergüenza y victimización. Esto aumenta el sufrimiento y tiene consecuencias sociales y económicas devastadoras para las personas que viven con la enfermedad, sus familias y las comunidades. La vergüenza que va unida al estigma sentido, disuade a las personas de buscar asesoramiento, pruebas y tratamiento, esto significa que algunas personas prefieren desconocer su propia situación, por temor a perder su secreto, a perder su puesto de trabajo, la ruptura de relaciones, el ostracismo social o, inclusive, ser objeto de violencia.

Las declaraciones de derechos humanos y los códigos de ética de las personas que prestan servicios de salud, son guías poderosas que se basan en el respeto de los derechos de las personas, por ejemplo, en el Código Deontológico del CIE, para las enfermeras se afirma: “Es inherente a la enfermería el respeto de los derechos humanos, entre ellos el derecho a la vida, a la dignidad y a ser tratado con respeto”.

En conclusión, el estigma y la discriminación relacionados con el VIH/SIDA nos desafían a todos: al Estado, a las instituciones de salud, a los trabajadores de la salud, a sus organizaciones gremiales, a las personas infectadas, sus familias y la comunidad en general a identificar e intervenir las causas de esta situación, la cual sólo podrá vencerse con unas políticas gubernamentales específicas, de promoción de la salud, de prevención de la enfermedad y si nuestros cuidados y tratamientos conllevan respeto y dignidad.

“Muchas personas que sufren el SIDA, no mueren de esa enfermedad, mueren del estigma que rodea a toda persona que padece el VIH/SIDA.” Discurso de Nelson Mandela en la ceremonia de clausura de conferencia de Barcelona, 15 de Julio de 2002.

*Beatriz Carvallo Suárez Presidenta ANEC Nacional

Fuente: [color=336600]ANEC.org.co / 23.01.2004[/color]

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[i][color=333366]Ver Adjunto[/color]

Comunicado de prensa ONUSIDA 2007 (Programa conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH / SIDA [/i]

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