¿Cómo se desarrolló Corea del Sur?

Daniel Schteingart


A principios de los '60, era tan pobre como Zambia o Chad. En la actualidad, es un país altamente desarrollado, con un ingreso per cápita similar al de Japón y Nueva Zelanda y, junto con Israel, es el que más invierte en innovación. ¿Cómo lo logró?

Si hoy dijéramos que, en 60 años, un país como Angola o Rwanda van a estar a la vanguardia tecnológica mundial, con niveles de pobreza casi nulos y una esperanza de vida superior a la de Holanda o Finlandia, seguramente nos tildarían de delirantes. Si, en 1960, hubiéramos dicho lo mismo acerca de Corea del Sur -país cuyo ingreso per cápita era similar al de estados del África Subsahariana como Zambia o Chad- nadie nos hubiera tomado en serio [1] . Sin embargo, entrando en el 2020, encontramos que Corea pasó rápidamente del Tercer Mundo al Primer Mundo. Su ingreso per cápita es hoy similar al de Japón, España y Nueva Zelanda. La pobreza -si se midiera como se hace en Argentina- ronda el 5% [2], y la brecha entre ricos y pobres es similar al promedio de la Unión Europea. Asimismo, la esperanza de vida de Corea está hoy en el top ten mundial (82,7 años, por encima de países como Suecia, Finlandia u Holanda). No sólo eso: la gran mayoría de las exportaciones coreanas son manufacturas complejas (electrónica, autos, naval, maquinarias). A su vez, Corea es, junto con Israel, el país del mundo que más esfuerzos de innovación hace: gasta 4,3% de su PBI en investigación y desarrollo (I+D), muy por encima del promedio de los países desarrollados y, ni que hablar, Argentina (0,5%). Esto último es inentendible sin el espectacular éxito que tuvieron empresas como Samsung, LG o Hyundai, que son la columna vertebral de su estructura productiva. Pero, ¿cómo se produjo el milagro coreano?

El quiebre industrializante: 1961

La década de los '60 fue un gran punto de inflexión en la historia de Corea del Sur. Tras décadas traumáticas (invasión japonesa entre 1910-45 y, luego, la sanguinaria Guerra de Corea entre 1950-53), Corea comenzó su salto al desarrollo de la mano del general Park Chung-Hee, quien en 1961 encabezó un golpe de Estado que impuso una dictadura desarrollista industrialista. Park gobernó hasta 1979, cuando fue asesinado por el director de la Agencia Central de Inteligencia Coreana. En los 18 años que gobernó, el PBI per cápita coreano creció a razón del 7,1% anual, multiplicándose por 3,5 veces. Si en 1961 Corea del Sur tenía el PBI per cápita similar al de países subsaharianos como Zambia o Chad, para 1979 había superado a países como Brasil y Yugoslavia. La influencia de Park siguió en el siglo XXI: entre 2013 y 2017, su hija fue la presidenta del país, hasta que fue destituida por corrupción.

Un estado desarrollista

La Corea de Park (inspirada en el modelo de desarrollo japonés) tuvo una intensa vocación industrialista por parte del Estado, cuya intervención en la esfera económica -por medio de medidas de promoción selectiva de ramas- resultó indispensable para diversificar y sofisticar el tejido productivo, que a principios de los '60 estaba fuertemente dominado por el sector primario. Entre las medidas de política económica e industrial que destacaron en Corea encontramos: protección aduanera selectiva en ramas estratégicas y por tiempo acotado; subsidios a la exportación de manufacturas; crédito barato para la inversión en determinadas actividades industriales y caro para el consumo; prohibición de la comercialización interna de determinados bienes de lujo; fomento al aprendizaje tecnológico, y regulación de las inversiones extranjeras a determinadas áreas de la economía.

El correlato de la limitada presencia de las empresas transnacionales en Corea fue que los actores más dinámicos del proceso de industrialización fueron locales: se trató de grandes conglomerados nacionales privados de origen familiar (chaebols), siendo Samsung, LG o Hyundai los más importantes. Ejemplo de ello es que, en 1990, cuando el proceso de industrialización ya estaba profundamente consolidado, el stock de inversión extranjera directa como porcentaje del PIB era del 1,9%, cifra bajísima para los estándares internacionales [3]. A modo de comparación, en ese mismo año, esta cifra llegaba al 78,5% en Singapur, país que sí dio un lugar central a la inversión extranjera como estrategia de desarrollo.

Un factor que diferenció el intervencionismo estatal en los países del Este Asiático del de otros países subdesarrollados como los latinoamericanos fue la elevada calidad en las políticas públicas, que se dio dentro de un marco de intenso autoritarismo. Esta particular eficacia de la acción estatal, a su vez, se debió en parte al modo de interacción entre el Estado y la sociedad (en particular, las elites económicas), así como a la imposición de criterios meritocráticos de acceso a la gestión pública. En Corea, el Estado no sólo fue muy represivo con la clase trabajadora -esto también ocurrió en otros países subdesarrollados que tuvieron menos éxito en la industrialización, como Brasil en los '60 y los '70- sino que también disciplinó al capital privado, logrando acoplarlo a sus respectivos planes de desarrollo. Ello pudo darse, en parte, porque hacia principios de los '60, las elites locales surcoreanas eran relativamente débiles (lo cual se plasmaba, por ejemplo, en una distribución del ingreso medianamente igualitaria, al menos si la comparamos con la de los países latinoamericanos), producto de las reformas agrarias efectuadas en los '40, que desarticularon a la clase terrateniente. De este modo, la mayor debilidad de las elites locales y la solvencia estatal permitieron incorporar metas de desempeño en la producción industrial (por ejemplo, los subsidios al sector privado estaban supeditados al rendimiento de éste en materia de exportaciones o de investigación y desarrollo), por las cuales el Estado y el sector privado entablaban más una relación de reciprocidad que de subsidios sin contraprestación. En otros términos, el Estado logró redistribuir recursos y que las transferencias de ingresos al sector privado derivaran en que éste se volviera eficiente por medio, primero, del aprendizaje tecnológico y, luego, de la innovación, bajo la amenaza de que, si no lo hacía, se lo penalizaría.

Otra clave: el apoyo norteamericano

Otro factor decisivo del desarrollo coreano (al igual que el de Japón y el de Taiwán) fue la ayuda estadounidense. El Este Asiático fue uno de los grandes escenarios de la Guerra Fría, ya que allí se condensó la división entre las dos Coreas, el contraste entre la China maoísta y el Taiwán capitalista, así como la Guerra de Vietnam.

Con el objetivo de evitar la expansión comunista, Estados Unidos facilitó fuertemente el desarrollo coreano, por ejemplo, por medio de la apertura de su mercado a sus manufacturas, aportando divisas y tecnología, y aceptando una reducida participación de sus empresas transnacionales en su tejido productivo. Un dato adicional es que no fue sino hasta la década de 1980 cuando Corea del Sur dejó de ser deficitaria en la balanza comercial. Hasta entonces y, particularmente, en los '60, la ayuda externa norteamericana fue crucial para mantener equilibrada la balanza de pagos y evitar la falta de dólares ("restricción externa") que impide el crecimiento.

El gran capital coreano: los chaebol

Así como la experiencia surcoreana desafía fuertemente los postulados liberales de que "el Estado debe apenas garantizar las reglas de juego", también ocurre lo mismo con un ideario "progre" que endiosa a las pymes y cuestiona a las grandes empresas. Corea es un ejemplo de un país en donde, gracias a un Estado fuerte capaz de controlarlo, el gran capital concentrado (los chaebol) puede ser fundamental en el desarrollo. Las razones por la cual Park priorizó a los chaebol más que a las pymes son varias. En primer lugar, articular con las pymes implicaba trabajar con actores muy atomizados, dificultando la coordinación; en segundo lugar, se consideraba que las pymes no tenían tanto potencial para encarar rápidas transformaciones tecnológicas.

¿Qué características particulares tuvieron los chaebol surcoreanos? En primer lugar, sus dueños suelen ser familias. En segundo lugar, los chaebols constan de múltiples empresas en diversas ramas de actividad (industria, construcción, finanzas). Lógicamente, por su gran importancia en la estructura económica surcoreana, los chaebols también han tenido una fuerte injerencia en la política del país. Durante los '60 y los '70, el Estado logró disciplinarlos pero, a partir de los '80, y gracias a la acumulación de capital de las décadas previas, los chaebols incrementaron su poder relativo respecto al Estado coreano, y comenzaron a presionar -con éxito- por una mayor desregulación económica.

Los tres chaebol más importantes de Corea son:

a) Samsung. Explica alrededor de un cuarto de la economía coreana. Tiene actividades en electrónica, seguros, construcción y astilleros navales.

b) Hyundai. Domina la rama de equipos de transporte (automotriz, naval), la industria pesada, seguros, comercio y construcción.

c) LG. Se especializa en electrónica, químicos, telecomunicaciones y comercio.

A modo de cierre, resulta ilustrativo esto que describe el especialista Kim [4]: "Los chaebols están omnipresentes en Corea: no podés vivir ni un día sin entrar en contacto directo con sus productos y servicios. Desde el minuto en que te levantás, te lavás los dientes con pasta LG, tomás una ducha con jabón y champú LG, mirás la TV marca Samsung, mientras chequeás las noticias y las llamadas en tu teléfono celular Samsung; luego tomás el subte construido por Hyundai, comprás en Lotte, vas al trabajo cuyo edificio fue construido por Hyundai, almorzás en un restaurant de CJ y te encontrás con tu cliente en el hotel de Samsung".

[1] Los datos surgen del Maddison Database Project.

[2 ]Dato del año 2012 calculado con PovCalNet, con línea de 11.25 dólares PPA.

[3] Datos de UNCTAD.

[4] Kim, E. M. (2015): "Korea's evolving business-government relationship", UNU-WIDER Working Paper, 2015/103, p. 14

 

Cenital - 24 de noviembre de 2019

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