Comentarios - Imperio
I. La globalización supone una cierta liberalización de la lógica del mercado respecto a los controles estatales, asunto indeseado por los socializantes y deseado por los neoliberales. Semejante movimiento significa una pérdida de soberanía para los estados-nación, pero de ningún modo una disminución de la soberanía en sí misma. A esa nueva forma de soberanía es a la que se denomina Imperio. Los que piensan en términos de imperialismo vs. tercermundismo se equivocan, al manejar unas categorías que ya no responden a la realidad.
Imperio es algo distinto de imperialismo. El segundo se caracterizaba por una extensión de un poder central-nacional que marcaba los límites, mientras que el primero tiene como característica fundamental su carencia de centro ni de fronteras definidas. El cambio desde el imperialismo moderno al Imperio postmoderno responde a transformaciones rastreables en el modo de producción capitalista. De la producción industrial como eje vertebrador se ha pasado a la prioridad de la producción de la propia vida social, a la producción biopolítica, donde se mezcla lo económico, lo político y lo cultural, sin poderse aislar esas esferas entre sí. El paso del imperialismo a Imperio es el mismo que el de la modernidad a la postmodernidad (cfr.p.XVI).
El imperialismo se ha acabado y ni los Estados Unidos ni ninguna otra nación puede arrogarse hoy en día ese papel desaparecido. Sin embargo los autores reconocen, al mismo tiempo, que los Estados Unidos si que tienen una posición privilegiada en esa nueva forma de soberanía emergente que denominan Imperio. Una prueba de ello es la propia constitución de los Estados Unidos, no la formal, o texto canónico, sino la constitución material (1) dada en cada momento, es decir, "la continua formación y re-formación de la composición de las fuerzas sociales" (p.XIV).
La noción de Imperio tiene que ver más con el modelo imperial antiguo, el modelo imperial romano, que con el imperialismo moderno colonialista. Pero ante todo, dicha noción no es ni más ni menos que un concepto teorético. Imperio se presenta como un poder sin fronteras espaciales ni temporales, aparece ante sí mismo como fin de la historia, declaran los autores en una alusión a las tesis hegelianas de Fukuyama, y como orden eterno y atemporal de paz perpetua y definitiva.
La noción de biopolítica como política de Imperio, entronca con la genética, remitiendo igualmente a los estudios de Foucault sobre la correlación entre el humanismo moderno y el desarrollo de las llamadas ciencias humanas: "El Imperio no sólo regula las interacciones humanas sino que también busca directamente gobernar sobre la naturaleza humana. El objeto de su gobierno es la vida social en su integridad" (p.XV), por eso se presenta como el paradigma del "biopower", o poder sobre lo viviente. Un poder capaz de producir subjetividades y cuyas resonancias ahora devienen nietzschianas, respecto a la voluntad de poder no en cuanto voluntad de potencia sino en cuanto voluntad de dominio.
Se nos advierte que la nueva coyuntura no nos debe hacer nostálgicos de las antiguas formas de dominación y aunque no se nos dice que no debamos serlo de las antiguas formas de liberación, tampoco parece sugerirse que las hubiese. La tesis de los autores es que Imperio significa también la apertura de nuevas posibilidades para las fuerzas de liberación. No se tratará por tanto de resistir a ese poder irresistible sino más bien de reorganizarlo y canalizarlo en otras direcciones, como la libido freudiana el poder no es eliminable, sólo dirigible y las fuerzas creativas de las multitudes que sostienen el Imperio son las llamadas a construir autónomamente un Contra-Imperio: "Una organización política alternativa de los flujos e intercambios globales" (p.XV).
Se nos advierte que las alternativas y luchas por nuevas formas democráticas y por un nuevo poder constituyente sólo podrán surgir desde dentro del Imperio, lo cual no significa desde el primer mundo, ya que si el Imperio ya no es algo geográficamente localizado sino un poder desterritorializado y deslocalizado, no sólo no habrá exterior ni interior, sino tampoco dentro y afuera, sino que exterior e interior, dentro y afuera, coexistirán en un mismo espacio siempre cambiante. "La realidad de la producción está donde las desigualdades se revelan más claramente y, sin embargo, donde surgen las resistencias y alternativas más efectivas contra el poder de Imperio" (p.XVII). Descartada queda como categoría periclitada de las ciencias políticas la dicotomía primer mundo / tercer mundo, ya que hay un primer mundo en el tercer mundo y un tercer mundo en el primer mundo, sin que el segundo se haya sabido nunca lo que era.
La genealogía de Imperio está en Europa y Norteamérica porque allí es donde se encuentra igualmente la genealogía del modo de producción capitalista y no por ninguna razón eurocentrista. Pero el poder actualmente no está limitado a ninguna región: "Las lógicas de gobierno que en cierto sentido se originaron en Europa y Estados Unidos ahora involucran a las prácticas de dominación que atraviesan todo el globo. Y lo que es más importante, las fuerzas que rivalizan con Imperio y que efectivamente prefiguran una sociedad alternativa global no están ellas mismas limitadas a ninguna región geográfica" (p.XVI).
El libro se presenta como el resultado de un estudio interdisciplinar, de un análisis proveniente de dos fuentes teóricas heterogéneas: El Capital de Karl Marx y Mil mesetas de Gilles Deleuze. Involucrándose asimismo a disciplinas como la historia, la política, la economía y la antropología, además de la filosofía. Un poder sin fronteras ni límites determinados que se rebasa y muta sin cesar sólo podrá ser captado y descrito interdisciplinariamente por una mente sin fronteras ni límites determinados que se rebase y mute sin cesar.
"Lo que esperamos haber contribuido con este libro es a la aportación de un marco y unas herramientas conceptuales para teorizar y actuar en y contra Imperio" (p.XVI). Según los autores, el libro puede ser leído en cualquier orden y dirección, como Rayuela de Cortazar, si bien detallan al final del prefacio la organización del discurso que han presentado.
II.
La presentación del libro y buena parte del vocabulario no puede dejar de suscitar la impresión en el lector europeo de que se trata de un libro para norteamericanos. Efectivamente, la propia idea de Imperio tiene demasiadas resonancias con la saga de La guerra de las galaxias como para no se establezca la asociación mental. Negri y Hardt escriben aquí para las descerebradas subjetividades producidas por Hollywood, con un lenguaje y un andamiaje no sólo dirigido a los europeos cultos sino también al gringo que hay en nosotros, a nuestro ser televidente y consumista, a nuestra subjetividad producida y no a la construida a pesar de la subsunción real; a quienes además de reconocer referencias a Foucault nos viene a la mente la escena de Episodio I en la que las tropas mecánicas del Imperio se enfrentaban a la coalición de comunidades variopintas y diversas. La acogida en el mundo culto europeo será por tanto de trivialización, aunque también Quentin Tarantino introduzca reminiscencias del cómic de Marvel en sus películas, como cuando en una escena de Reservoir Dogs el agente especial infiltrado se prepara para representar su papel entre los gansters con un poster detrás de Estela plateada, el héroe de comic que se enfrentaba a Galactus el devorador de mundos.
De todas formas, para comparar la obra que nos ocupa con la cinematografía, ella podrá significar en el futuro, lo que Blade Runner para el séptimo arte, un antes y un después. Estamos ante un libro con diferentes niveles de lectura, con un nivel de lectura sumamente accesible y al que pueden acceder incluso los norteamericanos, pero cuyas distintas capas implícitas lo convierten en una obra rica en contenido. Como en el film de los replicantes se nos presenta un futuro que ya es presente y cada vez lo va siendo en mayor medida, un Los Angeles 2019, donde habita el que corre con la espada (apodo homérico), el escéptico y reflexivo ejecutor de la ley. Una ciudad deslocalizada tras los descubrimientos de nuevos mundos, donde los animales han desaparecido de la faz de la tierra extinguidos por la mano del hombre, donde la tecnología es lo único brillante y perfecto, además de mortífero, coexistiendo con un melting pot cultural y arquitectónico en notable decadencia; mezcla de la Metrópolis de Fritz Lang y del Tokio actual. Ciudad desterritorializada donde llueve eternamente una lluvia ácida, espesa y viscosa, en la que desaparecerán los seres y pensamientos que la habitan. Un lugar con una neblina continua, pluricultural, en que se comen productos vegetarianos y en cuyas calles se habla una lingua franca consistente en una mezcla de inglés, español, chino, japonés y holandés.
En este último sentido estamos ante un libro postmoderno, pero no del todo, sino que Negri y Hardt continúan moviéndose en un horizonte de transición, entre lo moderno y lo postmoderno, entre Marx y Deleuze, sin que lleguen a primar las categorías del primero ni las del segundo. Las subjetividades se producen pero aún los acontecimientos históricos no son singularidades micropolíticas, aún no está todo desterritorializado, sino que se nos presenta un libro que ha sido comenzado tras la Guerra del Golfo y terminado antes de la guerra de Kosovo, dos acontecimientos que se nos dice que marcan la señal y la localización temporal de la construcción de Imperio. Por tanto no llegan a ser hasta tal punto postmodernos que sostuviesen además de la deslocalización espacial la deslocalización temporal, así como no llegan a decir que el libro se comenzó cuando una mariposa agitó las alas en Japón y terminó cuando el huracán Mitch arrasó Honduras.
La oscilación entre lo moderno y lo postmoderno se nos presenta también cuando se considera que sólo hay una alternativa posible, que es la de hacia delante, y se aboga por el abandono de las nostalgias pretéritas. No hay dentro ni fuera, ni exterior e interior, pero si que hay adelante y atrás, luego no caben las nostalgias regresivas. En ese sentido se mantienen los autores en la modernidad, ya que no diluyen la flecha del tiempo ni retoman la antiutopía cinematográfica hoy nuevamente en boga de El planeta de los simios, sugerente de las posibilidades de regresión e involución, cuando no de destrucción completa del planeta.
Pero lo cierto es que la dicotomía moderno / postmoderno; imperialismo / Imperio; no son sino máscaras de la contradicción inaugural del pensamiento humano, esto es, la de Ser / Devenir. "Cada Nochevieja nos deja sentir el misterio de la contradicción de ser y devenir (2)". "El conocimiento y el devenir se excluyen (3)". De modo que siempre será necesario alcanzar teoréticamente qué parte de lo real le corresponde a Parménides y qué parte a Heráclito sin que nunca reste un solo aspecto de los dos.
NOTAS:
(1) La distinción entre constitución formal y material se remonta a la conferencia pronunciada por Lasalle en 1862: Cfr. Ferdinand Lasalle ¿Qué es una Constitución? Ediciones Coyoacán, México 5ª, 1999, p.45: "Los factores reales del poder que rigen en el seno de cada sociedad son esa fuerza activa y eficaz que informa todas las leyes e instituciones jurídicas de la sociedad en cuestión, haciendo que no puedan ser, en sustancia, más que tal y como son".
(2) Friedrich Nietzsche Sobre el pathos de la verdad, 1871.
(3) Friedrich Nietzsche La Voluntad de Poder 1883-88, § 511.
Fuente: http://aparterei.com/negri.htm