Columnista invitado: Joseph Stiglitz

No esperen serenidad para el año que viene 2006 se caracterizará por la incertidumbre en aumento sobre las perspectivas de crecimiento económico mundial, mientras que la distribución de los frutos de tal expansión seguirán siendo desalentadoramente inequitativos. Joseph Stiglitz. Premio Nobel de Economía, profesor de la Universidad de Columbia Fuente: Clarin

El todopoderoso consumidor americano tuvo otro año excepcional en 2005, con lo que ayudó a sostener el crecimiento económico mundial, aunque a un ritmo inferior que en 2004. Como en los últimos años, su consumo correspondió a su nivel de ingresos o lo superó y en 2005 los Estados Unidos gastaron bastante por encima de sus medios y tomaron dinero prestado del resto del mundo a un ritmo febril: más de 2.000 millones de dólares al día.

Dos sorpresas económicas prolongaron los buenos tiempos en 2005. En primer lugar, mientras la Reserva Federal de los EE.UU. siguió subiendo las tasas de interés a corto plazo, las tasas a largo plazo no aumentaron al mismo ritmo, lo que permitió que siguieran subiendo los precios de las viviendas. Fue un factor de mayor importancia para sostener el crecimiento mundial, pues en los últimos años el sector inmobiliario ha propulsado el buen funcionamiento de la mayor economía del mundo, con lo que se han refinanciado las hipotecas y se ha gastado parte de los fondos obtenidos y los altos precios han propiciado más construcciones.

Pero no es probable que esta situación se prolongue. Casi con seguridad las tasas de interés a largo plazo comenzarán en algún momento a subir... y cada vez resulta más claro que ese momento será el año que viene. En ese caso, los norteamericanos tendrán que dedicar más dinero al servicio de la deuda, con lo que les quedará menos para gastar en el consumo de bienes y servicios.

¿Es posible que el sector empresarial que dispone de mucha liquidez compense la atonía aumentando la inversión? Puede haber un aumento en la inversión bruta, al sustituirse los bienes de equipo y los programas informáticos obsoletos, pero también hay algunas señales de que se está aminorando el ritmo de innovación... tal vez como consecuencia de la reducción de las inversiones en investigación durante los cinco últimos años.

En cualquier caso, aun cuando las empresas tengan gran disponibilidad de liquidez, no acostumbran aumentar la inversión durante los períodos en que se reduce el consumo. Es más probable que la moderación de la inversión agrave la desaceleración del consumo antes que una aceleración de la inversión la compense.

Pero no sólo se deben a eso las perspectivas poco halagüeñas para los Estados Unidos y el mundo en 2006. La segunda sorpresa de 2005 ha sido que, mientras que los precios del petróleo aumentaron mucho más de lo esperado, en la mayoría de los casos no hubo un efecto económico moderador a consecuencia de ello, al menos hasta la última parte del año. A causa de los altos precios del petróleo, por ejemplo, el gasto de los EE.UU. en importaciones de petróleo ha aumentado en unos 50.000 millones de dólares al año... dinero que, de lo contrario, se habría gastado en su mayor parte en productos de fabricación nacional.

Los altos precios del petróleo van a moderar los resultados económicos también en el resto del mundo, aunque las perspectivas de crecimiento parecen mejores que en los EE.UU. El crecimiento de China sigue asombrando al mundo; de hecho, nuevos datos sobre el PBI indican que su economía es un 20 por ciento mayor de lo que se había pensado. Además, el vertiginoso crecimiento de China repercutirá en la mayor parte de Asia, incluido (de forma algo menos intensa) el Japón.

El de Europa sigue siendo un panorama desigual, dada la actitud casi perversa del Banco Central Europeo, al subir las tasas de interés cuando la economía de Europa necesita más estímulo para lograr su recuperación.

El riesgo principal en 2006 es el de que los problemas de los Estados Unidos que llevan tanto tiempo gestándose lleguen a un punto crítico a escala mundial: los inversores, al prestar por fin atención al gran déficit fiscal estructural, al enorme déficit comercial y al alto nivel de endeudamiento de las familias, pueden ser presa del pánico y sacar su dinero de los Estados Unidos. Otra posibilidad es que el aumento de las tasas de interés y una recesión en el sector inmobiliario debilite tanto la demanda de consumo, que la economía entre en recesión, con lo que colocarían en una situación apurada a los exportadores de otros países que dependen del mercado estadounidense.

En cualquiera de los dos casos, el Gobierno de los EE.UU., atado de pies y manos por déficit ya elevados, puede sentirse impotente para reaccionar con una política fiscal anticíclica. En vista de que la confianza en la gestión económica de Bush es casi tan poca como la relativa a su gestión de la guerra de Irak, existen toda clase de razones para temer que, si surge una de esas crisis, no se la gestione bien.

Pero es más probable que 2006 sea simplemente otro año de malestar: la importancia de China en la economía mundial sigue sin ser lo suficientemente grande para compensar las deficiencias en el resto del mundo. También los Estados Unidos lograrán ir tirando otra vez... y dejando niveles aún más altos de deuda para al futuro.

En una palabra, 2006 se caracterizará por una incertidumbre en aumento sobre las perspectivas de crecimiento económico mundial, mientras que la distribución de los frutos de dicho crecimiento siguen siendo desalentadoramente previsibles.

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