Cinco estrategias en el 2006: Estados Unidos en Internet

Rosa Miriam Elizalde

Los Estados Unidos están obsesionados con la Internet cubana porque es un punto extraordinariamente visible de disidencia del modelo norteamericano, donde han probado y seguirán probando lo que luego aplican y seguirán aplicando contra otros países y organizaciones sociales.

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Es la historia de un hombre que sueña que ha viajado a Marte. En el planeta rojo, a casi 100 millones de kilómetros de nuestra órbita, encuentra que cada niño marciano tiene una escuela para él solo “con diez profesores, también marcianos”. Escrito como solo puede hacerlo José Saramago, el cuento termina con el despertar del protagonista en este sombrío planeta donde semejante ilusión solo parece habitar las fantasías de un soñador como él.

Cuando el Nobel portugués estuvo el año pasado en La Habana, le conté que sí había un lugar en esta galaxia que ha construido escuelas que abren para un solo niño, asistidas por varios maestros terrícolas. En Cuba hay 146 aulas en parajes remotos de las montañas, a las que asiste el pequeño que vive por allí y que son atendidas por un maestro y varios instructores. Todas las escuelas primarias y secundarias del país, incluyendo estas solitarias aulas [1] , tienen laboratorios de computación.

¿Por qué un país bloqueado y pobre invertiría millones de dólares en instruir desde muy temprana edad en el conocimiento de la informática? Si el gobierno está interesado en limitar y censurar el acceso a Internet, ¿para qué entrena en el uso de las computadoras más modernas a más de 2 millones de niños y adolescentes, incluyendo aquellos que viven en parajes perdidos de las serranías? ¿Qué sentido tendría abrir en todos los municipios de la Isla Joven Clubes de Computación –centros comunitarios gratuitos- para aprender el uso de las máquinas computadoras, con acceso a Internet? ¿Por qué Cuba ha puesto en práctica tan ambicioso programa de capacitación, si su infraestructura de redes es aún precaria? ¿Por qué estos datos sencillos, verificables por cualquiera, jamás aparecen en las reseñas periodísticas que machacan insistentemente sobre las supuestas restricciones de Cuba al acceso a Internet?

La respuesta es simple: el criminal, como siempre, quiere hacer pasar a la víctima como asesino. El principal freno para el acceso libre de los cubanos a Internet no es de Cuba, sino de Estados Unidos. Pocos conocen que la conexión tardía de la Isla a la red no se debe a una disposición del “gobierno totalitario” de la Isla, sino a una cláusula del bloqueo norteamericano, que impedía el acceso de Cuba a la red internacional controlada por los EEUU. Solo a partir de 1996, la isla pudo contar con navegación internacional, pero con un condicionamiento político: forma parte del paquete de medidas de la Ley Torricelli (1992) para “democratizar la sociedad cubana”. Esta Ley también decretaba –y está vigente hasta hoy- que cada megabits (rango de velocidad de conexión) contratado a empresas norteamericanas debía ser aprobado por el Departamento del Tesoro, y estableció todo tipo de sanciones para quienes favorecieran, dentro o fuera de los EEUU, el negocio electrónico o el más mínimo beneficio económico de la Isla a través de la red. A esto se añade la enfermiza oposición norteamericana a extender un cable submarino a través de las pocas millas que separan los dos territorios.
Toda la conexión con Internet de la Isla se realiza de manera satelital: muchísimo más lenta y cuatro veces más cara.

El Sistema Arcos de cable submarino de fibra óptica tiene ocho puntos muy próximos al territorio cubano. Estados Unidos ha impedido que la Isla se enlace a esta red de alta velocidad.

En ningún lugar del mundo, la libertad de Internet significa solo la disposición del individuo a navegar por la galaxia web. Nadie se conecta por telepatía. Se necesitan máquinas, cables, routers, software, previo entrenamiento de las personas… Con un mínimo de sentido común se puede entender por qué, diez años después del permiso otorgado por el Departamento del Tesoro norteamericano, todavía la infraestructura de redes y la cultura para Internet son escasas en un país bloqueado y hostigado, desde donde no se puede descargar programas fabricados en EEUU, ni usar tarjetas de créditos emitidas por bancos norteamericanos (y subsidiarias), sin que salga un cartel que advierta que usted está cometiendo un delito penado duramente por la ley. Incluso, hasta se podría entender por qué del lado de la Isla no faltan prejuicios y controles, y pugnan tendencias economicistas frente a otras –mayoritarias- de expansión social de la red.

Los Estados Unidos están obsesionados con la Internet cubana porque es un punto extraordinariamente visible de disidencia del modelo norteamericano, donde han probado y seguirán probando lo que luego aplican y seguirán aplicando contra otros países y organizaciones sociales. Actúan como eficientes plomeros: ahí donde ven posibilidades de independencia política o tecnológica, un salidero, articulan ágilmente los instrumentos tecnológicos, económicos y judiciales, mediante métodos de ensayo y error, con el objetivo de impedir que la Red se les vaya del canal que ellos nos construyeron.

No es casual que en el 2003, el Secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld instruyera en un documento secreto que divulgó el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, que la “Internet era el nuevo escenario de la guerra contra el terror”.

Hace apenas cuatro días, anunciaron el nacimiento del Comando de Operaciones de la Fuerza Aérea para el Ciberespacio, el frente especializado del Pentágono para esta nueva guerra. Pero lo que ocurrió el 3 de noviembre, cuando el Departamento de Defensa hizo pública esta institución, fue un acto puramente formal. Desde hace años están probando su arsenal en la guerra electrónica, y quien haya seguido con atención las noticias en el 2006, se habrá dado cuenta de que ya no se habla de un enemigo que guarda un arsenal de Armas de Destrucción Masiva, excesivamente costosas e incómodas a la hora de encontrarlas, sino de una “nueva generación de terroristas”, mucho más peligrosa, que se desplaza fácilmente con una bomba casera en la mano derecha, y una laptop, en la izquierda. Quien haya seguido las noticias este año, repito, también habrá visto cómo, a plena luz del día, se han estado ejecutando las estrategias para consolidar esa ofensiva en cinco direcciones perfectamente reconocibles, y que todas ya han sido probadas contra Cuba:

1.-Dividir la Internet entre ricos y pobres

Estados Unidos no solo controla qué vías utiliza y qué tráfico puede disponer la Isla. Generalmente, no se repara en un hecho demoledor: el 80 por ciento del tráfico de Internet en todo el mundo pasa por los servidores de EEUU. De las decisiones que adopte la Cámara de Representantes y el Senado estadounidenses, depende que se acorten o se amplíen las brechas en el acceso y capacidad de difusión en la Red de la mayoría de la población mundial, que avanza a pasos de siete leguas a un modelo de doble estándar en los accesos a las tecnologías digitales.

En Proyecto Censurado, un dictamen anual de la Universidad Sonoma State de California, que reseña los principales temas ocultados a la opinión pública por Estados Unidos, registra entre los asuntos censurados en el 2006 que “compañías de cable gigantes como AT&T, Comcast y Verizon están apoderándose de la red mediante leyes y dictámenes judiciales a fin de que pierda su carácter democrático y ofrecer, en cambio, un doble servicio, caro y rápido, de alta tecnología, a la medida de ricos, y otro de segunda clase para los pobres, pero con intervención corporativa en los contenidos.”

En junio de 2006, la ley que invalida la llamada "neutralidad en Internet" llegó hasta el Senado, después de ser aprobada por la Cámara de Representantes y apoyada con entusiasmo por el Departamento de Defensa. Estamos a las puertas de que cada empresa, grupo e individuo, además de los países que Estados Unidos decida sancionar, debe pagar un peaje por cada megabits de conexión a la red. Esto introduce en la práctica dos nuevas reglas que hasta ahora no estaban reguladas por la legislación norteamericana:

a) Todo el acceso a Internet estará regulado, y no serán los consumidores, sino el gobierno, quienes escojan qué es lo mejor para ellos en la red.

b) El gobierno, a través de unas pocas compañías de telecomunicaciones, regularán o agregarán impuestos al contenido de la red o al comercio en ella.

2.-Imponer los sistemas con programación de códigos cerrados, que permiten mayor control del mercado y de los individuos

Debido al bloqueo comercial de los EE.UU., Cuba solo puede adquirir estas tecnologías a través de terceros países y pagar hasta un 30 por ciento más del precio en Norteamérica. Como la mayoría de los habitantes del planeta que no pueden migrar de la noche a la mañana a linux –sistemas con códigos abiertos-, la Isla depende de los monopolios norteamericanos. Los Estados Unidos producen el 60 por ciento del software de uso mundial y una sola compañía, Microsoft, domina con Windows, el sistema operativo instalado en más del 90 por ciento de las computadoras personales de todo el mundo. Como se sabe, los riesgos no son solo económicos.

Según un informe elaborado por el Ministerio francés de la Defensa, existe una relación entre Microsoft y los servicios de informaciones norteamericanos, y de sus miembros de la Agencia Nacional de Seguridad, algunos de los cuales trabajan en el desarrollo de las tecnologías de la empresa de Bill Gates, que ha reconocido públicamente haber creado su propio Programa de Seguridad Nacional para pasar información y colaborar con el gobierno de Estados Unidos. Por si alguien tenía alguna duda de esta relación, en una entrevista concedida a El País, el pasado 22 de octubre, el segundo al mando en Microsoft, Steve Ballmer, admitió que la compañía supeditará la privacidad de sus usuarios a los intereses de la Agencia de Seguridad Nacional y el FBI en cuestiones de seguridad.

El informe del ministerio francés, absolutamente libre de toda sospecha de paranoia izquierdista, advierte también, sobre la presencia de programas espías (“back-doors”) en los softwares de Microsoft, y dice que Intel también ha fijado, en los micro-ships Petium III et Xeon, un número de identificación consultable a distancia. Y se suma a todo este gran andamiaje de vigilancia, la negativa de los funcionarios del FBI de entregar información sobre el programa DCS-3000, variante del Carnivore, para el espionaje electrónico. La Electronic Frontier Foundation (EFF), una ONG integrada por abogados y defensores de los derechos civiles que se dedica a denunciar las acciones ilegales de vigilancia digital en Estados Unidos, reconoció el pasado 8 de octubre que había tenido que renunciar a la denuncia antepuesta ante el Ministerio de Justicia de EEUU, después que el FBI se negó en nombre de la guerra contra el terrorismo a entregar documentos sobre esta herramienta, solicitada a través del la Ley para la Libertad de la Información (FOIA). Sin embargo, en su negativa no se pronunció, ni puso en entredicho el silencio del FBI, sobre la denuncia de que el DCS-3000 es una variante del Carnivore, utilizado ilegalmente durante años contra los ciudadanos norteamericanos, a un costo multimillonario. “Carnivore –explicaría de modo muy didáctico el propio Buró Federal norteamericano- es un sistema computacional diseñado para permitir al FBI, en colaboración con un proveedor de Internet, que haga valer una orden judicial que exige la recolección de cierta información –en correo electrónico u otro medio digital- de un usuario que es objeto de investigación.” Como fue denunciado este año en el Congreso norteamericano, la orden judicial no suele ser necesaria para intervenir la correspondencia e instalar programas de escucha a espalda de los ciudadanos de ese país.

3.-Utilizar la guerra contra el terrorismo para aumentar la vigilancia y las medidas coercitivas contra quienes desafíen la política de la administración norteamericana

Ningún medio internacional ha reflejado las sanciones contra ciudadanos de Estados Unidos por comprar a través de Internet boletos de avión a la Isla, reservas en hoteles o productos cubanos a través de los escasísimos sitios de comercio electrónico que mantienen vínculos económicos con Cuba, incluyendo aquellos cuyas operaciones comerciales se realizan fuera del territorio norteamericano. Basta con revisar la página de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (la OFAC, según sus siglas en inglés), adscrita al Departamento del Tesoro. Trece empresas fueron incluidas en la lista negra de la OFAC, y de ellas, cinco mantenían sitios en Internet que fueron bloqueados inmediatamente en Estados Unidos:
www.caribesol.ca , www.cimexweb.com , www.havanatur.cu , www.cuba-shop.net y www.sercuba.com.[/b]

Ha sido muy difícil a los voceros norteamericanos explicar por qué, después del 11 de Septiembre de 2001, esta Oficina mantiene más funcionarios en plantilla dedicados a vigilar a los norteamericanos que viajen o envíen dinero a Cuba, que los que se dedican a perseguir las transacciones de sospechosas de financiar el terrorismo en EE.UU. En abril de 2004, la OFAC informó al Congreso que de sus 120 empleados, cuatro fueron asignados para seguir la pista de las finanzas de Osama bin Laden y Sadam Husein, mientras que casi dos docenas se ocupaban de reforzar el bloqueo contra Cuba. Admitieron que utilizaban la Internet como fuente fundamental para seguir las pistas del dinero.

En este 2006, estamos viviendo una verdadera agitación mundial desde que el Comité del Senado aprobó un proyecto de ley que permite realizar investigaciones electrónicas sin control judicial a los norteamericanos. Aunque el pasado 17 de agosto una jueza federal de Detroit ordenó parar estas investigaciones violatorias de la intimidad de las personas, el Secretario de Justicia continuó su cruzada para lograr controlar la información privada que almacenan los proveedores de Internet. En septiembre, Alberto Gonzales exigió al Senado aprobar una ley “para obligar a los proveedores de Internet a conservar registros de las actividades de sus clientes.” Reconoció que el director del FBI, Robert Mueller, se ha reunido con varios proveedores de Internet, como AOL, de las empresas Time Warner's, AOL, Comcast, Google, Microsoft, entre otras, para que guarden los registros por dos años.

4.-Institucionalizar la observación permanente de los países y organizaciones que consideran sus principales enemigos.

Además del Ejército del Ciberespacio, Estados Unidos ha creado este año nuevas estructuras para fortalecer los servicios de Inteligencia que se nutren a través de la red. Estos grupos interagencias, subordinados al Departamento de Estado, tienen la capacidad de convocar tanto expertos del gobierno como investigadores privados y cibermercenarios. (El FBI, por ejemplo, cuenta con la colaboración de un famoso grupo de piratas informáticos que se denomina “Cult of the Dead Cow” (Culto de la vaca muerta), creadores de una temida herramienta de “administración remota”, para controlar a distancia los contenidos de computadoras personales.)

El mes pasado, el director de Inteligencia Nacional John Negroponte nombró a Patrick Maher, un veterano funcionario de la CIA, como gerente interino de una Misión Especial de la CIA para Cuba y Venezuela, que utilizará la Internet entre sus fuentes fundamentales de información. Sólo Irán y Corea del Norte -considerados ambos por EU como amenazas nucleares- tenían anteriormente gerentes de misión.

El 13 de septiembre último, el diario The Miami Herald filtró la noticia –con desagrado de la Casa Blanca- de la creación de cinco grupos secretos de trabajo interagencias para monitorear a Cuba e implementar las políticas de EEUU. Dirigidos por el Departamento de Estado, se dedican a definir “acciones diplomáticas, comunicaciones estratégicas y promoción democrática”. Son “gabinetes permanentes de guerra” –según Herald-, que tienen otros antecedentes “la mayoría no divulgados”, entre ellos el Grupo de Tareas contra la Internet Global, creado el 14 de febrero de 2006 para monitorear específicamente las acciones en Internet de Cuba, Irán y China.

5.-Incrementar el financiamiento para la ofensiva desinformativa a través de la Red, vinculada a la que ya opera en los servicios tradicionales de prensa

El escándalo de los periodistas pagados por el gobierno de EE.UU. para atacar a Cuba, reveló los desembolsos exorbitantes a los colaboradores de Radio y TV Martí, emisoras del gobierno norteamericano, cuyos contenidos se vuelcan también en la web. Lo que casi nadie dice es que estas y otras publicaciones digitales que se dedican al negocio anticastrista recibirán para la campaña “democratizadora” de la Isla 24 millones más de presupuesto directo de los contribuyentes norteamericanos, gracias a la generosidad del Plan Bush contra Cuba. Tampoco recuerdan que llevan años recibiendo millones de dólares a través de varias agencias gubernamentales, algunas con fondos públicos –la NED y la USAID, por ejemplo-, que pueden ser consultados en sus sitios en Internet.

¿Por qué ha de resultar raro los pagos secretos del ejército norteamericano a periódicos iraquíes para que publicaran artículos redactados por soldados yanquis? ¿Es extraño que el Pentágono le acabe de otorgar a la empresa contratista Lincoln Group un nuevo contrato de seis millones de dólares por dos años de duración, para vigilar los medios de comunicación ingleses y árabes en Irak, y para ayudar a las Fuerzas Armadas en las relaciones públicas?

En un informe de Inteligencia, emitido por 16 servicios de espionaje del gobierno norteamericano y parcialmente divulgado en septiembre con el título de “Tendencias del terrorismo mundial: implicaciones para Estados Unidos”, se admite que “la supuesta manipulación de la prensa por los medios simpatizantes con la insurgencia, que funcionan básicamente por la Internet, es uno de los temas más inquietantes en la lucha contra el terrorismo. Uno de los efectos de esa tendencia –dice- es que los estadounidenses han disminuido el apoyo a la invasión, y esto repercutirá en las elecciones legislativas del país.”

El hecho de que lo hayan admitido ahora, no significa que han estado de brazos cruzados. The New York Times informó en diciembre de 2005, que el Pentágono mantenía aún unos 1200 mercenarios de las Unidades de Operaciones Psicológicas, que redactan sobre el terreno las noticias y luego las colocan en la prensa de los países ocupados y en la Red. Las agencias norteamericanas AP y UPI, dieron cuenta el 30 y 31 de octubre de la existencia de una compañía mediática subordinada a las Fuerzas Armadas norteamericanas que se emplea, exclusivamente, en contraatacar lo que calificó de “propaganda enemiga sobre la guerra en Iraq”. El Pentágono le asignó al batallón la ordenanza de contraatacar cualquier dato en la Red que la Casa Blanca considere poco fiable. “Esa tropa está operativa las 24 horas del día”, dijo a la AP Dorrance Smith, asistente del Secretario de Defensa para las Relaciones Públicas.

No quiero abrumarlos. Aunque marginada por los grandes medios, hay muchísima información, básicamente de fuentes norteamericanas, que nos advierten de una acelerada institucionalización del control en la Red, convertida en un claro objetivo de guerra. Los Estados Unidos han aprendido de los golpes que lograron encajarle en el espinazo las redes sociales, las grandes movilizaciones contra las reuniones de la Organización Mundial del Comercio y contra la guerra en el 2003, las acciones coordinadas a través del correo electrónico y la mensajería celular. Ahora comienza a alinearse para represar la gran ciberautopista en un solo cause, que le permita el control de la información y de aquellos individuos que se les insubordinen. Y es indudable, que en pos de esa estrategia, actúa con organización y eficiencia.

Los grupos sociales que se rebelan contra esta estrategia hegemónica suelen tener dos actitudes frente a la Red: una panglossiana, que ve a la Internet como un espacio amigable y soberano, fuente de toda bondad para la gran transformación mundial; y otra, paranoica, poco menos que ludita, que le teme a todo lo que transpire cables y algoritmos.

Ni panglossianos, ni luditas; seamos realistas. Nos han declarado la guerra a través del ciberespacio, porque no lo controlan todavía, porque saben, igual que nosotros, que por esta carretera la verdad está llegando al corazón de Roma, y también, porque en la nueva era que inaugura la tecnología del acceso, la gran batalla política y económica se dirime entre quienes viven dentro de las puertas electrónicas del ciberespacio y los que vegetan en el exterior.

Hay que pelear por estar adentro. Hay que organizarse. Necesitamos menos tendederas digitales, que se pierden entre los 100 millones de sitios web que ya existen, y más acciones legales y políticas contra quienes violan nuestra privacidad, contra los censores y los satanizadores, contra los mentirosos, contra los que secuestran los servidores de los medios alternativos, contra los que crean virus y financian piratas informáticos, contra los que quieren cobrarnos un peaje cada vez que entremos en la red…

Tenemos que aprender a manejar las herramientas digitales. Sin ellas, quienes deben tomar decisiones políticas son analfabetos. Quines no las conozcan, en menos de una década vivirán en Marte o en un cuento imposible de Saramago, pero no en el ámbito de influencia de la sociedad humana.

Esta es la razón por la cual el Pentángono nos ha declarado la guerra. Pues, bien. Hay que dar la batalla, y para luego es tarde.

Fuente: Rebelión

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