Las interrupciones políticas de la austeridad fiscal

En las últimas décadas, los partidos populistas han ganado un apoyo masivo. Al mismo tiempo, muchos países han implementado consolidaciones fiscales a gran escala para evitar el riesgo de incumplimiento soberano. Esta columna proporciona nuevas pruebas sobre las consecuencias políticas de la austeridad utilizando una nueva base de datos regional que cubre más de 200 elecciones en varios países europeos. Los resultados muestran que las consolidaciones fiscales conducen a un aumento significativo en las cuotas de votos de los partidos extremos, una menor participación electoral y un aumento en la fragmentación política. Las recesiones impulsadas por la austeridad amplifican considerablemente los costos políticos de las recesiones económicas al aumentar la desconfianza en el entorno político.

La austeridad fiscal y la rentabilidad: el doble dilema europeo

Esta nota parte de una pregunta: ¿cuál ha sido el efecto de cinco años de crisis en el reparto del valor añadido? La respuesta a esta pregunta tiene que tener en cuenta el impacto de las políticas de austeridad fiscal. La consideración conjunta de estas dos cuestiones plantea un doble dilema que permite comprender mejor la "regulación caótica" en la que ha caído Europa.

Crisis, rentabilidad y crecimiento

Una recesión general conduce, en un primer momento, a un aumento de la participación de los salarios en valor añadido, y por lo tanto a una menor tasa de margen (los beneficios en relación al valor añadido). La participación de los salarios evoluciona de acuerdo con el crecimiento relativo de los salarios y la productividad: aumenta si el salario está aumentando más rápido que la productividad, y viceversa. En una recesión, la productividad disminuye, mientras que los salario se reducen menos o siguen creciendo. Hay por lo tanto una caída de la tasa de margen.

El suicidio económico de la clase política europea

En su edición del sábado, The New York Times informó sobre un fenómeno aparentemente creciente en Europa: el "suicidio por crisis económica", personas que se quitan la vida por la desesperación del desempleo o la ruina en los negocios. Una historia desgarradora. Pero estoy seguro de que no fui el único lector, especialmente entre los economistas, que se quedó pensando si la historia de fondo no es tanto sobre personas individuales, sino sobre la aparente decisión de los líderes europeos de acometer el suicidio económico del continente en su conjunto.

Hasta hace un par de meses todavía me quedaban algunas esperanzas con Europa. A fines del año pasado, Europa parecía al borde de la debacle financiera, hasta que el Banco Central Europeo (BCE) salió al rescate. Les ofreció a los bancos europeos líneas de crédito de final abierto a condición de que pusieran como garantía sus bonos de las deudas soberanas, como una manera de ayudar de forma directa a los bancos, de manera indirecta a los gobiernos, y frenar el pánico.

La pregunta entonces era si esa medida valiente y efectiva sería el principio de un replanteamiento, y si los líderes aprovecharían ese momento de respiro para reconsiderar las políticas que llevaron a la actual situación. Pero no lo hicieron.

En cambio, redoblaron su apuesta por políticas e ideas fracasadas. Y cada vez parece más improbable que algo los haga cambiar de rumbo.