Análisis - Tendencias y transformaciones de la cúpula empresaria argentina durante la década de los noventa*

Realidad Económica 168 [b]Eduardo M. Basualdo** [/b] [i]En este artículo se evalúan las tendencias y transformaciones de las 200 empresas de mayores ventas de todos los sectores de la economía argentina, salvo la actividad financiera y la producción agropecuaria, durante la última década.[/i] [i]El estudio de ese conjunto incluye la comparación de la evolución del PIB y de las ventas; las ventas, el saldo comercial y las tasas de rentabilidad según tipo de empresas.[/i] [i]Especial consideración merecen las consecuencias que una eventual modificación del tipo de cambio traería aparejada para esas empresas según su posición como poseedoras de activos fijos o de colocaciones dolarizadas en el exterior.[/i]

El proceso económico y social de la década actual está estrechamente vinculado con el carácter que asume, y a la manera en que se resuelve, la crisis hiperinflacionaria de 1989. En lo fundamental, se trata de una notable profundización de las tendencias a la centralización del capital y la concentración económica imperantes en la sociedad desde la interrupción de la industrialización sustitutiva, en tanto durante los años en curso los sectores de poder logran doblegar un conjunto de limitaciones vinculadas con la situación estructural de los asalariados y del estado.

Sin embargo, planteados así, estos procesos -que sin duda constituyen la cuestión de fondo que se dirime en los años noventa- tienen un grado de abstracción que no permite apreciar el movimiento y la interacción de las distintas clases y fracciones sociales. Por cierto, la crisis de 1989 y la reestructuración económica y social que le sucede no encuentran su sustento en las tradicionales pugnas por la distribución del ingreso entre el capital concentrado y los asalariados, que eran típicas en la sustitución de importaciones. Por lo contrario, el conflicto que estalla durante ese año se desarrolla entre el capital concentrado interno y los acreedores externos, porque tanto los asalariados como la dinámica estatal ya estaban subordinados a la lógica del patrón de acumulación dominante.

No obstante, aun cuando en la resolución de la crisis se ven afectados diversos integrantes de la cúpula económica1# y se renueva parcialmente su composición, lo cierto es que las transformaciones centrales son las que afectan a los asalariados (disminución en la participación en el ingreso, desocupación, precarización del empleo, etc.), y a la estructura estatal (privatización de empresas públicas, desregulación, etc.) pero sin que los sectores subalternos sean protagonistas activos del conflicto.

La remoción de los límites estructurales vinculados con la situación del trabajo y del estado trae aparejada la posibilidad de mitigar las contradicciones que originan la crisis económica y social en los sectores dominantes. En este sentido, las piezas clave son la regresividad en la distribución del ingreso y el programa de privatización de empresas públicas porque allí coinciden los intereses de los acreedores externos y el capital concentrado interno, mientras que en el proceso de desregulación de la economía se despliegan los mayores conflictos entre ellos.

La autonomía de las ventas de las grandes firmas respecto a la evolución del ciclo económico

Sobre la base de estos procesos -que se consolidan cuando las reformas estructurales confluyen con el plan de Convertibilidad y el plan Brady- la crisis comienza a resolverse durante los primeros años de la década actual. Si bien la expresión más elemental de que ello ocurre es el crecimiento económico que se verifica durante ese período, la prueba más contundente de la nueva situación es que, en ese contexto, la cúpula empresaria retoma una senda de acentuada expansión en términos de sus ventas y de su rentabilidad, que supera holgadamente el crecimiento de la economía en su conjunto, llegando su facturación a ser equivalente a más del 25% del PIB en 1997.

Asimismo, y no menos importante, es reparar en que las ventas de las grandes firmas crecen sostenidamente aun cuando la economía en su conjunto entra en una etapa recesiva, como ocurrió en 1995 (gráfico Nº 1). De esta manera, la cúpula empresaria recobra uno de sus atributos fundamentales de la década pasada que había perdido en la crisis de 1989, como es su independencia del ciclo económico. Parecería que uno de los pilares básicos que sostiene la reconstitución económica de la cúpula empresaria consiste en independizar también el salario real del ciclo económico, pero con un nivel particularmente reducido y una tendencia descendente. Durante estos años, el nivel de ocupación sería el que responde a los vaivenes de la actividad económica pero sobre la base de una masa de desocupados inédita que opera en el sentido clásico de un "ejército industrial de reserva".

Gráfico Nº 1. Evolución del PIB a precios corrientes y de las ventas de las 200 empresas más grandes, 1991-1997 (Indices 1991=100)

Fuente: Elaborado sobre información del Area de Economía y Tecnología de la FLACSO y de la revista Mercado, varios números

Asimismo, es relevante recordar que los grupos económicos son la forma de propiedad que tiene el saldo positivo más elevado en términos del intercambio comercial, superando también desde esta perspectiva a los dos tipos de capital extranjero. En este caso, cabe observar que, al igual que lo que ocurre en términos de la rentabilidad, las ventajas relativas que tienen los grupos económicos en esta materia se amplían durante los últimos tres años de la serie, es decir cuando disminuye la importancia relativa de sus ventas.

Adicionalmente, del análisis de sus empresas vinculadas surgen algunos elementos que nuevamente son indicativos de que no se registra un colapso definitivo de los grupos económicos dentro de la cúpula empresaria. En efecto, este tipo de empresa es el principal accionista de las asociaciones hasta 1996 y -a pesar de que es desplazada de esa posición por los conglomerados extranjeros debido a la venta de múltiples participaciones accionarias- en 1997 se ubica como el segundo accionista de éstas, superando a las restantes formas de propiedad.

En este mismo orden de cosas, cabe destacar que -más allá de su participación en las asociaciones- la diversificación de los grupos económicos hacia actividades tradicionalmente relevantes en la economía argentina, como es la producción agropecuaria pampeana y extrapampeana, parecería haberse ampliado a juzgar por lo que ocurre en una serie de grupos económicos que venden parte -si no la totalidad- de sus activos fijos durante este período, como es el caso de Pérez Companc, Terrabusi o Macri. Si bien la importancia de estas operaciones no puede ser evaluada en términos de las ventas o de su rentabilidad, su transcendencia relativa en la extensión de sus tierras, indica que acrecientan su participación dentro de los grandes terratenientes argentinos5#.

El correlato del retroceso estructural de los grupos económicos: ganancias patrimoniales y fuga de capitales

Los elementos mencionados precedentemente ayudan a calificar los alcances que asume la retracción estructural de los grupos económicos, pero no a negarla. Es indiscutible que las ventas de empresas y paquetes accionarios afectan profundamente su importancia relativa en la producción de bienes y la prestación de servicios. Sin embargo, es relevante advertir que, en general, esas transferencias de capital no involucran a firmas o consorcios que se enfrentan con situaciones críticas por tener una baja rentabilidad y problemas de mercado derivados de la competencia de los productos importados. Por lo contrario, se trata de empresas dinámicas, con mercados cautivos y una rentabilidad sumamente elevada, local e internacionalmente, y creciente a lo largo del tiempo. En consecuencia, los montos percibidos por los grupos económicos que venden son muy significativos, inéditos en la economía argentina. De allí que esas transferencias estén estrechamente vinculadas con la acentuada remisión del excedente local al exterior. Sin embargo, los procesos en marcha indican que la reactivación de la salida de capital local al exterior involucra además otros componentes. En efecto, las evidencias disponibles parecen indicar que -a diferencia de lo que ocurrió en la década pasada- la remisión de ahorro interno al exterior no se sustenta únicamente sobre la diferencia existente entre la tasa de interés interna e internacional, sino también en la significativa masa de utilidades y la elevada tasa de rentabilidad de los grupos económicos, así como en los ingresos que perciben por la venta de sus empresas controladas y de las participaciones accionarias en sus firmas vinculadas.

Se trata de un proceso complejo que cobra forma progresivamente, y en el cual sólo una parte del endeudamiento externo privado se valoriza internamente, mientras que el resto se destina a financiar las actividades y la expansión de las grandes firmas oligopólicas. Teniendo en cuenta las funciones que cumple el endeudamiento de las firmas, se podría sostener que la situación actual combina lo que ocurrió durante la industrialización sustitutiva -cuando el endeudamiento interno se orientaba a financiar el capital de trabajo y la inversión de las firmas- con el comportamiento de la década pasada -cuando el destino prácticamente exclusivo del endeudamiento era la obtención de renta financiera-. Sin embargo, es muy importante tener en cuenta que aun la parte del endeudamiento que se utiliza para adquirir las empresas públicas, financiar parte del capital de trabajo y especialmente incrementar sus activos mediante las fusiones, adquisiciones de empresas y nuevos negocios, cumple un papel insustituible al posibilitar la utilización del capital propio para otros fines, como la remisión de recursos al exterior. Esta función indirecta del endeudamiento destinado a financiar el capital de trabajo y la expansión de las grandes empresas es nueva -no existió en la sustitución de importaciones- y parece ser sumamente importante en las empresas que prestan los servicios públicos en tanto son las actividades de mayor rentabilidad de la economía argentina. La conjunción de estos dos procesos -endeudamiento externo y destino de las utilidades- con la venta de empresas y participaciones accionarias por parte principalmente de los grupos económicos, son los que hacen posible la ingente salida de capitales locales al exterior durante los últimos años.

En conjunto, todos estos elementos permiten definir el carácter que asume el retroceso que registran los grupos económicos en la producción de bienes y la prestación de servicios -y el consecuente avance de los dos tipos de capital extranjero-, pero al mismo tiempo plantean nuevos interrogantes acerca de los motivos que impulsan a los grupos económicos a vender sus activos físicos, especialmente cuando la transferencia de empresas involucra, en términos generales, a las empresas privatizadas de mayor rentabilidad, proceso que alcanza su máxima expresión durante el último trienio, cuando se intensifican las compraventas de "paquetes" accionarios. Por cierto, la mayor capacidad económica y financiera de los conglomerados extranjeros y las empresas transnacionales con respecto a los grupos económicos es un factor que influye pero dichas diferencias ya existían -y eran aún más acentuadas- a comienzos del período analizado, momento en el cual los grupos económicos son compradores -y no vendedores- de activos fijos. Asimismo, el incremento y el nivel alcanzado en el endeudamiento tanto interno como externo también parece ser un factor que incide en las decisiones de los grupos económicos respecto a enajenar una parte de sus activos. Sin embargo, tampoco este factor parece ser decisivo -salvo en casos excepcionales como aparentemente es la situación del grupo económico Soldati- debido a la rentabilidad que obtienen los grupos económicos y la significativa masa de capital líquido que mantienen en el exterior.

Sin embargo, si bien la venta de activos fijos responde a un conjunto de factores entre los cuales se cuentan los ya mencionados, hay otros que parecen ejercer una influencia significativa y están vinculados con la vigencia de la valorización financiera. A este respecto, cabe recordar que los consorcios privados -constituidos en la mayoría de los casos por grupos económicos, conglomerados extranjeros, empresas y bancos transnacionales- se hacen cargo de las empresas públicas pagándole al estado no sólo precios subvaluados sino con un alto componente en bonos de la deuda externa. Por otra parte, la transferencia de empresas monopólicas u oligopólicas con mercados cautivos está acompañada por marcos regulatorios que por su precariedad, en algunos casos, e intencionalidad, en otros, no hacen más que aumentar la capacidad de estos consorcios para incidir sobre la estructura de precios relativos y en el funcionamiento general de los mercados, lo cual les garantiza una elevada y creciente rentabilidad. La conjunción de estos dos factores (bajo precio inicial y creciente rentabilidad) da como resultado una acelerada revaluación patrimonial en términos económicos, que sólo puede realizarse en el mercado cuando se transfiere la correspondiente participación accionaria en el consorcio. En este caso, la creciente rentabilidad opera no sólo como una forma de garantizar la concentración del ingreso sino también como la manera de aumentar las ganancias patrimoniales.

Sin duda, estas evidencias aportan nuevos elementos para aprehender las características que presenta la valorización financiera durante la década de los años noventa. En este sentido, cabe recordar que los bancos locales y extranjeros, así como los fondos de inversión, participan activamente en los consorcios derivados de la privatización de empresas públicas con el objetivo de obtener ganancias financieras en el corto y el mediano plazo. Asimismo, la importancia de la valorización financiera también se expresa en que dichos activos siguen siendo un destino relevante en las decisiones de inversión de las grandes firmas. A todas estas manifestaciones, la conjunción de las transferencias de capital y el comportamiento de las cuentas externas se le agrega una nueva y relevante expresión del mismo fenómeno, como es la fuga de capitales para realizar inversiones de carácter financiero en el exterior. Cabe señalar que, en el marco de la tasa de cambio fija y de los límites que presenta, los grupos económicos destinan una parte significativa del excedente fugado al exterior a adquirir bonos y títulos emitidos por el estado o, incluso, por el propio sector privado local (por ejemplo las obligaciones negociables), lo cual les permite conjugar la obtención de una renta diferencial y evitar el riesgo cambiario, al aparecer como cualquier otro acreedor externo. El resto del capital fugado lo destinan a realizar inversiones directas en el exterior, siempre que su rentabilidad sea equiparable con la interna, o a efectuar inversiones financieras con una rentabilidad superior a la media internacional. De esta manera, con posterioridad a las privatizaciones, se retoma una característica central que restringe severamente la formación de capital durante los años ochenta, la salida de ahorro interno, pero ahora en una economía con un alto endeudamiento externo, centrada sobre los servicios, y una ostensible declinación industrial.

La decisión de los grupos económicos, y de algunos conglomerados extranjeros, de vender ciertas participaciones de capital en los consorcios que surgen a partir de las privatizaciones se conjuga, obviamente, con la voluntad de comprar por parte de otros capitales, mayoritariamente extranjeros. Todo parece indicar que esta conjunción es posible porque a los compradores los tiene sin cuidado las ganancias patrimoniales de los vendedores, siempre que la rentabilidad de la inversión sea provechosa en términos relativos. Teniendo en cuenta que los compradores son, en general, grandes firmas internacionales prestadoras de un servicio específico, su referencia para definir la adquisición es su rentabilidad mundial, comparación en la que el mercado argentino resulta ser uno de los más rentables.

En este contexto, es importante señalar que los cambios estructurales que introducen estas transferencias de capital tienden a generar una creciente autonomía de las asociaciones respecto de las demás formas de propiedad, es decir, a dotarlas de la independencia que exhiben los restantes tipos de empresa. Tendencia que aparece estrechamente vinculada con las modalidades particulares que adquieren, tanto la retracción de los grupos económicos con una doble inserción en la cúpula, como la expansión de los conglomerados extranjeros que también tienen esa misma peculiaridad.

Sin embargo, es inevitable señalar que los fenómenos que irrumpen en las asociaciones tienen otras derivaciones que presuntamente aluden a un proceso de transformaciones más profundo y abarcativo. En principio, como una hipótesis preliminar debido a la cercanía de los cambios, cabe señalar que dentro de las acentuadas modificaciones estructurales que se registran en la cúpula empresaria durante los últimos años, la tendencia a su disgregación parece ser uno de los componentes más importantes, en tanto los capitales que garantizan la articulación de las grandes firmas entre sí, y de todas ellas con el sistema político -los grupos económicos-, pierden gravitación en la economía real y, especialmente, decaen en el espacio económico en donde confluyen con los otros capitales, es decir en las asociaciones. Por otro lado, los capitales que más se expanden durante estos años -los conglomerados extranjeros- se consolidan fundamentalmente sobre la base de sus empresas controladas, debilitando su ya escasa presencia en las asociaciones -que es la principal forma de propiedad, y un espacio relevante en la articulación y síntesis de las distintas expresiones del gran capital-. En otras palabras, tanto los grupos económicos como los conglomerados extranjeros que tienen una doble inserción en la cúpula empresaria disminuyen su incidencia dentro de las asociaciones -los primeros porque pierden importancia dentro de la cúpula y los otros porque se expanden sobre la base de sus empresas controladas- asumiendo una creciente importancia capitales cuya inserción se circunscribe únicamente a ser accionistas de empresas asociadas. Todo lo cual deriva en que las asociaciones tiendan a ser crecientemente un tipo de propiedad como el resto porque quienes participan de ellas no controlan otras empresas de la cúpula.

Las nuevas contradicciones dentro de la cúpula empresaria

Todos estos elementos parecerían señalar que dentro de los sectores dominantes se estarían gestando nuevas contradicciones. Por cierto, las reformas estructurales de comienzos de la década les permitieron superar la notable brecha que separaba a los acreedores externos del capital concentrado interno, a costa de los activos estatales y los ingresos de los asalariados pero, al mismo tiempo, lograron conformar un bloque de poder que exhibía una significativa homogeneidad interna debido a que las asociaciones que se conformaron a partir de la privatización de las empresas estatales, o por otros motivos, les permitió articular los intereses de las diversas fracciones del capital concentrado interno. A partir de mediados de la década, esta situación comienza a modificarse porque la venta de empresas y/o de participaciones de capital en las asociaciones comienza a disgregar esa "comunidad de negocios" que se sustentaba sobre los consorcios constituidos en la etapa anterior, surgiendo contradicciones que son de una naturaleza diferente a las vigentes en la década anterior, porque ahora éstas se despliegan entre las distintas fracciones del capital que componen la cúpula empresaria, y no entre todas ellas y los acreedores externos.

Al examinar el proceso desde esta perspectiva, los acontecimientos y las posiciones que van adoptando los distintos sectores de la cúpula -directamente o a través de sus representantes orgánicos- se puede comprobar que los cambios estructurales de los últimos años comienzan a generar posiciones enfrentadas. Los grupos económicos intentan reivindicar mediante el discurso la necesidad de reactivar los dos pilares sobre los que se basaba la "burguesía nacional" durante la sustitución de importaciones. De allí las alusiones a su carácter nacional frente al avance del capital extranjero -aspecto esgrimido especialmente por el grupo económico SOCMA- y la necesidad de encarar la reindustrialización sobre la base de los empresarios locales -paradójicamente uno de sus principales defensores parecería ser el conglomerado extranjero Techint-. De esta manera, al confrontar el "capital nacional" contra "el capital extranjero", estos capitales ocultan las acentuadas disparidades que se despliegan dentro del capital oligopólico local (entre los grupos económicos y las empresas locales independientes) y también dentro del capital extranjero (entre las empresas transnacionales y los conglomerados extranjeros), diferencias que aluden a la existencia de agentes económicos distintos, tanto como lo eran las empresas nacionales de las extranjeras en la sustitución de importaciones.

Los contrastes entre las respectivas fracciones del capital local y extranjero son tan acentuadas que, en realidad, actualmente hay mayores semejanzas entre los grupos económicos y los conglomerados extranjeros, que entre los primeros y las empresas locales independientes. Igualmente, al impulsar el discurso sobre la reindustrialización sobre la base del capital local, los grupos económicos, e incluso algunos conglomerados extranjeros, intentan ocultar que son una de las principales fracciones del capital que alentaron el predominio de la valorización financiera y la desindustrialización vinculada con la desaparición de las pequeñas y medianas empresas durante las últimas décadas.

A partir de las reiteradas crisis que se suceden de 1995 en adelante, las modificaciones estructurales relacionadas con el sostenido proceso de transferencias de capital también comienzan a expresarse en los debates acerca de la manera en que deben modificarse algunos de los factores centrales del plan de Convertibilidad, como es la tasa de cambio fija.

Desde esta óptica específica, es evidente que para los conglomerados extranjeros y las empresas transnacionales el significativo incremento de sus activos fijos en el país que, como se dijo anteriormente alcanzarían a 120.000 millones de dólares tanto por la instalación de empresas como por la adquisición de una parte o la totalidad del capital de diversas empresas oligopólicas, trae como consecuencia un creciente riesgo cambiario. En efecto, una eventual modificación de la tasa de cambio traería aparejado para los conglomerados extranjeros y las empresas transnacionales que adquirieron activos fijos una pérdida de capital en términos de dólares que sería equivalente a la proporción en que se devaluaría el signo monetario. Por lo contrario, para los grupos económicos, y todos los que venden activos fijos, implica un incremento muy significativo de sus activos financieros dolarizados, que en una proporción mayoritaria se encuentran invertidos en el exterior -de allí que la salida de capital local ronde los cien mil millones de dólares a fin del período analizado-. También es evidente que a medida que estos capitales profundizan la venta de sus activos fijos y aumentan la tenencia de activos líquidos dolarizados, una eventual modificación del tipo de cambio implica una ganancia de capital en términos de pesos proporcional a la modificación en el valor del signo monetario local. Por lo tanto, a medida que avanza el proceso de transferencia de empresas, a los compradores les interesa mantener la tasa de cambio para conservar el valor en dólares de sus crecientes activos físicos, mientras que a los vendedores les conviene una eventual modificación para acrecentar el valor en pesos de sus activos líquidos dolarizados. Por supuesto, dentro de cada una de estas situaciones se despliega un conjunto de diferencias que están vinculadas con diversos factores entre los que se cuentan el tipo de inserción externa, los montos invertidos en capital fijo, etc. En este orden de cosas, parece poco discutible que estos factores están influyendo para que las empresas transnacionales y los conglomerados extranjeros impulsen el proyecto de "dolarización" de la economía argentina, mientras que los grupos económicos apoyen las distintas variantes que proponen una modificación del tipo de cambio.

Notas
* En este trabajo se sintetizan algunas de las problemáticas tratadas en el libro Concentración y centralización del capital en la Argentina durante la década del '90. Una aproximación a través de la reestructuración económica y el comportamiento de los grupos económicos y los capitales extranjeros, UNQUI-FLACSO-IDEP.
** Investigador del CONICET y de la FLACSO. Coordinador del Area de Economía y Tecnología de la FLACSO. Investigador del IDEP de ATE.
1 En este trabajo se considera que la cúpula empresarial está constituida por las 200 empresas de mayores ventas en la economía argentina, tomando en cuenta todos los sectores de actividad salvo la actividad financiera y la producción agropecuaria. Para cada una de ellas se toman en cuenta los datos de sus balances acerca de la distintas variables que permiten analizar su comportamiento económico (ventas, utilidades, endeudamiento externo, etc.) para el período comprendido entre 1991 y 1997.
#2 Las modificaciones estructurales de las últimas décadas, específicamente las que sobrevienen a partir de la interrupción de la industrialización sustitutiva, indican que la diferenciación entre empresas estatales y las privadas o entre las firmas nacionales y las extranjeras son insuficientes para el análisis de la economía argentina en general y la cúpula económica en particular. De allí que en este análisis de las grandes firmas se distinga, dentro del capital local y extranjero, entre las firmas que forman parte de grupos económicos o conglomerados, y las que actúan por sí solas o de una manera "independiente". Como resultado se obtienen cinco tipos diferentes: empresas estatales, empresas de grupos económicos locales (GG.EE.), empresas locales independientes (ELI), empresas de conglomerados extranjeros (CE) y empresas transnacionales (ET). A éstas se le agregan las asociaciones como un sexto tipo de empresa, que son los consorcios cuyo capital accionario está en manos de diferentes inversores y, específicamente, de diversos grupos económicos locales e inversores extranjeros.
3 En este trabajo se entiende por valorización financiera a la colocación de excedente por parte de las grandes firmas en diversos activos financieros (títulos, bonos, depósitos, etc.) en el mercado interno e internacional. Este proceso, que irrumpe y es predominante en la economía argentina desde fines de la década de los años setenta, se expande debido a que las tasas de interés, o la vinculación entre ellas, supera la rentabilidad de las diversas actividades económicas, y al acelerado crecimiento del endeudamiento externo que opera como una masa de excedente valorizable.
4 CEP, Síntesis de la Economía Real Nro. 27, Secretaría de Industria, Comercio y Minería, Buenos Aires, julio de 1999.
5 Basualdo E.M., Bang J.H. y Arceo N.; "Las compraventas de tierras en la provincia de Buenos Aires durante el auge de las transferencias de capital en la Argentina", Desarrollo Económico (en prensa).

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