Análisis - Crisis y perspectivas del capitalismo argentino

Realidad Económica 171 [b]Juan B. Iñigo Carrera*[/b] [i]Desde el punto de vista de su participación en el desarrollo de las fuerzas productivas materiales de la sociedad, mundial por su esencia, el proceso nacional argentino de acumulación de capital actúa como su pura negación. Sin embargo, todas las determinaciones de esta negación se ocultan, y aparecen invertidas, en cuanto se cae en un punto de vista recortado por el carácter mismo de proceso nacional que presenta la acumulación de capital. Desde este punto de vista, la acumulación de capital deja de presentarse como un proceso cuya unidad está determinada por su esencia mundial, que se realiza tomando forma de procesos nacionales mutuamente independientes. Por el contrario, la acumulación de capital aparece siendo por su esencia, y no por su forma, un proceso nacional. Por decirlo de manera directa, esta visión invertida cree que todo proceso nacional de acumulación de capital tiene, en esencia, la potencialidad de abarcar la producción de mercancías en general poniendo en acción la capacidad productiva del trabajo correspondiente a la valorización del capital portador del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. La creencia de que el proceso de acumulación es nacional por esencia se traduce, entonces, en la creencia de que, si una economía nacional no alcanza este "desarrollo pleno", tal cosa sólo puede deberse a una "deformidad" o "perversión" interna, al "fracaso" de las políticas económicas, o a las trabas que le imponen desde su exterior otros procesos nacionales de acumulación de capital en su propio beneficio. [/i] [i]Lo que esta apologética del capitalismo (que lo es, al atribuirle al modo de producción capitalista potencias de las que carece por completo) no puede ver, es que el pleno desarrollo de la esencia mundial del proceso de acumulación de capital se realiza tomando necesariamente forma concreta en la determinación diferenciada de sus ámbitos nacionales.[/i]

Qué crisis

La economía política ha impuesto la creencia de que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) a precios constantes es sinónimo de florecimiento de la acumulación de capital. Comparemos la evolución seguida por este producto en la Argentina y los Estados Unidos entre 1960 y 19991 (Gráfico Nº 1).

Gráfico Nº 7 Superpoblación obrera

Ha llegado así el punto en que la forma específica que toma la acumulación de capital en la Argentina no sólo priva a la clase obrera nacional de las potencias revolucionarias que genéricamente le corresponden en cuanto personificación directa del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. La priva de manera progresivamente creciente, de su atributo más genéricamente humano, a saber, de la capacidad para producir su propia vida mediante el trabajo.

El pase acelerado de la población obrera argentina a la condición de sobrante para el capital, acentúa para ella la manifestación de las transformaciones que contemporáneamente impone la marcha general de la acumulación de capital en el mundo, sobre la reproducción de la fuerza de trabajo. Desde sus orígenes hasta alrededor de la segunda mitad del siglo XIX, el capital se acumula sobre la base de hacer entrar en producción a los obreros individuales a la edad más temprana posible, para exprimirles luego lo más rápidamente su fuerza de trabajo, bastándole con que vivieran lo suficiente como para producir sus reemplazantes en el proceso de producción. En estas condiciones, el desarrollo de cualquier aptitud para realizar trabajo complejo tenía lugar en el mismo proceso de trabajo. Pero, con el desarrollo de la gran industria, el capital va necesitando de manera cada vez más general de un obrero individual capaz de sostener una intensidad y complejidad de trabajo que presupone un largo proceso de formación previo al ejercicio del trabajo mismo. En lugar de su consumo acelerado, el capital necesita que esta fuerza de trabajo mantenga su aptitud durante un período suficientemente largo como para compensar el mayor costo de producirla. Y esto hace que la vida natural del obrero se prolongue más allá del tiempo en que el capital ha agotado su fuerza de trabajo. Al mismo tiempo, y por supuesto dentro de los límites que él mismo impone al mutilar la individualidad del obrero convirtiéndolo en un órgano fragmentario y parcelado del obrero colectivo, el capital necesita producir a este segundo tipo de obrero con aptitudes básicas comunes, como un obrero capaz de ser utilizado en la universalidad de los procesos productivos de la gran industria. Se abre así un período caracterizado por la suba general del salario, la negociación colectiva generalizada de los contratos de trabajo, y de la educación, la salud, la jubilación, el transporte, el esparcimiento, etc., públicos.

Desarrollos todos que, como no puede ser de otro modo en el capitalismo, tienen una forma concreta de realizarse: se trata de conquistas arrancadas al mezquino apetito de la clase capitalista mediante el triunfo político de la clase obrera en su lucha contra ella.

Pero, hacia el último cuarto del siglo XX, llega el momento en que el propio desarrollo de la producción de plusvalía relativa sobre la base de explotar a la fuerza de trabajo producida del modo visto, libera relativamente al capital de los costos de producción de aquélla. Por una parte, ha logrado producir un flujo de superpoblación obrera tal que se encuentra en condiciones de disponer de fuerza de trabajo capaz de aplicarse con la intensidad y complejidad propias del obrero más costoso, pero sin tener que ocuparse de reproducirla. Puede así pagarla por debajo de su valor, porque una vez que la agota, cuenta con nuevos obreros recién expulsados a la condición de población obrera estancada en su condición de sobrante. Por otra parte, con el desarrollo del control automatizado, el capital acentúa la diferenciación entre las fuerzas de trabajo individuales que componen al obrero colectivo. Mientras necesita desarrollar aún más el proceso de formación de una porción de ella, se libera de toda necesidad de calificar a otra porción. La economía de capital impone, entonces, gastar en la producción calificada de la fuerza de trabajo sólo en la proporción necesaria. Lo cual quiere decir, el acceso a las condiciones de vida correspondientes no de modo general para la clase obrera y, como tal, por la mediación del estado nacional, sino directamente sobre la base de los salarios diferenciales. Es entonces la hora de la privatización de las condiciones de producción de la fuerza de trabajo. Privatización que toma necesariamente la forma de una derrota política de la clase obrera en su lucha con quienes personifican al capital. Además, la especificidad de la acumulación argentina de capital hace que el capital encuentre en el desmantelamiento de la producción y reproducción pública de la fuerza de trabajo, otros tantos cúmulos de riqueza social que saquear.

Las potencias de la acción política de la clase obrera argentina

La crisis que experimenta la economía argentina no es expresión de las potencias que tiene la clase obrera nacional para personificar la necesidad del modo de producción capitalista de aniquilarse a sí mismo en su propio desarrollo. Por el contrario, pone de manifiesto cómo el capital ha mutilado a esta clase en su potencialidad genérica para integrar el obrero colectivo al que el desarrollo de la acumulación va transformando en un sujeto capaz de organizar conscientemente el carácter social de su propio proceso de trabajo.

En las condiciones en que se desarrolla corrientemente la acumulación mundial de capital, la reproducción de la forma particular que esta acumulación toma en la Argentina apenas asigna una potencialidad directa permanente a la acción política de la clase obrera nacional. La condena a ser la fuerza que, oponiendo su resistencia, entra en la determinación de las modalidades y velocidad concretas con que una porción creciente de ella va siendo empujada hacia las categorías más miserables de la población sobrante. Así, hasta el mayor triunfo que pudiera obtener la clase obrera nacional, sería apenas un hito en el camino de retroceso de una parte cada vez mayor suya hacia el pauperismo. Lo cual no quita que en esta lucha desesperada por sobrevivir, la acción política de la clase obrera se presente bajo la apariencia de estar poniendo en juego la superación misma del capitalismo. El significado concreto de este camino hacia la condición de sobrante lo manifiesta ya la suerte corrida por la clase obrera de otros países latinoamericanos en donde la acumulación de capital ha tomado la misma forma específica que en la Argentina. Sólo que ellos se han adelantado en la carrera hacia la miseria obrera por haber contado con aptitudes sustancialmente más restringidas para generar renta diferencial de la tierra, o porque la acumulación de capital directamente ha extinguido las fuentes de esa renta. Y ni hablar de lo que ocurre en Africa.

Con todo, la reproducción de la forma específica que tiene actualmente la acumulación de capital argentina puede hasta llegar circunstancialmente a erigir a la clase obrera nacional en su representante político general. Esto podría ocurrir, por ejemplo, si dicha reproducción necesitara tomar forma concreta en el repudio directo de la deuda externa. El capital industrial y comercial que actúa en el país con una escala insuficiente para desarrollar las fuerzas productivas convertiría así a la clase obrera en su fuerza de choque para enfrentarse al capital prestado a interés desde el exterior, al estallar la inevitable crisis del endeudamiento externo público y privado. Lo mismo podría ocurrir si la renta de la tierra experimentara un alza explosiva. O si la reproducción en cuestión tuviera por condición el avance extremo del capital fragmentado sobre la parte de la renta apropiada por los socios parasitarios de éste, o sea, los terratenientes. Todos estos casos no harían sino reproducir la limitación específica que el proceso nacional de acumulación de capital impone al desarrollo de las fuerzas productivas que lleva consigo la superación del modo de producción capitalista. Sin embargo, al tener a la acción política de la clase obrera por agente inmediato, esta reproducción se presentaría ideológicamente invertida bajo la apariencia de ser la realización misma de esa superación.

Pasadas estas fases críticas de regeneración de su base específica, la acumulación de capital en el país volvería a imponer a los agentes directos del capital fragmentado como sus representantes políticos generales. Y la clase obrera pasaría a reproducirse bajo las condiciones determinadas por esa regeneración. Estas podrían ser más o menos favorables, pero siempre implicarían la inmediata exclusión de la clase obrera argentina de participar activamente en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y, en última instancia, su paso específicamente acelerado a la condición de sobrante.

Podría parecer a esta altura que a la clase obrera argentina no le queda más esperanza histórica que la suba de la renta de la tierra agraria. Podría parecer que, a la espera de este regalo del cielo, a la clase obrera argentina no le queda sino reducir sus pretensiones a la demanda de honestidad y justicia en la absorción de los costos del retroceso. Esto es lo mismo que pretender que lo que sólo puede realizarse bajo la forma de una crisis generalizada, tome de inmediato la forma de su propio contrario, un proceso juiciosamente reglado, Y es pretender que rija la propiedad privada basada sobre el propio trabajo, allí donde la producción social se encuentra organizada bajo el régimen de la propiedad privada basada sobre la explotación del trabajo ajeno impago. Tan bajo parecería haber caído el ser progresista hoy en la Argentina.

Sin embargo, el modo de producción capitalista mismo pone en manos de la clase obrera argentina una potencia para superar su retroceso acelerado a la condición de sobrante. Se trata de que ella tome conscientemente por su cuenta el ejercicio de las potencias que genéricamente le corresponden como personificación del desarrollo de las fuerzas productivas materiales de la sociedad. No se trata de una potencia abstracta, ni mucho menos una que brota de su sola conciencia. Por el contrario, ella surge de la determinación de la conciencia de la clase obrera como atributo enajenado en el capital. Porque se trata de oponerle a la fuerza que tiene la acumulación del capital sobre la base de liberarse del desarrollo de su papel histórico, la fuerza arrolladora que tiene la acumulación de capital cuando sí cumple con ese papel. Más aún, cuando esta acumulación portadora del desarrollo de las fuerzas productivas sociales puede alimentarse de una fuente de plusvalía extraordinaria de la magnitud de la renta de la tierra agraria (y, ahora, también de la tierra apta para contener fuentes de energía) argentina. Se trata, por lo tanto, de que mediante su acción política, la clase obrera argentina centralice como propiedad directamente social al interior del país, el flujo de renta de la tierra, para transformarlo en un capital concentrado en la escala suficiente para producir mercancías a realizarse en el mercado mundial.

La posibilidad de transformar la base misma del proceso argentino de acumulación de capital se encuentra sujeta a una condición esencial. Con su centralización absoluta al interior de un ámbito nacional del tamaño del argentino, el capital multiplica su potencia para vender en el mercado mundial. Sin duda, esta potencia se ubica por encima de la de los capitales fragmentados en montos intencionalmente insuficientes como para estar a la vanguardia en el desarrollo mundial de la productividad del trabajo. Con más razón, lo mismo ocurre respecto de los pequeños capitales de menor monto aún que el de esos fragmentos. Pero la cuestión no pasa aquí por superar la impotencia de estos capitales restringidos. Lo que está en juego es si la escala que puede alcanzar el capital mediante esa centralización, aun con el agregado a su capacidad de acumulación del flujo íntegro de plusvalía extraordinaria recibido bajo la forma simple de renta de la tierra, resulta hoy suficiente para alcanzar el grado y la forma de concentración necesarios para competir en el mercado mundial.

En el mercado mundial, los mismos capitales que al interior de la Argentina actúan como capitales de monto particularmente restringido, actúan con la escala propia de capitales cuya concentración ha pasado por encima de toda restricción nacional. Y, más aún, actúan como capitales cuya capacidad de acumulación se encuentra potenciada por el pleno aprovechamiento de las diferenciaciones nacionales en que toma forma la esencia mundial de la acumulación de capital. Estos capitales multiplican su capacidad de acumulación localizando nacionalmente cada etapa de su producción y circulación sobre la base de los atributos diferenciales que la misma separación entre naciones permite establecer respecto del precio de la fuerza de trabajo, la complejidad, la productividad, la intensidad y la duración de la jornada de éste. Lo que para el capital centralizado sobre una base nacional se presenta como el límite a la escala de su acumulación, para estos capitales es una fuente que la multiplica. Y no simplemente la multiplica, sino que lo hace por el camino de aliviarse en su necesidad de avanzar en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad.

Queda desde ya en claro que, para la clase obrera argentina, la ampliación de los ámbitos nacionales en curso de la disolución de éstos guarda el interés que genéricamente tiene para toda la clase obrera: esta ampliación es condición para forzar al capital a volver a poner en el eje de su acumulación la producción de un obrero cada vez más universal, cuya actividad en el proceso de producción no consista en la aplicación directa de su fuerza de trabajo a la transformación de su objeto, sino al control consciente de las fuerzas naturales aplicadas para realizar esa transformación. Pero, además, para la clase obrera argentina esa ampliación tiene un interés específico que hace directamente a su reproducción como clase obrera en activo. En vez de perder el tiempo rasgándose las vestiduras clamando contra las desgracias de la "globalización" del capital, a la acción política de la clase obrera sólo le queda un camino abierto hacia adelante: ubicarse nuevamente a la vanguardia en el proceso de superación de la fragmentación nacional de la acumulación mundial de capital.

Por supuesto, la ampliación de los ámbitos nacionales de acumulación de capital a la que nos referimos aquí tiene formas y alcances muy distintos a, por ejemplo, el Mercosur. Desde el punto de vista de la clase obrera argentina, éste no tiene más objeto que el permitir la reproducción de los capitales que se fragmentan para actuar productivamente desde el país, al ampliarles el mercado particularmente restringido al que tienen acceso y abaratarles los costos de producción correspondientes a su escala también limitada de modo particular, a expensas de socavar la escala general de la economía nacional. Tampoco tiene nada que ver con el reemplazo de la moneda nacional por el dólar en la circulación interna. Bajo la apariencia de borrar las diferencias nacionales, esta dolarización no hace más que consagrarlas. Ni tampoco se trata de la ampliación de los ámbitos nacionales que, al mismo tiempo, amplían internamente su fragmentación mediante la ampliación de la autonomía relativa de los ámbitos regionales de acumulación. Como ocurre, por ejemplo, en Europa. Bajo la apariencia ideológica del "respeto por las identidades" regionales, esta autonomización interna permite al capital sumarle, a las potencias progresivas que adquiere mediante la ampliación de su ámbito nacional de acumulación, las potencias regresivas que adquiere ampliando la diferenciación en las condiciones de la reproducción de la fuerza de trabajo y su explotación en el proceso de producción, o sea, ampliando la parcelización del obrero colectivo.
El contestarse acerca de si la centralización del capital como propiedad directamente social al interior del ámbito nacional conserva actualmente la potencialidad en cuestión, o si la ha perdido de manera permanente o circunstancial, es el primer paso a dar en el desarrollo de la acción de la clase obrera argentina que tome conscientemente en sus manos la realización de las potencias que genéricamente le pertenecen.

La propia extensión en el tiempo de la reproducción del proceso nacional de acumulación sobre la base del despilfarro de la renta, ha ido erigiendo una triple barrera a su transformación en un agente efectivo del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. En primer lugar, a la contracción absoluta de la renta a partir de la década de 1980, se le suma la disminución relativa de su flujo anual frente a las concentraciones crecientes de capital necesarias para poner en acción la productividad del trabajo necesaria para acceder al mercado mundial. En segundo lugar, otro tanto ocurre respecto de la masa creciente de capital necesaria para que la clase obrera argentina escape a la condición de sobrante. En tercer lugar, la fase en que la acumulación de capital imponía la producción de un obrero que tendía hacia la universalidad indiferenciada, ha dado por el momento curso a la actual fase de diferenciación creciente de las fuerza de trabajo que componen al obrero colectivo que integra la producción de una mercancía. Y esta diferenciación se da de patadas con la forma política que requiere la centralización del capital como propiedad directamente social al interior del ámbito nacional.

Pero, ahora, la prolongación en el tiempo de la reproducción de la forma específica tomada por la acumulación de capital en la Argentina, ha comenzado a generar una nueva barrera a la transformación progresiva de su naturaleza. Cuanto más pasa la clase obrera argentina a la condición estancada y consolidada de sobrante, más pierde los atributos subjetivos que le permitan desplegar un trabajo complejo, intenso y con la capacidad productiva correspondientes a la vanguardia del desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Con lo cual, más se ven despojados sus miembros de la posibilidad de avanzar en el control consciente de su propio trabajo social. Avance que aquí es la condición de partida, no ya genéricamente para la superación del modo de producción capitalista mismo, sino para la mera transformación del proceso nacional de acumulación de capital en un participante activo en el curso de esa superación, a partir de su condición actual de retardatario del mismo.

De ahí la urgencia que tiene para la clase obrera argentina el determinar si entre las potencias de su acción política se encuentra la de realizar la transformación de la especificidad del proceso nacional de acumulación de capital. Si efectivamente descubre que posee tal potencia, con este descubrimiento mismo habrá dado el primer paso necesario en el curso de su realización.

Buenos Aires, diciembre de 1999 (datos actualizados en abril de 2000)

Notas
* Investigador independiente, autor de "La acumulación de capital en la Argentina", publicado por el Centro para la investigación como crítica práctica.
1 Elaboración propia sobre la base de datos del Ministerio de Economía (ME), Banco Central de la República Argentina (BCRA), y Bureau of Economic Analysis (BEA). La serie argentina ha sido empalmada desde 1993 hacia atrás por las tasas anuales de variación arrojadas por las series originales
2 Para empezar, incluye el valor del capital fijo consumido durante el año.
3 Elaboración propia sobre la base de datos de ME, BCRA, Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), BEA y Bureau of Labor Statistics (BLS). La serie argentina ha sido empalmada desde 1993 hacia atrás aplicando las tasas anuales de variación del Indice de Precios Implícitos (ME y BCRA) sobre la serie a precios constantes. El indicador de la productividad se ha computado sobre la base de la relación entre el PIB a precios constantes y el empleo total. La base utilizada para la estimación del empleo total en la Argentina se indica más adelante. El nivel de paridad tomado corresponde al tipo de cambio de exportación para el promedio del período 1956/77.
4 Elaboración propia sobre la base de datos de ME, BCRA, INDEC, BEA y BLS. El monto de la plusvalía disponible para la acumulación más el capital fijo consumido durante el año se ha obtenido restando del PIB a precios corrientes el costo anual equivalente de la fuerza de trabajo de la población ocupada total. Se ha tomado como punto de partida la estimación de remuneraciones (incluyendo aportes patronales) computadas por el sistema de cuentas nacionales a partir de 1993 para los trabajadores asalariados y no asalariados, completándose la proyección hacia atrás sobre la base del índice de salarios para la industria manufacturera cuya elaboración se detalla más adelante. Los criterios utilizados para la estimación de la ocupación total también se indican más adelante.
5 Más adelante se indican las fuentes de estos datos.
6 Para evitar cualquier malentendido dejo en claro que por clase obrera me refiero al conjunto de los miembros de la sociedad que sólo cuentan con la venta de su fuerza de trabajo para producir su vida, por muy distinta que sea la intensidad, complejidad y capacidad productiva del trabajo que su fuerza de trabajo individual pueda rendir, por muy distinto que sea el precio de la misma, ya sea que se trate de trabajadores productivos o improductivos en cuanto a la valorización del capital.
7 Para un desarrollo más amplio acerca de esta especificidad, ver mi "La acumulación de capital en la Argentina", publicada por el CICP y disponible en www.clacso.edu.ar/ ~jinigo.
8 Estimación propia sobre datos de ME, BCRA, INDEC, Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA), BEA y BLS. Los criterios básicos utilizados para la definición de cada variable son los siguientes:
a) Renta de los terratenientes más ganancia del capital agrario más capital agrario fijo consumido: al PIB a precios corrientes del sector agrario se le resta el salario total equivalente, computado sobre la base de una estimación del empleo total del sector (tomando como base la estimación contenida en el cómputo de las cuentas nacionales a partir de 1993 y proyectado hacia atrás mediante la interpolación de los valores censales en función de la tendencia lineal intercensal de la relación empleo/PBI agropecuario a precios constantes y las fluctuaciones anuales en dicho PBI) y el salario individual equivalente del sector (tomando como base la estimación contenida en el cómputo de las cuentas nacionales a partir de 1993 y proyectado hacia atrás por el índice del salario del peón rural).
b) Efecto de la sobrevaluación del peso sobre la exportación: estimado mediante la aplicación del índice de sobrevaluación del tipo de cambio de exportación resultante del cómputo indicado más arriba, sobre el valor nominal de las exportaciones de origen agropecuario.
c) Impuestos a la exportación: tomados de las estadísticas de recaudación, incluyendo las tasas accesorias.
d) Efecto de los impuestos a la exportación y de la sobrevaluación del peso sobre el consumo interno: estimado sobre la base de la aplicación de las proporciones correspondientes a ambos factores sobre el valor del consumo interno individual (no productivo) de la producción agraria portadora de la renta (específicamente, trigo y carne vacuna).
e) Intermediación de organismos oficiales y control de precios: estimado sobre la base de la diferencia entre el precio pagado internamente y el de exportación para el trigo y la carne vacuna consumidos internamente y exportados en los períodos de vigencia de las políticas respectivas.
9 Los datos a que se hace referencia en ésta sección y la siguiente se encuentran elaborados en mis trabajos "La acumulación de capital en la Argentina", ya citado, y "El drenaje de las reservas de divisas por el sector privado durante la convertibilidad" Realidad Económica, N° 166, agosto/setiembre 1999.
11 Elaboración propia sobre datos de INDEC y BCRA. Se ha partido de la serie de salarios de la industria manufacturera del INDEC, proyectándosela hacia atrás de 1975 de acuerdo con la variación del salario básico de convenio para el tramo 1973/75, y de la remuneración total anual per capita computada en el sistema de cuentas nacionales para el tramo 1960/73.
12 Elaboración propia sobre datos de INDEC y Penn World Tables (PWT). El empleo total se estima a partir de 1974, aplicando a la población total (estimada para los períodos intercensales sobre la base de las tasas de crecimiento correspondientes) el índice de ocupación resultante de la Encuesta Permanente de Hogares para el promedio nacional del año. Este cómputo se ajusta luego por la tasa de subocupación correspondiente, considerando que cada subocupado corresponde al equivalente de medio ocupado de tiempo completo. El nivel de empleo se proyecta hacia atrás de 1974 aplicando la tasa de variación implícita en la serie de productividad de PWT

Compartir en