Pepe Mujica: “Lo que me importó y por lo que peleé fue por hacer una organización política. Y ahí está, anda bien”

Juan Elman

El expresidente uruguayo habló con Juan Elman en diciembre, en una de sus últimas entrevistas en los medios, antes de fallecer hoy. Habló acerca de su vida y su legado, el uso del poder en América Latina y el vínculo con la palabra.

El 16 de diciembre de 2024, una mañana soleada a las puertas del verano, Pepe Mujica me recibió en su casa, ubicada en una zona rural a las afueras de Montevideo. Estaba acompañado por Leandro Grillé, un periodista uruguayo cercano al expresidente, que ofició muchas veces, y con suma generosidad, de enlace con sus colegas argentinos. Esa mañana Pepe le pidió a Leandro que no le organizara más entrevistas. Su cáncer en el esófago lo estaba drenando de energía, y faltaban unas semanas para que se confirmara su extensión al hígado. En los meses que pasaron hasta hoy, el día de su muerte, Pepe recibió a pocos periodistas más, que llegaron por otro lado o por su cercanía personal. 

Esta es una de sus últimas entrevistas largas, realizadas en su casa, donde Pepe habla sobre muchas cosas: su vida y su legado, el presente de Uruguay y América Latina, el uso del poder y su relación con la palabra, quizás el elemento que mejor lo define. Estaba flaco, aunque por esos días había vuelto a comer. Con la comida había recuperado algo del relativo buen humor que se podía permitir por entonces. Unas semanas antes, Yamandú Orsi, un hombre del Movimiento de Participación Popular (MPP), el partido fundado por Mujica, había ganado las elecciones presidenciales. La supervivencia de esa organización, me dijo esa mañana, había sido su legado más importante.

Unos días antes de mi visita había recibido a Lula da Silva, junto a otros presidentes latinoamericanos. Era su despedida.

–¿Cómo estuvo la visita de Lula el otro día?

Estuvo bien. Con Lula macanudo. Ahora, los periodistas, imbancables. Vinieron como cien. Los odio.

–¿A todos o a los que vinieron?

A los que vinieron. Me dejaron todo el piso lleno de botellas de agua y se fueron a la mierda. 

–¿Y antes no te rompía los huevos que te viniera a visitar tanta gente?

Pero yo estaba distinto, loco. Juventud divino tesoro te fuiste para no volver, a veces quiero llorar y no lloro. Y a veces lloro sin saber por qué, dice Dario en un poema célebre. Y bueno, viejo, es así. 

–¿Qué hablaste con Lula?

Lula es un viejo amigo, de hace años. Me contó que le había puesto la pata a Venezuela para que no entrara en los BRICS. Que estaba preocupado por los cubanos: “Ni siquiera me mienten para poderlos ayudar”, me dijo. Preocupado porque Venezuela tenga una salida, también. Y algo que no me dice, pero está preocupado por el propio Brasil, porque Lula no tiene un sucesor propio a la vuelta. Es un problema.

–Cuando uno ve gobiernos y países con experiencias parecidas a las de ustedes, como Argentina, Brasil, Ecuador, todos tuvieron problemas con la sucesión. Cristina lo tuvo en Argentina. Lula, decías recién, no tiene sucesor en Brasil. Correa tuvo a Moreno que fue un desastre. Y acá parece que esa transición se hizo bien. Vos te fuiste hace unos años y ahora ganó un pibe [Yamandú Orsi, de 57 años] de tu partido. 

Pero yo toda la vida me pasé diciendo que el mejor dirigente no es el que hace más sino el que deja una vara que lo supere con ventaja. Porque las causas sociales son más largas que la vida humana. Yo me doy cuenta que es como una enfermedad…el no querer irse. No abrir la puerta para que entren otros, otros que asuman responsabilidades y se equivoquen. Que aprendan.

–Y esa enfermedad, ¿qué es? ¿Ego? ¿Poder?

Esa es una enfermedad humana que vos también la tenés. Cuando llegues a viejo no te vas a querer bajar. Tenelo presente. Y hay un tiempo para llegar y un tiempo para irse. Cristina es una diosa en la Argentina para un 30% de la masa peronista, pero sería mas diosa si se dedica a darle oportunidad, los orienta y prepara una generación para lo que va a venir. Lo que está haciendo Evo [Morales] da lástima.

–¿Hablaste con él?

No, no hablé nada, pero estuvo [Luis] Arce [el presidente de Bolivia]. No puede ser. Les va a ganar la derecha. 

–¿Y cómo ves a la nueva camada, Boric, Petro?

Son los que trajo la historia, viste. Hay que simpatizar con ellos. Pero tienen que aprender de los errores que cometimos nosotros. 

–¿Cómo cuáles?

El confundir las reuniones con la realidad. En la pandemia fuimos incapaces de juntarnos para hacer un reclamo común para producir vacunas, cuando hay cinco países de América Latina que fabrican. Cada cual revolvió su poncho y salió con la de él. ¿A vos te parece que esa es una manera de defender nuestros pueblos? Sudáfrica lo pidió, al menos. Los latinoamericanos no existimos en el mundo porque somos incapaces de acordar entre nosotros.

–¿Ese es el principal error, entonces, no juntarse?

Pero obviamente. No nos damos cuenta que en el área internacional tenemos que intentar confluir para hacer planteos continentales. A veces votamos uno contra otro. No te hablo de integrar fronteras ni mucho menos: te hablo de tener acuerdos básicos. Juntar nuestras universidades, por ejemplo. No puede ser que un ingeniero de acá no pueda trabajar al lado y tenga que irse a Europa. ¿Hasta cuándo vamos a tener divorciadas nuestras universidades? Eso es responsabilidad de los presidentes. Por eso digo que los que vienen van a tener que aprender de nuestros errores. Hicimos UNASUR y después la hicimos mierda. Porque caímos en el veto de hecho, si uno no está de acuerdo con algo se va. En lugar de decir: si no estás de acuerdo, macanudo, te subís en la próxima.

–¿Cuándo fue la última vez que el presente de América Latina evocaba para vos un horizonte deseable, de cierta esperanza?

[Leandro Grillé, que está sentado al lado de Pepe, cebando mates, recupera el inicio de los 2000, con el triunfo de Lula y la consolidación del chavismo en Venezuela. Pepe asiente:]

Fue un periodo positivo y como todas las cosas tuvo sus limitaciones, desde luego. Y ahora estamos viviendo una época más bien regresiva. El pueblo argentino votó a Milei como una reacción. Y hay salidas conservadoras por muchos lugares. 

–A Milei lo votaron muchos pibes.

Porque votaron en contra.

–¿Pero cómo ves este fenómeno de juventudes votando a la derecha?

Es que no es un problema de la juventud: la hiperinflación vuelve loca a los pueblos. En Alemania lo votaron a Hitler en los 30, y era el pueblo más educado y formado de todos. Y mirá la cagada que se mandaron. Nos cagaron a todos de rebote. La hiper es un veneno de la gran puta, porque termina desesperando a la gente.

–¿Y cómo ves a Uruguay hoy, a las puertas de un nuevo gobierno?

Y yo que sé, si todavía no empezó.

–Bueno, al gobierno electo. Yo estuve en julio acá y no se sabía qué iba a pasar en las elecciones. 

Las encuestas nos jugaron sucio. Porque en realidad medio Uruguay ya estaba enterado de que ganaba Orsi. ¿Cómo lo veo? Es mi compañero, lo conozco hace treinta años…yo lo veo bien, pero lo veremos en la cancha. Uruguay es una democracia más o menos liberal, basada en partidos, no solo en personas. Acá existen partidos constituidos. Y de larga data. 

–A propósito de eso, algunas voces en el Frente Amplio decían que Lacalle Pou [expresidente, de centroderecha] había roto con varias de esas tradiciones republicanas. Pero desde afuera uno ve que todo sigue más o menos igual, o que esas tradiciones se mantienen.

Uruguay es una penillanura: suavemente ondulado. Es un país que hace revolución de las cosas chicas. Un país pacato, si se quiere. Moderado. Sin grandes altibajos. ¿Qué tiene sus deudas sociales? Sí, las tiene, y graves. Pero claro, cuando mirás para el costado somos una especie de campeones de cuarta, viste [se ríe]. Es que tal vez tenemos una fuerte herencia cultural de algo que se llamó Batllismo [la corriente socialdemócrata que comenzó con el expresidente José Batlle y Ordóñez, del Partido Colorado]. Hasta el propio Lacalle Pou, siendo conservador, es un poco batllista. Porque no puede renunciar a las políticas sociales, por más de derecha que sea. 

¿Sabés dónde se ve la diferencia entre izquierda y derecha? En estos datos concretos. Desde que se restableció hace 40 años la democracia, ellos gobernaron en total 25 años. En esos 25 años el salario y las jubilaciones no llegaron a aumentar el 13%. El Frente Amplio gobernó 15 años. ¿Sabés cuánto aumentaron los salarios y las jubilaciones? Más del 80%. Esa es la diferencia. No somos revolucionarios que hacen el socialismo. Pero chiroleamos más a favor de los más débiles. Esto que te dije son datos objetivos de la realidad, que resumen la historia del Uruguay. Y ganamos las elecciones por eso. Ellos hicieron cosas, pero no le pusieron pesitos en el bolsillo a la gente común.

–Cuando recién decías que no son revolucionarios que hacen el socialismo, ¿hay un dejo de tristeza ahí?

Lo digo tomándole el pelo a los que viven solo en el boliche hablando de socialismo y criticando las miserables reformas que podés hacer para mejorarle el puchero a la gente. No cambian esencialmente la sociedad pero es lo que podés hacer. Y hay algunos intelectuales que no hacen un pedo de vieja y lo único que hacen es criticar. Nadie va a mejorar un carajo su condición de vida. Eso no quiere decir que nosotros nos tengamos que conformar con lo que hacemos. Pero lo que te digo es que en estas circunstancia capaz no podemos hacer otra cosa. Ahora, si nos ponemos de espalda a la gente tampoco vamos a poder hacer más.

–¿Cuándo vos llegaste a presidente pensaste que ibas a hacer más cosas de las que hiciste?

Yo llegué viejo a la presidencia, y ya de vuelta. Pero no se puede confundir: ser presidente no es tener el poder. Es sentarse en el sillón. Hacer algo. Yo en la historia de mi país he visto cambios dramáticos…impuestos por la evolución de los precios internacionales.

–¿Y cómo gobernás sin plata? El ciclo progresista también fue muy dependiente de los precios internacionales.

Nosotros somos tomadores de precios. No los determinamos.

–Entonces, si la economía global no te acompaña…

Sonás. En un país como Uruguay sonás. Si la economía mundial te pone la plancha, marchaste. Podés rezar padre nuestro y todo lo que vos quieras, pero marchaste. Nosotros somos un país agroexportador por excelencia. El país más ganadero del mundo en proporción. 

–¿Qué es ser de izquierda para vos?

Ser de izquierda puede tener muchas variantes. Hacete la pregunta. Vos estás en la casa de un viejo que fue presidente de la república. ¿Dónde viste un expresidente que viva así? Yo vivo así porque soy recontra de izquierda. Porque filosóficamente soy un estoico. Porque, para mí, el que precisa mucho no le alcanza nada. Y vos no me vas a entender, porque sos joven. Pero cuando seas viejo puede ser que me empieces a entender. 

Si 8 mil millones de personas van a vivir en el grado de despilfarro de las sociedades desarrolladas al mundo lo hacemos pelota. En mi país hay 3 millones de habitantes e importamos 28 millones de pares de zapatos. Ni que fuéramos ciempiés. ¿Te das cuenta? Es el hiperconsumismo que nos metió el capitalismo porque necesita acumular. Tenemos que ser todos procaces consumidores, y vivir para pagar cuentas. Y con un laburo no te alcanza y precisas dos. Porque progresar es comprar más y más y más. Y te pasas toda la vida pagando y pagando. Y nunca te alcanza, porque la estás corriendo de atrás. Bueno, yo estoy contra esa civilización. 

–¿Eso es ser de izquierda, entonces?

No, es una parte. La izquierda es un sentido de solidaridad y distribuir con más justicia. Y en un régimen capitalista es la lucha por aminorar las desigualdades e intentar forjar un derecho de partida, de arranque en la vida más o menos similar. Nada más ni nada menos. Eso es ser de izquierda.

[Entra a la casa Lucía Topolansky, la esposa de Mujica. Exvicepresidenta y exsenadora, es una militante histórica del Movimiento de Participación Popular (MPP)

–¿Cómo anda, viejita? –la saluda Pepe.

–Bien. 

–Esta milita todavía –me cuenta Pepe. Habla de unos llamados que estuvo haciendo Lucía esta mañana, a dirigentes del partido.  

–Las cosas concretas –dice Lucia–. No el divague.

Acto seguido se pone a cocinar, y la conversación con Pepe toma otro rumbo].

–¿Seguís andando en el tractor?

Sí, lo tengo ahí.

–¿Pero seguís manejando?

¡Sí! Tengo que cortar la alfalfa. 

–¿Y de dónde sacás la energía?

De acá [señalando la cabeza]. Porque si me quedo quieto no sirvo para nada. Y es cada vez peor. Me cuesta. Pero un cachito trato.

–¿Qué te gusta hacer estos días? 

Yo siempre estoy soñando. Quiero vivir un año más porque quiero plantar árboles allá arriba [señalando afuera de la casa], en una zona que no está trabajada. Y los tengo que plantar en invierno.

–¿Los vas a poner vos?

Y, los voy a plantar yo con algún compañero que me ayude. Voy a poner eucaliptus, voy a poner Pecán, unas cuantas, como doscientas y pico, y después voy a poner algunos álamos. Para que los que vengan los tengan.

[¿Es verdad que tenés una Secuoya?, le pregunta Leandro. El árbol gigante.]

Sí. Es el árbol más grande del mundo. Es ese que está ahí [lo señala]. Ahí me van a enterrar. Ya tengo a Manuela [su perra] enterrada ahí y nosotros vamos a tener testado que nos tienen que cremar y…

–¿Pensás en eso? En el entierro, la ceremonia…

No, no pienso. No tengo la enfermedad de Carlos V, que se pasó cinco años preparando el entierro. Vos también te vas a morir.

–Sí.

Si hay una cosa segura, es esa. Cuando te toca, te toca. Y chau.

–Mirá Piñera [el expresidente de Chile, que murió en un accidente aéreo en febrero de 2024].

¿Viste, vos?

–Se murió como un millonario: manejando su helicóptero.

Yo anduve con él, en la Antártida, en un helicóptero. Lo quiso manejar. Y yo le dije: “pare, pare. A usted lo eligieron para presidente, no para chofer de helicóptero”. Textual, eh. Esto que te cuento es textual. 

–Me acuerdo que una vez, cuando te criticaban que tu política exterior había sido ideológica, vos hablabas de ese viaje a la Antártida con Piñera, cagándote de frío, como una muestra de lo contrario.

Y la pase fenómeno. Yo tenía buena relación con Piñera. Y con Santos [el expresidente de Colombia].

–¿Con Santos también?

Ajá. Me fui nada menos que a La Habana a hablar con la dirección de las FARC. Por supuesto que yo tenía diferencias políticas con él, pero la causa que levantó era defendible.

–De los presidentes disímiles, los del otro lado, digamos, ¿cúal te caía mejor?

Con Piñera tenía buena relación. Mirá, la última vez que estuve en Chile, Piñera vino con la señora al hotel donde yo estaba a desayunar conmigo. Teníamos una buena relación, lo que no quiere decir que estuviéramos políticamente de acuerdo. Pero teníamos una buena relación. ¿Por qué? Porque es un deber. Porque si no agravás las diferencias, y terminás perjudicando al país al cual perteneces. Fundamentalmente cuando es un país pequeño. Y lo mismo pasa con Argentina. Nosotros tenemos que bancarlo a Milei.

–¿Bancarlo en qué sentido?

Tratar de tener la mejor relación que podamos. Por supuesto que tenemos simpatía con Lula. Pero si mañana hay otro gobierno tenemos que tratar de andar lo mejor que podamos.

–¿Algún recuerdo lindo que tengas de todos estos años en política?

Sí, cuando dejé la presidencia. Es como cuando te sacás un par de zapatos nuevos. Qué alivio. 

–¿Te acordás de ese día?

Sí, cómo no me voy a acordar. Vine para acá con el [Volkswagen] Fusca. Estaba tranquilo y contento de haberme sacado la responsabilidad de encima. Porque es lindo pasar a ser un don nadie.

–Igual un Don Nadie no sos, Pepe.

Bueno…

–¿Tenés un libro que te haya marcado?

Ah, no, libros cualquier cantidad. Pero para mí el más querido es El Quijote. El segundo es el Martín Fierro. Me gustan las sentencias. El Quijote es lo más grande de la literatura. Cuando era joven iba a las clases de integración literaria de los profesores Paco Espínola y Don José Bergamín, que era un exiliado español que fue Ministro de Cultura de la última República. Me dejaron mucho. ¿Sabés una cosa? La palabra es un arma, para el que la sabe usar. Pero no hay recetas precisas: el manejo de la palabra es un arte, más que una ciencia. Y a mi me ha servido mucho. Pero yo no lo sabía entonces. Lo supe muchos años después.

–¿Cómo te gustaría ser recordado?

Ni me preocupa. No existe el legado. Lo que pasa es que los seres humanos somos demasiado pretenciosos. Nos creemos el cuento de que estamos hechos a imagen de Dios. Eso que sembró el cristianismo nos lo terminamos creyendo. Para el universo, ¿podemos ser más importantes que las hormigas? No lo veo. Y las hormigas nos llevan millones de años. Yo que sé, el legado…

[Irrumpe Leandro:

–Pero Pepe, dejame preguntarte –le dice–. La referencia ética, por ejemplo. Vos mirás ahí –señala a la biblioteca– y lo tenés al Che…

–Claro, ¿pero cuánto dura?

–No sé, pero ¿hace cuanto mataron al Che, 60 años?

–Sí, ya sé.

–Es importante eso para los jóvenes. Tener una referencia…

Pepe recapacita:]

Lo que me importó, y por lo que peleé, fue por hacer una organización política. Los últimos 40 años de mi vida los gasté en eso. Y ahí está. Y anda bien.

–Esa es una forma de legado.

Si, claro. A mí la vida al final me dio un premio. Mi sector [el MPP] votó como los dioses y de premio sacamos al presidente. Ahora, pa’ delante, yo qué sé lo que pasa. Pero la vida me dio un premio.

–Te dio varios premios.

Pero este fue el más grande. 

–La organización.

Pero claro. Sacaron 36 diputados, como 8 o 9 senadores. El presidente de la República. ¡Pero me cago en dios! Fue importante. Y yo ya no estaba. Lo hicieron los pibes, digamos. Los sucesores.

 

Fuente: Cenital - Mayo 2025

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