¿Qué cultura para qué desarrollo?

Enrique González-Manet*
Se suele decir que la cultura es el escudo y la espada de la nación. Pero esto sólo ocurre en los casos donde hay una consciente correspondencia entre el pueblo y su identidad. ¿En cuántos países la cultura es sólo una ambigua y dilatada tradición, un decursar de siglos, sin acción dinámica capaz de fraguar sueños o vencer frustraciones históricas? [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] .El imperio del consumo / Eduardo Galeano[/size]

Desarrollo y cultura andan unidos allí donde media la educación, clave del conocimiento. Es el medio para saber en qué dirección se avanza y por dónde van las cosas. Esto da la impresión que falta en algunos países que arrastran crisis y conflictos que no son sólo económicos sino también sociales e ideológicos.

¿Hasta dónde intervienen en estos problemas la llamada modernidad y el desarrollo industrial? Muchos no conocen ni la procedencia ni la naturaleza de estas influencias. En estos choques desaparecen costumbres y modos de ser, sustituidos por novedades e innovaciones, dotadas del prestigio de las últimas producciones. Los cambios que aportan, buenos o no, vendrán a conocerse mucho después, cuando los efectos estén implantados.

Una encuesta realizada en España sobre el uso de los celulares entre 1 500 trabajadores arrojó como resultado que ¨ya no pueden vivir sin el móvil¨. Tiene de bueno que acelera el proceso de la vida misma, pero introduce hábitos y normas completamente nuevos que cambian la conducta y el modo de pensar. Sobre su impacto a largo y mediano plazos poco se sabe porque son investigaciones que no se han hecho y que hasta ahora parecen no interesar.

Habría que laborar esta idea porque no estamos ante un simple teléfono sino un medio múltiple que permite gobernar la casa a distancia, además de tener acceso a video juegos, procesamiento de datos, fotografías, programas de televisión y música. Es decir, tener acceso a tomar 400 fotos, escuchar 4 000 millones de canciones (que han liquidado a los CD y DVD), y ver 100 000 videos (un 30% pornográficos) ahora ofrecidos por Google después de la compra de ¨YouTube¨ y ¨DobleClick¨. ¿Cómo repercuten estas posibilidades en la educación y la cultura? ¿Quién administra el saber y los contenidos, con qué propósito, a qué escala?

Pero puede suceder todo lo contrario a través de las redes y de los seductores y enajenantes videos-juegos, que han obligado a establecer en algunos países centros de ¨desintoxicación¨ o de rehabilitación para devolver a los adictos a la realidad. Este producto cultural debe ser tomado muy en cuenta por su capacidad de sugestión. Hasta que punto puede llegar que en New York se organiza un museo para recoger como hecho histórico la aparición de los juegos de video, acreditándolo como un fenómeno cultural trascendente.

El proyecto ya está en marcha y para ello se realizó una encuesta mundial con el objetivo de determinar cuáles son los diez juegos más relevantes de todos los tiempos, considerados verdaderos clásicos junto a las más altas expresiones de la literatura mundial. Los nombres son conocidos porque miles de copias ruedan aún por el mundo. Los más importantes son ¨Spacewars¨, ¨Starriders¨, ¨Tetris¨, ¨Super-Mario Brothers¨, ¨Civilizationi¨, ¨Simcity¨, ¨Doom¨, ¨Sensible World¨¨ y ¨Warcraft¨.

Lo mismo que con los ecosistemas y las culturas indígenas, hay que promover una conciencia pública activa antes de que empiecen a desaparecer los 6 500 idiomas que existen en el mundo, de los cuales sólo la India tiene 30 con gramática propia, además de 400 dialectos. Una de las metas inmediatas es preservar la diversidad cultural rápidamente afectada no sólo por los medios digitales que llegan a todos los puntos del orbe, sino por la globalización de mercados y la ascendencia del inglés.

Expertos que sirven estos intereses en la ONU y la UNESCO afirman que el español es más poderoso que el inglés, que sólo cuenta con 400 millones de usuarios. Hay que evitar las falsedades que ignoran las regiones colonizadas por Inglaterra desde el siglo XVII y la neo colonización de Estados Unidos en el mundo entero. Un cálculo realista arrojaría un ámbito de más de 2000 millones de personas que hablan, manejan y entienden el idioma. Se dice que con el Swahili, el francés y el inglés, se puede atravesar a pié toda el Africa. Son como el Imperio Romano que lo primero que implantaban era su cultura.

Ideas claras para objetivos sociales

Estados Unidos aspira a ser dueño del petróleo y el etanol, consagrado como el país más poderoso del siglo XXI. Pero coincide con un momento en que la sociedad despierta, particularmente en América Latina, para reclamar el derecho a administrar sus propios recursos en beneficio de sus pueblos, después de dos siglos de abuso, corrupción y genocidio, de piratería y explotación sin límites.

Es la hora de integrar acción cultural, económica y política, sin dejar de estar alerta ante represalias prevenibles. No es aún hora de cantar victoria sino de atrincherarse en las ideas de progreso social que amanecen en Latinoamérica. Los que se llevaban el 82% del petróleo no renuncian a recuperar lo perdido y es probable que traten de cercenar por la violencia la ola de cambios en la que estamos inmersos.

Pongamos en claro que cultura no significa puro conocimiento en una república de las luces. No se trata sólo de la música, la creatividad y el saber, sino del coraje para defender con la vida el derecho a alcanzar los medios y el fruto inteligente de cada pueblo. No puede haber desarrollo sin cultura ni cultura sin desarrollo

Fuente: [b]Cubarte – 07.07.2007[/b]

*Enrique González-Manet. Nació en La Habana, Cuba en 1928. Periodista, profesor e investigador. Ha impartido clases y conferencias sobre temas del periodismo, entre estos: Nuevo Orden Internacional de la Información, Psicología de la Comunicación y las Nuevas Tecnologías de Información, en universidades del Cuba, América Latina y Europa. Ha sido director de la Revista de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO; Consultor del Instituto de Investigaciones de la Organización Internacional de Periodistas (OIP); miembro de la Asociación Internacional de Investigadores de la Comunicación y del Programa Internacional de la UNESCO para el Desarrollo de la Comunicación (PIDC). Actualmente escribe para el portal de la cultura cubana, Cubarte.

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